Historias para compartir

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Por Kurt, 13.03.2015


Hace años que no escribo en opuslibros, pero nunca he dejado de leerlo. Escribo con un nick nuevo, porque hay cosas que contaré que no quiero que me salpiquen de ninguna manera. Ahora me ha dado el impulso de escribir porque he juntado en mi cabeza unas cuantas historias inquietantes que quería compartir con vosotros. Primero voy a contar algunas cosas que tengo en la cabeza, para quien esté aburrido hoy y quiera leerlas; pero si quieres pasar directamente a la “carnaza”, baja un poquito y “disfruta” o... laméntate.

Divagaciones varias

Después de 13 años como numerario en el opus dei, (sin cargos, pero sí con muchas cargas), estos últimos 5 años fuera de la cosa siguen siendo todavía de adaptación al mundo. Pensaba que el cambio iba a ser más rápido, pero pasar la etapa de la adolescencia y primera juventud en una institución tan estricta, hace que tu cerebro y tu manera de pensar cojan unas rutinas dañinas, que cuesta quitárselas de encima…

Mis dos relaciones sentimentales serias, las han sufrido y las sufren, y a veces no entienden mi comportamiento estricto y exigente hasta decir basta. No soy muy de citas, porque tengo mala memoria para ellas, y las máximas de Camino y demás documentos “sagrados” de la cosa no las sé repetir de memoria, pero, peor aún, se han quedado impresas en mí a fuego, sin saber dónde están para poder borrarlas. “Siempre se puede hacer las cosas mejor”. Eso marca mi vida. ¿No os pasa a vosotros? Nunca estoy contento porque ¡todo se puede hacer mejor! ¡Qué irresponsable y mala persona soy por no hacer las cosas perfectas! Lo pienso y me río. Pero lo vivo y me frustro. Las cosas tienen que tender a la perfección. Hay que ser puntual al extremo, no traicionar el horario, tener muestras de cariño obligadas hacia los demás, tener todo lo material extremadamente ordenado... La cuadrícula en la que me metieron, aún sigue manteniendo sus paredes levantadas. Sueño con el día en que alguna de esas paredes se rompa y pueda salir de ahí. En el opus nos cercenaron el corazón, los sentimientos, la emotividad... Y sólo vale la disciplina, la voluntad. SOLA VOLUNTAS...

Yo ahora, después de ver el opus desde fuera, pienso que hay 4 tipos de numerarios:

El primer grupo son los que duran menos que una saliva en una plancha... De esos no hablo mucho porque se dan cuenta rapidito, salen corriendo y para la mayoría de ellos, el opus no pasa de ser una novia de universidad que era medio lela...

El segundo grupo son los grises, que son la gran mayoría. Esas personas de todas las edades que son el rebaño. Que han crecido desde pequeñitos en el ambiente del opus y apenas nunca se plantearán que están en un lugar extraño. Cuando son jóvenes, son obedientes, de perfil bajo, sin más aspiraciones que hacer todas las normas todos los días... Esos, cuando son mayores siguen siendo grises, son aburridos, no transmiten nada bueno ni nada malo... Parecen inertes... Pero todos ellos son raros, huraños, sin gracia ninguna... Son la tropa necesaria para hacer número, para confirmar a los del "cuarto grupo” y a los de fuera, que en el opus hay mucha gente, y que si hay tanta será porque es bueno...

El tercer grupo son los que no son grises... ¡Son de colores! Tienen sentimientos, ambiciones, ilusiones, ganas de vivir... También tienen criterio, opinión, carácter... Y suelen tener un pensamiento artístico y sensible... Todos estos, se acaban yendo ante la imposibilidad de ser las personas que quieren ser. Yo estuve en ese grupo. Durante 13 años fueron moldeando mi mente y mi espíritu para conseguir que fuera de los del segundo grupo, y lo consiguieron mientras estuve allí... Aunque mi personalidad siempre salía, y solía ser el raro del centro. De hecho, textualmente me llamaban “raro” en plan cariñoso... Como era cierto y me enorgullecía de eso, no me molestaba... Nunca vestí con castellanos y náuticos, ni llevé jerseys de pico color granate, ni pantalones de pinza gris marengo aunque tuviese 19 años... Bueno, vale, sí los vestí en el centro de estudios, pero pronto me fui rebelando a costa de que me miraran con caras raras cada vez que me ponía una prenda que no era del uniforme estipulado pero no oficial del opus dei.

