Escrivá y su testamento ausente

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Por E.B.E., 17.09.2011


Incomprensible

«Sería poco comprensible que alguno, al disponer de sus bienes de modo inmediato o en su testamento, se dejara llevar por una preocupación sobre el futuro económico de sus hermanos o de otros parientes, como si se tratara de un hermano soltero que quizá previera especiales obligaciones hacia ellos. Nadie que ha constituido un hogar actúa así: piensa fundamentalmente en los suyos —no puede ser de otro modo, es ley de vida, obligación de amor y de justicia—; y dentro de la Obra, cada uno piensa en esta familia sobrenatural, muy numerosa y con grandes necesidades, a la que se debe y a la que se da por entero». (Experiencia de labores apostólicas, Parte I, ap. IV,-sin subrayar en el original-).

“Sería poco comprensible”. No lo digo yo, ni lo dice nadie de Opuslibros. Lo está admitiendo la misma institución Opus Dei. “Sería poco comprensible”. Sería poco comprensible que Escrivá al disponer de sus bienes, se dejara llevar por alguna preocupación sobre el futuro económico de su hermano Santiago o de otros parientes.

«El ejemplo de nuestro Padre ha movido continuamente a todos sus hijos a darse sin reservas ni condiciones, quemando las naves de una vez, para siempre.»(Experiencia de labores apostólicas, Parte I, ap. IV)

“El ejemplo”, segundo punto a considerar. Sería poco comprensible que Escrivá no diera el ejemplo. Por eso tenemos el ejemplo que dio. ¿Pero cuál es el ejemplo que dio?

"Monseñor José María Escrivá de Balaguer y Albás, falleció intestado en Roma, el 26 de junio de 1975, siendo declarado único y universal heredero, por Auto del Juzgado de Primera Instancia, número 9, de Madrid, su hermano don Santiago Escrivá de Balaguer y Albás, quien aceptó la herencia...” (cfr. Haenobarbo, “El Fundador no hizo testamento”).

Aquí es donde empiezan los problemas. Descubrimos que Escrivá le hizo “quemar las naves a sus hijos” mientras que él conservó la suya en silencio hasta último momento, y luego se la dejó en herencia a su hermano, sin conocimiento de todos los demás a los cuales les hizo quemar las naves.

«Antes de que un Numerario o Agregado haga la Fidelidad, el Director le recuerda que debe otorgar testamento y que es libre para disponer de sus bienes no procedentes del trabajo profesional.» (Experiencia de labores apostólicas, Parte I, ap. IV)

¿Qué le heredó Escrivá a su hermano? De momento, no lo sabemos. Pero sabemos que sólo puede disponer de los “bienes no procedentes del trabajo profesional”. ¿O acaso le habrá heredado bienes procedentes de su trabajo profesional? Esto ya sería la transgresión más absoluta del reglamento interno.


El ejemplo

«Yo no tengo otro fin que el corporativo: la obediencia. ¡Qué hermoso es obedecer!» (Meditaciones IV, pág. 88) decía Escrivá. En ningún momento afirma que –en razón de su cargo- estaba exceptuado, ni del fin corporativo ni de la obediencia, sino que se sometía como los demás miembros del Opus Dei, es decir, él se ponía de ejemplo. Sin embargo, el hecho de que Escrivá no haya testado a favor del Opus Dei indica que, o bien no obedecía o bien tenía otro objetivos por encima del fin corporativo. En síntesis: “no se dio por entero”, como debía suceder, según el documento interno citado al principio.

