Hijos del Opus/La familia y los otros agentes de socialización

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CAPÍTULO 9. La familia y los otros agentes de socialización

De una manera simple y concisa podemos referirnos a los agentes de socialización como "los grupos y los contextos sociales dentro de los que se producen importantes procesos de socialización". [Giddens, Sociología, 109] De ellos, la familia es el principal agente de socialización porque es en su seno donde tienen lugar los procesos más significativos de socialización. Pero hay otros; desde la sociología, y por lo que respecta al objeto de estudio, además de la familia destacan: la escuela, los medios de comunicación y el grupo de amigos.

En este capítulo estudiaremos los tipos de relación que la familia, principal agente socializador, establece con cada uno de estos otros agentes de socialización. Para eso, primero los clasificaremos según dos criterios: a) según lo que se considera como su objetivo explícito; y b) según las edades de aquellos que participan del agente socializador. Tomando el primer criterio, diferenciaremos entre aquellos agentes de socialización que tienen por objetivo explícito y reconocido: formar, educar, inculcar unos principios, dispensar unos conocimientos; la escuela es un ejemplo clásico. O aquellos otros que, al contrario, ejercen esta función de manera meramente instrumental, con vista a otras actividades u otras finalidades tomadas como objetivos explícitos; entre éstos destacamos el grupo de amigos y los medios de comunicación. Por otro lado, y haciendo uso del segundo criterio, los grupos y las instituciones que cumplen una función socializadora se pueden diferenciar por el hecho de formar unos grupos de edad heterogéneos (cuando los miembros que pertenecen a ella tienen edades diferentes), o por constituir grupos de edad homogéneos. Dentro de la primera clasificación situaremos la familia y los medios de comunicación; en la segunda, la escuela y el grupo de amigos.

Este segundo criterio permite, además de distinguir según las edades, diferenciar claramente entre los dos grandes agentes de socialización: familia y escuela. En la escuela el niño vive junto a otros alumnos de su edad con los que comparte muchas horas. Simultáneamente está sometido a la autoridad de los adultos encargados de la docencia y de la disciplina. Y si bien es cierto que en la familia encontramos también esta distinción entre adultos y niños, estos últimos no tienen la misma edad, y este hecho constituye un elemento importante de socialización, por la influencia que el rango de la edad que se ocupa en la familia puede ejercer sobre la personalidad.

Esta clasificación según si las edades son o no homogéneas intenta probar que la socialización no es necesariamente una transmisión de la cultura por parte de los adultos a los más jóvenes: esta transmisión también se puede dar de los más jóvenes a los adultos, o entre personas de la misma edad. Lo que nos puede inducir a error es el hecho que, en los grupos e instituciones que tienen como objetivo explícito la socialización, sean generalmente los más grandes aquellos que tienen autoridad sobre los más jóvenes, o detenten la responsabilidad de su educación o formación. Y si centramos la investigación en las relaciones del grupo familiar con la escuela, en vez de hacerlo en las relaciones colegio-alumnos, es por dos razones: la primera es que, tratándose como se trata de caracterizar un modelo de familia opusiano, encontramos que son las relaciones que el colegio establece con los padres las que mejor nos ayudan a definir este modelo. La razón principal, sin embargo, es el hecho que el colegio actúa como agente socializador no sólo de los alumnos sino también, y muy especialmente, de los padres.


La televisión

Dentro del grupo de agentes socializadoras cuyo objetivo específico no es socializar, configuran una categoría particular los agentes de socialización dirigidos de manera generalizada al conjunto global de una colectividad (una masa). Este fenómeno se registra con fuerza y persistencia en la sociedad moderna gracias a las técnicas de comunicación de masas, convertidas en un importante agente de socialización tanto de adultos como de los más jóvenes. La misma expresión "comunicación de masas" es un neologismo creado para designar este forma nueva y singular de comunicación, simultánea o no, con un elevado número de personas.

Parte de la función socializadora ejercida por mediación de las técnicas de comunicación de masas nace de un declarado propósito de socialización; por ejemplo, los programas de televisión educativos, los libros de texto, las películas de carácter didáctico, los documentales, etc. Sin embargo, por regla general, tan solo de manera indirecta estas nuevas tecnologías pueden ser catalogadas como socializadoras. Asimismo, no se puede cuestionar la influencia de los medios de comunicación en la formación de actitudes, opiniones, sistema de valores, etc.

Coincidiendo con la presentación de los medios de comunicación como importantes agentes socializadores, la colección "Hacer Familia" dedica -además de capítulos y subcapítulos en diferentes libros- todo un volumen a la televisión: Televisión y familia es el título. Este libro se presenta dentro de la serie "Medios educativos" con la intención de ofrecer -según relata la contraportada- "los elementos de juicio necesarios para entender el fenómeno de la televisión en relación con la familia. [...] En forma clara y accesible, utilizando casos y diálogos se explican los aspectos más controvertidos de la televisión: sexo y erotismo, violencia, consumismo, manipulación y valores, y cómo puede la familia reaccionar positivamente ante ellos."

Los programas positivos y los programas negativos en televisión

El libro Televisión y familia incluye lo que se denomina "una guía de actitudes y consejos prácticos para que la familia sepa usar la televisión"; se trata de un listado de programas televisivos catalogados como positivos o negativos "partiendo de una concepción cristiana de la vida y los valores familiares":

"Para ayudar a los padres de familia en la valoración de los programas que ven en sus hogares, se les ofrece enseguida una lista de programas clasificados por géneros de televisión y catalogados como positivos o negativos, partiendo de una concepción cristiana de la vida y los valores familiares". [Jorge Yarce, Televisión y familia, colección "Hacer Familia" n. 79 (Madrid: Palabra, 1993), 227]

A continuación se hace una distinción entre los programas positivos y los negativos, diferenciando dentro de este segundo grupo entre "los menos malos" y "los malos".

