El apoyo del Opus Dei al neoliberalismo

From Opus-Info
Revision as of 13:14, 15 March 2012 by Bruno (talk | contribs) (New page: Por Josef Knecht, 14 de marzo de 2012 Tomo el cable que ha lanzado, con tanto acierto, [http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=19463 Ramón] (12.0...)
(diff) ← Older revision | Latest revision (diff) | Newer revision → (diff)
Jump to navigation Jump to search

Por Josef Knecht, 14 de marzo de 2012


Tomo el cable que ha lanzado, con tanto acierto, Ramón (12.03.2012) al proponer que centremos la atención no sólo en el contexto ideológico del período fundacional del Opus Dei, sino también en el del momento actual, a comienzos del siglo XXI. Ramón puntualiza que los intelectuales más destacados del Opus apoyan hoy en día el neoliberalismo, el cual de momento es triunfante en Occidente. Quisiera aportar un granito de arena a esta cuestión, que no pretendo abarcar en su totalidad, pues no soy especialista en la materia; es más, reconozco de entrada que en mi exposición voy a pecar de cierto esquematismo algo simplificador, pero, pese a ello, puede ser útil para iniciar un debate entre nosotros...

Que el Opus en la actualidad apoye el neoliberalismo económico y político no sólo se explica por la devoción con que los directivos de la Obra de Escrivá han venerado siempre el dinero, las finanzas y los bancos. Sin olvidar esta premisa, hay que tener además en cuenta que esos directivos acostumbran, como criterio de gobierno de la institución, a estar en sintonía ideológica con las más altas autoridades de la Iglesia Católica (como ya sabemos, no es que los directores del Opus amen la “comunión” eclesial; es que, aparentando comunión, obtienen beneficios institucionales). Y hay que reconocer, nos guste o no, que la curia vaticana y una mayoría de obispos comulgan actualmente con las políticas neoliberales. ¿Cómo es posible que suceda esto, si el Evangelio del Reino de Dios se pone de parte de los pobres, enfermos, marginados, explotados y Jesucristo enseña con rotundidad (Mt 6,24) que no se puede servir a la vez a Dios y a Mamón (= el dios del dinero)? Por extraña que parezca, esta paradoja puede explicarse.

Desde el pontificado de Juan Pablo II (1978-2005), la jerarquía católica considera que el gran enemigo de la fe cristiana es el “laicismo”, al que atribuyen, a consecuencia de su relativismo moral y su agnosticismo antirreligioso, la secularización de la sociedad occidental, de profundas raíces cristianas. No necesito explicar ahora qué es el laicismo, pero sí menciono alguna de sus propuestas: aborto libre, sexo más libre todavía, desintegración del modelo familiar tradicional y surgimiento de nuevas formas de matrimonio y familia, experimentación con embriones humanos, exclusión del fenómeno religioso de la esfera pública y su reclusión en el ámbito privado. Este laicismo –y la antropología (ideología de género, feminismo) a él subyacente– es lo que, según los obispos católicos, hay que combatir como sea. Un peligro secundario sobreañadido a éste es la expansión del Islam en los países europeos a través de los inmigrantes musulmanes; es posible que, si la sociedad no se secularizara, los obispos no vieran el Islam tan peligroso como ahora lo ven, pero, teniendo en cuenta que el laicismo causa estragos descristianizadores en nuestra sociedad, la presencia de florecientes comunidades islámicas acrecienta por contraste el panorama desértico de vivencia cristiana en Europa.

Al mismo tiempo sucede que en el ámbito cultural anglosajón, de raíces puritano-protestantes, han surgido tras la Segunda Guerra Mundial varias corrientes políticas conservadoras, enemigas del comunismo y del laicismo; una de las más recientes se denomina Tea Party Movement, que no ve con simpatía la cultura islámica, a la que no perdona los atentados del 11-S en Nueva York. El Tea Party, además de promover una economía puramente capitalista y neoliberal, da prioridad a la concepción religiosa (es decir, cristiano-protestante) de la vida y sostiene valores morales que en buena parte (sobre todo, en materia sexual y familiar) coinciden, a excepción del divorcio, con los promovidos por los obispos católicos. Esta circunstancia ha propiciado, ya desde los tiempos de los mandatarios anticomunistas Ronald Reagan y Juan Pablo II, el surgimiento de una alianza estratégica (extraña y algo antinatural, en mi opinión) entre conservadurismo norteamericano y jerarquía católica para enfrentarse a enemigos comunes: comunismo y laicismo. A consecuencia de este matrimonio de conveniencia, los jerarcas católicos no tienen más remedio que comulgar con ruedas de molino (esto pasa necesariamente con todas las alianzas, sobre todo si son antinaturales) viéndose obligados a contradecir valores esenciales del Evangelio del Reino y a distanciarse de uno de los mejores logros de la propia tradición católica, la Doctrina Social de la Iglesia. Y así es como, para sorpresa de propios y ajenos, nuestros obispos se ponen de parte del paradigma neoliberal, aun sabiendo que éste, para colmo de males, se encuentra en el fundamento de la actual crisis económica y que, por eso, ocasiona grave daño entre millones de gentes pobres y desamparadas, a las que los obispos dan la espalda dejando así de ejercer bien la misión profética de la Iglesia (en cambio, no les dan la espalda muchos católicos de base, misioneros e instituciones como Cáritas Española y otras más, así como teólogos no oficialistas).

