Una ascética agobiante

From Opus-Info
Revision as of 11:05, 9 February 2009 by Bruno (talk | contribs) (Removed category "Enfermedades psíquicas"; Quick-adding category "Aspectos psicológicos" (using HotCat.js))
(diff) ← Older revision | Latest revision (diff) | Newer revision → (diff)
Jump to navigation Jump to search

Por Karel, 10.03.2006


Andreiya, entiendo bien lo que dices y me extraña que no haya habido más escritos en Opuslibros sobre la cuestión, aunque la verdad es que está implícito en muchos de ellos.

Tal vez dependa de cómo se lo tome cada uno, pero me parece que en la ascética de la Obra hay un continuum que te aboca al desaliento y me encantaría tener más luces para explicarlo.

Basta con intentar vivir el amplísimo plan de vida, que resulta inaccesible para la mayoría de la gente que no tiene mucho tiempo o una naturaleza cartesiana. De esta forma, vas arrastrando incumplimientos toda tu vida. Encima, nuestro Fundador prometió el cielo a quien cumpliese las normas (no tengo tiempo de buscar la cita exacta), lo que, sensu contrario, entraña que quien no es capaz de llenar de x, x y más x la hoja de normas lo lleva crudo.

Y en la charla, semana a semana, lo mismo: venga, tío, a ver si de una vez cumples el plan de vida (y eso que yo normalmente reducía las omisiones a la mitad, por no dar un disgusto más grande; o me centraba en una victoria: "esta semana he hecho todos los días la oración de la tarde"; la lectura o la contemplación de los misterios ya era otro cantar).

Yo me pasé mi vida en el centro admirando a esa gente que llegaba 20 minutos antes a la oración de la mañana para quitarse de encima la lectura y el evangelio, o a los que tenían la fuerza de voluntad para ir al oratorio inmediatamente después del rosario o de la merienda para hacer la oración de la tarde, sin permitirse ese minuto en que te puedes liar con otra cosa y retrasar irremisiblemente el tema... ¡Por Dios, qué agobio!

Recuerdo un día de verano de ésos que tienes que ir a otro centro para buscar cura y confesarte. Me tocó con Antonio Esquivias (que el pobre va camino de ser más famoso que Satur). En aquella época tenía un horario profesional muy exigente y allí vertí mi lista de omisiones. Me dijo algo así como que tal vez ese único rato de oración al que había reducido el plan de vida de tal día -excepción hecha de la Misa- tenía más valor ante Dios que toda la hoja de normas de un día plácido en un curso anual. Me quedé helado, básicamente porque en doce o trece años confesándome con curas numerarios nadie me había hecho tal razonamiento.

Tampoco tengo tiempo de buscar la cita exacta de Camino, pero hay un punto que dice algo así como que en las obras de Dios hay que poner todos los medios sobrenaturales como si no existiesen los humanos y todos los humanos como si no existiesen los sobrenaturales. Lo cual es la bomba, porque al final todo se reduce a hacer, hacer y hacer. En lo sobrenatural, ¿qué medios has puesto?; ¿cuántas partes del Rosario has ofrecido por fulanito, cuántas horas de cilicio, cuántas estampas a nuestro Padre, cuántas hora de trabajo? Y en lo humano, ¿cuántas llamadas, cuántas invitaciones, cuántos planes apostólicos, cuántos....? Y si decías que no podías hacer más (que, lo reconozco, en mi caso siempre podía hacer más), tronqueitor te pillaba en portería y te soltaba aquel otro punto de Camino que cito también de memoria: "Me dices que no puedes hacer más. ¿No será que no puedes hacer menos?"

Total, que yo tenía la sensación permanente de que debía ser la única causa que empañaba la felicidad de nuestro Fundador en el Cielo; que debía estar hasta los mismísimos de mí, vaya. Como, además, en la cosa no se admitía la opción de que San Txemita te cayese mal (pues los verdaderos enemigos son la falta de filiación y la falta de fraternidad, oyes), arrastraba este otro pequeño drama en silencio (como el anuncio de Amoal).

Tal vez conozcas La libertad interior, una obra de Jacques Philippe, editada por Rialp en la coleccción Patmos. En apenas 100 páginas destila tal sabiduría y sencillez evangélica, un conocimiento de la naturaleza humana tan profundo y un enfoque tan absolutamente consolador del catolicismo, que no tengo empacho alguno en recomendarlo como uno de esos recursos para la gente que deja de ser de la Obra y no quiere perder la fe como efecto secundario. Según la solapa, el autor es miembro de la Comunidad de las Béatitudes (sic)... y revela que se puede escribir sobre espiritualidad sin citar a Camino ;-)


Original