"Podríamos considerar como programas positivos aquellos que tienen contenidos sanos, no violentos ni eróticos, que permiten a la familia disfrutar de un momento agradable frente a su televisor y, en algunos casos, obtener algún tipo de enseñanza. Hay varios géneros de programas que, por su misma naturaleza, son positivos. Tal es el caso de las series documentales [...] y de las series educativas o didácticas." [Ibid., 228]

Seguidamente, se presenta "lo menos bueno y lo malo" de la televisión:

"Entre los programas considerados negativos se encuentran los que contienen grandes dosis de violencia, sexo, personajes principales "contradictorios", desvaloración de la familia o difusión de falsos valores (consumismo, discriminación, vida fácil, promiscuidad, corrupción...). También hay que mencionar los dramas y comedias, cuyos elementos básicos son el amor, las intrigas, el erotismo, las crisis familiares y los personajes con graves conflictos de personalidad, que casi nunca son solucionados o, el menos, no de manera correcta. Por su parte, en un género tan sano como el infantil, se dan programas con dosis de violencia camuflada en "inocentes" dibujos animados. Tienen gran acogida entre los niños, a quienes más afectan los mensajes bélicos". [Ibid., 232-233]

Y, finalmente, condenados sin paliativos se encuentran los seriales televisivos o "culebrones":

"[...] en general contienen elementos negativos por el lado del erotismo, la violencia, el culto al dinero y a la vida fácil, y una visión distorsionada de la familia y los valores familiares. Tienen además la característica de no dejar nada prácticamente al televidente y de recurrir a las tramas fáciles y los personajes estereotipados, que las alejan de cualquier posibilidad de innovación o creatividad." [Ibid., 235]

En cada uno de los apartados se incluye una lista de programas mayoritariamente de producción norteamericana, para que los lectores puedan hacer su comparación entre aquellos programas que ya han visto y los que se presentan actualmente por televisión. En este sentido el autor sugiere: "elaborar en familia una lista de los principales programas, extranjeros y del país (incluida la televisión por suscripción o por antena parabólica, si tienen alguno de estos servicios). Lo interesante es que hagan una valoración de cada programa, lo más profunda posible e intercambien ideas dentro de la propia familia y con otras familias". [Ibid., 227-228]

Si analizamos la lista de programas que permiten a los lectores de este libro distinguir entre programas positivos y programas negativos, observamos que los programas calificados de buenos son los que coinciden con los valores familiares que la propia institución asimila como los valores de la familia cristiana. Por el contrario, los programas calificados de negativos son aquellos que presentan formas o modelos de familia diferentes de los que la institución Opus Dei presenta como intrínsecos al modelo de familia cristiana. Esta defensa de lo considerado como valores familiares la encontramos en forma de diálogo en el siguiente fragmento extraído del mismo volumen Familia y televisión:

"DIEGO: ¿Por qué la televisión en lugar de difundir los valores familiares, los ataca?

ENRIQUE: Definamos antes el significado del término "valor". Un valor es un bien moral o espiritual que el hombre ha elegido consciente y libremente, en orden al perfeccionamiento de su vida y orientado al fin último para el cual el hombre ha sido creado.
CAMILA: ¿Y qué hay de los valores familiares?
ENRIQUE: Este es un punto clave. La institución matrimonial está muy afectada por la televisión. Se ha hablado más de divorcio y separación que de unidad de la familia. Se presenta el matrimonio entre divorciados como algo normal, como algo social y moralmente aceptable. Y se ven películas dirigidas a acostumbrar a los niños a la situación de ser hijos de padres divorciados y vueltos a casar, antes que a defender la indisolubilidad del matrimonio.
C.: Además, he visto que le hacen propaganda a la infidelidad matrimonial.
E.: En efecto. El adulterio y el concubinato son tema diario en la televisión. Los protagonistas casados suelen tener por lo menos una aventura extramatrimonial en algún episodio. Según lo muestra la televisión, el matrimonio parece apocar a los hombres y hacerlos ineptos para el ritmo de vida del mundo moderno. Rara vez es mostrado como una realización personal, y muchas veces como una fuente innumerable de frustraciones y fracasos.
PILAR: Pero no siempre es así. Hay series muy buenas y sería injusto dejarlas por fuera. Por ejemplo "Ocho es suficiente", "Familia", "La vida continúa".
E.: Es muy cierto. Afortunadamente aún hay programas que hablan bien de la familia. No sólo las que citaste, sino muchas otras. Aunque algunos de esos programas sólo se transmiten en el país en el que se producen, son buenos difusores de los valores familiares; dan importancia a la unidad, a la fidelidad, la sinceridad y el diálogo, sin negar las eventuales dificultades, ni dejar de tratar temas difíciles, pero manejados con criterio.
C.: Quisiera preguntarle algo más sobre los valores familiares. Concretamente sobre el aborto. Recuerdo especialmente una emisión de "Comando Especial" donde, en un diálogo entre dos de los protagonistas se exponían los puntos a favor y en contra sin optar por ninguno de los dos.
E.: Hay que tener en cuenta que el aborto está legalizado en muchos países, y muchos realizadores temen oponerse a este tipo de injusticias. Otros defienden el aborto escudándose en argumentos donde el respeto a la dignidad y la vida humana brillan por su ausencia. El aborto es un crimen. Abortar o no abortar no es una decisión en manos de la mujer, por la que se puede optar o no, según su conveniencia. Esa vida no le pertenece a la madre, y no puede disponer de ella. La mujer que opta por abortar opta por el homicidio.
D: Veo que el tema de los valores es mucho más grave de lo que pensaba al principio.
E: En efecto. Muchas veces somos espectadores pasivos de la televisión y no nos damos cuenta del aluvión de informaciones que nos llega con cada imagen.
D: (repentinamente pensativo): ¿Sabe, profesor?, lo que me ha dicho me desanima un poco. Ahora me da la impresión que será muy difícil para mi hacer algo por los valores en la televisión.

E: ¡Diego, por favor! Si la televisión no es mala en sí. Si tiene defectos, éstos son remediables, justo en la medida que haya profesionales responsables que saben lo que hacen. La televisión es algo con lo que tú y tus hermanos tenéis que convivir y aprender a afrontar. Es necesario aprender y enseñar a ver televisión; además, tiene muchos aspectos positivos, incluso en la transmisión de valores." [Ibid., 154-159]

Y, como resumen, al final del diálogo aparece la frase: "La televisión es un gran invento; los programas no siempre." [Ibid., 292]

Pero, ¿cómo se puede aprender y enseñar a ver la televisión? Para responder a esta pregunta, el libro presenta unas estrategias y planes de acción. A continuación transcribimos parte de uno de estos planes. Sin embargo, antes tenemos que decir que diálogos como éste se presentan a lo largo del libro para explicar los temas que se consideran como más controvertidos. Estos temas son:

-TV, sexualidad y erotismo. [Ibid., 77-97]

-Televisión y violencia. [Ibid., 99-112]
-El consumismo y materialismo. [Ibid., 113-127]
-TV y manipulación. [Ibid., 129-142]
-Televisión y valores humanos. [Ibid., 145-159]

-Televisión y religión. [Ibid., 161-176]

Resulta significativo, sin embargo, que de estos seis temas el único que presenta un plan de acción detallado sea el primero: Televisión, sexualidad y erotismo. Y es el siguiente:

  • Consiga una guía actualizada de la programación de televisión (hágalo también si tiene televisión por cable o suscripción, o servicio de antena parabólica) y vea qué contiene la programación de todos los canales que usted recibe en casa.
  • Haga una lista de los programas que ven sus hijos solos y los que ven con sus padres o en compañía de algún mayor.
  • Observe cada uno de estos programas al menos una vez (aunque lo ideal es que lo vea varias veces) y si nota una cantidad marcada de escenas con sexo y erotismo o insinuaciones fuertes al respecto, opte por impedir que sus hijos la vean. ¿Cómo? Recuerde el horario del programa y haga lo posible para que a esa hora no prendan [Nota del traductor: Sí, "prendan". En el original, el diálogo está en castellano] el televisor o vean un programa distinto en otro canal, o vean una película en vídeo.
  • Trate de que sus hijos no vean solos los dramatizados, telenovelas o "culebrones", series de acción, o programas de vídeos musicales. Intente que siempre que observen un programa de éstos haya un adulto responsable acompañándolos.
  • No permita por ningún motivo que sus hijos vean los canales de TV por cable o de antena parabólica después de las 10 de la noche sin verificar antes la película que van a pasar. Recuerde que en esos canales, al principio de cada película, se coloca la clasificación del público que puede verla. [...] Recuerde que, aunque haya usted verificado que la película que van a emitir en cierta hora de la noche no tiene mayor problema, es importante que algún adulto permanezca cerca del televisor y verifique constantemente que la película no incluya altas dosis de sexo y erotismo, o que su hijo no esté cambiando de canal mientras está solo.
  • Si descubre que su hijo está viendo películas eróticas o pornográficas en televisión o en vídeo, impida que vea televisión a ciertas horas, y evite la posibilidad de alquilar vídeos.

Pero lo más positivo es que: Sus hijos sepan que este tipo de películas les perjudica como personas y ellos libremente y porque les da la gana no quieren verlos. Cuando esto sucede se puede decir que esos hijos saben comportarse como personas libres y responsables: Están bien educados.

  • No deje televisores ni vídeos en el cuarto de sus hijos.
  • Aunque sus hijos sean mayores y tengan televisor en su cuarto, no les facilite vídeo, acceso a la parabólica, etc.
  • Cuando usted sepa de películas muy buenas que van a presentar en la televisión o en los teatros, no dude en invitar a sus hijos adolescentes". [Ibid., 95-97]

Este plan de acción tan prescriptivo y pautado contrasta con las orientaciones para diseñar, según el caso, diferentes planes de acción que se presentan en los capítulos dedicados a la violencia, primero, y al consumismo y materialismo en la televisión, después. Empezaremos por el capítulo dedicado a la violencia en la televisión, donde se presentan los elementos de lo que se define como educación preventiva:

"No olvide la Teoría del Teatro: Las ideas que llegan primero a la mente de los niños y jóvenes son las que más se graban, se sientan, y son más difíciles de cambiar. Hay que procurar, pues, que:

-la violencia no llegue primero que la paz;
-la venganza primero que la justicia;
-el odio antes que el amor.
Y esto se logra principalmente de tres maneras:

  • Controlando los programas que ven los hijos.
  • Dándoles buen ejemplo e inculcando virtudes.
  • Estando cerca de ellos, demostrando interés y comprensión.

De este modo se llega antes." [Ibid., 110-111]

Un plan de acciones como éste, si lo comparamos con el diseñado para el tema "Televisión, sexualidad y erotismo" se queda en poco más que en comentario obvio. En la misma línea presentamos el plan de acción dedicado a la violencia en televisión, donde también se incluyen otros planes para cuando "la violencia televisiva ya se manifiesta en el comportamiento de los niños" y la acción preventiva ya no puede actuar:

"Los planes de acción deben ser de presente o para remediar errores pasados como:

  • Corregir sin aspereza, pero de modo que se sepa que se ha hecho mal.
  • Para detener un problema como la violencia -desde malas palabras hasta acciones concretas- el buen ejemplo es esencial.
  • Cortar con la mala influencia dejando de ver los programas nocivos, o mediar la influencia del programa explicando o haciendo
    claridad sobre los puntos que necesiten. Todo depende del programa en cuestión. En algunos casos hay que apagar el televisor decididamente.
  • Reforzar los hábitos que conducen al comportamiento pacífico, como la piedad, por ejemplo.
  • Estimular la lectura de literatura infantil y juvenil sana.
  • Canalizar la energía juvenil hacia el deporte." [Ibid., 111-112]

En una orientación similar se presentan planes "para combatir el consumismo y la visión materialista de la vida":

"

  • Necesidad urgente de educar a sus hijos en virtudes como: templanza, desprendimiento, austeridad, generosidad, sencillez, sobriedad.
  • Inculcar a los hijos que los bienes que se poseen implican una responsabilidad, un compromiso y un disfrute justo y moderado.
  • No ser complacientes ante todos los caprichos de los hijos, ni darles demasiado dinero de bolsillo para gastos propios.
  • Enseñarles a manejar el dinero responsablemente.
  • Hacerles ver, sobre todo con el ejemplo, que los valores espirituales son lo más importante." [Ibid., 126-127]

Y al final se resalta la necesidad de no premiar ni castigar a los hijos con dinero.

El caso Daniel

A continuación presentaremos el estudio de caso que con el nombre de su protagonista, Daniel, quiere ilustrar lo perniciosa y nociva que la televisión puede llegar a ser. Este caso se encuentra en volumen Educar hoy que dedica uno de sus capítulos a la relación familia-televisión. [Educar hoy, 113-126]. En este capítulo se vuelve a hablar de la parte "positiva" de la televisión, primero, para seguidamente ilustrar la parte negativa -por la que se exige su control- con el estudio del caso que presentamos. En la vertiente positiva, la televisión se presenta como un "magnífico medio para transmitir conocimientos y valores; basta con que sean positivos y morales, para que este sistema de comunicación se convierta en un excelente medio educativo" [Ibid., 121]. Asimismo, "mientras esta situación no llegue a establecerse, habrá que poner los medios necesarios para adelantarla, llevar un control rígido de los programas y hacer uso de las películas vídeo-hogar que, con una previa orientación, pueden cubrir un buen número de horas. Cuando se quiera utilizar la televisión como medio formativo directo, será aconsejable acudir a vídeos especialmente editados para este fin". [Ibid., 121-122] Este consejo de ejercer control sobre los programas y emplear vídeos educativos, introduce el relato que pretende ilustrar la amenaza que los medios de comunicación calificados de "negativos" representan para la familia, así como de las consecuencias del mal uso de la televisión.

