Sacerdotes/directores con el corazón ácido como el vinagre

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Por Unocomocualquiera, 15.01.2014

CIUDAD DEL VATICANO (Agencias) — El papa Francisco advirtió contra la formación de los religiosos en las congregaciones católicas como “pequeños monstruos”, que terminan con el “corazón ácido como el vinagre”, porque no fueron hechos para estar con el pueblo.


Similar a lo que en las corporaciones llaman “la carrera de la rata”, existe una cultura dentro del Opus Dei de hacer mucho por querer subir en cargo dentro de la Prelatura. Por un lado creo normal la ambición de querer mandar y figurar. Pero por otro encuentro desproporcionado el querer hacerlo no por querer servir sino por querer poder y estatus. Me parece que parte de este sacar de quicio una “sana ambición” se debe en parte al culto prelaturiano de veneración hacia los directores. Ellos representan la voluntad de Dios hacia los fieles, mandan y desmandan sobre la vida de los numerarios, que están obligados a obedecer sin rechistar y a comerse sus propias críticas. Entre algunos numerarios existe la clara intención de querer quedar bien a toda costa con los directores. Por eso cuando un director visita el centro, se les recibe con fiesta, se programan actividades especiales, se les introduce a la gente más selecta de sr para que se vayan con una gran impresión. Con suerte, esos numerarios serán promovidos a lugares de más favor y mando...

Como muestra de que eso sucede en todos los niveles, recuerdo especialmente los montajes organizados cuando el prelado visitaba una región por parte de los directores regionales, exactamente la misma actitud de simulación. Todo era bombo y platillo, cantidades de dinero gastadas en hacer que las cosas pareciesen perfectas… “no hay que darle un disgusto al Padre”. Aquí todo está bien y estamos muy contentos.

En la práctica, se premia y promueve a los directores más ortodoxos. Algunos incluso llegaran al sacerdocio por esos motivos: vivir y hacer vivir la ortodoxia. Abrazarse al espíritu de la Obra con Pasión.

En realidad no se forman a los sacerdotes para servir, sino para mandar. Solo puede ser prelado o vicario regional un sacerdote, y al parecer al final solo los sacerdotes son parte de la prelatura. En éste ámbito, se veía con orgullo aquel que se quedaba en Roma, y con menosprecio aquel que al regresar era mandado a oír confesiones de viejecillas escrupulosas. Se consideraba un premio y reconocimiento de su trabajo aquel llamado a estar en la delegación y comisión regional, y un castigo a su heterodoxia aquel enviado a un centro de sr en una ciudad de segundo nivel. Aquellos sacerdotes queridos por su grey, eran menospreciados dentro de la estructura, tachándolos de tener su club de “fans”, como una forma de vanidad, cuando en realidad eran esos “fans” tratando de decir “este si nos quiere!, a él si le importamos!”

Veo con tristeza que pocos sacerdotes conocí en la Obra que realmente fueran una madre o un padre para su gente. De los que conocí, casi todos estaban en lugares de segundo nivel, debido a esta heterodoxia. De los que aprendieron y jugaron la carrera de la rata y subieron, algunos entrañables amigos, veo que conforme más alto subieron, más se perdieron endureciendo su corazón.

Les voy a hacer una confesión personal. Durante años viví en centros de mayores, más que por mi edad, sino por mi trabajo profesional, que era considerado ejemplar y sobresaliente. Tenía ciertas prebendas y privilegios de lujo que en un centro de sr hubieran sido vistos como faltas a la pobreza. Pienso que tenía una excelente relación con los numerarios mayores que vivían allí. Mi cargo y posición me hacía poder tener con todos detalles que apreciaban, una comida especial con este, cena con aquel, la compra de aquel aparato especial en el extranjero para el de más allá. Los aprendí a querer y era querido. Sin embargo y en medio de esta excelente relación un buen día me nombraron director temporal, a pesar de mis constates viajes. “Aquí no hay que inventar nada”, “sólo vive y haz vivir el espíritu y las normas de la Obra, repite las palabras del Padre”. Joven e inexperto (y tonto), inmediatamente me posicioné como campeón de la ortodoxia, y lejos de estar ahí para servir, me monté en la posición de hacer vivir el espíritu a raja tabla. Ese era el mandato, así lo recibí y así lo traté de vivir. Y vi, con enorme tristeza, que en aproximadamente dos semanas, aquel yo amable y compasivo, se había convertido en un juez y policía inflexible y frio de sus hermanos. Les perdí por momentos. Ese no era yo. Me había transformado en algo que no quería ser. Gracias a Dios el periodo paso, y yo regrese a la normalidad en el cl, y dentro de ella a recuperar el cariño de mis hermanos a base de servirles y quererles.

“La formación [de sacerdotes y numerarios] es una obra artesanal, no policíaca. Tenemos que formar el corazón. De otro modo formamos pequeños monstruos. Y después, esos pequeños monstruos forman al pueblo de Dios. Eso realmente me pone la piel de gallina”, señaló SS Francisco I… “Pensemos en aquellos religiosos que tienen el corazón ácido como el vinagre: no fueron hechos para el pueblo. En fin: no tenemos que formar administradores, sino padres, hermanos, compañeros de camino”, añadió.



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