Observaciones a la Carta pastoral del Prelado del Opus Dei, de 2-X-2011

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Por Guillaume, 28 de noviembre de 2011


En la fecha en que se conmemora la Fundación del Opus Dei, Mons. Javier Echevarría ha publicado una extensa carta, en la que intenta justificar algunos aspectos de la formación que se imparte en la Prelatura, que han sido objeto de una severa petición de rectificación por parte de la Santa Sede.

Examinando la Carta, se advierte inmediatamente que no se dirige a los miembros de la Obra sino a la jerarquía vaticana y a los obispos españoles. Por eso no se ha comentado en los Centros de la Obra. Y es que se aleja tanto de la realidad que ha conseguido irritar a muchos de cuantos de la Obra se han tomado la molestia de leerla.

Aunque en Opuslibros se han publicado hasta la fecha muchos y muy atinados artículos sobre las falacias que se contienen en la Carta, no dejo de encontrarme con miembros de la Obra que no acaban de percibir la magnitud del engaño. Por eso, me ha parecido conveniente comentar en su totalidad los párrafos más significativos de la Carta. Y para ello, recogeré sólo los párrafos que me parece que merecen comentario, añadiendo mis observaciones. A veces, he subrayado alguna frase que me parece especialmente significativa.

El conjunto resulta un tanto extenso. Pero pienso que vale la pena dedicarle un tiempo.

Por cierto, quien desee conocer las instrucciones para los que redactan los informes de conciencia le aconsejo que consulte el escrito que mandé el 12 de febrero del año pasado.


TEXTO ORIGINAL
COMENTARIO
1. Desde el mandato apostólico recibido del Señor (cfr. Mt 28, 19-20), la Iglesia no ha cesado de evangelizar. Muchos frutos vinieron en el transcurso de los siglos: por la gracia de Dios, también la Obra y cada uno de sus fieles. Como en otras épocas, también ahora se está desarrollando en muchos ambientes un fuerte proceso de descristianización que lleva consigo pérdidas muy graves para la humanidad. Es indudable que nos encontramos en una situación preocupante. Pero esta negatividad con que el Prelado inicia la Carta, pone en evidencia la falta de espiritualidad que aqueja a los dirigentes de la Obra. Pues, como dice Gálatas 5 22-23, el que vive en el Espíritu encuentra modos constructivos de afrontar las situaciones más negativas.
También Benedicto XVI guía ahora a los cristianos por estas mismas sendas. La reciente creación del Pontificio Consejo para la promoción de la nueva evangelización es una muestra de ese interés. Como es una carta para justificarse ante la Santa Sede, empieza dando coba al Papa. Y es que esta Carta, como puede verse por su contenido, está dirigida a justificar la praxis de la Obra en materia de falta de respeto a la libertad de las conciencias, ante la Santa Sede.
4. El Señor nos ha dejado con libertad, que es un bien muy grande y el origen de muchos males, pero también es el origen de la santidad y del amor [San Josemaría, Notas de una reunión familiar, 1963]. La libertad no es, como dice el Fundador, origen de santidad, sino condición para la santidad: ese texto obedece a un planteamiento semipelagiano muy presente en toda la espiritualidad voluntarista de Mons. Escrivá y de la institución por él fundada.
La decisión personal de nuestra respuesta a la llamada de Dios, en la Iglesia y en la Obra, es precisamente la razón de nuestra perseverancia. La razón de la perseverancia tiene que ser el amor a Dios, el agradecimiento a sus dones y no, como señala el Prelado, un voluntarismo estresante.
Más aún, esa libertad se realiza en plenitud, alcanza todo su sentido, sólo mediante la entrega amorosa a la Voluntad de Dios, como hizo Jesús. Más que en la entrega, se realiza en la aceptación del amor de Dios y la correspondencia a éste.
5. Al incorporarse al Opus Dei, cada uno acepta libremente el compromiso de formarse para dar cumplimiento a la misión de la Obra en el seno de la Iglesia, y acude, por eso, con agradecimiento a los medios específicos de formación que estableció san Josemaría, fiel al querer divino.

Ponderemos seriamente y con frecuencia la obligación de formarnos bien doctrinalmente, obligación de prepararnos para que entiendan; para que, además, sepan después expresarse los que nos escuchan [San Josemaría, Carta 9-I-1932, n. 28]. De ahí la necesidad de acudir a los medios de formación dispuestos a aprovecharlos a fondo.

No se debe imponer como obligación lo que, según la ley de la Iglesia (cfr. CIC, c. 630), sólo debe ser una oferta. Una cosa es que los miembros de la Obra hayan de procurar cumplir el deber cristiano de formarse y otra, que eso deba concretarse del modo que Escrivá quiso imponer para controlar a sus seguidores.
Como señalaba Juan Pablo II, «algunas convicciones se revelan especialmente necesarias y fecundas en la labor formativa. Antes que nada, la convicción de que no se da formación verdadera y eficaz si cada uno no asume y no desarrolla por sí mismo la responsabilidad de la formación. Estas palabras manifiestan que les preocupa que los miembros asisten muy desmotivados a los medios de formación, por encontrarlos aburridos, cansinos, superficiales e impuestos.
6. Una sólida personalidad se construye en la familia, en la escuela, en el lugar de trabajo, en las relaciones de amistad, en las variadas situaciones de la existencia. Por eso l@s numerarti@s se enferman psíquicamente con tanta facilidad: porque les minan su personalidad en esos aspectos (los apartan de sus familias, dificultan que estudien en serio, los apartan de su trabajo y los dedican a cosas internas o a colegios de la Obra para quitarles sus raíces y tenerlos sometidos; les cambian de sitio para que no se asienten y lleguen a hacer amigos)
Se necesita, además, aprender a conducirse con nobleza y rectitud Esto es justo lo contrario de lo que se inculca en la Obra, donde prima el maquiavelismo, en la medida que la Voluntad de Dios no ha de discernirse mediante la conciencia recta, sino que viene determinada por lo que en cada momento señalen los Directores.
En la actualidad se nos muestran especialmente relevantes la templanza y la fortaleza. Resulta curioso que esas virtudes le resulten las más importantes ahora y no le parezca prioritario formar gente prudente, que piense por sí misma, ni gente con conciencia, justa, honesta, que viva la caridad.
7. La experiencia revela que la intemperancia dificulta el juicio para determinar lo verdaderamente bueno. ¡Qué pena causan aquellos en los que el placer se convierte en el criterio de sus decisiones! La persona destemplada se deja guiar por las múltiples sensaciones que el ambiente le despierta. Y, dejando de lado la verdad de las cosas y buscando la felicidad en experiencias fugaces —que, por ser pasajeras y sensibles, nunca satisfacen del todo, sino que inquietan y desestabilizan—, hacen entrar a la criatura en una espiral auto-destructiva. Por el contrario, la templanza confiere serenidad y reposo; no acalla ni niega los buenos deseos y nobles pasiones, sino que vuelve al hombre dueño de sí. Lo que da dominio de sí es la caridad, la gratuidad, el no ir a lo suyo. Esta ascética opusiana obedece a una ética voluntarista, no a una moral cristiana.
9. Particular importancia reviste el interés por adquirir y fomentar un serio nivel cultural, Esto es un farol, pues en la Obra no se facilita cultivarse, más allá de un barniz superficial
adecuado a las circunstancias de cada uno, en función de los estudios realizados, del ambiente social, de los gustos y aficiones personales.