En definitiva, la jerarquía católica ha aplicado el principio estratégico que dice: “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”. Y así se explica la política que ella, pertrechada en esa “santa alianza”, promueve hoy en día desde los tiempos del pontificado de Juan Pablo II: “batalla contra el laicismo” en sus relaciones con la cultura secular e “integrismo católico” en su vida interna. Curiosamente, el Concilio Vaticano II (1962-1965) propuso unos planteamientos de reforma eclesiástica en los que, aceptando una total superación del Antiguo Régimen de Cristiandad, el integrismo se eliminase y las relaciones de la Iglesia con el mundo no fuesen hostiles, sino reconocedoras de los “signos de los tiempos”; por eso, según algunos analistas, los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI han supuesto una involución a bastantes posiciones preconciliares, de manera que la aplicación del Vaticano II ha fracasado en sus propuestas más novedosas por no haber extirpado el cáncer del integrismo que la Iglesia Católica arrastra desde el derrumbamiento del Antiguo Régimen a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX. Los nuevos “movimientos laicales” encarnan esta involución nostálgica del pasado; es lo que he dado en llamar “guarderías de adultos”, aunque debo reconocer que no todos esos movimientos son iguales, y por eso la generalización de englobar a todos ellos bajo esa etiqueta es algo injusta.

Esta involución respecto a la reforma eclesial promovida por el Vaticano II puede valorarse como especialmente perjudicial para la propia Iglesia, ya que, por mucho que se opongan los obispos, el proceso de deconstrucción de la cristiandad en curso es irreversible, y, por tanto, el mejor rumbo que la Iglesia debería seguir en orden a que el Evangelio siga irradiando su luz es el de profundizar en la línea impulsada por el Vaticano II. Por el contrario, una política consistente en restaurar actitudes preconciliares no hace más que favorecer a fecha de hoy que el Evangelio sea malentendido y rechazado por la sociedad, a excepción de las “guarderías de adultos”.

¿Y qué hacen los intelectuales del Opus Dei en todo esto? ¿Qué aportan los profesores de las obras corporativas como la Universidad de Navarra, el IESE y otras? ¿Qué actuación llevan a cabo los miembros del Opus que ocupan cargos políticos y periodísticos en la sociedad? Apoyan incondicionalmente las posiciones neoliberales, se ponen de parte de ricos y banqueros, a quienes enseñan ética empresarial (“Empresa y Humanismo”), proporcionan a los obispos católicos argumentos antropológicos y filosóficos en contra del laicismo, los asesoran en cuestiones jurídicas sobre relaciones Iglesia-Estado y sobre cuestiones de Derecho Canónico, interpretan el Vaticano II en clave involutiva, y, mientras tanto, la institución saca provecho forrándose de dinero y ganando peso influyente no sólo en la sociedad civil, sino también en los ámbitos eclesiásticos. En resumen, la Obra de Escrivá sigue haciendo a comienzos del siglo XXI más o menos lo mismo que hizo a mediados del siglo XX durante el régimen de Franco: alinearse con el poder y con los sectores más conservadores de la sociedad, forrarse de dinero y ganar peso influyente no sólo en la sociedad civil, sino también en los ámbitos eclesiásticos. Además, con el paso del tiempo el Opus se ha convertido en un grupo de presión sobre la jerarquía eclesiástica.

Ya he advertido al comienzo que mis reflexiones de hoy iban a ser algo esquemáticas y simples. Y así han sido, como se puede comprobar. Para compensar esta deficiencia, por la que pido disculpas y comprensión (un asunto como este no se puede abordar a fondo en tan poco espacio), recomiendo algo de bibliografía que profundiza, desde puntos de vista diferentes, en esta cuestión:

Avelino Seco Muñoz, Utopía frente a recreación del pasado. Dos visiones de Iglesia, Editorial Nueva Utopía, Madrid 2009 (285 págs.). ISBN: 978-84-96146-36-5.
Josep Fontana, Por el bien del imperio. Una historia del mundo desde 1945, Ediciones Pasado y Presente, Barcelona 2011 (1231 págs.). ISBN: 978-84-939143-4-9.
Ramon Mª Nogués, Dioses, creencias y neuronas. Aproximación científica a la religión, Fragmenta Editorial, Barcelona 2011 (317 págs.). ISBN: 978-84-92416-50-9.
Bernardo Pérez Andreo, Un mundo en quiebra. De la globalización a otro mundo (im)posible, Catarata, Madrid 2011 (220 págs.). ISBN: 978-84-8319-579-6.

(Advertencia: respecto a la cuestión que he mencionado de pasada sobre la ética empresarial impartida en la docencia del IESE, me parece interesante la lectura de las páginas 72-75 [bajo el epígrafe “Todo es absoluto, todo es relativo”] del libro de Isabel de Armas, La voz de los que disienten. Apuntes para san Josemaría, Foca, Madrid 2005. En estas páginas Isabel cita el libro de Jacinto Choza, Metamorfosis del cristianismo: ensayo sobre la relación entre religión y cultura, Biblioteca Nueva, Madrid 2004).




Original