Pero tenemos algún signo de por qué no hizo testamento: argumentando desde la santa pillería y tal vez la santa falacia, argumentaba sonriendo que él no tenía nada, por eso no hacía testamento:

“Permitidme que os cuente, para que os sonriáis, que una vez me dijeron que yo no había hecho testamento y debía hacerlo. Tuve que contestar: ¡si no tengo nada!” (Instrucción para la Obra de San Miguel, nro. 49)

¿Entonces cómo le heredó a su hermano, si no tenía nada? ¿Y si tenía algo, por qué no hizo testamento? ¿Y si tenía algo, por qué dice que no tenía? Aquí se comienzan a complicar las cosas. Tal vez ese argumento de que no tenía nada pudiera servir para la época de la Guerra Civil española, pero no para después. Y el testamento no lo hizo ni antes ni después. Desde ya sería interesante saber quién le dijo que debía hacer testamento, aunque tal vez sea anecdótico nada más.

Al menos sabemos que él ordenó que los miembros célibes hicieran testamento antes de la incorporación perpetua, es decir, la Fidelidad, porque quería que “quemaran las naves”.

«Sería impensable, por ejemplo, que un Numerario o Agregado, al disponer de sus bienes, hiciera cálculos para dejar arreglada una salida, como si su futuro fuera incierto. » (Experiencia de labores apostólicas, Parte I, ap. IV)

Más notable es la versión de 1987, donde su texto afirmaba sin dudarlo:

«Sería impensable, por ejemplo -no se ha dado nunca-, que un Numerario o Agregado, al disponer de sus bienes, hiciera cálculos para dejar arreglada una salida, como si tuviera un futuro incierto.»

Por lo que se ve, alguno ya había intuido que Escrivá no había “quemado las naves”, por lo cual cabía el derecho a no quemarlas tampoco, y hacer cálculos para una posible salida, así como Escrivá hizo cálculos para una futura herencia: su cálculo fue simple, no hacer ningún testamento.

Pero los miembros célibes no sólo debían hacer testamento para ser ejecutado al momento de la propia muerte, también debían entregar lo heredado en vida: quemar las naves, quedarse sin nada, ya que era impensable “un futuro incierto”. Sin embargo, Escrivá actuaba de otra manera.


El mal ejemplo

Lo que hizo Escrivá es como si tampoco hubiera guardado completa castidad. ¿No es exagerado plantearlo así? La pobreza es tan importante como la castidad y la obediencia, y en este caso Escrivá se saltó dos de ellos a la vez. ¿Por qué no podría suceder lo mismo también con el tercero, entonces? ¡Ah no, la castidad es intocable! ¿La pobreza no es intocable? ¿La obediencia tampoco? ¿Acaso la castidad lo es todo? La caridad lo es todo. Hacerle quemar las naves a otros mientras uno conserva la propia, pues no parece muy caritativo, parece más bien cruel, calculador, mezquino, deshonesto, una completa traición a la confianza depositada de manera total.

Veamos lo que dice la declaración para los que van a ser nombrados inscritos, en el punto3 de los compromisos a asumir:

3° - conservar fielmente en mí el espíritu de la primitiva pobreza, y no permitir en absoluto ni cooperar en ninguna forma a que se mitigue la práctica de esa rígida pobreza nuestra: sino, por el contrario, luchar con todas mis fuerzas para que se conserve íntegra e intacta, tal como fue vivida desde los comienzos de la Obra, sin ninguna especie de peculio personal. (Experiencia de los consejos locales, 2005)

En este caso del testamento, Escrivá vivió la excepción y no la regla. A los demás les exigía una entrega completa –quemar las naves-, y él en cambio se guardó el peculio –habrá que ver qué tan pequeño o grande y si procedía de su trabajo profesional, lo cual estaba prohibido dar en herencia, pues se destinaba al mantenimiento de las obras apostólicas-, y no vivió “la entrega total” que la vocación al Opus Dei exigía. Supuestamente él tenía la misma vocación, más allá de si era “propiamente numerario”, lo cual es como discutir sobre el sexo de los ángeles. ¿No es entonces una falta de entrega grave, o gravísima, la ausencia del testamento por ser el mismo fundador, quien debía dar el “ejemplo”, pues de lo contrario sería “poco comprensible”?

«¿No os parecería tonto que yo tuviera unos duros guardados para comprarme otros gemelos o unas gafas, o para tomar un café?» (Cuadernos 8, Consecuencias de la Pobreza).