10. En los Centros del Opus Dei y en las labores apostólicas alentadas por fieles de la Prelatura, se procura que los jóvenes se acostumbren a pensar en los demás, con generosidad, con afanes de servicio. Animemos positivamente a que se forjen un ideal de vida que no les encierre en límites raquíticos, cómodos o egoístas. Recordemos cómo san Josemaría impulsaba a fomentar en ellas y en ellos todas sus ambiciones nobles, sobrenaturalizándolas.

Si cultivan esas ambiciones nobles, con espíritu de superación y sacrificio, aparecerá más hacedero y sencillo el aprecio de la trascendencia y el relieve sobrenatural de esos esfuerzos; y más fácilmente se ayudará a que avancen en su vida interior y lleguen a ser instrumentos idóneos en las manos de Cristo, en servicio de la Iglesia y de la sociedad. esto es lo que busca la formación de la Obra: instrumentalizar a las personas, inculcarles el sometimiento incondicional a los intereses de la cúpula gobernante
13. El Opus Dei, además de las prácticas de piedad —todas tradicionales en la Iglesia— que recomienda a sus fieles o a quienes se acercan a las labores apostólicas, transmite un espíritu, para afrontar y dar sentido a la propia vida, fundamentándola en la filiación divina en Cristo. El eje —el quicio— sobre el que gira toda la labor de santificación, propia y ajena, es el trabajo profesional realizado del mejor modo posible, en unión con Jesucristo y con el deseo de servir a los demás. Ni lo uno ni lo otro se corresponden con la formación que en realidad se imparte en los círculos, retiros y cursos de retiro. Se habla sobre todo de Escrivá y apenas de Jesucristo. Y casi nunca se habla de trabajo, sobre todo para no traumatizar a l@s numerari@s a los que se ha apartado de su vocación profesional, dedicándolos a la enseñanza en los colegios de la Obra o a tareas internas.
14. La unión del trabajo con la lucha ascética, la contemplación y el ejercicio de la misión apostólica, requiere una honda preparación: por eso, el Opus Dei nos ofrece ¿Ofrece o impone? un amplio abanico de recursos de formación personales y colectivos. Entre los personales, uno reviste especial importancia: es la charla fraterna, que llamamos también Confidencia precisamente por su carácter interpersonal lleno de confianza. Esto es una manipulación, porque confidencia remite al carácter confidencial que ha de guardarse en todo lo manifestado en ella. Por tanto, llamarla así para luego transferir lo escuchado a los Directores es un fraude gravísimo.
Ya en las páginas del Nuevo Testamento encontramos cómo el Señor quiso servirse de la mediación de hombres y mujeres para encaminar las almas hacia la meta de la santidad. Cuando llama a san Pablo en el camino de Damasco, le pide que acuda a otro hombre, Ananías, que le comunicará lo que ha de saber acerca del nuevo camino que está a punto de emprender (cfr. Hch 9, 6-18; 22, 10-15). Luego irá a Jerusalén videre Petrum, para ver a Pedro y aprender de él muchos aspectos de la doctrina y de la vida cristianas (cfr. Gal 1, 18). Lo de Ananías podría encuadrarse como dirección espiritual. Lo de Pedro en ningún modo, puesto que Pablo no buscaba consejo personal sino subrayar su comunión con los Doce a través de Pedro
De hecho, la dirección espiritual es una tradición cuyo espíritu se remonta a los primeros pasos de la Iglesia.

En el Opus Dei, esa ayuda espiritual tiende a facilitar que las personas asimilen con fidelidad el espíritu que nuestro Fundador recibió de Dios y nos transmitió, y que ha sido propuesto por la Iglesia como un camino de santidad [Cfr. Juan Pablo II, Const. apost. Ut sit, 28-XI-1982].

Ya empieza a desvirtuar el sentido de la dirección espiritual, que no se plantea como una ayuda para que el interesado encuentre la Voluntad de Dios para él, sino como un medio de configurar su personalidad en consonancia con los intereses de la institución.
15. San Josemaría explicaba que, en la Obra, la dirección espiritual personal se realiza in actu, es decir, en el momento en que se tiene esa conversación Esto se ha planteado siempre para subrayar que es la Obra quien dirige y el director espiritual no es más que un instrumento de la institución. Por tanto, que no venga diciendo que no es la organización quien dirige espiritualmente, que es lo que les ha prohibido la Santa Sede.
Esa atención se sitúa en el ámbito del consejo para ayudar a progresar en la vida cristiana. Nuestro Padre comparaba alguna vez la dirección espiritual a la tarea de un hermano, que se preocupa por la marcha de los hermanos más jóvenes; de un amigo o una amiga leales, movidos por el deseo de invitar a otros a ser mejores cristianos. En definitiva, la Confidencia es una conversación entre hermanos, y no la de un súbdito con su superior. Nunca ha sido así en la Obra, donde se va a someter la interioridad a los Directores o a quien ellos designen
Los que atienden esas charlas fraternas actúan con una delicadeza extraordinaria, fruto de la preocupación exclusiva por la vida interior y las tareas apostólicas de sus hermanos, sin pretender jamás influir en los asuntos temporales —de carácter profesional, social, cultural, político, etc.— de cada uno. ¿Pero qué dice? ¡Si siempre se ha dicho que hay que someter todos esos aspectos a la vocación al Opus Dei! ¿No hay que consultar los libros, el uso de televisión y de Internet, los viajes por compromisos familiares o sociales? ¿No es uno de los compromisos previos a la Fidelidad el de consultar cada vez que se vaya a tomar alguna decisión profesional, social de cierta importancia?
En la Obra, la separación entre el ejercicio de la jurisdicción y la dirección espiritual se asegura en la práctica, entre otras cosas, por el hecho de que precisamente quienes reciben charlas de dirección espiritual —los Directores locales Con esto está reconociendo que entiende que la Dirección espiritual personal es competencia de los Directores locales y no algo que cada miembro pueda ejercer en libertad
y algunos otros fieles especialmente preparados, y los sacerdotes al celebrar el sacramento de la Penitencia— no tienen ninguna potestad de gobierno sobre las personas que atienden. Falso de toda falsedad, como ya se ha puesto de relieve en la web Opuslibros. Los Estatutos de la Prelatura establecen que el gobierno de la Obra tiene un nivel local detentado por los Directores locales (cf. art. 161). Además como puede verse en el índice del Vademecum del Gobierno local (Roma, 19.III.2002), la competencia de estos directores no se ciñe a temas meramente organizativos sino completamente personales, como la autorización de viajes, gastos, uso de televisión o de teléfono, censura del correo postal, etc. Además, aun en el supuesto de que fuera verdad lo que dice, que no lo es, daría igual que tuvieran o no potestad de gobierno, pues, en relación con la dirección espiritual, ellos comunican los contenidos a los Directores superiores y ejecutan sus indicaciones.
El Régimen local, en lo que comporta de capacidad de gobierno, no se refiere a las personas, sino sólo a la organización de los Centros y de las actividades apostólicas Falso: ¿no hay que consultar salidas nocturnas, uso de tv, gastos extras, viajes? ¿Qué está diciendo? ¿Toma por tonta a la gente? Con esto lo que va a provocar es que l@s Numerari@s que aún no estén empastillad@s empiecen a poner por obra todo esto y se les acabe a los Directores de los centros toda la autoridad. Y por eso han dado a esta carta la menor difusión interna posible: es una justificación ante la jerarquía de la Iglesia, que no les interesa que conozcan demasiado los miembros de la Obra;
la función de los Directores locales, en lo que se refiere a sus hermanos, es de consejo fraterno Falso. No coinciden en un mismo sujeto, por lo tanto, las funciones de jurisdicción y de ayuda espiritual eso es precisamente lo que coincide y así se lo ha hecho saber la Santa Sede; y ellos, en vez de obedecer, salen respondiendo con esta falsedad para tratar de conformar al Vaticano. Con afirmaciones así demuestran que no están dispuestos a obedecer.
En la Prelatura, la única base de la autoridad de gobierno sobre las personas es la jurisdicción, que reside sólo en el Prelado y en sus Vicarios. Eso no es lo que aparece en los Estatutos aprobados, donde se establece que todos los niveles de dirección participan en el gobierno de la Prelatura. Que los niveles inferiores deban su potestad de régimen al Prelado, y lo tengan como colaboradores suyos, no los despoja del poder que detentan cada uno en su nivel.

