Guardería de adultos: el infantilismo teológico

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Por Inmaduro, 31.05.2010


Llegué al Colegio Romano en 1995 con la ilusión de estudiar Teología para dar respuesta a algunas cuestiones de fe que me inquietaban. Todos los que allí vivíamos -cerca de 100- estudiábamos Teología, Derecho Canónico, o Filosofía. Pronto me dí cuenta de que a ninguno de mis compañeros les interesaba la Teología. Nadie tenía dudas, ni veía problemas. Todos disfrutaban de una fe inconmovible y lo único que les interesaba era terminar los estudios preceptivos para poder ordenarse (si el Padre llamaba al interesado). Por eso las tesis doctorles versaban sobre temas absurdos y autores anteriores a Trento, que no iban a ocasionar problemas de fe porque no tenían relación alguna con las cuestiones que afectan a la fe en nuestros días.

Lo peor es que el infantilismo intelectual que se inculcaba en el Colegio Romano gozaba de la cobertura de una institución presuntamente universitaria. A pesar de que todos estudiábamos en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, puedo asegurar que -al menos en los años que yo estuve allí-, en el Colegio Romano nadie, ni los profesores ni los alumnos, tenía interés alguno por el cultivo universitario de la Teología, entendiendo por universitario el enfoque que no tiene miedo de afrontar las preguntas que plantea la existencia -por muy incómodas que resulten ser- y que trata de darles respuesta honestamente, con argumentos. Si alguno de aquellos profesores o alumnos lee estas líneas y se siente ofendido, que diga públicamente quién de los allí presentes realizó algún trabajo de teología dogmática sobre algún problema planteado por la modernidad cultural. Yo le responderé también públicamente.

Durante muchos años yo me había dedicado al "apostolado de la opinión pública" (aop) y mis inquietudes teológicas tenían dos fuentes: una tesis en Filosofía que hice entre 1985 y 1990 sobre fundamentación racional de la ética y numerosas objeciones sobre la dogmática de la Obra a las que tuve que responder -a veces sin convicción- con motivo de la Beatificación. Desde el punto de vista teológico, me parecía que la tesis de Heidegger sobre la imposibilidad de la teología ontológica clásica -la que se estudia en la Obra- tenía mucho peso y quería saber cómo algunos teólogos -Tillich, Barth, Bonhoefer, entre otros- habían intentado dar respuesta a ese problema desde la fe. Yo contaba a mi favor con que Ratzinger, por aquel entonces Prefecto de la Fe, había intentado también aportar algo al planteamiento de la cristología no metafísica. Pero cuando realicé esta propuesta de estudios, en Cavabianca quedaron desconcertados. Haciendo una excepción, me pusieron al habla directamente con el Decano de Teología de la Universidad cuya respuesta fue: "El tema es muy interesante. Desgraciadamente, no contamos con ningún profesor que conozca a Heidegger, Tillich o Bonhoefer lo suficiente como para dirigir una tesis".

La Obra no prepara sacerdotes que puedan entrar en diálogo de fe con los problemas del mundo. Los problemas del mundo no le interesan. Prepara gestores de la praxis del Opus Dei que en lo teológico son clones de la fe preconciliar de Sanjosemaría y repiten mecánicamente la dogmática del santo Fundador. El "vivir en medio del mundo" de la Obra es un mero convivir material, un coexistir sin comunicar, un impartir sin escuchar. La Obra no quiere saber de los problema teológicos de la Iglesia. Los condena o les vuelve la espalda.

Estas son las cosas que dije a los directores centrales en Roma, en 1998 -más suavemente y desde el cariño de alguien que amaba a la Obra apasionadamente- sugiriendo delicadamente que la Obra -como habían hecho todas las demás instituciones- también debía hacer un "aggiornamento" teológico para que su mensaje fuera mejor recibido en la Iglesia y en el mundo. Eso era ir directamente contra los preceptos del Santo. Yo lo sabía. Consecuencias: en la entrevista de despedida, el Padre, D. Javier Echevarría me dijo "lo tuyo es un problema de inmadurez". Al cabo de dos años los directores regionales me "aconsejaron" que dejara la Obra. El más sabio de los mandantos recibidos en 27 años de entrega. Deo gratias!



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