La confesión como modo de control

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Por Ana Azanza, 15/11/2023


La clave con la que encriptábamos los informes para la incorporación de una super, nume, agregada, cuando queríamos referirnos a la confesión era B10.III.37 (para referirnos a los pecados contra la castidad la clave era B10.III.28).

La confesión, elemento clave en el proceso de captación y subsiguiente lavado cerebral, casi espina dorsal del mismo. Lo he recordado a propósito de lo que nos cuenta Juancho R...

Observo que en el fondo y en la forma a Escrivá y sucesores no les importa el sacramento en sí mismo propiamente dicho. Es una excusa que utilizan en su labor de captación. Está muy bien lo que dices de que no debería de ser una norma. En efecto, no hay razón para obligar a la gente a confesar una vez por semana, la práctica frecuente no tiene que ver con la salud del alma.

Dolorosamente comprobamos en que dicha frecuente práctica puede llegar a convertirse en obsesión y producir “descacharramiento” psicológico como nos cuenta Gómez en su último espeluznante relato. El tiempo que perdió tras su salida hasta que dio con el profesional psicólogo que se dio cuenta de que estaba “enfermo” de tanto confesar. Padecía por abuso de andar escarbando en el alma. También es significativo que los curas con los que Gómez topó tras su salida supieron que procedía de las filas opusinas. Es decir, este padecimiento obsesión con la confesión auricular y secreta de los pecados al cura es propio “nuestro”, es una conocida “dolencia” que nos caracteriza.

Estos dos últimos testimonios me llevan a pensar que si nos hacían confesar y animábamos a lo mismo, no era porque fuera “healthier” para nuestra alma y estuviéramos necesitadas de barrer y limpiar sobre limpio. La confesión en el opus es un modo de control. Se utiliza un sacramento de la Iglesia católica, es decir, un signo y canal de la gracia según la creencia tradicional, para transmitir consignas y sonsacar, aprovechando que el creyente tiene fe y especial reverencia por el clérigo, pues así nos educaron desde la infancia a la inmensa mayoría de los que andamos por aquí.

Como si no bastara la charla fraterna, aunque recordamos que según contaba el propio founder, en su labor con los estudiantes años 30 y 40, la confesión fue primero. Y luego, como no le bastaba para el deseado control de la grey, inventó la charla, que nació “con la naturalidad de una fuente”, no recuerdo la cita exacta.

Tú dices que se debería de animar a la confesión… pero pequeño detalle, fíjate y me fijo en que no era la confesión en sí de nuestras amigas y conocidas lo que andábamos buscando. Si así fuera hubiera dado igual que lleváramos a la “apostolizada” a la parroquia del lugar o con cualquier cura Opus, en Pamplona había mil. Por supuesto que no: había que conducirlas a que “pasaran con el sacerdote del centro”. El que había sido nombrado específicamente para la labor de san Rafael, en la época en que menda residía en el centro de estudios coincidía con el que había sido nombrado para confesar a las numerarias.

Cada persona que rondaba por nuestras labores apostólicas tenía asignado su cura. Vuelvo a mis años pamploneses, a mi madre le asignaron un sacerdote agregado que confesaba en la parroquia, tenía que ser ese y no otro. En esa misma parroquia (San Miguel) había más curas Opus confesando a otras supernumes de otros centros en otros horarios diferentes. A mi padre que fue cooperador también le asignaron otro cura agregado, que estimaban era más de “su estilo”, no especificaré el estilo. La cuestión es que teniendo misa dominical a dos minutos del domicilio a todas horas, la familia trasponíamos los domingos a la otra punta de la ciudad para que mi padre “pasara” con dicho cura que tenía allí su confesonario. Hoy lo pienso detenidamente y me parece demencial, para llegar a aquella iglesia pasábamos por delante de 2 o 3 iglesias, pero había que confesar con el designado. Este cura fue de los que se invitaba a casa a comer… Otro tema interesante en el que no me voy a enredar ahora.

Todo bien amarrado, porque este sacramento se transforma en el prontuario escrivariano en instrumento esencial de conocimiento de las “almas” a las que se quiere captar y a las que se quiere retener.