Cuestión diferente es que la naturaleza de esa potestad o jurisdicción no sea dominativa (la que concierne a la práctica de los consejos evangélicos de la pobreza, castidad y obediencia) sobre las personas. Y esto es de lo que no se han dado cuenta: de que, con tanto empeño del fundador por independizarse de los obispos y acabar convirtiendo la Obra en una prelatura personal, han perdido toda la potestad dominativa sobre sus fieles, que tenían cuando la Obra era un instituto secular. Ahora el prelado sólo tiene poder sobre el ministerio sacerdotal de los sacerdotes incardinados en la Prelatura -no sobre los aspectos personales de estos sacerdotes- y sobre la participación de los miembros laicos en los apostolados de la prelatura. Pero el prelado, como un obispo diocesano, no puede regular lo referente a la pobreza, castidad y obediencia de las personas. Esa potestad dominativa es la que ejercen los superiores religiosos.

¿Qué ofrece, pues, el Opus Dei? Fundamentalmente, una dirección espiritual a sus fieles y a las demás personas que la pidan Esto es falso, pues no la ofrecen, sino la imponen a sus fieles so pretexto de buen espíritu.
Los fieles de la Prelatura, porque aspiramos a nuestra santificación personal y a realizar la misión del Opus Dei en la Iglesia, no tenemos inconveniente, de ordinario, ¿Pero qué dice? Si alguien no se somete a la dirección espiritual, se le presiona para que se vaya
en hablar con quienes nos indican los Directores —aunque sea alguien más joven— Además, decir que no tenemos inconveniente en charlar con quien nos indiquen los directores porque aspiramos a santificarnos, es un modo de coaccionar, de inducir a que les manifestamos nuestra intimidad. Y esto, desde los tiempos de León XIII en su Decreto Quemadmodum, que luego se recogió en el canon 530 del Código de 1917, y en el 630 del Código de 1983, es algo terminantemente prohibido en la Iglesia: «Se prohíbe a los Superiores inducir de cualquier modo a los miembros para que les manifiesten su conciencia» (CIC, c. 630 § 5).,
siempre con plena libertad ¿Cómo va a existir una plena libertad si acaba de afirmar que esto será lo propio del que quiera santificarse y, además, nos están machacando en los medios de formación para que hagamos la confidencia puntualmente, con la persona señalada y con sinceridad salvaje?
y con fe en la gracia divina, que se sirve de instrumentos humanos. La charla fraterna no es una cuenta de conciencia. Es precisamente eso. Y no con un director espiritual, sino con un director de la Obra o alguien nombrado por él y que debe darle cuenta de lo que oiga. Y esto, por más que lo niegue cara a la Santa Sede, es lo que se ha hecho siempre, como puede comprobarse en Las experiencias sobre el modo de llevar charlas fraternas, que han retirado de los Centros desde que la Santa Sede les ha prohibido actuar así, para que no se sepa lo que siempre se ha hecho: razón por la cual han demandado a Opuslibros para que con carácter de urgencia se retiraran ése y otros documentos secretos de la Prelatura, que llevan 7 años colgados en esta Web y que el Opus Dei nunca ha inscrito en el Registro de la Propiedad Intelectual
Si en esa dirección espiritual se nos pregunta algo —y, en ocasiones, puede ser bueno y hasta necesario que nos pregunten—, procederán con mucha delicadeza, porque nadie está obligado, concretamente, a decir en la Confidencia lo que es materia de confesión. Yo he escuchado a Directores del Consejo General decir precisamente lo contrario: que no nos anduviéramos con tiquismiquis y distingos entre lo que hay que decir en confesión y en la Confidencia.
Todo lo que os menciono, hijas e hijos míos, os parecerá obvio ¡Qué cinismo! Lo que nos parece es desconcertante. Y muchos estamos muy indignados,
pero he deseado recogerlo en el contexto actual de la sociedad, que manifiesta una particular sensibilidad por el respeto a la intimidad de las personas, aunque también abundan, en ciertos ambientes, la falta de pudor y de respeto a la vida privada de los demás. A todos nos explicaron, al poco de conocer la Obra, que no se nos ocurría, ni se nos ocurre, llamar "mi director espiritual" a quien nos escucha, sencillamente porque, repito, no se da ese personalismo en la Obra, ni se ha dado nunca. Pues ése es el problema: que es la Obra-institución quien lleva la dirección espiritual personal de sus fieles. Y eso está prohibido en la Iglesia, pues sólo Dios puede gobernar las conciencias.
El que recibe una Confidencia transmite el espíritu del Opus Dei sin añadiduras Si sólo fuera eso, estaría muy bien. Pero el problema es que también transmite a los superiores jerárquicos lo que ha manifestado el interesado, a su vez quien transmite las directrices de los Directores
quien tiene el encargo de ofrecer esa ayuda desaparece para poner a las almas frente al Señor Falso de toda falsedad: desaparece para ser una mera correa de transmisión de lo que mandan los directores y de información a éstos de lo que manifiesta el dirigido,
dentro de las características de nuestro camino. Un camino, decía nuestro Padre, el de la Obra, que es muy ancho. Se puede ir por la derecha o por la izquierda; a caballo, en bicicleta; de rodillas, a cuatro patas como cuando erais niños; y también por la cuneta, siempre que no se salga del camino. Eso no es cierto: el que se sale del guión, se le presiona para que se vaya: Obedecer o marcharse, como decía el fundador ya en el n. 941 de Camino.
16. Además de la charla fraterna, acudimos —de ordinario, semanalmente— a un sacerdote para recibir la ayuda espiritual que está unida a la Confesión sacramental Al hablar de una ayuda espiritual unida a la confesión, pone en segundo plano la gracia sacramental que es sin más la principal ayuda que busca el penitente. En cambio el Prelado pretende justificar la imposición de confesores de la Obra presentando la confesión como un medio para adquirir el espíritu de la Obra. Pues no, señor Prelado: la confesión es para perdonar los pecados. Y si en la Obra se ha usado como medio de sometimiento a la institución, eso es un abuso evidente. Como es bien comprensible Al decir esto, ya se está cargando la libertad que supuestamente reconocen a los fieles de la Obra para confesarse con quien quieran. Pues si es indiscutible que quienes pueden ayudar mejor son los de la Obra, ya no hay tal libertad para elegir a quien se quiera. Además, no es cierto que los de la Obra sean los más idóneos, porque el hecho es que tienen unas carencias de formación muy notables, ocasionadas por los dirigentes de la Obra, que les ocultan en su formación todos aquellos aspectos de la doctrina cristiana que se conculcan en la Prelatura
