Mi homenaje a los viejos numerarios

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Por Bolter, 14/12/2012


A los que pidieron la admisión entusiasmados con "cambiar el mundo", a través de su trabajo profesional (parte de la vocación divina). A los que eran amigos de sus amigos. A los que eran hermanos de sus hermanos. A los que con ilusión estudiaban filosofía y teología en los veranos y asimilaban, con pasión, el espíritu de la Obra.

Han pasado los años. El mundo sigue igual o peor. ¿Tu trabajo profesional? Fue absorbido por encargos internos, trabajos en labores personales, atención de supernumerarios, encargos y normas, decenas de normas de piedad. Amigos, ya no te quedan. Fueron sometidos a un proceso de selección: los "buenos", ya pitaron y ya se fueron. Los "no selectos" fueron abandonados a su suerte.

La fraternidad se transformó en compartir un piso con otros solterones, raros, frustrados y enfermos.

El espíritu de la Obra te lo han machacado hasta el paroxismo, las mismas charlas monótonas, las arengas vacuas, las anécdotas paupérrimas. Ya te pones de mal humor de solo pensar en el circulo, la meditación, el retiro mensual, el curso anual, etc., etc., etc. Apareció el culto a Escrivá. Antes le tenías cariño. Ahora te obligan a idolatrarlo... y eso no te gusta.

Y el apostolado que te ilusionaba, donde "de cien almas nos interesan las cien" se redujo a mera caza de vocaciones: niños (cuanto más niños mejor) sin personalidad, ingenuos, manipulados para escribir una carta, engañados... y comienza el ciclo: entusiasmarse, desencantarse, enfermarse, irse... todo en unos siete u ocho años.

Viejo numerario, se ha pasado tu vida. No has vivido: has sido vivido. No por Cristo, sino por una institución... en el peor sentido de la palabra. Ya no cuentas. "Hay que ir a por los jóvenes". Te han dejado de lado. En la comisión o delegación ni saben que existes. No cuentas para nada. Te has gastado la juventud y los mejores años de tu vida para ver que tus mejores ilusiones, que tu mejor intención, era utilizada para fines "institucionales": tus ardientes cartas al Padre las leyó algún director, bostezando, tus sueños (esos que te robaban el alma) nunca se concretaron: eres un profesional mediocre, a punto de jubilarse, con un agujero afectivo del tamaño del Cañón del colorado (estabas hecho para amar y no lo sabías).

Tus mejores hermanos hace tiempo que se han ido. Algunos llegaron a formar una familia y a tener hijos. Verlos crecer, formar sus familias, tener nietos... Para ti, eso ya es tarde. Eres un viejo. Y no has amado. Has cumplido normas, has hecho la corrección fraterna y te la han hecho (oye, las velas se encienden de derecha a izquierda), pero no has amado. Al menos, piensas, te salvarás. Tendrás algún sacerdote cerca, te confesarás (de haber descuidado el saludo a los ángeles de la guarda) y morirás en paz. "Me has dado un talento, aquí lo tienes". Pero lo cierto es que te usaron. No tenías ninguna vocación al Opus Dei. Fue un invento de un consejo local azuzado por sus directores. No hacía falta cumplir el agobiante plan de vida diseñado por ese sacerdote español y perfeccionado por los directores (No es UN Acordaos por el que más lo necesita sino VARIOS). A Dios no le importaba que te apretaras el cilicio o te dieras con las disciplinas. Dios te amaba igual. Y quería que fueras feliz.

¿Sabés que?, me das mucha lástima, viejo numerario. Por eso este homenaje.




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