El Opus Dei maquilla sus reglamentos secretos ante la Congregación para la Doctrina de la Fe

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Por Trinity, 13-12-2006


Me ha impresionado el estudio de Oráculo sobre la falta de respeto a las conciencias en el Opus Dei. Es un escrito especialmente apto para proporcionar a los dicasterios vaticanos competentes -- como sugería E.B.E. en El recurso a la Santa Sede --, los elementos de juicio y las informaciones necesarias para que realicen el discernimiento eclesial de las mencionadas prácticas del Opus Dei. Muchas gracias.

Reflexionando sobre tan atinadas consideraciones, no me ha parecido extraño que quienes no respetan las conciencias de la gente, no tengan ningún problema para desinformar a la Santa Sede, ocultándoles los escritos por los que realmente se rige la Prelatura y maquillándolos para la ocasión cuando son pillados in flagranti.

Pues ya se ve que toda acaba dando su fruto y que la verdad termina imponiéndose. Por más que la crucifiquen y escondan bajo una tumba sellada, a los tres días acaba resucitando: las denuncias ante la Santa Sede han ido destapando la existencia de unos documentos secretos. Y, merced al trabajo riguroso de Agustina, éstos han ido apareciendo en esta Web.

¿Reacción del Prelado y sus colaboradores? Pues, siguiendo el más puro estilo de Georges Orwell en 1984, sustituir el Vademécum del Gobierno Local, de 2002, por otro en que se maquillan las expresiones eclesialmente inaceptables.

Me malicio que ésta ha sido la causa por la que el Prelado ha interrumpido sus vacaciones este verano, y se ha encerrado en Roma en el ferragosto: a fin de dirigir una estrategia defensiva que ha dado lugar a que en el último trimestre del año se recibieran en los Centros el sustituto del Vademécum de 2002 –las nuevas Experiencias del Gobierno Local, ¿falsamente? datadas a 19 de marzo de 2005-, y que hayan sido convocados a Roma los Vicarios regionales y de Delegaciones para una convivencia especial de 15 días, que se concluye ahora.

Pero me parece que tanta estrategia –de disimulo del error en vez de rectificarlo- va a llegar demasiado tarde. Estando en la Red los vademécums de 1987 y de 2002, les va a resultar más que difícil disimular el engaño ante la Congregación para la Doctrina de la Fe. Bastará comparar los textos –como hago a continuación, a título de ejemplo, con el apartado correspondiente al trato con los que dejan la institución- para advertir enseguida la burda artimaña con la que pretenden seguir haciendo lo mismo pero presentándolo de forma políticamente menos escandalosa.


VADEMECUM DE 2002

5. Trato con los que no perseveran

EXPERIENCIAS DE 2005

5. Trato con los que no siguen adelante

A los que no perseveran se les trata siempre con mucha caridad y delicadeza —como querríamos que hiciesen con nosotros, si nos encontrásemos en las mismas dolorosas circunstancias—, y si lo desean, se les atiende espiritualmente en una iglesia. A la vez, es preciso evitar todo lo que pudiese contribuir a dar —a los interesados y a los que son fieles a su [p.67] vocación— la impresión equivocada de que “no ha pasado nada”, de que la infidelidad no es algo muy serio. A estas personas se les trata siempre con mucha caridad y delicadeza -como cualquiera querría que hiciesen con uno mismo- y, si lo desean, se les puede recomendar un sacerdote que les preste asistencia espiritual en una iglesia. Sin embargo, se evita todo lo que pueda contribuir a causar -a los interesados y a los demás- la impresión equivocada de que permanecer o no permanecer en la Prelatura es algo de poca importancia.
Tenemos una bendita experiencia, que no deja de constituir una gracia especial de Dios: los que no perseveran suelen mantener un cariño grande a la Obra, lógicamente, siguen amando lo que amaron. El hecho de que no hayan seguido adelante, no es razón para que no continúen de algún modo unidos a la Obra, colaborando —con su oración, con su limosna— en los apostolados. La experiencia enseña que la inmensa mayoría de esas personas siguen amando lo que amaron. El hecho de que no hayan seguido adelante, no supone razón para que no continúen de algún modo unidos al Opus Dei, ayudando ahora con su oración y con su limosna, para el desarrollo de los apostolados.
En cualquier caso, los Directores han de tomar las medidas —dictadas por la caridad y por la prudencia— para que no se perturbe el buen espíritu de los demás, ni se creen confusiones o situaciones equívocas. Se perturbaría o se confundiría, por ejemplo, si mientras no transcurran muchos años, se les permitiera que fuesen por nuestros Centros con demasiada frecuencia y confianza, o se les invitara a comer allí; si se tuviera con ellos una excesiva familiaridad, en el trato y en las conversaciones; si se les contaran cosas de la vida en familia, o si se les hiciera intervenir prematuramente y con cierta autoridad y responsabilidad en actos o en trabajos relacionados con la Obra y que, por ser públicos, pudieran tener una cierta difusión. Tampoco resulta oportuno, de ordinario acudir a su boda, al bautizo de los hijos, etc. En cualquier caso, es lógico que se tomen las medidas de caridad y prudencia que se juzguen necesarias, para que no se perjudique el buen espíritu de los demás, ni se creen confusiones o situaciones equívocas. Quizá se podría ocasionar perturbación o confusión, por ejemplo, si [p.59] mientras no transcurran muchos años, acudiesen al Centro de la Prelatura con demasiada frecuencia; si se tuviera con ellos una excesiva familiaridad en el trato y en las conversaciones; si se les pidiera su opinión sobre cuestiones apostólicas, o aparecieran en actos o en trabajos públicos relacionados con la Prelatura que -por tener una cierta difusión- pudieran desconcertar. En definitiva, conviene respetar su decisión, la autonomía de su libertad. Del mismo modo, de ordinario, no sería natural -podría resultar incómodo para todos- que, desde el Centro se acudiese notoriamente a las reuniones familiares o sociales (bodas, bautizos, etc.) de esas personas.
No resulta tampoco oportuno que, después de abandonar su camino, comiencen a colaborar con personas de la Obra en trabajos profesionales de los que obtengan un beneficio material.

La mejor manera de manifestar su buena disposición es que ayuden generosamente con sus limosnas —según su capacidad— en las labores de apostolado, al menos durante bastante tiempo.



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