nos ayudan los confesores que se designan para los distintos Centros, que se han ordenado para servir en primer lugar a sus hermanas y hermanos, con total disponibilidad, y —porque conocen y viven el mismo espíritu— tienen una específica preparación para orientarnos, nunca para mandar Disculpe: en la Iglesia no es ningún crimen que los ministros manden en los temas eclesiales que conciernen al triple munus. No es clericalismo ser párroco, o vicario episcopal, u obispo. Es más, lo que sí es una anomalía eclesial es someter el ministerio sacerdotal al gobierno acanónico de laicos, como sucede en la Obra.
De modo análogo se comporta quien suele acudir al médico de familia, cuando lo hay, en lugar de ir a un desconocido. Vaya tontería. El médico de cabecera lo escoge el interesado, no se lo impone nadie. Y cada vez que uno desea ir a otro, cambia a voluntad. Este prelado toma por idiotas a los miembros de la prelatura.
A la vez, como siempre dejó muy claro san Josemaría, los fieles de la Prelatura, al igual que todos los católicos, gozan de plena libertad para confesarse o hablar con cualquier sacerdote que tenga facultades ministeriales: os sorprenderá que os recuerde esta verdad tan clara, pero me interesa mencionarla porque quizá podría ser menos conocida por quienes nada saben del Opus Dei o del espíritu de libertad propio de los seguidores de Jesucristo. Este párrafo demuestra que esta carta está escrita como defensa ante los detractores de sus prácticas anticristianas.
Además, nuestro Padre estableció que habitualmente sean personas distintas quienes nos atiendan en la charla fraterna y en la Confesión. Le ha traicionado el subconsciente: al recordar esto, viene a reconocer que en la Obra el fundador estableció quiénes nos deben atender. No, mire usted, en la Iglesia cada uno debe buscarse la vida en esta materia. Está muy bien que la Obra ofrezca confesores y directores espirituales para que la gente que lo desee acuda a ellos cuando quiera y como quiera. Pero lo que no es eclesialmente admisible es que establezcan a quiénes han de acudir los miembros para la confesión y la dirección espiritual personal.
17. La dirección espiritual requiere, en las personas que la reciben, el deseo de progresar en el seguimiento de Cristo. Son ellas las primeras interesadas en buscar ese impulso con la frecuencia oportuna Esto no es lo que se hace en la Prelatura, donde te marcan la frecuencia y, si te retrasas, te lo advierten. Además la frecuencia de la petición de consejo la debe marcar el Espíritu. En efecto, la persona tiene el deber de custodiar su intimidad, pues se es persona en la medida en que se tiene intimidad y no se comparte más que con quien se debe. Pues bien, la intimidad de la conciencia sólo pertenece a Dios y, por eso, en contra de lo que se enseña en la Obra, sólo debe desvelarse cuando se ve conveniente consultar para discernir mejor el querer de Dios, y sólo en la medida en que sea necesario para ello,
abriendo el corazón con sinceridad la sinceridad en asuntos de conciencia debe restringirse al objeto de la consulta, y no a una manifestación exhaustiva e incondicional de toda la interioridad, como inculcan en la Obra tomando el nombre de Dios en vano (pues los Directores se arrogan un derecho -el de entrar en la interioridad personal- que sólo compete a Dios),
de modo que les puedan sugerir metas, señalar posibles desviaciones, alentar en momentos de dificultad, facilitar consuelo y comprensión Sugerir y advertir del peligro sí es dirección espiritual. Pero alentar, consolar y comprender es psicoterapia: y en la Obra, al habituar a la gente a recibir ese apoyo, fabrican gente emocionalmente poco autónoma, psíquicamente dependientes de la institución. Cada uno debe buscar esta ayuda emocional cuando la necesite con quien quiera (un familiar, un amigo, en la misma dirección espiritual, etc.). Pero convertir la dirección espiritual en psicoterapia es un modo de fomentar gente dependiente de la institución.
Por eso, se mueven con espíritu de iniciativa y de responsabilidad Es justo lo contrario de lo que se produce en la mayoría de los miembros de la Obra, que se convierten en personas sin auténtica creatividad y que declinan su responsabilidad moral en la obediencia debida (por eso cometen tan graves atentados contra la caridad y la justicia –verdaderos Silas del Código Da Vinci- sin inmutarse moralmente).
El consejo de otro cristiano y especialmente —en cuestiones morales o de fe— el consejo del sacerdote, es una ayuda poderosa para reconocer lo que Dios nos pide en una circunstancia determinada; pero el consejo no elimina la responsabilidad personal: somos nosotros, cada uno, los que hemos de decidir al fin, y habremos de dar personalmente cuenta a Dios de nuestras decisiones [San Josemaría, Conversaciones, n. 93] Eso es lo que debería ser, pero que no es en la Obra, donde siempre se nos ha dicho que en cuestiones de conciencia hay que obedecer a los Directores, que son para nosotros el cauce para conocer la voluntad de Dios. Una doctrina herética que la resumen en el erróneo slogan de que el que obedece nunca se equivoca.
Al acudir a la dirección espiritual, para secundar la acción del Espíritu Santo y crecer espiritualmente e identificarnos con Cristo, debemos cultivar las virtudes de la sinceridad y de la docilidad, que resumen la actitud del alma creyente ante el Paráclito Ante el Paráclito, sí. Pero, por favor, que no tome de nuevo el nombre de Dios en vano, al inculcar la sinceridad y docilidad a los Directores como expresión de la sinceridad y docilidad al Espíritu Santo.
Así describía esta recomendación san Josemaría, dirigiéndose a todos los fieles, de la Obra o no. Conocéis de sobra las obligaciones de vuestro camino de cristianos, que os conducirán sin pausa y con calma a la santidad; estáis también precavidos contra las dificultades, prácticamente contra toda s, porque se vislumbran ya desde los principios del camino. Ahora os insisto en que os dejéis ayudar, guiar, por un director de almas Un director de almas, vale. Eso no es contrario a la enseñanza de la Iglesia. Pero esto no equivale a que tenga que ser de la Obra, ni determinado por los Directores, ni que haya que acudir a él con una periodicidad impuesta
al que confiéis todas vuestras ilusiones santas y los problemas cotidianos que afecten a la vida interior, los descalabros que sufráis y las victorias Ah, no. Esto sí que no. Al director espiritual habrá que manifestarle lo que uno vea necesario para que pueda aconsejarnos en el punto que hayamos visto conveniente consultar. Pero nada más: lo demás, han de ser asuntos que se tratan con Dios en la oración.
En esa dirección espiritual mostraos siempre muy sinceros: no os concedáis nada sin decirlo Si se tratara de decir todo lo necesario para que nos aconsejasen en lo que se consulta, de acuerdo. Pero no lo que se inculca en la Obra, de que hay que desnudar toda la intimidad ante los directores,
abrid por completo vuestra alma, sin miedos ni vergüenzas. Mirad que, si no, ese camino tan llano y carretero se enreda, y lo que al principio no era nada, acaba convirtiéndose en un nudo que ahoga.

