El Opus Dei no se atreve a ser Prelatura

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Por Idiota, 05.12.2005


Querid@s amig@s:

Ya de antemano os pido disculpas por lo enrevesado que va a ser este escrito. Tomo como ocasión y punto de partida el último escrito de Flavia (30.11.05) en el que se relativizan un poco las cuestiones jurídicas e históricas para subrayar los problemas personales y sociales a que da origen la pertenencia a la Obra. Por mi parte, sin oponerme a ese punto de vista (práctico y humano), pienso que considerar esas cuestiones nos puede conducir a explicar los problemas a los que ella se refiere. A mí, personalmente, no me basta con decir que la Obra es así "porque sí" o "porque San Josemaría la vio así" (cf. Roberto, 30.10.05); yo quisiera saber por qué la Obra es como es y por qué me ha tratado como me ha tratado. Y tengo que reconocer que, después de la lectura del libro de Estruch y de otros escritos, estoy empezando a "ver" (yo también) algunas cosas que quisiera compartir.

Las ideas que desarrollo aquí se originaron al preguntarme a mí mismo por qué me interesaba tanto la cuestión de la carta "Non ignoratis", el "affaire" del "Nunca quisimos" y la interpretación que de todo ello realiza Andrés Vázquez de Prada (Idiota, 18.11.05). Encontré enseguida las dos respuestas que apunto a continuación...

  1. El motivo más superficial era hacer ver que, a pesar del currículo de historiador "oficioso/oficial" de Vázquez de Prada, a pesar de la ingente masa de documentos del Archivo General de la Prelatura que maneja, la biografía que ha escrito sigue sin ser la definitiva, al contrario de lo que creen muchos miembros de la Prelatura. Hay muchos que -como Nemrod (28.11.05)- piensan que el Opus Dei, con el tiempo, se ha "petrificado" y se ha convertido en una institución enormemente cuadriculada, abandonando el espíritu original. Son éstos los que esperan de la biografía de Vázquez de Prada o de las ediciones críticas que están llevando a cabo los estudiosos del "Instituto Histórico Josemaría Escrivá" el esclarecimiento de las perplejidades en que viven y el punto de arranque de la famosa reforma, sobre la que tanto se ha escrito en OpusLibros. Sin embargo, la lectura de esa biografía desde la perspectiva detectivesca de Estruch no hace sino prolongar la lista de cuestiones que, aun insinuándose, se dejan sin esclarecer. Por poner un ejemplo: Vázquez de Prada insiste muchísimo en la extraordinaria pobreza en la que vivía San Josemaría en los años cincuenta y en los sobrehumanos esfuerzos que hubo de realizar para comprar y/o construir los edificios de "Villa Tevere" y otros semejantes. Pero sigue sin decirnos de dónde se sacó el dinero y cómo se hizo llegar a Roma, puntos sobre los que dan leves indicios María del Carmen Tapia y Alberto Moncada.
  2. El segundo motivo era recordar que, en esa carta, el mismo San Josemaría utilizó el método de la "alternación" como ""proceso de reconstitución del pasado" mediante el cual éste es interpretado y reinterpretado en función del presente", en el sentido que muestra Estruch (cap. I). En principio, la carta "Non ignoratis" se podría interpretar como un mero cambio de rumbo, más o menos justificado pero accidental, en la "política" de San Josemaría con respecto a la figura jurídica de la Obra. Pero con el "affaire" del "Nunca quisimos" fue más lejos: trató de "reconstituir" el pasado, relegando al olvido el hecho de que la Obra tuvo un interés mucho más allá de lo accidental o circunstancial en la figura de Instituto Secular. El resultado más grave del proceso de "alternación" visible en el "affaire" ha sido que la Obra se ha cerrado durante mucho tiempo al pasado y lo ha hecho irrecuperable para sus miembros. Mientras que, con el "nuevo pasado", la Obra explica perfectamente, hacia adentro y hacia afuera, por qué es una Prelatura personal y qué implicaciones teologales e institucionales conlleva esa figura, los miembros pierden su "auténtico pasado", que es el único que puede explicar su vida (las "prácticas fundamentales", los "criterios variables" y las "actuaciones puntuales") y, por tanto, las contradicciones que ésta genera respecto del "espíritu puro" predicado por el "nuevo pasado".

Fue al llegar a este punto cuando se me disparó el razonamiento y donde vi que entraba en juego la argumentación de Estruch, que Marypt (23.11.05) nos acaba de recordar, al menos en parte. Alterando un poco las ideas de Estruch, podríamos reconstruir las siguientes fases de la historia de la Obra, que se han debido (de) "alternar":