El cuarto grupo... ¡¡Ay los del cuarto grupo!! Tienen en muchos casos la personalidad del tercer grupo, pero además tienen capacidad de gobierno... Y el gobierno (ahora lo dice nuestro Papa Francisco) corrompe también dentro de la Iglesia... Por ser del gobierno, estas personas podían suavizar un poco sus aspiraciones personales a cambio de pequeñas compensaciones... Eran los que podían ir a la playa un fin de semana, se iban a cursos anuales fuera de España, coordinaban las convivencias guays a lugares chulos tipo nieve, playa y extranjero (no había muchas más posibilidades, jeje). Yo estuve muy cerca de ese grupo pero “desde fuera”. Nunca estuve en un consejo local, pero durante mucho tiempo era como el “bufón” de los directores... ¡¡Lo estoy pensando ahora y tiene sentido!! No puedo negar que tengo cierta gracia (para otros soy un pesado) y eso formaba parte de las compensaciones de los directores. Yo formaba a veces parte de sus planes guays porque era parte de la compensación. “Vamos a llevarnos a éste a la playa que es gracioso pero inofensivo porque no es director y no sabe que aireamos sus masturbaciones con les jefecillos de la dele”. (Acabo de subir un peldaño en la ironía sin darme cuenta. Pero ahí queda. Aquí necesito caritas de whatsapp para ilustrar, pero no hay...) En fin... De estos también se van algunos. Hace poco he conocido un caso muy cercano de uno que fue “director modelo” de clubes durante unos 15 años. Quedaremos y tengo ganas de que me cuente su visión. Me parece que puede dar mucha luz al asunto. Los de este grupo acaban siendo raros de narices pero por su despersonalización. Son fríos como témpanos. En apariencia son guays, porque la máquina formadora del opus enseña técnicas eficientes para ser amables por obligación. Pero cuando uno rasca un poquito, encuentra vacío vital, falta de experiencias y una personalidad construida sobre cimientos acartonados. Hace un tiempo volví a coincidir con un director de la delegación que yo recordaba como amable, deportista, cercano... Lo vi en un ambiente distendido, en un aniversario de un acontecimiento emotivo. Surgieron testimonios. Había varios supernumerarios, cristianos no-opus y no creyentes que sentían aquel acontecimiento desde dentro. Transmitían entusiasmo, lloraban, reían, se emocionaban... Cuando le llegó el turno de hablar a este director de la delegación, sucedió lo que intuía, pero no sabía si creer. Su speech fue vacío, falto de sentimiento, falto de verdad, postizo, aprendido, aburrido... Y eso que había participado en la creación del evento desde sus inicios. Pero sólo supo decir que si san josemaría pa'rriba, san josemaria pa'bajo... Y pluf, pluf, pluf... Como dice un amigo mío: LA-MEN-TEI-BOL.

Me estoy extendiendo mucho, pero ya he avisado que era para los que estuviesen aburridos...




Venga, y ahora paso a la carnaza. Aquí es donde tienes que empezar a leer si no tienes mucho tiempo.


Anécdota 1:

Anécdota sencillita pero que da para pensar. Centro de estudios. Verano después del primer año. Terminaba el primer curso del centro de estudios y había sido un año de incorporación a la vida en “familia”. La verdad es que me había molado. Aunque me dieron caña por todos lados. Era perezoso, poco proselitista, con ínfulas artísticas... Curiosamente, siempre sentí al director como molesto conmigo durante mi estancia allí. (A ese director por ejemplo no le hacía gracia yo, jajaja) Y en vez de comprenderme, se frustraba y molestaba con mi actitud juvenil universitaria. Nunca me ayudó, la verdad. Bueno pues a final de ese curso, después de aguantar como un campeón durante casi dos años, tuve una estrepitosa caída (cfr. B10.III.28) (quien sepa, entienda). Bueno venga, lo digo, acabé tocándome la colita demasiado. Me confesé fuera, me frustré, fue horrible... La cosa es que lo conté en la confidencia con el numerario laico, pero con el cura del centro de estudios no tuve tiempo de hablarlo, porque creo que ese mes estaba fuera del centro. Bien, pues ya en el semestre de verano, un mes y pico después, hablé con él, y se lo conté. ¿Cuál fue su reacción? (Que nadie espere algo espectacular). Puso cara de sorpresa y me dijo: “¡Ah! Pues no sabía nada. Primera noticia”. ¡¡Toma geroma!! Pero, ¿cómo no me di yo cuenta antes de que aireaban mi intimidad de “fuero interno”? ¡Si me lo estaban diciendo a la cara! A mí en aquél momento, esa frase me hizo pensar: “¡evidentemente no sabes nada! Te lo estoy contando ahora”. Pero no le di más importancia. O sea, esa frase fuese verdadera o falsa, era tremenda. Estaba diciendo sin tapujos que no sabía nada, aunque PODÍA HABERLO SABIDO. Porque si no hubiese posibilidad de que lo supiera, esa frase no tiene sentido... En fin... Nada que no sepamos. Pero ese era uno de los curas que fueron de mi devoción durante mucho tiempo.