Y, haciendo eco a la enseñanza de los Padres de la Iglesia y de los autores espirituales, apoyado en la experiencia de muchos años de práctica pastoral, insistía: si el demonio mudo se introduce en un alma, lo echa todo a perder; en cambio, si se le arroja fuera inmediatamente, todo sale bien, somos felices, la vida marcha rectamente: seamos siempre salvajemente sinceros, pero con prudente educación [San Josemaría, Amigos de Dios, n. 15].

Ningún Padre de la Iglesia, ni ningún autor espiritual ortodoxo ha enseñado esto. Una cosa es que en la confesión haya que acusarse de los pecados graves en número y especie moral ínfima, y que al consultar una duda haya que manifestar con sinceridad los datos necesarios, y sólo los necesarios; y otra que en la tradición viva de la Iglesia se haya recomendado tamaño disparate. Uno de los problemas que hay en la Obra es que, como el Fundador nunca profundizó en sus estudios teológicos (por ejemplo, como ha demostrado Giancarlo Rocca, a diferencia de la mayoría de sus compañeros de seminario en Zaragoza, no quiso hacer los grados de bachiller, licenciado y doctor en Teología al acabar el ciclo institucional, sino que en su último año de seminario se matriculó en Derecho civil, que es a lo que se dedicó en el verano antes de su ordenación diaconal y presbiteral, de lo que vivió –dando clases en la Academia Amado- en los dos años que estuvo sin oficio ni beneficio eclesiástico en Zaragoza desde que abandonó su parroquia de Perdiguera al mes y pocos días de ordenarse, y lo que justificó su marcha a Madrid para hacer la tesis civil en Derecho), la tradición que siempre se ha vivido es la de no ayudar a realizar unos estudios teológicos serios. Uno de los mayores desconciertos y sufrimientos de los que fuimos a Roma con la ilusión de prepararnos teológicamente, es que nunca nos dejaron estudiar en serio ni nos proporcionaron libros para ello. El que en la Obra ha llegado a saber algo de algún tema ha sido por su propio mérito y en contra de las directrices de los Directores.
El Señor vuelca su gracia abundantemente sobre la humildad de quienes reciben con visión sobrenatural los consejos de la dirección espiritual, viendo en esa ayuda la voz del Espíritu Santo En estas palabras se concentra la sustancia del atentado contra el segundo mandamiento del Decálogo, que supone la praxis del Opus en esta materia: condicionar la gracia a la consideración divina de unos consejos humanos que deberían ser discernidos por el interesado y sólo secundados cuando en conciencia se juzgasen acertados.
Sólo una efectiva docilidad de corazón y de mente hace posible el progreso en el camino de la santidad.

18. Me detengo ahora en las disposiciones de quien asiste a otros en la dirección espiritual. Resalta, en primer lugar, la de querer a los demás como son, buscando exclusivamente su bien

Éste es el problema: si Mons. Echevarría habla de buscar el bien del dirigido es porque el reproche que se hace a todo este sistema de control de las conciencias es que no busca el bien de la gente que acude a la dirección espiritual, sino someterla a los intereses institucionales.
Por otra parte, se esmerará en prepararse lo mejor posible para ejercitar su tarea, conocer los principios fundamentales de la vida espiritual que de ordinario recorren las almas, y dudar prudentemente —es decir, no fiarse exclusivamente de su criterio— si se presentan situaciones especiales. En estos casos, además de rezar más, pedirá más luces al Espíritu Santo, para estudiar y enfocar el asunto. Si es necesario, de acuerdo con las enseñanzas de la Moral, se puede hacer una consulta a personas más doctas, Afirmar eso para, en el párrafo siguiente, presentar el tráfico de informes de conciencia que se realiza en el Opus Dei, como una aplicación de este principio moral, es una falsedad tremenda
presentándola como un caso hipotético y modificando las circunstancias, de manera que —para guardar rigurosamente el silencio de oficio, Que no, Echevarría, que no se trata de un silencio de oficio (que, en circunstancias excepcionales, podría legítimamente no ser guardado), sino de un inviolable secreto de conciencia, como explica J. Ratzinger en La sal de la tierra: «No se trata de confesiones en el sentido estricto de la palabra, pero su contenido pertenece al ámbito de la el conciencia y, por tanto, deben tener el mismo trato que secreto de confesión»
quede completamente a salvo la identidad de quien se trate, y siempre con la debida prudencia.

En la Obra, desde siempre, conocíamos y aceptábamos expresamente que la persona con quien se habla fraternalmente pueda consultar al Director pertinente, cuando lo considere oportuno para ayudar mejor al interesado