"Hoy la familia Martínez ha tenido un mal día; Juan, el padre, acaba de regresar de la comisaría con su hijo Daniel y en casa todo son caras largas y preocupadas. Ese día, Daniel no apareció a comer y no sabían dónde se encontraba. A las cinco de la tarde, llamaron de la comisaría para informar que permanecía retenido por estar implicado en un asunto de drogas y entre declaraciones e interrogatorios, no le dejaron libre hasta las nueve de la noche.

Daniel es el tercero de cuatro hermanos. Tiene veintitrés años y aún no ha conseguido aprobar el primer año de Biología. Su hermano Jorge terminó en junio la carrera de Arquitectura, y Olga, la mayor, de veintiséis años, está haciendo un máster en Economía. Esther sigue siendo la niña de la casa, a pesar de sus quince años.
Monse, la madre, además de trabajar como abogado, tiene sobre sus hombros la responsabilidad de la casa. Entre ambas obligaciones disfruta de jornada de trabajo continua, incluidas fiestas.
Un viernes por la noche, hace quince años, Daniel (8) y Jorge (9) decidieron ver una película de la televisión. En el colegio se comentaba que era muy fuerte, y ese día, aprovechando que estaban solos en casa, tenían la gran ocasión de ver algo que normalmente sólo veían sus padres.
Hubo una escena erótica que sólo vio Daniel, porque en ese momento Jorge estaba en la cocina bebiendo agua. En la cama le costó dormir ya que la escena se le repetía una y otra vez, y al día siguiente le seguía costando. Por fin, decidió ponerlo en práctica, y de un modo instintivo y poco a poco se convirtió en vicio del que no pudo desprenderse.
Las notas fueron bajando y la madre alguna vez pensó:
-Daniel parece aburrido; está como triste.
A los diez años, encontró a unos amigos con aficiones parecidas y eso ya era más divertido... Un día probó un pitillo.., a los quince años, el pinchazo... después... La historia fue similar a otras muchas.
Sus padres ya lo decían:
-A Daniel no le van los estudios.
Tanto repetirlo, él mismo acabó por convencerse de que lo suyo era otra cosa.
Al regresar de la comisaría, Daniel hizo el propósito de enmendarse. Dejaría los amigos y se pondría a trabajar, ya que la vida que llevaba no merecía la pena... Tuvo una conversación muy larga y le contó TODO a su padre.
-¡Si no hubiera sido por aquel programa!
Se acordaba perfectamente del suceso... le había dado tantas vueltas.
Esa noche, a Juan, su padre, no se le iba de la cabeza una pregunta:
-¿Y si el que va a beber agua a la cocina es Daniel en vez de Jorge?

Monse y Juan habían notado el cambio en Daniel; pero, ¿por qué no le dieron importancia?" [Educar hoy, 122-128]

Resulta fácil reconstruir el pasado tomando como base el presente; otorgando a un hecho el efecto desencadenante de una situación que es vivida como problema. Es evidente que culpando a la televisión de un hecho, las consecuencias observables aumentan la fuerza de la condena. Por otro lado, en el comentario que sigue al caso, éste se presenta como la prueba de que los hechos importantes suelen ser consecuencias de un pequeño suceso. Lo que no queda tan claro es qué ha hecho de Daniel un drogadicto y de Jorge un buen estudiante: si "la escena erótica que sólo vio Daniel, porque Jorge estaba en la cocina bebiendo agua", o bien otros hechos o situaciones.

"Si Daniel no hubiera visto la televisión ese día, su vida podía haber discurrido por otros caminos, y si Jorge no hubiera estado en la cocina, desconocemos su fortaleza para dejarse llevar por la tentación. Las posibilidades son múltiples." [Ibid., 128]. Entonces, si las posibilidades son múltiples, ¿por qué culpabilizar de esa manera a un programa de televisión?

El grupo de amigos

Cuando hablamos de socialización de los hijos, la tendencia es situarla en relación con los adultos (padres, profesores), olvidando que es también el grupo de amigos [peer group] donde tienen lugar importantes procesos de socialización. En el grupo de amigos la socialización opera entre individuos del mismo grupo de edad, con ello el concepto de autoridad se desvincula del de la edad:

"Los buenos amigos son educadores de los hijos. Es una educación espontánea e informal, pero no por ello menos eficaz que la educación programada y formal. Los padres sabios educan a sus hijos con la colaboración de los amigos de esos hijos. Los padres que esperan que sus hijos mejoren con la sola influencia de los propios padres están en un error. El padre inteligente educa a través de otros miembros de la familia extensa (abuelos, tíos, etc.) y a través de los profesores y amigos de los hijos. Naturalmente ello requiere que los padres tengan una comunicación habitual con los demás educadores; una comunicación que intente llegar a la relación de amistad." [Gerardo Castillo Ceballos, Preparar a los hijos para la vida, colección "Hacer Familia" n. 16 (Madrid Palabra, 1993), 171]
"Se dirá con razón que es más fácil pedir colaboración a familiares y profesores que a los amigos de los hijos. Con estos últimos hay que lograr una colaboración sin pedirla expresamente." [Ibid., 171-172]

Los buenos amigos y los amigos malos

Dentro del tema más general del tipo de relación establecida entre la familia y los otros agentes socializadores, dedicamos un apartado al grupo de amigos para mostrar que, como vimos al referirnos a la televisión, se hace primero una distinción entre amigos buenos y amigos malos para después introducir, a modo de plan de acción, estrategias para que los padres seleccionen los amigos de sus hijos, según si el modelo de familia en que son criados coincide o no con el modelo propio. Así, encontramos que en el libro, de la colección, Preparar a los hijos para la vida se explica que para educar a los hijos es necesario enseñarles a desarrollar diferentes papeles, diferenciándose entre aquellos que se orientan a la vida adulta: buenos esposos, padres, profesionales, ciudadanos; y aquellos otros que se orientan a la vida pre-adulta: buenos hijos, hermanos, estudiantes, amigos. En las siguientes páginas nuestros comentarios se centran en estos últimos: en los amigos de los hijos.

"No es frecuente que, entre los objetivos de educación de los hijos, los padres incluyan alguno relacionado con la educación de la amistad. Muchos padres no son conscientes de las posibilidades y de los riesgos que tiene la vida de amistad para la mejora de sus hijos como personas, especialmente en la época adolescente y juvenil.

Los pocos padres que suelen interesarse por este tema lo hacen tarde: cuando sus hijos adolescentes tienen algún problema serio a causa de la influencia de un mal amigo.
Los padres deben saber a tiempo que la influencia de los amigos durante la adolescencia (12 a 16 años) y edad juvenil (17-25 años) suele ser decisiva, para bien o para mal, para la vida actual y para la vida futura.