Claro, ¿quién iba a suponer que el fundador se iba a guardar unos duros para comprarse caramelos? Nadie. Al mismo tiempo, suponíamos que quien es fiel en lo poco, también lo es en lo mucho. De esta manera, Escrivá daba a entender –de manera magistral- que él era fiel en lo mucho, ya que no sería tan tonto de ser infiel en lo poco. Ahora bien, esa es la versión inversa de la lógica de los grandes delincuente, quienes por asuntos de poca monta ni se manchan y sin embargo eso no los hace santos, si no más peligrosos.

En fin, la defensa que Escrivá hace de sí mismo no facilita las cosas sino las torna más problemáticas. Su lógica desde luego es un tanto barroca, pero con la que Escrivá jugaba mucho y detrás de la cual –al parecer- se escondía.

Por lo tanto, siguiendo la lógica de Escrivá, nadie podía suponer que él iba a guardarse o abstenerse de hacer el testamento: sería poco comprensible. Ahora bien: ¿si Escrivá no fue fiel en lo mucho, cómo puede haberlo sido en lo poco? Al menos va contra la lógica evangélica (Mt. 25, 21). Y lo del testamento no puede ser valorado como de poca monta.




Escrivá vivió la pobreza “a su manera” y no según la ley que él mismo creó para los demás e impuso como pesada carga. Lo cual recuerda al modo de los fariseos y escribas:

Entonces Jesús dijo a la multitud y a sus discípulos: «Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés; ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen. Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo. Todo lo hacen para que los vean: agradan las filacterias y alargas los flecos de sus mantos; les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, ser saludamos en las plazas y oírse llamar "mi maestro" por la gente. (Mateo 23, 1-7)

¿Acaso Escrivá no ataba pesadas cargas sobre las conciencias, al exigir “quemar las naves”? ¿No le gustaba ser considerado de manera eminente, como cuando se situaba al modo de un “pontífice” o puente?

«Si no pasáis por mi cabeza, si no pasáis por mi corazón, habéis equivocado el camino, no tenéis a Cristo» (Escrivá, Meditaciones IV, p. 354).

Y ahora últimamente nos enteramos que, al decir del Evangelio, “no hace lo que dice”, para completar así el retrato de la cita bíblica.


Casos que claman al cielo

Tanto que obligó y presionó a las conciencias de todos sus miembros célibes y a tantos no célibes para que dejaran sus herencias al Opus Dei, ahora sucede que Escrivá no lo hizo. Pienso en aquellos que, por ejemplo, siendo agregados o numerarios dieron la herencia completa al Opus Dei y luego, al abandonar la prelatura se quedaron sin nada. Aquí viene como anillo al dedo una de las citas mencionadas más arriba:

«Sería impensable, por ejemplo, que un Numerario o Agregado, al disponer de sus bienes, hiciera cálculos para dejar arreglada una salida, como si su futuro fuera incierto. » (Experiencia de labores apostólicas, Parte I, ap. IV)

Lo que sería impensable es que el Opus Dei no les ayudara en nada a quienes dieron su herencia por adelantado. ¡Cuánta traición institucionalizada! Y lo del testamento de Escrivá, es la misma traición vista desde otro ángulo.

Pues hay quienes, debido a la desgracia del fallecimiento de sus padres, heredaron casas o sumas importantes y el Opus Dei les exigió que adelantaran la ejecución del testamento, es decir, aún en vida, esos numerarios o agregados le adelantaron la herencia al mismo Opus Dei. De esta manera el Opus Dei seadelantó a la posibilidad de que el candidato se fuera y por lo tanto el Opus Dei perdiera la herencia. ¿Acaso no es esto "hacer cálculos"? Cuánta hipocresía institucionalizada. Esto es como el hijo que mata a los padres para adelantar la herencia. Es criminal. Esa herencia tiene que ser devuelta, por razones puramente morales, si no jurídicas. Pienso que algún tipo de recurso debería existir a nivel de la justicia civil en estos casos.