Es decir, una vez más, uso espurio de tradiciones en beneficio de un grupo pisoteando conciencias y traficando con ellas. Estar de rodillas te hace vulnerable, te humilla. Recuerdo a un profesor de filosofía no opus diciendo que él jamás se iba a arrodillar delante de un cura. Yo había pasado mi fase numeraril, comprendí, pero me resultó chocante acostumbrada como estaba a los arrodillamientos en el confesonario desde la más tierna infancia. Más los largos arrodillamientos en misa, en especial con el canon romano y sin desayunar, literalmente veías a la Virgen.

Y solo recientemente, creo que a raíz de los coloquios en libertad, he caído en que también era abusivo nombrar el cura del centro y obligar a todas las numes a confesarse con ese y no con otro por muy de Casa que fuera. Y es que es evidente que hay comunicación cura – consejo local. Por señas en el caso de los hombres según estáis contando, no sé si por señales de humo en el caso de las mujeres, porque la dire del centro de vez en cuando “pasaba con el sacerdote” y mantenía largas charlas, que probablemente no eran sobre ella y su alma.

Sigamos con la lista de abusos en el caso de B 10.III.37.

Informar por escrito, aunque sea con siglas, de sí se acude y con quién y con qué frecuencia, es abusivo.

Como lo es el horario de confesiones de las numes: “el sacerdote confesará antes de misa, y los martes y los jueves después de misa, los sábados después de la bendición”. Lo dábamos por bueno, organización de los horarios. Pero era un modo de tener controlado a todo el mundo y ver quien “pasaba” y quien no, evidente como el agua de la fuente. No se me ocurrió “no pasar”, pero se hubiera visto como la nariz en medio de la cara si se me hubiera ocurrido no hacerlo, se hubiera sabido y me lo hubieran reprochado. Y se hubiera hecho el correspondiente informe a la dele informando de que tal nume no cumple con B 10.III.37.

Así que se vigila quién entra y quién sale del confesonario. Y son capaces de cerrarte la puerta del mismo si no quieren que hables con “ese cura en concreto” como me ocurrió en uno de los episodios más surrealistas de mi existencia que se hubiera merecido vídeo y miles de vistas en Insta. Fue épico. Vigilancia total y completa del confesonario en los centros. No hay derecho, es un abuso con todas las letras.

Confesarse con quien te dé la gana, cura opus, no opus o carmelita o jesuita o franciscano o diocesano es un derecho del bautizado. Y con el padre Topete si te apetece que no sepan tus recovecos, ¡claro que tenemos derecho a ello! Ya está bien de decir lo que no es.

No deben de prevalecer cuestiones de orden prosaico aquí, no se debería de organizar cómo se organiza si hubiera respeto a la libertad y no afán de control y manipulación. No voy a decir cómo se podría hacer, lo que me faltaba, pero habría mil maneras para confesar sin tanta cuadrícula y sin dirigismo si el fin fuera la salud del alma y no el que es.

Fundamento de la doctrina oficial era la defensa de la confesión auricular y secreta. En los años 80 menudearon en las parroquias las “celebraciones comunitarias de la penitencia”. A los curas y mandatarios escrivarianos les entraba sarpullido por todo el cuerpo y nos recordaban que era un abuso, que sobre todo si había pecados mortales, había que “pasar por individual” con el sacerdote. Recuerdo asistir a una celebración comunitaria en alguna parroquia de Pamplona, debió de ser antes de pitar, porque no me explico que hacía allí siendo nume.

Tras la celebración comunitaria y al final el cura exhortó a los “pecadores mortales” presentes en la sala a “acudir individualmente” si así lo deseaban ante el cura. Todavía peor, una bonita manera de señalarse ante la parroquia. Hoy me parecen concesiones al “ala dura” de la Iglesia, por decirlo de alguna manera. Se reflejaron en el documento Reconciliatio et Paenitentia de 1984. Sería interesante conocer a los verdaderos redactores del mismo, en este escrito queda claro y esculpido, modo “Operis Dei”, que lo que de verdad te limpia los pecados es la confesión individual, auricular y secreta. En un documento papal no van a poner “y con el sacerdote de Casa designado por los directores”, pero es lo que le falta al documento para redondear. Esto último es broma, por supuesto.