Un hijo puede tener un mal amigo porque no sabe distinguir la verdadera de la falsa amistad o de sus sucedáneos ("amigos" para tomar copas, por ejemplo). También puede deberse a que es poco exigente en este tema: como no se esfuerza por ser un buen amigo tampoco espera mucho de sus amigos." [Ibid., 157-159]

En esta cita se distingue entre amigos buenos y amigos malos; pero, ¿quiénes son los unos y quiénes los otros?

"[...] si se dan facilidades a los hijos para que traigan a sus amigos a casa, ello será una ocasión para que esos amigos conozcan los criterios educativos que se siguen en esa familia (los podrán deducir de las costumbres que existen, de las conversaciones en las que participan, del tipo de revistas que se compran, de las normas con respecto al uso de la televisión, etc.). Y si, además, existe una relación cordial entre los padres y los amigos de los hijos, los amigos probablemente tenderán (más o menos conscientemente) a actuar en la misma dirección)." [Ibid., 172]

Por tanto, los buenos amigos son aquellos que como agentes socializadores coinciden con el modelo de que la familia, agente socializador por excelencia, transmite. La función socializadora de los amigos, al ser coincidente, se valora como positiva, reforzante. Por el contrario, los amigos malos, los falsos amigos, son mostrados como aquellos que representan modelos alternativos de organización, costumbres y hábitos familiares.

Al igual que hicimos al presentar la televisión, en el tema de los amigos de los hijos se presentan planes de acción para que los padres puedan ejercer cierto control sobre algunas formas socializadores manifiestamente hostiles. En el libro con el que iniciábamos este apartado dedicado al grupo de amigos (Preparar a los hijos para la vida) se presentan actividades dirigidas a los padres "para educar la amistad", las cuales se estructuran en forma de estrategias o planes de acción. Presentamos a continuación ejemplos de diferentes planes de acción:

-Un plan de acción para que un hijo sin amigos llegue a tenerlos a corto plazo. Ello exigirá a los padres crear o aprovechar algunas situaciones concretas que permitan convivir con otros chicos de modo personal y agradable. Por ejemplo, fiestas de cumpleaños; ir a esquiar durante el fin de semana, etc.

-Un plan de acción para que los hijos puedan, durante los fines de semana convivir tanto con sus amigos como con su familia. Ello requerirá: elegir bien el lugar en el que la familia estará; que los momentos de convivencia familiar no coincidan con los momentos en los que se suele salir con los amigos, etc.

-Un plan de acción para que un hijo que tiene un mal amigo corte esa relación por decisión propia. Ello exigirá a los padres pensar en posibles argumentos a utilizar; ponerle en contacto con otros chicos con buenas cualidades, con el fin de que no se centre en el "mal amigo"; hablar del problema al profesor-tutor para que coopere, etcétera. [Ibid., 180-181]

En resumen: Los agentes socializadores que, como el grupo de amigos o la televisión, no mantienen aquella unidad de formas y criterios tan propia de las primeras etapas de socialización donde la familia actúa como agente primordial, provocan la necesidad de inventar o generar filtros o estrategias de control a fin de preservar la coherencia del grupo en lo que se refiere a modelos subjetivos de realidad.

Los clubs juveniles

Queremos incluir los clubs juveniles en este apartado dedicado a la relación de los padres con los amigos. La razón de esta inclusión es que se presentan como centros educativos extraescolares "al servicio de la familia", colaborando con ella "en la educación del tiempo libre". Un tiempo libre que implica necesariamente la relación con un grupo de amigos, de chicos o chicas del mismo grupo de edad. [Al igual que los colegios, los clubs son masculinos o femeninos; esta distinción se refleja en el tipo de actividades que en ellos se ofrece].

"Los clubs juveniles regentados por instituciones solventes que se preocupan de la formación de la juventud pueden ser un buen complemento para el tiempo libre de los hijos y es frecuente que cuiden al máximo los tiempos que deben dedicar a estudiar, e incluso fomentan el que los chicos se ayuden entre sí en el estudio." [José Manuel Cervera & José Antonio Alcázar, Las relaciones padres-colegio, colección "Hacer Familia" n. 73 (Madrid: Palabra 1995), 188-191]

Así es cómo los clubs se presentan en calidad de centros donde el estudio y actividades extraescolares (teatro, música, idiomas, etc.) se combinan. Sirven también como espacios donde iniciar amistad con chicos o chicas de ambientes familiares similares. Además, en estos centros, como ocurre en los colegios, se preparan actividades y cursos que también están orientados a los padres. Estas "actividades familiares" incluyen conferencias-coloquios sobre la educación de los hijos, cursos y programas de orientación familiar, excursiones, jornadas familiares de esquí, concursos, etc. Se repite por tanto la fórmula que volveremos a ver cuando tratemos de los colegios: son centros que se presentan como "colaboradores" de los padres en la educación de los hijos, pero que acaban por convertirse también en centros formadores de los padres.

Luis, el hijo adolescente de nuestros amigos María y Ricardo, está planteándoles un nuevo problema:

-¡Mamá! No puedo estudiar en casa: En mi habitación me molesta José (el hermano de 9 años) y Juan no me deja estudiar con él, dice que le distraigo.
-Bueno hijo, lo hablaré con papá, en casa no hay muchas soluciones.
Por la noche, cuando está María sola con Ricardo, aborda el tema:
-Sabes, Ricardo, que Luis está en un momento difícil y que le cuesta "ponerse" a estudiar. Ahora me dice que no encuentra dónde "concentrarse" en casa.
-Vaya, mujer, una nueva excusa que ha buscado.
-No pienso igual, tiene bastante razón, pues tiene pegas con sus hermanos, que quizá se aumenten por su adolescencia, pero el caso es que le hemos de dar solución o rendirá menos en el estudio.
-La casa no se puede estirar y en el comedor alegará que se distrae con el pequeño.
-Hay una posibilidad si le animáramos para que acudiera al club Planalto. ¿Te acuerdas que estuvimos visitándolo cuando le inscribimos en el campamento de verano?
-Sí, y me gustó mucho la sala de estudio. Los chicos parecían trabajar seriamente. [...]
En el club conocían ya a Luis del campamento veraniego y les aconsejaron que les acompañara en la visita para que además de la sala de estudio pudiera conocer otras actividades que organizaban a lo largo de la semana.