Esta frase supone el reconocimiento de que comentan con los superiores los asuntos tratados en la dirección espiritual personal, y manifiesta que no están dispuestos a rectificar, no aceptando que es gravemente lesiva del derecho a la intimidad, por desvelar el secreto de conciencia, que es un ámbito restringido a Dios. Pero, además, es terrible que se defienda ante la denuncia de la Santa Sede por no respetar el secreto de conciencia, diciendo eso, que no se ajusta a la realidad. Pues, salvo los que dirigen espiritualmente, nadie sabe que éstos comunican la información de conciencia a los superiores sin permiso de los interesados. Desconocíamos ese tráfico de asuntos de conciencia.
Con el fin de que quede aún más de manifiesto el espíritu de libertad y de confianza en esas situaciones —que no serán ni habituales ni frecuentes—, la persona que recibe la charla fraterna plantea al interesado si desea pedir consejo él mismo a un Director o si prefiere que lo haga el que escucha su Confidencia Esto es también falso. Lo que sucede es que hace meses, ante la exigencia de la Santa Sede de no trasferir a los Directores lo contado en la Confidencia, dieron la indicación de que, cuando el interesado manifestara en la Confidencia algo especial, se le invitara a decirlo a los Directores o a dar permiso para que el que escuchaba hablara con ellos. Y esto sigue siendo una violación del secreto de conciencia, análoga a la ya prevista para la confesión en las páginas 263-264 de las Experiencias de Práctica Pastoral (aunque en esta web esté retirado este documento, puede verse el texto en el párrafo penúltimo del n. 5 del siguiente artículo.
Es una manera de proceder que refuerza las medidas de delicadeza y de prudencia vividas desde el principio Para nada. Desde el principio se ha violado descaradamente el secreto de conciencia a espaldas del interesado. Sólo se viene empleando este subterfugio desde que el Prelado fue recriminado por la Santa Sede y urgido a corregir esa praxis. Y se trata de una desobediencia flagrante porque no se quiere renunciar al control de las conciencias por parte de los directores de la Obra; y lo que se hace es que el director espiritual impuesto presione al interesado a que vaya a contar al director lo que aquél estime que se sale de lo normal.
A la vez, todos cuentan con la libertad de acudir directamente al Padre o a un Director Regional o de la Delegación, para hablar de la propia vida interior No es éste el problema, sino que éstos presionen para que se le dé cuenta de conciencia.
Esto nos ofrece la garantía, a quienes acudimos a la dirección espiritual en el Opus Dei, de que vamos a recibir lo que necesitamos y deseamos: el espíritu que nos transmitió san Josemaría, sin añadiduras ni modificaciones Para asimilar el espíritu del fundador no hace falta mezclarlo con la resolución de dudas de conciencia. Esa formación, como la restante formación cristiana, ha de impartirse en los medios colectivos de formación. Lo que pasa es que en el Opus Dei se desvirtúa el sentido de la dirección espiritual personal y se convierte en instrumento de control de los fieles desde lo más íntimo de sus personas, que es su conciencia.
Al mismo tiempo, ni de lejos se lesiona el deber de mantener el secreto natural, que se guarda con el máximo cuidado y severidad: una persona que no fuera ejemplar en este punto, carecería de una disposición fundamental para impartir dirección espiritual Esta afirmación es diabólica, por mentirosa: que no lo comenten con personas distintas de los Directores no justifica que sí lo comenten con éstos. Y es engañar a la gente decirle que lo que hablen en la confidencia queda protegido por el secreto. Por eso, la organización de la Obra –siguiendo las palabras de este prelado- carece de la disposición fundamental para impartir dirección espiritual. Además este prelado confunde el secreto de conciencia con otros secretos de naturaleza profesional. El secreto de conciencia no es un secreto de oficio o profesional (como el del médico o abogado, que se puede lícitamente saltar cuando existe un bien superior). Se trata de un secreto de conciencia que sólo pertenece a Dios y que obliga al que lo recibe al más absoluto e incondicional sigilo, como dice Joseph Ratzinger en el ya citado texto de La sal de la tierra.
Quienes atienden a otros, procuran fomentar en todo momento la libertad interior de esas almas, para que respondan voluntariamente a los requerimientos del amor de Dios Esto es falso. En la Obra no se lleva a las almas a aprender a discernir por sí mismas el querer de Dios, sino a someterse absolutamente a los Directores, que se presentan como oráculos divinos, intérpretes autorizados de la Voluntad de Dios para sus súbditos.
La dirección espiritual se ofrece, por tanto, sin uniformar a los fieles del Opus Dei; eso sería ilógico y una falta de naturalidad (…). Lógicamente, han de hablar con la fortaleza necesaria para estimularles a caminar por la senda que Dios les marca; pero también con suavidad extrema, porque no son ni se sienten dueños, sino servidores de las almas: fortiter in re, suaviter in modo. Este planteamiento que presenta al consejero como una especie de líder que ha de emplear la fortaleza necesaria para que el interesado reaccione y secunde sus indicaciones, inculca un inadecuado sentido de obediencia al director espiritual, que conduce a una errónea potestad dominativa de éste sobre la conciencia del que consulta. En realidad quien es consultado debe aconsejar con claridad y caridad, pero para poner al interesado ante su responsabilidad ante Dios. De otro modo, el consejero acaba erigiéndose en autoridad, suplantando la de Dios, como sucede en el Opus Dei.
19. Nadie con sentido común y sentido sobrenatural puede pensar que la liturgia es "cosa de clérigos"; o que los clérigos "celebran" y el pueblo simplemente "asiste". Bien lejos de semejante concepción, san Josemaría impulsaba la participación de todos: desde la comprensión de la conexión íntima entre liturgia de la Palabra y liturgia eucarística, o de la dimensión esencial de la adoración en la celebración, hasta detalles concretos como el uso del misal de fieles, para facilitar su participación: primero desde el corazón y después con las palabras y los gestos previstos. Recuerdo haber oído que, ya en los años treinta del siglo pasado, para dar más vigor a esa enseñanza, quiso que se dialogara la Misa, con una respuesta en voz alta, a las oraciones que pronunciaba el sacerdote. Entonces no era habitual: faltaban treinta años hasta el Concilio Vaticano II. Este párrafo muestra una de las grandes carencias del sentido litúrgico que el fundador de la Obra imprimió en su institución. El modo con que ingresó en el seminario -forzado por la necesidad de no contar con recursos económicos para estudiar, ante la ruina del negocio de su padre- le llevó a no sentirse integrado en ese ambiente y a cultivar un sentido de rechazo por todo lo eclesiástico: detestaba el latín, su piedad era intimista, refractaria a las expresiones comunitarias de la liturgia; en sus veranos de seminarista no colaboraba en las parroquias donde pasaba las vacaciones con su familia; nunca sintonizó con el movimiento litúrgico que se desarrolló en la Iglesia desde la segunda mitad del siglo XIX y que se plasmó en la reforma litúrgica conciliar; su formación musical litúrgica y la que hizo que se tuviera en la Obra era deplorable; obedeció a regañadientes los cambios de la nueva Ordenación General del Misal Romano, consiguiendo una dispensa para seguir celebrando según el rito de san Pío V. De este modo, dio lugar en sus sacerdotes a una falta de formación litúrgica muy notable y, en los laicos de la Obra, a la convicción de que la participación exterior en la liturgia es un modo de clericalización del laicado, del que hay que huir. Es indudable que la participación de los fieles en la liturgia ha de dirigirse a su interiorización de la celebración en que participan. Pero no se debe olvidar que somos corpóreos y que lo externo, bien planteado, contribuye a una mejor interiorización de los ritos sacramentales.
20. Aquí se nos presenta un punto bien concreto de examen y de mejora. ¿Qué fruto sacamos de esas lecturas cada día, en la Santa Misa? En el Opus Dei es muy difícil vivir esto. No se favorece, pues en el rato de oración anterior a la Eucaristía en los centros de Numerari@s, o se lee el insufrible libro de Meditaciones, que impide toda iniciativa de oración personal, o se escucha una meditación del sacerdote, que de ordinario no se centra en la Palabra de Dios sino en las palabras de Escrivá. Y cuando se tiene la suerte de que dirija la meditación un sacerdote que hable de Dios, no es frecuente que emplee los textos de la Misa del día, pues están previstos unos temas de predicación y unos guiones ya elaborados, que teóricamente son para facilitar la preparación de la prédica, pero que en realidad fomentan que el sacerdote no se salga del guión establecido por los directores.
22. En la vida de san Josemaría se funden de modo admirable piedad y obediencia, y constituyen un ejemplo de algo muy real: de ninguna forma podremos manifestar mejor nuestro máximo interés y amor por el Santo Sacrificio, que guardando esmeradamente hasta la más pequeña de las ceremonias prescritas por la sabiduría de la Iglesia. Esto no es cierto. El fundador obedecía cuando lo mandado coincidía con su sensibilidad. En cambio, se resistió a seguir las posturas señaladas por las diferentes Conferencias Episcopales, y no transmitió a sus hijos las nuevas normas litúrgicas concernientes a la Misa, ni el Ritual del culto a la Eucaristía fuera de la Misa.
23. Desde los comienzos del Opus Dei, y aun antes, san Josemaría mostró un especial interés para que las personas a quienes atendía espiritualmente profundizasen en su formación doctrinal-religiosa, porque cada uno ha de esforzarse, en la medida de sus posibilidades, en el estudio serio, científico, de la fe [San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 10]. En la Obra esto es imposible. En el Colegio Romano, con la excusa de encargos materiales, no te dejan profundizar en nada. Al final, los alumnos salen con cuatro ideas aprendidas en unos apuntillos de poca monta y que ocultan los logros teológicos que los directores de la Obra no desean que se conozcan.
24. Como escribía san Gregorio Magno, «muy inútil es la piedad si falta la discreción de la ciencia» , y «nada es la ciencia si no tiene la utilidad de la piedad». Nuestro Fundador insistió en que el estudio de la doctrina estuviera acompañado por una sincera vida espiritual en la Obra esto no es posible. Pues inculcan religiosidad (prácticas religiosas humanas), pero no espiritualidad (trato con Dios). Lo cual explica que los que no tenían una vida espiritual antes de venir a la Obra, cuando dejan la institución, muy frecuentemente abandonan toda práctica religiosa
por el trato íntimo con Jesucristo en la oración y en los sacramentos, por una devoción filial a la Virgen Santísima.