Hay otro aspecto interesante que comentar. Cuando salí de la numerariez fue fundamental leer libros sobre “Historia del cristianismo”, 2000 años de sucesos, eventos, idas y venidas y todo tipo de trifulcas, peleas, cambios y evoluciones. Quiero decir que Jesús no apareció en el mundo con el Catecismo de Trento debajo del brazo, tampoco con el de 1992. Y allí dentro se nos imponía la confesión semanal prácticamente como salida del evangelio.

Los 7 sacramentos de la Iglesia son producto de una historia, es recomendable conocerla, entender el porqué y el cómo se llegó hasta ellos. Se busca y se halla la base en el Nuevo Testamento de cada uno de ellos, pero el primer sorprendido por saber que hay 7 sacramentos habría sido san Pedro. No renuncio a la tradición, simplemente digo que hay que poner las cosas en perspectiva, y que del cielo bajan menos iluminaciones de las que nos hacían creer.

En mi trayectoria de sanación fueron fundamentales lecturas sobre historia de la Iglesia y de la teología. Necesitaba liberarme de esa “foto fija” de la doctrina que me inculcaron y que a su vez yo tenía que inculcar por mi condición de nume y profe del llamado “studium generale”. Todo fiambres, “fiambrizado”…

Los profesores de adolescentes por simplificar decimos a veces auténticas tonterías, pero no es de recibo este comportamiento con adultos. Muchos lo habéis percibido y criticáis las clases internas de teología y de filosofía. No estuve descontenta salvo excepción con las asignaturas internas cursadas, los profesores hicieron bien su trabajo y eran serios en todas las ciudades y cursos que realicé. Pero el contenido pecaba de “ultracongelado” y no había lugar a debate. También se agradece no abusar del debate que en temas doctrinales filosófico-teológicos tiende a ser eterno.

Por volver al tema Penitencia: desde los tiempos apostólicos a 2023 las modalidades de la penitencia han sido muchas (ayuno, saco y ceniza, retirarse al desierto y comer saltamontes…). Y no se debería hacer un dogma de fe de lo que es una de ellas, la que ha quedado pero es una práctica más, inventada me parece tardíamente por los monjes irlandesesque evangelizaron Alemania en el s. VI. Hasta entonces no existió esa práctica y no mandamos por ello al infierno a todos los cristianos que nunca se confesaron de manera auricular y secreta. La confesión estupenda para el que la necesite, pero como todo lo bueno, moderación, porque su abuso puede dar lugar a desvaríos como algunos habéis tenido la valentía de reconocer públicamente.

Y de todas formas y en conclusión, allí dentro la confesión era otra manija suplementaria en la padecida manipulación del alma. Además de que no hay ni dirección espiritual ni acompañamiento, no va de eso el negocio. Hay apariencias pero no realidades. No te ayudan a ser mejor persona, no interesa. Interesa “parecer mejor”, pero lamentablemente no suelen coincidir o no tienen por qué coincidir el ser y el parecer. La prueba del algodón, la autorización y estímulo de las insensatas correcciones fraternas que no te ayudaban, te hundían. Es nuestra institución favorita es básico cargar de culpas al usuario.

Sobre tu defensa de que la finalidad es la santidad, pienso que proponerse "ser santo" es la mejor forma de no alcanzarla nunca. La santidad no es como una marca deportiva obtenible mediante entrenamiento físico, está en otro nivel y me parece malsano proponérsela. Como si te propones “ser feliz”. La felicidad llega o no llega, hay momentos felices y otros tristes, pero si te lo propones, seguramente nunca la disfrutes, aparece cuando no la esperas y se va con las mismas.

Para ellos la santidad y sus santos es una cuestión propagandística en el peor sentido de la palabra propagandística. Como si pudiera haber un lugar que por el mero hecho de pertenecer te pusiera en ruta hacia ella, como si Dios se debiera más a ese grupo que a otro cualquiera, puesto que seguramente como en el caso de la felicidad también en el de la santidad hay “algo de gracia divina”, “don”. Despropósito completo que te digan que por pertenecer a tal o cual estás más cerca de la meta. Nos hicieron creerlo a pies juntillas. Y era la perfecta excusa para abusar de la buena voluntad que nos caracteriza a pitados y despitados.



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