Padres e hijo visitaron el club, conocieron sus instalaciones y, lo que es más importante, a los universitarios que dirigían las actividades de guitarra, aeromodelismo, etc. Les entregaron también el plan de excursiones del trimestre." [Ibid., 188-191]

Las relaciones de los padres con el colegio

En el citado libro Ética del quehacer educativo, dentro del capítulo titulado "Educación, familia y colegio", el autor comenta la dificultad de hacer ver a los padres que ellos son los primeros educadores de sus hijos, y que su tarea de educadores no se limita a llevarlos a un buen colegio:

"En efecto, esa tarea resulta a veces un tanto ardua, cuando se da todo un ambiente de pérdida del sentido ético y de su fundamento, de Dios. En principio, los profesores tendrían que encontrarse con aquella tarea -la conciencia educadora de los padres- resuelta: tendrían que encontrarse con padres que saben bien lo que quiere decir ser padres, que saben lo que quiere decir educar y que ésta es primordialmente misión suya.
Cuando los padres no saben bien eso, el buen profesor tiene una doble tarea: educar a los padres -como padres- y a los hijos. Como decía Mons. Escrivá de Balaguer, hace bastantes años, a los directores de un colegio de Bilbao, señalándoles el orden de su atención: "primero los padres, luego los profesores y por último los alumnos". Sin buenos padres y sin buenos profesores, es casi imposible que haya buenos alumnos, que el colegio realmente eduque. Por otra parte, hemos de pensar que -quizá especialmente hoy por las circunstancias ambientales- todos hemos de procurar educarnos unos a otros)." [Cardona, Ética del quehacer educativo, 47-48]

En esta cita confluyen dos de los elementos que nos ayudarán a analizar la relación que se establece entre la familia y el colegio. Estos elementos son, por un lado, los criterios de los padres en la elección del colegio y, por otro, la formación que reciben los padres en tanto que agentes socializadores de sus hijos.

Empezaremos con un fragmento extraído del capítulo titulado "La elección del colegio para nuestros hijos", de libro Las relaciones padres-colegio, con el fin de ilustrar lo que se presentan como criterios a tener en cuenta por los padres en el momento de escoger el colegio de sus hijos:

"Para que un colegio pueda ser objeto de una elección razonada por parte de los padres, debe tener un proyecto educativo claro y coherente asumido por todo su profesorado. La claridad del ideario facilitará la libre elección por parte de los padres y profesores, y les responsabilizará posteriormente a ambos a participar en su cumplimiento, en beneficio de la educación de los hijos o alumnos.

Una empresa se convierte en centro educativo cuando realmente le preocupa la formación integral del alumno y no meramente su instrucción. El profesor adquiere entonces el compromiso de educar, que es mucho más que enseñar, sabiendo que: El profesor no sustituye a los padres en su primera responsabilidad educadora de los hijos.

En la situación actual de pérdida de valores en la sociedad, el colegio y la familia necesitan ir muy unidos para tener buenas posibilidades de éxito en la educación en valores. Un aspecto decisivo para los padres, que deseéis mantener el protagonismo educativo, es que elijáis un centro educativo que así os considere: primeros responsables de la educación de vuestros hijos, no sólo teóricamente, sino también en la práctica porque tenga previstos los cauces para lograr vuestra eficaz colaboración en la educación de vuestros hijos."

Se presenta así la actuación de colegio como "delegada" y "colaboradora" de la acción educativa de los padres. Insistiendo: "En los centros así concebidos, lo normal es que os animen a los padres a mantener una estrecha y permanente relación con el colegio, sobre todo a través del preceptor de vuestros hijos y os ofrezcan la orientación que necesitéis para facilitar una buena coordinación entre vuestra acción educativa familiar y la del colegio." [Ibid., 74]

Más adelante comentaremos las funciones del preceptor. Sin embargo, antes nos parece necesario resaltar la importancia, según este fragmento, de conocer el ideario o los principios educativos que rigen la vida del centro educativo para poder participar en él. Además, destaca la necesidad de que el colegio disponga de canales mediante los cuales los padres puedan ejercer el derecho y la responsabilidad de primeros educadores de sus hijos. En este sentido, la figura del preceptor se presenta como primordial porque actúa coordinando las acciones de los padres con las del colegio. Y si bien es cierto que las relaciones entre los padres y el colegio se presentan de tal forma que el protagonismo recae sobre los progenitores, el colegio mismo canaliza programas de formación dirigido a los padres donde éstos tienen una actuación, en vez de colaboradora, receptiva:

"Desde el colegio se nos debe animar a los padres para que dediquemos lo mejor de nuestro tiempo a los hijos. Los padres necesitamos que se nos ofrezca ilusión, la seguridad de que somos capaces de educar muy bien a nuestros hijos y una amplia gama de sugerencias prácticas de modos de hacer educativos en nuestra familia. Los padres que asumimos nuestra responsabilidad de primeros educadores, necesitamos seguir educándonos, pues sólo en la medida en que lo hagamos, seremos capaces de educar bien a nuestros hijos." [Ibid., 231-232]

De esta manera se cambia el discurso de padres-protagonistas de la educación de los hijos por el de padres-educandos [N.T.: padres receptores de educación] para la educación de los hijos: "Los padres tenemos que autoeducarnos y formarnos para ser padres protagonistas". [Ibid., 232]. Este cambio de orientación del discurso permite formular afirmaciones como la siguiente:

"Los padres hemos de estar dispuestos a poner en práctica en la vida familiar unos criterios educativos básicos coincidentes con el colegio, porque de otra forma la incoherencia entre estos dos ámbitos naturales de la educación perjudicaría a nuestro hijo. Por esta razón, un buen centro educativo debe facilitar, con altura profesional y humana, los medios oportunos para que los padres profundicemos en el sentido vocacional del matrimonio y de la educación de los hijos, ayudándonos a ser coherentes con los principios educativos que nos llevaron a escoger ese colegio." [Ibid., 232-233]

Destacando que "un buen colegio se preocupa de la educación de los padres." [Ibid., 233]

Precisamente, en cuanto al tema de la educación de los padres, este volumen presenta tres metodologías de formación para los padres. Éstas son: a) Ciclos de charlas educativas; b) Programas de Educación Familiar (PEF); y c) Cursos de Orientación Familiar (COF).

