Familia Opus, especie aparte

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Por LaLectora, 12.04.2021


Quiero escribir sobre un aspecto del Opus que es más colateral pero que, no sé a vosotros, genera más de un quebradero de cabeza: ¿Qué implica tener una familia entera del Opus o miembros relevantes con peso dentro de la familia que sean del Opus como padres, hermanos, tíos?...

He tenido que hacerme esta pregunta después de tener una conversación con un familiar que lleva casi toda su vida en el Opus. Es muy difícil cuando quieres a esa persona pero tienes que abrir los ojos y darte cuenta de los estragos que hace en las relaciones familiares tener personas en una secta o que toda tu familia pertenezca a una secta. Y soy muy clara a este respecto porque el Opus es una secta y deberíamos de hablar de ella desde esta perspectiva. Muchos especialistas como Miguel Perlado no dudan en calificar al Opus de secta. Y una secta daña la identidad de la persona y genera un conflicto en su entorno.

El primer problema que veo es que por mucho que quieras establecer relaciones de igual a igual, si tu postura vital no se adapta ni de lejos a lo que para ellos es moralmente aceptable, es imposible. Y es imposible porque detrás de la amabilidad, de las verdades a medias, de las buenas palabras, del interés que manifiestan, te encuentras con el muro de la superioridad moral y el control que necesitan ejercer para que su entorno familiar se mantenga como ellos consideran que debe ser.

La superioridad moral y el control no dejan hueco a una relación sana. Y yo llamo “sana” a una relación que no tiene un fin como objetivo. Pero claro como hay una vocación y una llamada divina especial, según ellos, esas personas se sienten en el deber de dar todo eso al mundo, tienen una misión y deben influir en los demás. Llamo “sana” a una relación que no espera conseguir nada a cambio, basada en el respeto, la libertad, los intereses comunes y en la que puedas ser tu mismo. Una relación que te hace crecer, es lo contrario a una relación problemática que te obliga a estar poniendo límites constantemente y buscar el modo de que te respeten. Una relación sana implica aceptar al otro sin enjuiciar y sin esperar que cambie.

El segundo problema es la falta de flexibilidad y de autocrítica que veo en las familias del Opus. Puede ser muy evidente, porque son más viscerales y lo ponen de manifiesto enseguida, o estar camuflado bajo una apariencia de amabilidad, de cariño, de buen rollo. No nos engañemos, ellos esperan que cambies tú a la larga o Dios te ilumine del modo que ellos entienden. El problema es que la persona que está en posesión de la verdad no necesita cambiar nada. Está en el buen camino. Hace tiempo que descubrí que “la verdad”, si es que existe algo así, implica estar en constante cambio.

El tercero y quizá el más importante es la rigidez y su consecuencia inmediata: no entender la libertad. Y es que la rigidez es un calvario que no te permite ser libre. Para ellos la libertad está supedita a que no te equivoques. Tienes toda la libertad del mundo, pero no te equivoques. La frase “la libertad está en elegir el bien porque el bien te hará libre” o “la libertad es elegir lo que se debe” que oí en varias ocasiones dentro del Opus, es de una manipulación tremenda. La libertad está en elegir libremente; el bien, el mal, el beneficio o la perdida que obtengas de tu elección es una consecuencia. Hasta las elecciones malas que hayamos hecho nos hacen crecer. Lo que no nos hace crecer es no elegir con libertad. Y ese tipo de frases lo que esconden es: “haz caso, no te vayas a equivocar, y te irá bien”. A el Opus le importa un bledo la libertad, es más, le da miedo, solo quieren la comodidad aparente de la uniformidad. Aparente porque la uniformidad no genera problemas. Solo lo que se sale de la norma, crea problemas. Yo creo que hice una mala elección metiéndome en el Opus hace ya muchos años, me tuve que ir, pero hasta de algo así aprendes y la vida te da la oportunidad de evolucionar y cambiar mucho.

El cuarto problema es la falta de sinceridad y la manipulación que ejercen. Creo que el Opus, por su estructura y las dinámicas sociales que fomentan, genera una perversión de los verdaderos sentimientos. Una disociación entre lo que se siente y lo que se piensa porque se supedita el sentimiento, sin haberlo integrado, a lo que se debe hacer y sentir. No sé si os ha pasado, pero llegó un momento en que la conversación con este familiar se transformó en hacer malabarismos extraños para entender algo entre lo que decía, lo que quería y lo que realmente expresaba.

He conocido a gente con familias del Opus que han tenido que poner kilómetros y kilómetros de distancia de su familia para llevar la vida que querían y conseguir ser ellos mismos y encima son los malos de la película porque se han desentendido. Estar cerca o lejos no es sencillo, da para un manual entero de psicología.

De verdad, para aquellos que están dentro y fuera del Opus, deciros que no existen misiones, ni vocaciones, ni buenos ni malos caminos. Dejemos de echar los balones de responsabilidad que uno tiene hacia sí mismo fuera: “He sido llamado”, “Dios espera de mí”, etc. No somos tan importantes. Si Dios espera algo es que llamemos a las cosas por su nombre y actuemos según nuestra conciencia: “tengo esta necesidad”, “quiero hacer esto”, “esto es bueno para mí y voy a seguir por aquí”, “me he equivocado, pues cambio”, “creo que sería feliz de esta forma”, etc. No hay vocaciones, hay necesidades y elecciones personales. Bueno imagino que para muchos esto es cuestionable, yo lo veo así.

Hay que salirse mucho de la norma que nos rodea para descubrirse a uno mismo.


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