No hay solución jurídica para una OBRA que invade las conciencias

Por Salypimienta, 27/04/2022


Agradezco de todo corazón a quienes han escrito últimamente con respecto a la decisión del Papa Francisco de hacer depender a la prelatura del Dicasterio para el Clero. Han aclarado muchas de mis dudas en cuanto al aspecto jurídico de esta decisión. El aspecto moral es otra cosa. Personalmente creo que la Iglesia ya se está quitando la venda de los ojos y se está dando cuenta, después de cientos de denuncias en la Santa Sede por parte de ex miembros de esa cosa rara que es el opus dei, de que esa institución es perversa en su núcleo más íntimo...

Hace ya algunos años Heraldo escribió un texto en que explica perfectamente esto a lo que me refiero, “EL CARÁCTES SUPRAECLESIAL DEL OPUS DEI”. El escrito no tiene desperdicio alguno, pero en lo particular, me llaman la atención los siguientes párrafos que aparecen después de la explicación de sus inicios en la obra como miembro numerario:

Logró el opus imprimir en mi espíritu la más radical de las convicciones:

  1. El Opus Dei es voluntad de Dios, y el Cielo está empeñado en que se realice (sic).
  2. Mi vocación al Opus Dei es inequívoca y para siempre.
  3. Mi salvación está en la perseverancia en el Opus Dei.
  4. La voluntad de Dios se me sigue manifestando en las indicaciones que –día a día, minuto a minuto- me hacen el Padre y mis directores.

Como es evidente, una cosa respalda la otra. Los atributos de Escrivá respaldan la divinidad de la obra y mi vocación.

A todos los que hemos pasado por la institución nos convencieron de estos 4 puntos. Haber pensado otra cosa, o haberlo puesto en tela de juicio nos hubiera costado una bronca monumental hasta llegar incluso a la expulsión definitiva. Porque nadie puede perseverar en esa locura que es el opus dei sin estar absolutamente convencido de esto.

¿Es esto posible? ¿Es esto aceptable? ¿Es esto cristiano? ¿Alguien sobre este mundo tiene el derecho de atribuirse la fuerza de la divinidad? Si la Iglesia se enterara que el opus dei se presenta así a sus miembros, invadiendo hasta lo más íntimo de sus vidas, reclamando la manifestación total de la conciencia, y exigiendo la más absoluta de las obediencias, ¿podría permitirlo? ¿le concedería su beneplácito? ¿No sería, más bien, visto como un despojo rapaz de la dignidad del ser humano, más grave aún que el despojo perpetrado en los campos de concentración nazis, que sólo tocaran lo externo? Y para el opus, para Escrivá, del Portillo y Echeverría, en cambio, esto es carisma fundacional y totalidad de entrega; esto es ser hijo del Padre, buen espíritu, ser de Casa.

Todos sabemos que al pitar, se nos despoja de mucho. En el caso de los numerarios, numerarias y numerarias auxiliares, este despojo es total. En el caso de los supernumerarios y los agregados no es tan absoluto. La obra despoja a sus miembros de sus familias -las verdaderas-, de la mayoría de sus amigos, de su dinero y de sus bienes materiales. Pero la expropiación, porque esa es la palabra exacta, más grave que hace es despojar a sus miembros de su libertad de conciencia y de su libre albedrío. ¿Cómo es posible que la Iglesia pueda proteger a una institución que sistemáticamente se apodera de la conciencia de sus fieles?

Pero si la esencia se la obra está ahora aquí, en la entrega que de sí mismo hace cada miembro de su propia intimidad en la obra, la solución jurídica es imposible, y la solución que se adopte (Prelatura o lo que sea) será siempre insuficiente y como una máscara. Es imposible porque no existe ni puede existir un marco jurídico que ampare una relación de esta naturaleza. Para ello se requiere afirmar lo que sólo en la Obra se afirma: el miembro de la obra tiene una relación con el Prelado y con quienes le representan como con el mismo Dios (de ahí se sigue que ha de abrir su conciencia). Pero esta posición no admite la Iglesia ni respecto de la Jerarquía y sus fieles. ¡Un cristiano no está frente al Papa o los Obispos como ante Dios! El encuentro con Dios está exclusivamente en la propia conciencia, es decir, en la propia intimidad irreductible. Repito, no existe solución jurídica para eso. Y si eso fuera admisible, habría que decir que el opus dei es transeclesial o supraeclesial. Pero entonces es una gnosis, al modo de la herejía cátara. Y entonces la solución jurídica es sólo una máscara, un modo de coexistir con la Iglesia y en la Iglesia, sintiéndose –como ocurre en realidad- por encima de ella.

Y es que el opusdei no sólo pasa por encima de la Iglesia y su jerarquía, se siente superior al Espíritu Santo sencillamente porque no lo deja actuar en cada alma libremente. Los directores y sacerdotes coartan hasta invalidar, consciente o inconscientemente la acción del Santo Paráclito en cada uno de sus fieles convenciéndoles de que cualquier acto o pensamiento que hagan o tengan que no sea conocido, estudiado y aceptado por los directores, es literalmente un atentado contra Dios. Ningún miembro puede dar un paso trascendental o intrascendente sin el visto bueno de los directores.

¿Esto está bien?

¡Por supuesto que no! De esto es precisamente de lo que derivan todos los errores y desgracias de la obra, de influir a tal grado en las conciencias y llenándolas de tal cantidad de “estorbos” espirituales, que no queda sitio para Dios. Y esto lo hace para tener el control absoluto de todo y de todos, actuando siempre cual titiritero paranoico que tiene que tener controlados todos los hilos de una marioneta para que el espectáculo funcione sin una falla.

Todo esto es claramente una transgresión a las conciencias y ha llevado a cometer verdaderas atrocidades, como las violaciones evidentes o encubiertas del sigilo sacramental y el natural que más pronto o más tarde llevan a las almas a un estado de desgracia del que es muy difícil salir. Es como una lucha incesante entre la acción del Espíritu Santo y la coerción opusina que deja a todos exhaustos y en un estado casi catatónico. De ahí que a la postre estemos siendo testigos del derrumbamiento de la obra, y que cada año haya desbandadas de vocaciones lo cual les ha dado una fama tan mala que cada vez hay menos incautos que se acercan a ella.



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