Los Ciclos de charlas educativas se presentan como conferencias seguidas de coloquio, organizadas bien por la dirección o bien por la Asociación de Padres. Lo más significativo es que no se presenta como una actividad puntual o esporádica:

"Cuando los padres acudimos con regularidad a estos ciclos de charlas adquirimos una buena formación, no sólo en un conjunto de temas educativos básicos, sino también en aquellos temas de actualidad, aborto, eutanasia, control de la natalidad, podrían ser algunos, sobre los que tenemos que dialogar con los hijos para darles criterio y contrarrestar así la influencia contraeducativa de esta sociedad permisiva.
Esta labor formativa de los colegios se puede complementar con la recomendación de libros y publicaciones sobre los temas clave del matrimonio, la familia y la educación de los hijos, que pueden ser objeto de comentario en otras reuniones de padres o en sucesivas entrevistas con el preceptor." [Ibid., 233-234]

Los Programas de Educación Familiar se presentan como la metodologías más adecuada "para hacer reflexionar y actuar a los padres en la educación cotidiana de sus hijos, en el ámbito familiar, a través de Planes de Acción". Presentamos a continuación uno de los citados planes:

1. Los padres estudian, con el apoyo de unas guías de trabajo [estas de estas guías de trabajo se encuentran al final de cada libro y son más bien guías de lectura...], un libro escrito con esta finalidad. La Colección "Hacer Familia" está especialmente escrita con este objetivo.

2. Para aplicarlos en la propia familia los padres diseñan Planes de Acción orientados a que los hijos adquieran o mejoren en algún hábito de comportamiento.
3. En la vida familiar motivan a los hijos para realizar estos Planes de Acción, controlan sus resultados y anotan las experiencias vividas.
4. En una posterior reunión de matrimonios, en el colegio o en un hogar, se comunican y comentan las experiencias que se consideren oportunas.
5. Al basarse en un sistema de enseñanza eminentemente positivo y no poder plantearse problemas particulares delante de los demás padres, es necesaria la figura del "Asesor Familiar", que puede ser asumida por:
a) El preceptor de la familia, con conocimientos de la metodología PEF.
b) Un experto en la educación positiva de la Voluntad y en la metodología PEF.

Los padres que siguen estos programas descubren, día a día, nuevos horizontes educativos y aprenden a vivir su misión de padres con mayor efectividad." [Las relaciones padres-colegio, 234-236]

Encontramos en estos programas la figura del preceptor, que se presenta aquí como preceptor de la familia en su función de asesor familiar: otra prueba del papel de educandos que los padres terminan interpretando.

Y, finalmente, los Cursos de Orientación Familiar:

"Aunque la organización de estos cursos es muy flexible, suelen plantearse como cursos profesionales, en los que a lo largo de varias sesiones, normalmente de unas dos horas de duración, y con una metodología participativa, se estudian diversos temas educativos familiares como:

- ¿Qué es educar? Actitudes educativas de los padres.
- La comunicación conyugal. Complementariedad en el matrimonio.
- El conocimiento de los hijos: estudio de las etapas psicológicas del desarrollo. Los diversos tipos de carácter.
- La educación de la libertad: La autoridad y la obediencia.
- El amor humano y la afectividad. La educación de la sexualidad para lograr vivir un amor plenamente humano.
- La educación de los valores: las virtudes humanas y sobrenaturales. La educación de la fe de los hijos.
- Los medios en la educación: El dinero, las lecturas, la televisión.
- La participación familiar. El empleo del tiempo libre.

Esta relación de temas tiene sólo el valor de un ejemplo ya que nunca podría ser exhaustiva, teniendo en cuenta que estos cursos suelen también realizarse especializados según edades de los hijos de los padres asistentes." [Ibid., 236-237]

Como podemos observar en los diferentes temas que se presentan en los Cursos de Orientación Familiar, se combinan temas puramente educativos con otros de relaciones conyugales, haciendo que los cursos de orientación sean más bien cursos de formación. Además, tanto en este programa como en los otros dos presentados "se facilita a los asistentes una documentación especializada sobre los temas tratados y una amplia bibliografía cuya lectura posterior les permitirá profundizar y afianzar las ideas básicas tratadas".

Antes de terminar, deberíamos añadir que en algunos centros se combinan los PEF y los COF, cuya realización conjunta crea las Escuelas de Familias. [Ibid., 238]

La figura del preceptor

La figura del preceptor merece un estudio a parte. De hecho, uno de los capítulos del libro Las relaciones padres-colegio está dedicado exclusivamente a las relaciones de los padres con el preceptor, quien es presentado como el punto de unión entre el colegio y la familia: "el que coordina nuestra acción educativa como padres con la del colegio." [Ibid., 91] Suele ser "un profesor que, por encargo de la dirección del colegio, asume la responsabilidad de ayudar a unos padres en la educación de su hijo." [Ibid., 122] Esta ayuda, teóricamente, se concentra en actuar de nexo entre el colegio y los padres en beneficio de los hijos:

"Entre los padres y los profesores deberá de establecerse siempre un diálogo fluido, pero para que este diálogo sea más orientador para la educación de nuestros hijos, es conveniente que sea un solo profesor, que recibe de la dirección del colegio el encargo de ser preceptor de uno, o mejor de todos los hijos, que una familia tiene en el colegio, el que se realice periódicamente con los padres.

El preceptor que coordina nuestra acción educativa como padres con la del colegio, tratará de ponerse de acuerdo con nosotros para alcanzar un objetivo en la educación de nuestro hijo a través de las tareas concretas que a la familia y al colegio le competen.
Cuando un hijo nos plantee una duda, eso que decimos a veces, "no sabemos por donde tirar", deberemos acudir a charlar con el preceptor. En ocasiones será el preceptor el que tome la iniciativa y nos llame, cuando considere que puede aconsejarnos en algún aspecto importante para la educación de nuestro hijo que ha detectado en su frecuente trato con él, o estime que nos estamos dejando "algo en el tintero" en el trato con nuestro hijo.

Lo que nunca deberá hacer el preceptor es sustituirnos, porque empobrecerá nuestro papel de padres y nos suplantaría en las decisiones que debemos tomar." [Ibid., 91-92]

En esta cita encontramos expresada de forma similar la ambivalencia entre, por una lado, la autoridad que se otorga a los padres en su papel de primeros educadores de los hijos y, por el otro lado, su cesión en beneficio de la institución escolar a través de la figura del preceptor.

La función del preceptor sería "ayudar a los padres a diseñar el proyecto educativo personal que convenga a su hijo, procurando que haya unidad de criterios y de acción educativa entre la familia y el colegio." [Ibid., 122] Pero la cuestión está en saber qué criterio prevalece en caso de conflicto: si el del colegio o el de la familia.

