Encargo sin cargo

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Por Simple-mente, 9.11.2011


Como ya comenté en un escrito anterior, un buen día el director del centro me envió un e-mail con el asunto "Encargo" en el que me decía que en el centro me explicaría un encargo que tenía para mí. Ya en el centro, de manera rápida y con cara seria me dijo que el encargo que tenía para mí era realizar, totalmente gratis, un proyecto de larga duración y por el que yo cobro en el mercado. En ningún momento me lo ofreció como si fuera voluntariado, de manera que yo pudiera libremente aceptarlo o rechazarlo. Yo estoy muy a favor del voluntariado y de la gratuidad, pero lógicamente como la palabra dice siempre que sea voluntario. En el caso de que se considere una obligación, entonces deja de haber libertad y en ese caso entramos en un terreno que a día de hoy entiendo que es ilegal, ya que por motivos de obediencia ciega lo que lo obra está consiguiendo es trabajo gratis, ni siquiera mano de obra barata, sino peor, mano de obra gratis. En resumidas cuentas, esclavitud...

Tenía claro que mientras estuviera en la obra, iba a obedecer y a cumplir con todo lo que me dijeran, incluyendo por supuesto el plan de vida. Y en caso de que finalmente decidiera que la obra era un engaño, en ese caso me saldría, pero mientras estuviera dentro quería tener la conciencia tranquila de que iba a cumplir con mi parte.

Así que aunque me pareció un auténtico atropello que el director, de malos modos, me dijera que tenía que trabajar gratis para una fundación del opus dei, decidí obedecer y ponerme con el proyecto. Mientras tanto, por supuesto mis dudas se dispararon, así que en la siguiente confesión le comenté al sacerdote del centro las dudas que tenía sobre el funcionamiento de la obediencia en la obra. En ese momento estaba casi convencido de que terminaría por salirme de la obra, una vez terminado el proyecto. Pero cuál fue mi sorpresa que el sacerdote me dijo que no me preocupara, que en la obra había libertad total, que no era obligatorio hacer los encargos que nos dice el director, que todo depende de la etapa de nuestra vida en la que estemos, unas veces hacemos más, otras menos, y que si durante una etapa no hacemos nada, que no hay problema, que nadie nunca nos lo va a echar en cara.

Como tenía que hacer la oblación en un mes, también le comenté mis dudas sobre a qué me comprometía exactamente con la oblación. Le dije que estaba de acuerdo con todo, con el plan de vida, el apostolado personal, retiros, círculos y demás; pero que lo que no terminaba de ver era la obediencia en los encargos apostólicos, que tuviera la obligación de realizar el encargo que al director se le ocurriera, sobre todo en los casos en los que suponía trabajo gratis. Que sí estaba de acuerdo en realizar trabajo gratis si se trataba de voluntariado, de algo que yo decidiera libremente, pero no para casos de obediencia ciega. Me dijo que no me preocupara en absoluto, que los encargos se hacen si uno quiere y que si no quiere no pasa nada, que nadie me iba a echar en cara después de hacer la oblación que tenía que obedecer.

Me quedé muy sorprendido, ya que las palabras del sacerdote no coincidían con toda la formación impartida por el director que me había hablado de obediencia pronta y callada. Así que las palabras del sacerdote me dieron de nuevo ánimo e ilusión. Pensé: "qué alegría, la Obra no es un engaño para explotar a los fieles, hay libertad, entonces haré la oblación".

Un semana después, justo antes de la confesión, este mismo sacerdote me dice: "en relación con lo que comentamos el otro día sobre tus dudas de obediencia, toma este papel en el que puedes consultar unos textos sobre la obediencia en la obra para que te puede ayudar". Me entrega un papel en blanco, sin membrete ni título, en el que únicamente decía:

"Cuadernos 11, página tal
Cuadernos 11, página cual
Etc."

Y nada más. Me pareció algo raro que en el papel sólo pusiera eso. Después de la confesión me acompañó a un armarito en el que estaban los libros "Cuadernos" y me dijo: "Puedes leerlo en el oratorio, pero luego lo tienes que dejar donde estaba, no te lo puedes llevar a casa". Me pareció un poco raro todo ese misterio, pero, en fin, me llevé el libro al oratorio y me dispuse a leerlo con ilusión después de lo que me dijo la semana anterior este sacerdote sobre la libertad en la obra.

