Por qué dejé la obra tras treinta años en ella
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Por CRNUMEROBAJO, 22.03.2024
Propongo un listado. Abierto. Lineal. Sencillo y claro.
- Porque nunca sentí la obra como propia.
- Porque no la sentía como una familia.
- Porque no quería acabar, viejito, en ese lugar.
- Porque no sentía el cariño y menos el amor.
- Porque no sentía que encontraba a Dios.
- Porque no me encontré en paz nunca o casi nunca.
- Porque no encontré la alegría nunca o casi nunca.
- Porque no me enseñaron a querer y amar...
- Porque no me enseñaron a entender mi sentir y ser afectuoso.
- Porque no fueron afectuosos y delicados de manera natural.
- Porque todos los días tenía que tener dos momentos de tertulia familiar obligada.
- Porque vulneraron mi conciencia.
- Porque me obligaron a ser salvajemente sincero.
- Porque ventilaron mis cosas según convenía al espíritu (y a los directores).
- Porque me crearon problemas de escrúpulos y manías comportamentales, afectivas y sentimentales.
- Porque no me dejaron leer muchas cosas.
- Porque no me dieron a leer otras posibles.
- Porque me obligaron a leer, sin misericordia, muchas cosas.
- Porque fustigaron mi mente con charlas, círculos y meditaciones programadas y normativas.
- Por el tiempo empleado estérilmente en hacer las normas del plan de vida.
- Por los miles de criterios, convienes y reglamentaciones minuciosas de todo.
- Por confundir gusto con obligación, con sentir y con hacer.
- Porque me obligaron a fustigar mi cuerpo (en concreto mis nalguitas) y a llevar un cilicio, sin necesidad ni efecto natural o sobrenatural alguno.
- Porque dormí muchas noches muy mal por una obligación totalmente innecesaria.
- Porque tenía que ir todas las semanas a las mismas charlas y círculos y porque tenía que darlos.
- Porque todos los años era necesario asistir a un agotador y no silente retiro.
- Porque había un sorteo opacos de convivencias anuales, a las que tenía que ir sí o también.
- Porque me dieron un programa de filosofía y teología muy mediocre.
- Porque me obligaron a salvar las almas de los demás de casa.
- Porque me obligaron a seguir y perseguir a gente para traerla a la casa.
- Porque tuve que hacer mil y una listas de estas gentes.
- Porque para ello tuve que vulnerar sus conciencias y contar cosas de ellos fuera de su ámbito personal.
- Por hacerme confundir el acompañamiento con la dirección, sin darme formación sino deformación para ello.
- Porque me hicieron vincular la amistad con el apostolado proselitista.
- Porque me alejaron de mi familia y su vida, la cercana y la lejana, en particular de mis padres.
- Porque me obligaron a consultar mil y una cosas de la vida (normal).
- Porque se llevaron todo mi salario que “libremente” entregué.
- Porque me hicieron testar a su favor (pero no a las claras).
- Porque tenía que pedir y consultar lo que ganaba con mi sudor.
- Porque tenía que ser accionista de varias sociedades inexistentes para sostener las labores y otras cosas manteniendo ficciones sociales y mercantiles…
- Porque tenía que ir vestido de un modo bastante determinado.
- Porque no podía ir vestido como quisiera en algunos momentos determinados.
- Por tener que asistir a las tertulias con el Padre para escuchar preguntas absurdas y obvias, respondidas por lugares comunes mil veces oídos; y, encima, sonreir.
- Porque tuve que anotar, seguir, examinar y luchar en mil batallitas nimias.
- Porque impidieron el normal desarrollo de mi personalidad.
- Porque me obligaron a limitar mi desarrollo profesional.
- Porque no me dejaron viajar a muchos lugares (posibles).
- Porque no pude irme a una playa y otros lugares normales, de modo normal.
- Porque estuve siempre con zapatos, salvo para hacer deporte y alguna excursión.
- Por la excursión mensual.
- Por el paseo semanal.
- Por las 8 horas de sueño con horario marcado.
