Las Numerarias Auxiliares tienen cuerpos gloriosos, no necesitan descansar

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Ex Nax, 23/09/2022

Una exnumeraria auxiliar que ha denunciado las prácticas abusivas de la institución, recuerda su paso por Roma, cuando vivió en Albarosa, la administración de la sede del Colegio Romano de la sección femenina. Este es su testimonio.


Coincidí con muchas numerarias que hacían el Colegio Romano y, una o dos veces a la semana, iban a Albarosa a hacer deporte, a pasear, a despejarse un poco de los estudios del Colegio Romano. También iban las oficiales de la Asesoría Central. Nosotras nos encargábamos, junto con el resto de numerarias auxiliares que trabajaban en la administración, de que las toallas de la piscina estuvieran siempre a punto, limpias, esponjosas y oliendo bien, de que las pastillas de jabón estuvieran sin usar (cuando se habían usado pasaban a los baños de las numerarias auxiliares), de que las pelotas de tenis fueran nuevas y botaran correctamente en la pista. También nos encargábamos de que en los vestuarios hubiera siempre boles de fruta fresca recién cortada, bebidas frías (agua, zumos, refrescos), servilletas de tela y vasos limpios...

Por supuesto, las duchas y vestuarios se limpiaban después de cada uso, los jardines y el entorno de la piscina se barrían, y controlábamos que las pistas de tenis estuvieran limpias y a punto. Ah, por cierto, las auxiliares no podíamos jugar al tenis, solo podíamos jugar a volley.

En todos estos años, nadie, ni una sola numeraria, se asomó a la administración para dar las gracias. Nadie, ni una sola numeraria de todas las que pasaron por el Colegio Romano, abrió la puerta para decir “¿cómo están ustedes? Y la labor por su país, ¿cómo va?” Nadie, nunca, en ninguna ocasión. No existíamos más que para hacer el trabajo y dejarlo todo a punto.

El comedor de las numerarias auxiliares estaba decorado con jarrones de cobre, media pared estaba pintada y la otra media tenía azulejos de colores. No teníamos servicio de comedor y no había doncellas, dejábamos los platos sucios en un carro en un extremo del comedor, lo retiraba una nax que nos dejaba las fuentes en la ventanilla del office, nosotras nos turnábamos para levantarnos a dejar los platos en el carro y acercar las fuentes a la mesa. Recuerdo mucha comida en fuente de horno, sobras camufladas con un toque de horno, nos hacían creer que era un plato nuevo, pero lo probabas y veías que era lo que la residencia había comido el día anterior, igual le habían añadido un poco de salsa, o un poco de queso, y lo habían gratinado. Como dicen en España, “te conozco, bacalao, aunque vayas disfrazao”

Cada vez que voy a la peluquería recuerdo que en Albarosa nos cortaba el pelo una numeraria auxiliar. Una vez entré justo cuando le estaba terminando de arreglar el pelo a la directora, y vi que como toque final le ponía un aceite para darle brillo y quitarle el encrespado. Le dije “a mí nunca me pones eso”. La nax no contestó, pero la directora dijo, literalmente, “es que usted no lo necesita”. No me convenció lo que me dijo, pero al final una terminaba agradeciendo tener “cuerpo de pobre”, tomaba lo que me daban, y me quedaba con tener un pelo que, según la directora, no necesitaba mayores cuidados. Ahora me doy todos los gustos que quiero en cuidados capilares.

Lo más triste es que eran las mismas directoras quienes fomentaban con estos detalles las diferencias entre numerarias y numerarias auxiliares, y las mismas auxiliares terminaban tratándolas diferente, mucho mejor que a las otras auxiliares, porque eran las directoras quienes te hacían ver, muy sutilmente, cómo tenías que tratarlas. Ellas eran quienes te enseñaban, casi sin que te dieras cuenta, cómo tenías que tratarlas. ¡Por lo menos yo lo veía así!

Si no recuerdo mal, la numeraria auxiliar que está en la Comisión de Escucha vive en Albarosa. Y uno de sus títulos dice que tiene “gran experiencia en planificar ocio y tiempo libre”. Eso habrá sido bien difícil, ¡nada menos que en Albarosa! En los diez años en los que viví allí, ocio y tiempo libre no existían y, si te pasaba por la cabeza alguna idea de descansar, de no hacer nada, ibas corriendo al confesonario: “me acuso de haber dado lugar a la loca de la casa, a la imaginación”. Y ya el sacerdote te ponía en tu lugar diciendo que descansar no es no hacer nada, es cambiar de ocupación, así que "¡hala, a ser generosa y a seguir trabajando, que el Padre te necesita!” Era como si las numerarias auxiliares tuviéramos cuerpos gloriosos que no necesitaban descansar.

A veces quisiera poder mirar a la cara a esa numeraria auxiliar de la Comisión de Escucha y decirle “dime que miento, Raquel. Dime que miento cuando cuento estas cosas. Dime que no es cierto, que no fue así. Dime, sin mentir y en la presencia de Dios, que nos daban las gracias, que nos agradecían lo que hacíamos y que se interesaban genuinamente por nosotras como personas. Dime cuántas numerarias asomaron la cabeza por la puerta para decir “gracias por todo, hemos descansado mucho gracias a ustedes”. Dime que no es cierto que nos matábamos a trabajar y que todo, todo, todo, había que hacerlo a mano. Dime, si puedes decirlo sin mentir, que cobrábamos un sueldo digno y podíamos disponer de él. Dime eso, Raquel.


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