Cuál fue mi sorpresa y decepción que lo que ponía en "Cuadernos" sobre la obediencia en la obra era lo siguiente:

"en la Obra queremos obedecer siempre" (Cuadernos 11, 85)

"Al obedecer, no obedecemos a un hombre, sino al mismo Jesucristo" (Cuadernos 11, 86)

"Hay que ver a Dios en los Directores" (Cuadernos 11, 86)

"Un "por favor" —comentaba nuestro Padre—, y vamos de cabeza." (Cuadernos 11, 88)

"Debe ser la nuestra una obediencia profunda, que nos impulsa no sólo a rendir la voluntad, sino a la sumisión del entendimiento" (Cuadernos 11, 89)

"Hemos de poner todas las energías de la inteligencia y de la voluntad en lo que se nos manda, para ejecutar todo lo que se manda y sólo lo que se manda. Y si alguna vez sucede que no entendéis el porqué de los mandatos recibidos —por la limitación humana o por la ceguera de un momento, que el Señor puede permitir para nuestro bien—, esforzaos en obedecer, como en manos del artista obedece un instrumento —que no se para a considerar por qué hace esto o lo otro—, seguros de que nunca se os mandará cosa que no sea buena y para toda la gloria de Dios" (Cuadernos 11, 89)

"Pero, si a pesar de eso, insiste, tenemos que obedecer, si no es ofensa a Dios. Y no nos equivocamos al hacerlo" (Cuadernos 11, 90)

"En el Opus Dei sabemos esto: se puede mandar todo —con el máximo respeto a la libertad personal, en materias políticas y profesionales—, mientras no sea ofensa de Dios" (Cuadernos 11, 91)

"Hay que obedecer, cueste lo que cueste; dejando el pellejo. No llegará nunca esto; pero no te preocupes: hasta eso llegó Jesús: hasta la muerte" (Cuadernos 11, 92)

"No hemos de olvidar que el lugar, en el que somos más eficaces, es aquél en el que nos han puesto los Directores Mayores: ésa es la voluntad de Dios" (Cuadernos 11, 94)

"A la Obra no venís a buscar nada: venís a entregaros, a renunciar, por amor de Dios, a cualquier ambición personal. Todos tienen que dejar algo, si quieren ser eficaces en Casa y trabajar como Dios nos pida, como un borrico fiel, ut inmentum! La única ambición del borrico fiel es servir, ser útil" (Cuadernos 8, 29)

Me quedé de piedra al ver que en las citas que me había indicado este sacerdote decía justo lo contrario de lo que este mismo sacerdote me había dicho la semana anterior.

A día de hoy, todavía no entiendo por qué me dijo de palabra una cosa, y luego me indicó unas citas en las que decía justo lo contrario. Agradecería si alguien me pudiese aclarar esa retorcida forma de actuar. ¿Es por una patología en la que no se dan cuenta de que dicen una cosa y su contraria, o esconden algo más?

Unos días después tenía la charla fraterna con el director, y cual no fue mi sorpresa que me dice: "ya me ha dicho D. Fulano (el sacerdote del centro) que le has comentado dudas sobre obediencia". ¡El sacerdote se lo había contado todo al director!

Recuerdo que el director me dijo que "una vez que ya estaba tomada la decisión de la vocación, que ya no había que mirar atrás, que si surgían dudas, que no había que pensar en ellas, que había que seguir adelante sin pensarlo".

También me habló de las ventajas de la obediencia ciega, por ejemplo cuando alguien pasa una mala racha y no le apetece ir a Misa, pero obedece y va; así como ejemplos parecidos. En ese momento no me di cuenta de que todos los ejemplos que me estaba poniendo eran sobre obediencia ciega a Dios, que yo tenía claro. Mis dudas no eran sobre obediencia ciega a Dios, sino sobre obediencia ciega a él, el director.

Algunos días antes de la oblación, asistí a una cita en la Delegación para confirmar que quería hacer la oblación. Le pregunté al director de la Delegación sobre los encargos apostólicos y se salió por la tangente. Fue muy poco sincero. En lugar de contestar directamente si la oblación me comprometía a obedecer en encargos o no, se desvío al tema del apostolado personal. Le dije que sí quería hacer la oblación, pero salí muy poco convencido de allí.

El día antes de la oblación, lleno de dudas, entré en internet y busqué en Google las palabras “opus dei” y “libertad”. Gracias a Dios esa búsqueda me llevó a Opuslibros. Fue emocionante ver que las reflexiones de las personas que escribían sus testimonios en esta página web eran iguales a las mías (reflexiones que yo había realizado en absoluta soledad con Dios). Esto me dio paz y fuerza para descartar la idea de que dejar la obra era dejar a Dios. Llamé al director para decirle que no iba a hacer la oblación al día siguiente.





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