La Redención en Escrivá de Balaguer/Teologías de la Salvación cristiana para supervivientes

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Teologías de la Salvación cristiana para supervivientes

Un impulso renovador atravesó la Iglesia al acabar el concilio Vaticano II. La "opción preferencial por los pobres" y la ayuda a los necesitados fueron algunas de sus consecuencias. Pero sucedió lo que nadie tenía previsto: el Vaticano II respondía tardíamente a la segunda oleada secularizadora provocada por la Ilustración (la primera, según unos, comenzó con la irrupción del sujeto; otros incluso creen que viene de más atrás). Entre 1970 y 1975 una tercera oleada se había puesto en marcha de manera silenciosa...

y afectaba gravemente a un pequeño grupo de países del sur de Europa. Conocida como "salida masiva de la religión", ya no se enfrentaba a la fe cristiana ni a la Iglesia, sencillamente la ignoraba o reducía a ámbitos estrictamente privados. La Iglesia pasó en pocos años del optimismo conciliar a la decepción por la falta de acogida. La salida de la religión galopaba y el concilio no era capaz de frenarla. A la decepción pronto se unieron las turbulencias provocadas en el seno de la misma Iglesia a la hora de aplicar sus resoluciones. A finales de la década de los setenta, Roma decidió un cambio de tendencia conocido por todos.

Las indicaciones cristológicas del Concilio exigían una renovación de toda la cristología y de la teología de la salvación. Se despierta un vivo interés por el Jesús histórico que dura hasta nuestros días. A principios de los 80, la Conferencia Episcopal francesa solicita un informe histórico sobre la Redención a un prestigioso teólogo, B. Sesboüé. Superar los viejos esquemas de la satisfacción vicaria, suponía volver a la Biblia y a la historia del cristianismo en busca de la Tradición de la Iglesia. El estudio histórico comprueba la existencia de 10 modos diversos y complementarios de entender la Redención. Un primer grupo la contemplaba "desde arriba", desde el don que Dios nos hace (mediación descendente). Un segundo grupo "desde abajo", las acciones realizadas por Cristo para salvarnos (mediación ascendente). Sin dudarlo, la teología creyó necesario recuperar el primer aspecto, la salvación como don gratuito de amor ofrecido por Dios a la humanidad.

La salvación es la idea central del pensamiento judío en el Antiguo Testamento. La cuestión será cómo acceder a ella. Se ofrece a través de dos conceptos clave: La Promesa y la Alianza. Por la primera queda garantizado para siempre el amor incondicional de Yahvé para con su pueblo. Ningún acontecimiento, por grave que sea, hará desdecirse a Dios del compromiso adquirido. Así, la salvación se convierte en un don gratuito para toda la eternidad.

Al lado de la Promesa encontramos otra línea de interpretación, la Alianza. Dios establece una Alianza con su pueblo concretada en un Pacto y unas normas que cumplir, los mandamientos. La salvación sigue siendo un don, pero cuenta con la colaboración humana. Ambas teologías recorren todo el Antiguo Testamento sin que podamos separarlas. El cristianismo optará por la primera sin menospreciar la segunda. La salvación, antes que nada es un don de amor maravilloso recibido gratuitamente. El hombre se adhiere libremente por la fe y lo recibe en el Bautismo.

La Biblia se sirve de dos imágenes para explicarlo: la enfermedad y la esclavitud. Lo contrario de la enfermedad (con su trágica expresión final de la muerte ) es la salud, la vida. Lo contrario de la esclavitud es la libertad. En consecuencia, la salvación ofrecida en la Biblia tiende a conceder un bien, la vida plena, y eliminar una mal, la esclavitud. Para el cristianismo, Jesús de Nazaret (nombre que significa "Yahvé salva") se constituye en el único Mediador entre Dios y los hombres. Él es el Salvador y Él es quien nos aporta la Salvación.

El Nuevo Testamento ofrece un rico elenco de términos sacados de la experiencia humana para describir la salvación aportada por Jesucristo: mediación, redención o rescate, remisión, liberación, justificación, perdón, reconciliación, adopción, participación en la naturaleza divina, expiación, sacrificio, martirio, etc.

El primer milenio del cristianismo favoreció, sobre todo, una interpretación de la salvación como don venido de Dios a través de su Hijo, mediación descendente. El segundo milenio prefirió el movimiento ascendente: la humanidad representada por Cristo recupera la amistad con Dios por un acto de conversión y sacrificio en la cruz. En el primer milenio la Resurrección ocupaba un lugar esencial, mientras que en el segundo milenio era una simple consecuencia de la Cruz.