25. San Josemaría se atuvo a esta línea y así lo recordó a los profesores y profesoras encargados de los Estudios generales de la Prelatura. Al mismo tiempo, con una mentalidad abierta al progreso de la ciencia teológica, explicaba que de esa recomendación no se puede concluir que debamos limitarnos a asimilar y a repetir todas y solamente las enseñanzas de Santo Tomás.

Se trata de algo muy distinto: debemos ciertamente cultivar la doctrina del Doctor Angélico, pero del mismo modo que él la cultivaría hoy si viviese. Por eso, algunas veces habrá que llevar a término lo que él mismo sólo pudo comenzar; y por eso también, hacemos nuestros todos los hallazgos de otros autores, que respondan a la verdad [San Josemaría, Carta 9-I-1951, n. 22]. Ya me habría gustado que hubiera sido así. Pero la realidad es que salimos del Colegio Romano con una grave ignorancia del estado en que se encuentran las distintas materias teológicas.

26. Debemos propagar ardientemente la Verdad de Cristo, hacer que otros participen del tesoro que hemos recibido, de modo que experimenten que nada hay más hermoso que haber sido alcanzados, sorprendidos, por el Evangelio, por Cristo. Nada más bello que conocerle y comunicar a los otros la amistad con Él [Benedicto XVI, Homilía en la Misa de inicio del ministerio petrino, 24-IV-2005.]. Toda esta labor de apostolado queda muy dificultada en la Obra porque, en la práctica, los Directores no empujan a los fieles de la Prelatura a que ayuden a sus amigos, sino a que los capten para la Obra.
27. Volver a impregnar con el espíritu de Cristo las raíces de esas naciones es precisamente el objetivo de la nueva evangelización. En la Prelatura, esa labor se resume en orientar y estimular a cada persona, para que realice la misión evangelizadora recibida en el Bautismo, con el espíritu y los medios específicos del Opus Dei, a través del apostolado de amistad y confidencia. En la práctica, ni amistad, ni trato personal confidencial. Actualmente, la mayoría de los fieles de la Obra no son capaces de ningún diálogo apostólico. Invitan a actividades formativas, pero no son capaces de entablar ellos un diálogo apostólico profundo.
Juan Pablo II insistía en que el mundo «reclama evangelizadores creíbles, en cuya vida, en comunión con la cruz y la resurrección de Cristo, resplandezca la belleza del Evangelio (...). Todo bautizado, en cuanto testigo de Cristo, ha de adquirir la formación apropiada a su situación, para que la fe no sólo no se agoste por falta de cuidado en un medio tan hostil como es el ambiente secularista, sino para sostener e impulsar el testimonio evangelizador». Este prelado parece ignorar que la credibilidad depende más del ejemplo y la rectitud, que de la formación teórica.
29. De igual modo hemos de compartir las preocupaciones, las ilusiones, las dificultades de quienes tratamos, siendo uno más entre nuestros compañeros de oficio o profesión, sin que nos separe de ellos ninguna barrera ¿Cómo va a ser posible esto a l@s numerari@s y agregad@s, que viven -como no hace mucho decía un obispo a un vicario regional- una vida más alejada del mundo que sus clarisas más severas?
una estupenda característica del espíritu de la Obra, que no saca a nadie de su sitio ¿Cómo va a ser característica si a l@s numerari@s y agregad@s se les saca de su familia, se les aleja de todo contacto con los demás instituciones eclesiales, se les cambia de ciudad impidiéndoles hacer amigos, y se les quita su vocación profesional para que se dediquen a trabajar en colegios de la Obra y en tareas internas? Por eso reciben tratamiento de psicofármacos alrededor de la mitad de los miembros célibes de la Obra
y que nos invita a estar en el mundo sin ser mundanos.

Así hemos de conducirnos en el ambiente en que nos movemos, sin perder de vista que —si somos fieles— Jesucristo actúa en nosotros, y desea servirse de nuestro ejemplo y de nuestra palabra para llegar a otras personas, al tiempo que ellas nos enriquecen con su amistad. Nada más lógico que los verdaderos amigos

Al no ser verdaderos amigos, los miembros de la Obra que se dejan llevar por las directrices proselitistas de sus Directores, no consiguen que sus conocidos se fíen de ellos
se comuniquen entre sí sus alegrías y sus penas, su quehacer y, desde luego, el tesoro mayor que posee un cristiano: precisamente, la vida de Cristo. Les hablaremos de Dios, del gozo de tenerlo en nuestra alma en gracia, del valor inmenso que sólo Él puede conferir a una existencia humana.

Actuando así, los cristianos cooperan eficazmente en la misión evangelizadora de la Iglesia, metiendo a Cristo en el corazón y en el alma de sus conocidos, para contribuir a alzar la Cruz en la cima de todas las actividades humanas.

