Sobre el libro deVeronique Duborgel 'En el infierno del Opus Dei'

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Por Ana Azanza, 22.10.2007


Esta obra me parece doblemente interesante por el hecho de que es el primer testimonio publicado en forma de libro de una ex supernumeraria. La autora nacida y educada en Francia cerca de la frontera suiza conoció el opus en 1983 a través del que entonces era su novio. Pitó sin demasiado convencimiento en Roma, en la convivencia UNIV. Desde las primeras charlas a las que asistió se dio cuenta de que no había lugar a la crítica, la única actitud admitida es el asentimiento. Se reprocha a sí misma el no haber sido capaz de “decir no” y verse embarcada en algo que no acabó de convencerle nunca.

Como supernumeraria madre de diez hijos, creo, tiene una visión extraordinariamente interesante de cómo el Opus Dei manejaba todo en su vida. Dedica un capítulo a las correcciones fraternas, a la perversidad que supone mandar a una persona corregir a otra que acaba de perder un bebé que se le nota su falta de alegría, o corregir a su marido, que también se hizo supernumerario, porque una vez uno de los niños de 9 años se lanzó con afectó a abrazar a un numerario y podía haber una inclinación homosexual en el chiquillo no corregida. O cuando le corrigieron porque supuestamente se le notaban las raíces sin teñir en el pelo y tras explicar que no era teñido, que su pelo es así la directora le responde que de todas formas era bueno recibir la corrección para la humildad...

Fundamental para los supernumerarios, las apariencias. Les hicieron cambiar de casa porque su apartamento es demasiado pequeño y si invitan a alguien haría mal efecto. El mismo reproche se les hizo a su coche. Y dice algo muy revelador, ante El código Da Vinci el opus ha reaccionado para defender su “imagen de marca” y no le ha importando tanto la doctrina católica sobre la vida de Jesús. Por no hablar del culto a la personalidad de los diversos “Padres” en el opus que se manifiesta en especial en las reuniones en Roma.

En el centro se aconseja a las supernumerarias no pronunciar la palabra opus dei por teléfono, ser “discretas”, y tampoco manifestar abiertamente la pertenencia a la organización. Ante tantas cosas con las que no está de acuerdo, por ejemplo, la prohibición de ir a ver ciertas películas, Véronique reconoce que comenzó a “llevar una doble vida”: asentir a las órdenes de las numerarias pero ir a ver la película prohibida. A esa extraña situación se unía el hecho de que creía que ella era la excepción, y que todas las demás supernumerarias estaban felices y contentas. Se veía como un bicho raro. Más tarde, tras su salida del opus, aprenderá que quien más quien menos todo el mundo juega dentro el papel de tapar las verdaderas dificultades.

Confiesa que su matrimonio presentó problemas desde muy temprano. Su marido había recibido una educación “chapada a la antigua”, esa base unida a la “deformación” opusiana de la mujer como un ser inferior que se calla, lleva la casa y pare hijos no hizo sino empeorar las cosas a lo largo de los años. La autora no da muchos detalles pero se adivina suficientemente que lo en sus años de pertenencia y de matrimonio poco le faltó para que la volvieran loca entre unos y otros. Cuando cuenta sus dificultades a los curas del opus estos le dicen que es su cruz, hay que ser un hogar luminoso y alegre, y si el marido es un bruto lo único que le queda a la mujer es callarse. Gracias a Dios ya ha conseguido el divorcio y encontró otros católicos que la han acogido.

Es muy impresionante el capítulo titulado “Ménage à trois”. El opus manda en ella por medio de su directora y el cura, por su parte lo mismo le pasa al marido. De manera que aquello no es un matrimonio, el opus controla todo lo que se hace en la familia. Por ejemplo el trabajo del marido, le hicieron cambiar de ser profesor, que no da suficiente dinero, a una empresa privada para ganar más. No hay tiempo libre prácticamente en esta familia de supernumerarios. El marido está volcado con el opus y acude a los retiros a los que van sus amigos en fin de semana.

Da cuenta de la contradicción enorme de un supernumerario español con 16 hijos que se pasea por el mundo dando consejos sobre la familia mientras su mujer se ocupa de la realidad de los niños y de la casa. También del planeta “Tozalitos” construido en Torreciudad con el fin de que hasta en vacaciones los hijos de supernumerarios se mezclen sólo con otros hijos de supernumerarios, y así todo quede felizmente en familia.

Otra cuestión en la que yo no había caído es que en los centros de mujeres efectivamente no se nos permitía tocar los vasos sagrados cuando teníamos que preparar los ornamentos para la misa. Hay siempre un pequeño lienzo con el que se coge el cáliz. Y sin embargo en los centros de hombres, ellos pueden tocar con la mano los mismos objetos. Es decir, la impureza como un distintivo femenino.

Fundamental las cuentas, ¡qué caro les sale a los supernumerarios su pertenencia! Calcula los gastos que hicieron a lo largo de esos años, 400 euros mensuales si una familia tiene tres niños como media. Más luego los “extras”, que si se abre un nuevo centro, que si se necesitan nuevos ornamentos, un oratorio… Siempre pidiendo y los supernumerarios siempre aflojando. Al mismo tiempo un 26 de junio las numerarias se niegan a que las asistentes a la misa contribuyan con unas monedas para la estudiante que ha estado cuidando los niños mientras era la misa en honor del fundador.

Tampoco me era conocido el dicho de las tres blancuras de la iglesia: Eucaristía, María, el Papa y las tres negruras del Opus: sotana, limusina, Ray Ban. Y alucino con el consejo de las numerarias cuando Véronique y su marido iban invitados a una comida: comer un poco antes para no ponerse las botas en el banquete y dar mal ejemplo… Siempre será el mismo el distintivo del opus: no tenemos la virtud pero sí la apariencia de la virtud.

El final de la historia, de cómo marido y mujer han acabado fuera del opus tiene también su miga. Ella se va porque quiere, a él lo echan sin contemplaciones. Cuenta las mismas vivencias con la ropa que hemos tenido las ex numerarias, ¡a la basura con las faldas tipo mesa camilla y etc, etc.! eso me ha llamado mucho la atención. El día siguiente de decir adiós, hubo vaciado de armarios en su casa.

Lamento una vez más que Véronique después de marcharse aceptara entrevistarse con una numeraria de la asesoría de Francia. No se debe hacer, les das la razón que es lo que ellas quieren. Y que después de que la denigraron entre sus amigas para que todo el mundo le diera la espalda llamara a un cura Opus y se creyera el cuento de que este cura le pedía perdón…. Siempre serán los reyes de la comedia. Tampoco tiene mucho sentido en mi opinión habiendo estado dentro mantener amistades con supernumerarios. ¡Ya sabemos lo que hay! Para el opus es esencial el cordón umbilical con los ex, de esa forma se protegen de las críticas, porque al final la que queda como la que no sabe lo que quiere ni lo que dice es una misma, no siendo verdad.



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