Las diferentes interpretaciones de la salvación como don recibido de Dios son las siguientes:

- Cristo revelador e iluminador. Si el mayor bien que puede recibir el ser humano es la posibilidad de entrar en comunión con Dios, la salvación consiste en conocer el misterio de Dios, entrar en contacto con Él, tener la posibilidad de comunicarse. La primera aportación de Jesucristo será la de revelarnos a Dios como Padre amoroso, deseoso de entrar en diálogo con nosotros, en una relación de amor y libertad incondicional. Jesucristo nos revela a lo largo de toda su existencia, culminada en la muerte y resurrección, la revelación absoluta del amor de Dios. Esta teología está presente en los cuatro evangelios, san Pablo, Clemente de Roma, Ireneo. Todavía no se ha dicho ni una palabra sobre el pecado. Es muy apropiada para supervivientes de viejas represiones. Sana mucho cuando se hace carne y sangre del acontecer diario.

- Cristo vencedor y redentor. La salvación ha sido adquirida por la victoria de Cristo sobre las fuerzas del mal. Su sentido primigenio viene de la liberación de la esclavitud en Egipto, atraviesa los libros históricos y los Salmos. Una recreación del universo que nos libera de cualquier esclavitud, incluida la del pecado, y nos constituye como Pueblo libre. La redención fue adquirida por Jesucristo en un combate contra el mal que duró toda su vida y culminó en su pasión y Cruz. En la resurrección, el combate terminó en victoria de Cristo y con Él la humanidad entera fue liberada. Constituido Señor del universo, la victoria definitiva llegará a su apoteosis final con la Parusía.

El combate tuvo un precio, se pagó un rescate en la cruz. ¿Cómo entender el rescate? ¿A quién se pago el precio? Es aquí donde debemos tener cuidado para no caer en los errores señalados. En ningún lugar del Nuevo Testamento se dice que el rescate fuera una compensación que se debía pagar a Dios, o un precio previo que pagar para que Dios mostrara su amor. Fuimos liberados de la esclavitud del pecado y de la muerte, incluso a costa del sufrimiento de Cristo, porque la generosidad del amor de nuestro Señor está dispuesta a dar todo, incluso el precio más alto, por aquellos a quienes Él quiere salvar. También en esta teología aparece la grandeza de una donación sin tasa, hasta la muerte, para redimirnos gratuitamente del misterio del mal.

- Cristo liberador. Muy ligada a la anterior, insiste en el aspecto del hombre liberado. Jesús fue el hombre libre por excelencia y nos enseña la ley de la libertad cristiana. La salvación se ofrece como liberación de la libertad. San Ireneo y san Agustín serán sus máximos exponentes en la antigüedad. En la actualidad ha sido desarrollada por la Teología de la Liberación. La salvación como liberación implica a todo el ser humano, no sólo su alma; incluye en casi todas las páginas del evangelio la liberación de los cuerpos, incluso en su dimensión social y política.

- Cristo divinizador. El término no es bíblico, el tema, sí. Pablo recurre con frecuencia a la adopción filial conseguida por Cristo. Somos hijos de Dios en el Hijo, miembros de la familia de Dios. La filiación la realiza Cristo asumiendo, no destruyendo, la naturaleza humana. Sólo se salva aquello que se asume, aquello que se acepta, en el pleno sentido de la palabra. Y al asumirlo queda divinizado. Uno de nosotros está sentado hoy a la derecha del Padre. La divinización no arranca al hombre de su consistencia creada, sino que le devuelve la perfecta humanidad. La divinización es la máxima expresión de la humanización..

- Cristo justicia de Dios. El hombre pecador ha sido justificado por Cristo. Esta teología fue desarrollada por san Pablo en las cartas a los Gálatas y Romanos. Agustín la recoge en su lucha contra los pelagianos. Lutero hace de ella el centro de su teología. La diferencia con los católicos se encuentra en la necesaria cooperación del hombre justificado ante la gracia recibida. El diálogo ecuménico ha avanzado en este siglo considerablemente, acercando las posiciones de ambas tendencias.

- El Cristo reconciliador. La salvación es también perdón. Puro don de Dios que únicamente precisa nuestra respuesta agradecida. En el nombre de Cristo, dice Pablo, dejaos reconciliar con Dios. Es la categoría preferida por los teólogos actuales. Un misterio de reconciliación de Dios con los hombres y de los hombres entre sí. La Iglesia tiene como principal cometido favorecer la reconciliación, del hombre consigo mismo, del hombre con Dios, del hombre y la mujer, del hombre y el cosmos, de unos pueblos con otros.

El don amoroso de la salvación alcanza a toda la humanidad. Estamos salvados por el único Mediador, Jesucristo. No necesitamos de ningún otro salvador o mediador. Su beneficio llega a creyentes e incrédulos. Fuera de la Iglesia, sí hay salvación.

El cambio de perspectiva favorece notablemente la recuperación de quienes sufrieron los rigores de la satisfacción vicaria. No todo está dicho sobre la salvación, falta la otra dimensión, pero si se recupera ésta, los supervivientes que conservan la fe y también los que la perdieron pueden respirar a pleno pulmón.


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