La maldición del Rejalgar

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Por Jacinto Choza, 11.01.2008


Cuánto me he reído con Satur cada vez que, en sus primeros escritos a la web, dejaba en el aire la pregunta "¿alguien sabe lo que es el rejalgar?". Yo, por supuesto, no lo sabía, y hasta hace poco no me he enterado. En Wikipedia se dice:

El Rejalgar es un sulfuro de arsénico natural, aunque raro; forma granos y cristales bien moldeados, los cuales son entre rojo y anaranjado con brillo resinoso. Es similar al cinabrio, pero más suave y menos denso.Se encuentra como mineral secundario junto con el oropimente amarillo, otro sulfuro de arsénico, en venas hidrotermales y depósitos de aguas termales. Aquí, el rejalgar (70% de arsénico) se produce por la descomposición de otros minerales de arsénico, como la arsenopirita. Es tóxico y se usó en la medicina medieval y fabricación de vidrio; hoy se usa en fuegos artificiales y pesticidas. Es soluble en soluciones de hidróxido de potasio.

Para los miembros de la prelatura, el rejalgar es el término que funciona como elemento mnemotécnico en la maldición del fundador. Recordaba aquella maldición proferida en ocasiones por él, y según la cual, los que abandonen la Obra y traicionen su vocación será unos desgraciados para toda su vida... y quizá para la eternidad, y hasta las cosas más elementales que Dios ha puesto en la naturaleza para gozo de los hombres, se les tornarán dolorosas como las espinas y amargas como el rejalgar. Eso es el rejalgar, la suprema amargura que les queda a los traidores.

"No encontraréis la felicidad fuera de vuestro camino, hijos. Si alguien se descaminara, le quedaría un remordimiento tremendo: sería un desgraciado. Hasta esas cosas que dan a la gente una relativa felicidad, en una persona que abandona su vocación se hacen amargas como la hiel, agrias como el vinagre, repugnantes como el rejalgar". De nuestro Padre: Meditaciones, tomo III, p. 389

Traigo este tema ahora a la web porque en el último año he conocido varios casos en que la maldición del rejalgar se ha cumplido en personas que dejaron la Obra y siguen pensando que la Obra era y es el mejor o el único modo de posible vivir el cristianismo en nuestra sociedad. Quizá entre los lectores de esta web hay algunos que han contado que esa fue su experiencia, la de la amargura, hasta que se liberaron de esos hábitos prácticos y esas creencias.

Hay quienes no se han liberado de los hábitos ni de las creencias, aun fuera de la Obra, y no tienen una sensación de amargura tan intensa, pero los hay que sí la tienen. Y teniéndola, se amargan a sí mismo la vida y a veces a quienes conviven con ellos, o sea, a la familia. La maldición del fundador funciona, y de vez en cuando lo que uno encuentra es, como decía Satur, rejalgar a tope.

Recuerdo que cuando me fui, seguí haciendo la charla con el director durante varias semanas, y viviendo todas las normas. Después, "hacía la charla", con otro buen amigo que se había marchado poco después que yo, y nos contábamos nuestras experiencias en el "mundo exterior". Recuerdo que usaba la expresión "se me mueve el paisaje" para dar a entender que los principios y creencias sobre lo bueno y lo malo, lo permitido y lo prohibido, empezaban a cambiar. Recuerdo también que mi primera experiencia fue la de grata sorpresa tras mis primeras confesiones con sacerdotes que no eran de la prelatura. Había sido prevenido tanto frente a la posibilidad de que fueran "malos pastores", que cuando luego encontraba en ellos la expresión de la misericordia de Dios y de la Iglesia, me quedaba maravillado y agradecido. Luego... un montón de experiencias más, hasta recuperar la autonomía moral y religiosa, hasta que volví a pensar la religión y la moral cristianas con mi propia mente, hasta que vertí mi experiencia y mi reflexión en el libro "Metamorfosis del cristianismo", que anuncié en esta web para que quedaran a disposición de cuantos pudiesen necesitarlas.

Pero me ha resultado muy doloroso ver personas enredadas en la maldición del rejalgar, como constreñidas o aplastadas por la creencia de que lo mejor para su vida y su alma es algo que abandonaron y a lo que no pueden tornar.


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