Traición a la secularidad del carisma fundacional

Por Doserra, 2.10.2006


Este septuagésimo octavo aniversario de la fundación del Opus Dei me trae a la memoria los tiempos en que en la Obra se predicaba la santificación del trabajo profesional como camino vocacional; como el primer servicio que los fieles del Opus Dei debían hacer al Reino de Dios en la tierra; y como el mejor instrumento para el apostolado específico que debían realizar quienes recibían esta vocación. Eran los tiempos en que los seguidores del Fundador se esforzaban por lograr prestigio en sus ámbitos profesionales; en que los estatutos de la institución exigían a los Numerarios ir por delante en esta materia (ver las Constituciones de 1950, n. 18); y en que la dedicación a tareas internas se entendía como una merma –inevitable, pero pasajera- de su condición secular.

Hoy todo eso es, en la práctica, cosa ya pasada. Aquellos Numerarios prestigiosos, que con sus aciertos y errores influyeron en los derroteros de la sociedad en que vivían, han fallecido en su mayor parte. Y, salvo honrosas y muy escasas excepciones, la mayoría de l@s Numerari@s de la Obra son hoy personas dedicadas a tareas internas o que trabajan en empresas parainstitucionales del Opus Dei: que no se han abierto camino en el mundo, por tanto, y que, por ello, no lo conocen ni son capaces de orientar eficazmente a l@s Agregad@s y Supernumerari@s en su santificación y apostolado.

No podía suceder otra cosa a la Obra, en cuanto sus más altos directivos dejaron de cumplir sistemáticamente el compromiso que asumieron al ser nombrados Inscritos —de estar desprendidos de sus cargos-, y se perpetuaron en ellos con una desfachatez que hoy resulta clamorosa. Para taparlo, cambiaron los Estatutos sin advertirlo a los miembros (y sin que informen de esto a l@s que piden la Admisión como Numerari@s), redefiniendo a l@s Numerari@s como los miembros que «se dedican con todas sus fuerzas, y con una máxima disponibilidad personal de dedicación, a las peculiares tareas de apostolado de la Prelatura» (Estatutos, 8 § 1).

Resulta escandaloso comprobar cómo intentan justificar antes sus fieles esta grave incongruencia. Si se lee, por ejemplo, el n. 516 del libro interno de Meditaciones, Tomo VI, pp. 225-232), se ve cómo, comentando la vocación del Apóstol Mateo, se pasa de hablar del trabajo como parte integrante de la vocación a la Obra, a presentar –sin justificación admisible- como manifestación de entrega de l@s Numerari@s la disponibilidad para dejar el propio trabajo:

«El Señor nos ha buscado –reconoce el autor oculto en la I Parte de la meditación- en nuestro propio ambiente, sin sacarnos de allí ni pedirnos normalmente un cambio de actividad. Nuestro puesto está en el mismo sitio que ocupábamos antes de pertenecer a la Obra, con las mismas obligaciones —profesionales, familiares, sociales, etc.— que ya teníamos».

Pero, a continuación, en la II Parte, se emplea un texto del Fundador en que habla de que cambiar de trabajo no atenta contra la secularidad —porque es lo que mucha gente normal hace por los motivos más diversos-, para pasar sin anestesia, en la III Parte, a presentar el abandono de la profesión civil para dedicarse a tareas internas, como un mero cambio de trabajo profesional y por tanto como una realidad que no sólo no se opone a la naturaleza secular de la vocación a la Obra, sino que constituye una exigencia de la condición de Numerari@.

No me extraña que toda esta traición a la secularidad del carisma fundacional —con lo que conlleva de frustrar injustamente las expectativas con que l@s Numerari@s entraron en la Obra-, haya ocasionado esos desencantos y frustraciones que han convertido las casas del Opus Dei en lugares donde a veces más de la mitad de sus residentes están sometidos a tratamientos psicológicos o psiquiátricos de alta o de baja intensidad, dando lugar a que a algun@s, cuando nos enteramos de alguna nueva Petición de Admisión como Numerari@, no podamos dejar de pensar con dolor en aquello del n. 808 de Camino: «Un nuevo loco..., para el manicomio».



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