Anécdota 2:

Otro cura de mi devoción. Pero este los que defendería con uñas y dientes... Cuando empecé a notar los síntomas de lo que luego supe era ansiedad y depresión, me empecé a leer un libro de Rialp, escrito por un cura numerario, que se llama “Psicología y vida espiritual”. El tema me atraía e intuía que mis problemas anímicos podían ir por ahí. Pues bien, leí un capítulo que era sobre “neurosis espiritual” y todo iba encajando. Me di cuenta de que eso era lo que me pasaba. Se lo comenté preocupado a ese cura que tantas veces me había apoyado y que era un referente doctrinal para mí, y me dijo: “pues deja de leer ese libro”. Flipé. Ahí sí que flipé. Eso fue unos 2 años antes de irme. Y fue la llama que prendió mi desconfianza hacia la sobrenaturalidad de todo aquello. Un cura por cierto, que dedicaba la mayoría de su tiempo a sentar cátedra en detrimento de otros sacerdotes del opus, obispos, cardenales, etc. Me huelo que Francisco no debe ser de su cuerda... Y uno de los que él criticaba es el protagonista de mi siguiente historia. De él decía en los corrillos que hacía carrera eclesiástica y se reía socarronamente cuando se le preguntaba sobre él. Y tenía razón, porque sobre aquél sacerdote corría el rumor de que era monseñor. Y cuando le preguntábamos al susodicho si lo era, nunca lo negaba directamente. (No lo era).


Anécdota 3:

Aquí va la metralla. No sabía si contarlo por lo que me puede acarrear, pero espero que no lleguen a mí los tentáculos de la cosa. Se trata de un cura que sustituyó al protagonista de la primera anécdota en la dirección espiritual del centro de estudios. ¡¡Menudo culebrón, chavales!! Todos interrelacionados. Pues os voy a contar una de abuso sexual, muy a mi pesar... El abusador, no es otro que un sacerdote que tenía un puesto en la delegación y luego lo nombraron director espiritual del centro de estudios. Unos años después desapareció rumbo a otra delegación lejana... Era un cura entrado en años y que se portaba con los colegiales como un abuelito. Sin haber estudiado medicina, era el médico del centro, es decir, le gustaba jugar a los médicos (you know what i mean). Nos daba masajes cuando estábamos tensos, por ejemplo. Para ello nos ponía una pudorosa toalla encima del culete, aunque sin quitarnos los pantalones, y cerraba la persiana de su habitación y cerraba el cerrojo para que nadie viera tal escena. Yo lo veía normal, porque fuera de contexto, podía parecer extraño, pero realmente a mí no me lo parecía. Eso entraba dentro de lo “normal”. Siempre decía que los numerarios no teníamos una novia o una madre que nos pudiera quitar un simple grano molesto en la espalda, y que para eso nos teníamos que ayudar. Recuerdo otra vez que yo estuve estreñido, y se dispuso a curarme. Le pedí un laxante oral, pero él me dijo que había uno mejor. Un enema (o sea un tubito que se introduce por el recto y descarga por ahí el medicamento). Evidentemente me bajé los pantalones me introdujo el enema y fin. Me curé y no fue a más la cosa. La última cosa que me sorprendió fue una pregunta que me hizo un día sin venir a cuento. Hablando en privado con él sobre castidad, me preguntó: “¿te sientes mal porque piensas que la tienes pequeña?” ¡En la vida me había preocupado eso! ¡¡¡Y menos pensando que jamás la tenía que utilizar y menos, impresionar con ella!!! En fin. En mi caso se quedó ahí la cosa y, realmente, nunca sospeché demasiado. Pero hete ahí que hace pocos años me encontré con otro ex que compartió centro de estudios conmigo. No sé por qué salió el tema, y entonces me confesó lo que no esperaba oír. A él le hizo la misma pregunta acerca del tamaño de su pene y como no le contestaba, le bajó los pantalones enfadado de un tirón. Se quedó estupefacto. Me lo contó con vergüenza evidentemente. Él informó años después al vocal de san Miguel de la comisión, y parece ser que ya sabían algo y por eso lo habían "desterrado". Desgraciadamente, casos como estos no son nuevos en la Iglesia, pero lo que queda claro es que, es otro dato más de que el opus dei intenta aparentar algo que no es: obra (perfecta) de Dios.


Anécdota 4:

Y termino con una última anécdota más suavecita, para relajar el ambiente. Ese mismo exnumerario que vivió la anterior anécdota, pidió a su director del centro hacer como hice yo: cambiar de ciudad repentinamente para tener un futuro profesional mejor. Su director le dijo que no, y su aclaración fue: "Si fulanito (o sea, yo) se ha ido de repente de la ciudad, será porque algún escándalo habrá hecho". O sea, que si te vas de una ciudad de repente en el opus es por escándalo, que lo sepáis los de dentro. Mi duda es la siguiente: ¿de verdad sabía que había cometido un escándalo porque los directores se comentan de ciudad en ciudad los fueros internos? ¿O simplemente aplicó la doctrina directoril de "piensa mal y acertarás"? El caso es que acertó. Jajaja. Bendito escándalo el que me sacó de allí. Por cierto que este director me acaba de añadir en Facebook. ¿Qué me recomendáis? ¿Lo añado y le hago llegar estas preguntas?



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