Pero también reflexiono sobre tantos supernumerarios y cooperadores que dejaron sus herencias al Opus Dei. Bueno, pues que sepan que Escrivá se guardó su herencia para su familia, mientras que a los demás les presionaba a “ser generosos con Dios” y a entregarlo todo al Opus Dei.

Este ejemplo de Escrivá es una ofensa a la entrega de tantas personas. Su conducta debería provocar la revocación masiva de los testamentos vigentes de tantos agregados y numerarios que aún no hayan sido ejecutados.

Quienes dieron al Opus Dei sus herencias, debido a este fraudulento descubrimiento, deberían tener la posibilidad de recuperar lo entregado o donado, ya que fueron defraudados en su buena fe por la misma persona qu impuso la pesada carga del reglamento interno. ¿O acaso Escrivá era superior al resto y no debía someterse a la ley como todos los demás? ¿Escrivá era dueño-propietario y los demás empleados-asalariados? ¿Escrivá era soberano y los demás súbditos? ¿Acaso Escrivá era superior al resto y por eso se podía permitir el lujo de vivir de la excepción y no el reglamento? Al menos, según su propio testimonio, se debía someter al fin corporativo: obedecer.

¿Cómo puede un santo haber actuado como los escribas y fariseos, que tanto aborrecía Jesús? Recuerdo ahora a los dueños de Enron, la firma norteamericana que en 2001 estafó a miles de personas. Cuando ya estaban prácticamente fundidos, les decían a todos sus empleados que invirtieran todos sus ahorros y fondos de pensión en acciones de la compañía, mientras por otro lado los mismos dueños estaban deshaciéndose de sus acciones a velocidades astronómicas, porque la empresa caía en picada. Un fraude completo.

Y ahora nuevamente se comprueba el fraude del Opus Dei desde otra perspectiva: la doble moral de Escrivá en temas económicos, precisamente, en el tema del testamento. Los voceros oficiales podrán inventar la excusa más extraordinaria y heroica. Pero aun así no dejará de ser bochornosa la historia.


Futuro

¿Cuántas sorpresas más nos quedan por conocer de la vida de Escrivá? La canonización de Escrivá será cada vez más vergonzosa como suceso histórico. Por más que el dictamen de las virtudes heroicas diga que vivió heroicamente la pobreza, ya se ve que con la pobreza hizo lo contrario a lo que él mandaba, en un tema tan central como el testamento. ¿Qué seguridad tenemos entonces de que vivió la castidad, tema con el cual tanto se oprimía a las conciencias todas las semanas? Si tanto se presionaba a las conciencias en el tema del testamento –“quemar las naves”-, y Escrivá no lo cumplió, ¿no podría suceder lo mismo en otros ámbitos? ¿Qué seguridad tenemos de que su vida fue investigada a fondo, si ahora salta esta información tan desconcertante? Que o bien no saltó antes por falta de profundidad en la investigación, o bien la dejaron pasar por considerarla un dato irrelevante.

Puede ser que para más de uno que sigue adentro del Opus Dei este asunto del no testamento de Escrivá sea un dato menor, sin importancia, no sientan que les cambia la vida en absoluto. Si algún día se dan cuenta, será tarde. Otros, no se darán cuenta nunca, seguirán en su nube. No quieren que la realidad les arruine la ficción en la que viven.

Numerarios y agregados que vayan a hacer la fidelidad, piensen dos veces o tres antes de hacer el testamento a favor del Opus Dei, o siquiera de hacer testamento alguno. ¿Si Escrivá no lo hizo, por qué hacerlo los demás? ¿Con qué autoridad se les exigirá ahora el testamento a los numerarios y agregados? Pero la pregunta es más profunda: ¿con qué autoridad moral se les va a exigir cualquier otra cosa? La imagen perfecta de Escrivá ha quedado a la deriva.



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