Esto lo dice cara a los obispos. Pero en realidad sólo buscan más que cooperadores que aporten económicamente y personas que pidan la admisión.
32. Al constituir el trabajo ordinario, según el espíritu del Opus Dei, el quicio de la santificación personal y el marco habitual de la labor apostólica de sus fieles, se comprende que en la Prelatura se fomente la buena preparación profesional. Esto no es cierto. En los apostolados con los jóvenes, no se favorece que los chicos estudien en serio, pues en los clubs se les interrumpe constantemente para hacer tutoría, asistir a reuniones de oración y formación. A los numerarios jóvenes se les sobrecarga de actividades apostólicas. Y, como en los nuevos Estatutos de 1982 se dice que l@s numerari@s son miembros disponibles para tareas internas (cfr. artículo 8), no se les favorece que adquieran un prestigio profesional que pueda dificultar su plena disponibilidad para los encargos que los Directores quieran confiarle. Desde que Pablo VI prohibió al Fundador la participación institucional de la Obra en política y éste decidió que el modo de seguir accediendo a los altos puestos de la sociedad había de ser poner centros escolares para gente pudiente, en la Obra hay muy poc@s numerari@s que sean profesionales de prestigio, con lo que el nivel cultural y profesional de los miembros directivos del Opus Dei se ha convertido en muy mediocre.
En tiempos recientes, el Magisterio de la Iglesia ha abordado el tema del trabajo —y todos leemos esa enseñanza pensando en la predicación de san Josemaría, desde 1928— como ámbito para la búsqueda de la santidad por parte de los fieles laicos Esta presentación de Escrivá como un pionero de la teología del trabajo es falsa. Las enseñanzas que predicó en los primeros años de la Obra están tomadas de san Pedro Poveda, del Beato Manuel González, de la encíclica de Pío XI en el centenario de san Francisco de Sales y de otras instituciones que al comienzo del siglo XX promovieron una dinamización apostólica de los laicos. Además su predicación sobre la santificación del trabajo comienza en los años 60, cuando se desarrolla en los ambientes eclesiales toda una teología del laicado, a la que Escrivá vio oportuno sumarse. Y entonces, para justificar que ése había sido su carisma desde el principio, hizo escribir unas cartas supuestamente fundacionales que fue datando en los años 30 y 40.
Ha insistido en «la formación de una espiritualidad del trabajo, que ayude a todos los hombres a acercarse a través de él a Dios, Creador y Redentor, a participar en sus planes salvíficos respecto al hombre y al mundo, y a profundizar en sus vidas la amistad con Cristo».

33. El espíritu de la Obra nos impulsa a conservar y a mejorar con constancia esa preparación [profesional]. Todos nos sabemos libérrimos, tanto en el momento de elegir la profesión como al ejercitarla. La Obra sólo enseña el modo de santificarse en esas tareas, sin inmiscuirse en las opciones laborales de cada uno.

Eso muchas veces no es así, produciéndose intromisiones de los directores en el ámbito profesional de los miembros de la Obra.
A todos los católicos compete el deber de hacer cuanto esté en su mano para que Cristo reine efectivamente en la sociedad como agudamente puso en evidencia von Balthasar en los años 60, este planteamiento de querer seguir evangelizando a través de las estructuras sociales es un nuevo modo de perpetuar el integrismo católico que denunció el Vaticano II
y estas ansias santas se manifiestan también procurando adquirir el necesario prestigio profesional, candelero para que brille la luz de Cristo (cfr. Mc 4, 21).

35. Hijas e hijos míos, he querido poner de nuevo ante vuestros ojos que la única ambición, el único deseo del Opus Dei y de cada uno de sus hijos es servir a la Iglesia, como Ella quiere ser servida, dentro de la específica vocación que el Señor nos ha dado. Y con alguna frecuencia, san Josemaría se refirió al Opus Dei diciendo que es una desorganización organizada, porque el modo propio de colaborar en la misión de la Iglesia, querido por Dios, consiste en proporcionar formación a las personas, en los diversos aspectos. Se puede afirmar que la Prelatura del Opus Dei gasta todas sus energías en esta tarea, en esta catequesis.

Esto no es así. Hasta los años 60, en que en un quirógrafo, del que sólo se nos informó de su párrafo laudatorio final, Pablo VI les prohibió la dedicación organizada a la política, se dedicaban a crear bancos, conseguir cátedras, poner editoriales, fundar periódicos y revistas, etc. Y, desde entonces, se dedican fundamentalmente a promover colegios para hijos de gente pudiente y algunas universidades, como medio de seguir en contacto con los ámbitos de poder. Por eso, l@s numerari@s están muy poco preparad@s para realizar un apostolado personal de amistad, entre otras razones porque se ven cercenad@s en su personalidad al sacarlos de sus ambientes familiares y sociales y dificultarles el ejercicio de una profesión normal. Y como consecuencia, no son capaces de formar apostólicamente a los agregados y supernumerarios
Luego, vosotras, vosotros, singularmente, con el bagaje de la preparación recibida y asimilada, con libertad y responsabilidad personales, procuráis infundir la linfa del espíritu cristiano en el torrente circulatorio de la sociedad.

Respondiendo a la pregunta de un periodista sobre este aspecto tan característico de la Obra, nuestro Padre explicaba que concedemos una importancia primaria y fundamental a la espontaneidad apostólica de la persona, a su libre y responsable iniciativa, guiada por la acción del Espíritu; y no a las estructuras organizativas, mandatos, tácticas y planes impuestos desde el vértice, en sede de gobierno [San Josemaría, Conversaciones, n. 19].

Eso es una frase bonita que no se corresponde con lo que sucede en la Obra desde hace varios decenios, que es precisamente lo contrario: el apostolado dirigido.
Antes de concluir, vuelvo a lo fundamental: esforcémonos día tras día en nuestra dedicación cristiana a Dios y a los demás. Esmerémonos por ser mujeres y hombres fidelísimos al Romano Pontífice, rezando con continuidad por su persona e intenciones; vivamos una afectiva y efectiva unión con los Obispos y todos los fieles católicos. ¿Cómo puede hacerse realidad eso si esta carta demuestra que no quieren obedecer al Papa en su indicación de corregir sus praxis relativas a la confesión, la dirección espiritual y el respeto al secreto de conciencia? Y al no reconocer en esta Carta lo que hacen mal, no están en condiciones de rectificar.
Como es natural, ponemos como especial intercesor de toda esta labor formativa a san Josemaría, que con su vida y enseñanzas ha dejado bien plasmado el espíritu recibido de Dios el 2 de octubre de 1928 Lo que ha dejado es todo un sistema contrario a la ley de la Iglesia y del que nunca informó a la Santa Sede, como demuestra el n. 83 de los Estatutos de la Prelatura, que es el único artículo en que se alude a la confesión y a la dirección espiritual en la Obra, para que sus hijas e hijos, y muchas otras personas, podamos recorrer todos los senderos de la tierra, haciéndolos divinos con la gracia del Espíritu Santo.
Con todo cariño, os bendice

vuestro Padre

+ Javier

Roma, 2 de octubre de 2011.




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