- Por la lista de encargos absurdos y para los cuales, a veces, no tenía competencia.
- Por obedecer sin rechistar.
- Por rechistar y ser corregido.
- Por vivir el tiempo de la tarde y el de la noche y no encontrar nada.
- Por no poder pensar, sin culpa, críticamente.
- Por no poder criticar los pensamientos propios o ajenos.
- Ni hacer lo propio con las acciones propias o ajenas.
- Por ser soberbio por hacer, en algún momento, algo que contraviniera lo anterior.
- Porque me tuve que dejar servir por las numerarias auxiliares sin poder agradecérselo.
- Por no poder mirarlas a la cara y darles las gracias; ni pude pedir perdón por ese abuso consentido y asumido.
- Por no haber podido aliviar mejor su peso con un mayor esfuerzo que “no convenía”.
- Porque me tuve que ir como a escondidas.
- Porque me sentí juzgado antes de irme y por irme.
- Por guardarme en sus listados y no darme un documento de salida, como si no hubiera existido; y, a la vez, guardar memoria de esa “infidelidad” y el plan en que fue hecha.
- Por no recibir ninguna voz de comprensión profunda, perdón y reparación, solo de intentos de revinculación.
- Por decirme que lo normal era ir a contrapelo y estar aguantado 30 años que eso no ocurriera.
- Porque ví al 80% de la gente que seguía dentro estar exactamente así.
- Porque ví a un 40% estar “vuelta-al-aire”, enpastillados y enfermos, precisamente por estar así.
- Porque ví a otro 20 tirando del carro hasta agotarse y pasar a uno de los lugares anteriores.
- Porque ví a la mayor parte de la gente salirse y ser condenada por ello.
- Por haber tenido que aplicar la farmacopea opusiana a todos ellos, sin apenas solución.
- Porque ví auténticos (pocos) caraduras hacer lo que les daba la gana para compensar(se) por estar ahí.
- Porque nunca fueron transparentes sobre su ser y su hacer.
- Porque no hicieron ni caso de ninguno de mis advertencias enviadas.
- Salvo de la cuentas…
- Porque nunca me dijeron lo que era, exactamente.
- Porque me dijeron que no era un religioso.
- Pero me hicieron vivir como tal.
- Porque, como tal, al final mandaban los clérigos, siendo un instituto de laicos.
- Porque me hicieron hacerme sin plena advertencia ni perfecto consentimiento.
- Porque lo hicieron mediante sistemas de miedo o coacción temerosa.
- Porque me vendieron la burra de que iba a cambiar el mundo.
- Porque me dijeron que era por Cristo, por Dios, por la Iglesia.
- Porque se inventaron muchas cosas de Escrivá, interpretándolas a tal fin.
- Porque me hicieron creer que él y su carisma iluminado era el “único camino”.
- Porque me llevaron a minusvalorar, incluso despreciar, otros carismas y otras realidades de fe.
- Porque me alejaron de la Iglesia ordinaria, haciéndome creer que era un élite elegida.
- Diciéndome, falsamente, que era otra forma de Iglesia y, a la vez, siendo esa misma Iglesia (pero purificada).
- Por la descerebrada obediencia pseudointeligente que pedían.
- Porque me impidieron entender el mundo femenino.
- Por imponerme un código de conducta natural.
- Por hacerme entender que la gracia no se apoya en la naturaleza, sino al contrario.
- Por no haber estado en algo oficial.
- Porque todo dejó de tener sentido natural o sobrenatural; porque nunca lo tuvo.
- Porque nunca ví, ni sentí, la piedad, solo la praxis.
- Por tener que ser y hacer el opusdei.
- Porque llevó a la pérdida de la Fe (si existe).
- Por hacerme pasar este trago amargo durante más de treinta años sin que nadie se atreviera a decirme que esto no era así.
Que cada uno añada, matice, cambie o añada las anécdotas personales o colectivas, las consideraciones o lo que quiera que expliquen, detallen o complementen cada uno de estas posibles razones.
Y a volar alto y feliz... que esto son dos días.