"[...] el preceptor no resuelve a nuestro hijo sus problemas sino que le hace reflexionar para que él mismo encuentre soluciones y tome las decisiones oportunas. Así nuestro hijo irá tomando conciencia de la responsabilidad de las propias acciones, se educará en la libertad e irá formando su capacidad de criterio.
La preceptuación requiere un clima de intimidad y alegría para que el alumno vea en el preceptor una persona que ayuda y orienta, que estimula y entusiasma siempre, animando a alcanzar objetivos altos por los que vale la pena esforzarse, objetivos que se refieren no sólo al estudio sino también a la conducta, al modo de vivir en todos sus aspectos." [Ibid., 122-123]

Este clima de intimidad -como se dice en la cita- puede llegar a niveles que dificulten el espíritu de libertad que proclama el texto, en especial cuando no queda nada claro dónde se encuentran los límites de actuación del preceptor. Así, "el preceptor ha de cuidar los detalles de tono humano: el modo de vestir y de expresarse, los pormenores de la educación, las buenas maneras." [Ibid., 135]

Para finalizar este último punto sobre la figura del preceptor, trataremos de lo que se presentan como sus colaboradores: los profesores, el equipo técnico y el sacerdote. Empezaremos con el comentario que aparece en el volumen sobre la colaboración de los profesores con el preceptor:

"Los profesores observan el comportamiento de un alumno en la vida diaria de su clase pudiendo así anotar su interés por el estudio, el modo de trabajar, el orden, el cuidado de los materiales escolares, las relaciones habituales entre compañeros y otros muchos aspectos que comentarán con su preceptor facilitándole así el mejor conocimiento del alumno. También, se tiene la posibilidad, en cuanto se detecta un problema, de adoptar con oportunidad las soluciones exigidas en cada situación.
El equipo educador se reúne periódicamente para evaluar los resultados docentes de los alumnos. En estas sesiones el preceptor recibe de cada profesor las informaciones oportunas sobre la marcha del estudio de su asignatura por el alumno y las indicaciones concretas para la mejora de los resultados. A su vez el preceptor informa a los profesores sobre el alumno para coordinar la acción educativa de todo el equipo educador." [Ibid., 137-138]

Pero teniendo en cuenta que la valoración de un profesor siempre está impregnada de un relativo subjetivismo, se considera necesario la ayuda de un equipo técnico: el departamento de orientación escolar.

"Su labor fundamental es la realización de pruebas psicopedagógicas a los alumnos para obtener unos datos objetivos sobre su personalidad y aptitudes para las distintas áreas del aprendizaje. El informe psicopedagógico del alumno, permite neutralizar el inevitable subjetivismo que hay siempre en las apreciaciones que de un alumno realizan quienes están conviviendo diariamente con él. Si las observaciones del equipo educador y del preceptor de un alumno coinciden con los datos recogidos en el informe psicopedagógico se tendrá una garantía de que el conocimiento del muchacho es adecuado." [Ibid., 138-141]

Finalmente, tratándose de colegios con idearios cristianos, no se puede olvidar la figura del sacerdote:

"Cuando el alumno ha decidido libremente dirigirse espiritualmente con el capellán del colegio, el preceptor conviene que se relacione con este sacerdote, con el fin de que la acción de uno y otro se apoyen mutuamente. Siempre deberá quedar a salvo la intimidad del alumno." [Ibid., 142]

De esta manera, el colegio se presenta como centro donde los padres pueden participar activamente en la formación de los hijos, aunque en realidad se convierte en un centro de formación, a la vez que para los hijos, también para los padres, adecuándose a unos modelos que no son sólo educativos sino también familiares, y que nacen de la misma institución. El elemento vehiculante entre el colegio y la familia es el preceptor, auténtico aglutinador de las experiencias familiares con los postulados que representa el colegio.

Una vez analizados los agentes de socialización según los criterios de a) función específica y b) edades, descubrimos que cuando los agentes de socialización se sitúan dentro de grupos identificables como por ejemplo el colegio, la relación con el modelo de familia que presentamos es coincidente; contrariamente, cuando se trata de agentes de carácter más difuso, dirigidos a una masa o colectividad, comprobamos que estos agentes están presentados como opuestos, hostiles a este modelo (de donde surge la necesidad de filtros, estrategias para controlarlos, planes de acción...)

En este sentido, podemos clasificar los agentes de socialización que hemos presentado en dos grandes grupos: por una lado, aquellos que cooperan en la construcción de un modelo de familia definido por la institución como "el" modelo válido, tendiendo el grupo hacia él y configurando la percepción colectiva de los miembros supernumerarios del Opus; y, por otro lado, aquellos agentes que no coinciden con este modelo de familia porque presentan modelos diferentes, a veces contradictorios, y que por tanto exigen cierto control mediante mecanismos que nacen del propio grupo.

En cuanto al primer grupo, el coincidente, la estrategia de la familia es participativa; se trata de agentes que participan del modelo de familia, afianzándolos: la familia encuentra apoyo en ellos. Por lo que respecta al segundo grupo, se hace necesaria la utilización de filtros de control con el fin de redirigir el discurso hacia el modelo de familia concreto; el control resulta necesario y se acaba por intercambiar la libertad de escoger por la seguridad que se siente al encontrar -en la mayoría de los ámbitos o esferas que configuran la vida de cualquier individuo en nuestra sociedad- las coincidencias que refuerzan la aplicación, en todos estos ámbitos, de este modelo concreto de familia.

Esta seguridad que da el hecho de habitar un mundo sin contradicciones aparentes, está acompañado por unas pautas prescriptivas (pensemos en los planes de acción) que dictan formas de actuar ante las "agresiones" a la unidad del modelo familiar. De hecho, en este segundo grupo de agentes socializadores contrarios al modelo que se entiende como ideal, se esconde la idea de grupo cerrado ante la sociedad global. Al mismo tiempo, se presenta bajo la dicotomía del "nosotros" ante "los otros"; donde estos "otros" son los de fuera de la organización, de donde provienen las formas diferentes de hacer y de sentir: el peligro... No nos debe extrañar esta postura porque, de hecho, estamos hablando de la primera generación de miembros del Opus, definida como una generación que ha experimentado procesos de resocialización y, por tanto, sus "verdades" son todavía muy débiles. La única forma de luchar contra los criterios opuestos es, en este primer estadio, alejarse, construir un grupo cerrado de seguridades, de fórmulas sabidas y dadas por supuestas. Si, además, añadimos la idea del carácter que hemos definido como receptivo de los miembros supernumerarios del Opus, entenderemos la forma en que quedan transformadas las necesidades de vivir en un mundo sin contradicciones. Todo ello nos reafirma en nuestra definición del Opus como "institución voraz", institución que aglutina todas las esferas en que se mueve y de las que participa cualquier persona en nuestra sociedad, en una sola: la de miembro supernumerario. Esta categoría exige la asimilación de "un" modelo de familia como si fuera "el" modelo.



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