  1. 1928-1938: El Opus Dei pretende ser una versión católica y secular de la "Institución Libre de Enseñanza". A las ideas que recoge Estruch, añado esta famosa cita de San Josemaría, que ahora se entiende mejor:
    "Dos caminos se presentan: que yo estudie, gane una cátedra y me haga sabio. Todo esto me gustaría y lo veo factible. Segundo: que sacrifique mi ambición, y aun el noble deseo de saber, conformándome con ser discreto, no ignorante. Mi camino es el segundo: Dios me quiere santo, y me quiere para su Obra." (Apuntes íntimos n° 678 (03.04.1932), citado por Álvaro del Portillo, Carta 19.03.1992, n° 12)
    Hasta ahora, uno podía preguntarse por qué la alternativa a "sacar la Obra adelante" no era ser párroco de una parroquia. Pero la alternativa que San Josemaría discute aquí, es quizá otra: ser catedrático o sacar adelante una institución que forme catedráticos. Es evidente que la segunda alternativa "interesaba más".
  2. 1938-1948: El Opus Dei pretende ser una institución de búsqueda de la perfección y de penetración en la sociedad dirigida únicamente a célibes universitarios (numerarios, miembros en sentido estricto).
  3. 1948-1958: El Opus Dei abre sus puertas, en el curso de dos años (1948-1950), a miembros en sentido amplio, es decir, a los Oblatos/Agregados y a los Supernumerarios, tanto laicos como sacerdotes diocesanos, que son los tipos de miembros que hoy en día constituyen más del 70% de su cuerpo social (según Beat Müller, Opus Dei: Datos informativos ) y consigue su aprobación definitiva como Instituto Secular (1950). El Opus Dei se lanza a una campaña de información sobre su figura jurídica que arranca con la conferencia de San Josemaría de finales de 1948 (La Constitución Apostólica "Provida Mater Ecclesia" y el Opus Dei) y concluye con la segunda edición del libro de Salvador Canals Institutos Seculares y estados de perfección en 1961. Consultando los textos correspondientes, se puede observar que existe un manifiesto empeño en asegurar la "pureza" de la figura jurídica, empeño que se concreta en exigir a las instituciones que deseen ser erigidas como Institutos Seculares que no se arroguen el nombre sin permiso de la autoridad competente, que adapten su espíritu y su praxis a la figura jurídica y que pasen un riguroso período de examen y de prueba en los niveles diocesano y universal (cf. los artículos de Álvaro del Portillo y Nuno Girão Pereira, miembros del Consejo General, publicados en 1958 en la revista Studi Cattolici). Esta campaña tiene un gran paralelismo con la que se desarrollará a partir de 1982 para difundir el concepto de Prelatura que tiene el Opus Dei (Idiota, 17.04.05)

La carta "Non ignoratis" funda un "nuevo" Opus Dei, que es el que la mayoría de nosotros conocemos: un Opus Dei abierto a todo tipo de católicos en unidad de vocación (es decir, sin distinción entre miembros en sentido estricto y miembros en sentido amplio), un Opus Dei que tuvo que conformarse a disgusto con una figura jurídica que no se adaptaba a su espíritu y que caminó con grandes dificultades hacia la solución jurídica tan ardientemente deseada de Prelatura personal (1962-1982). Este Opus Dei es el que, quizás durante el Concilio Vaticano II, abandona la idea del "estado de perfección" en medio del mundo y la sustituye por la de la "santificación del trabajo profesional" de los cristianos corrientes (cf. el análisis que Estruch hace de "Camino"). Sin embargo, ese mismo Opus Dei es el que se niega en redondo a abandonar la praxis institucional creada en el período anterior (sobre todo para los numerarios), generando así la separación entre "espíritu" y "praxis", que todos conocemos (Idiota, Separación, 25.02.05).

Como es obvio, hubo momentos en que incluso el Fundador pierde el control sobre esta situación esquizofrénica, sellada por medio de la frase "Nunca quisimos", y realiza declaraciones que, desde nuestra actual perspectiva, resultan de difícil interpretación. Pongamos un ejemplo: Hace casi dos años el Dúo Dinámico nos ofreció un comentario crítico absolutamente genial sobre la "parábola de los dos faroles" que San Josemaría utilizó durante su catequesis de 1972 (Vocación al Opus Dei, 10.02.04). Pues bien, como ellos mostraron, esta parábola, desde la perspectiva del "Nuevo Opus Dei" (NOD) es sencillamente ininteligible y contradice algunas frases hechas archiconocidas ("No somos como los demás, somos los demás"; "De los demás no nos separa ni un papel de fumar"). En cambio, desde la perspectiva del "Opus Dei-Instituto Secular" (ODIS), el asunto está claro: el numerario (miembro en sentido estricto) es el único al que se le puede aplicar la parábola ya que se distingue de los demás cristianos (inclusive de los supernumerarios) porque vive en plenitud según un "estado jurídico de perfección".

Llegamos, por tanto, a una conclusión paradójica: Desde el punto de vista jurídico, el Opus Dei ha querido y quiere ser Prelatura; desde el punto de vista de la praxis institucional, el Opus Dei se niega a dejar de ser Instituto Secular (cf. Los monjes del Opus Dei, 29.08.05 ). Si el Opus Dei abandonara esa praxis y se atreviera a ser Prelatura personal, se produciría la tan anhelada reforma pero, ¡ay!, dejaría de ser fiel a su Fundador y a los resultados del proceso de "alternación" que éste le legó. Sobre las consecuencias de tal reforma, hablaremos otro día, aunque, quien quiera ejercer su imaginación, puede empezar releyendo el escrito de Flavia sobre las prelaturas (29.01.04 ).


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