Reflexiones sobre lo que conocí del Opus Dei

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Por Josesevillano, 13.05.2009


Mi testimonio es el de quien ha tenido un contacto con el OPUS DEI limitado a sólo dos años, cuando empecé a cursar la carrera de Derecho en la Universidad de Sevilla, en la década de los noventa.

Con anterioridad apenas había tenido noticias de esa institución. Provengo de una familia muy religiosa, pero nunca había tenido contacto alguno con gente del Opus.

Todo empezó cuando fui a echar la matrícula para primer curso...

Un chico que dijo haber cursado primero el año anterior se acercó a mí y me dio un folleto donde se anunciaban unas jornadas informativas de la carrera para gente que empezaba. Tendrían lugar en el Colegio Mayor Almonte. Para quien no conozca Sevilla diré que se encuentra en la Avenida de La Palmera, la zona de la ciudad con las residencias más lujosas y en donde se encuentran otros dos colegios mayores de la obra.

Cuando lo comenté en casa mis padres me dijeron que ese centro pertenecía al Opus, pero nunca me impidieron ir ni me sugirieron ninguna cosa al respecto. Eso es algo en lo que siempre les estaré agradecido, el hecho de respetar mi libertad de decisión.

El curso comenzó y conocí a gente de la que luego me hice amigo. Conviví una semana en muchas de las actividades del Colegio y guardo un recuerdo bonito de aquellos días.

Durante el primer año de carrera visité frecuentemente dicho colegio mayor y hasta llegué a hacer una excursión a Estrasburgo que organizaba el colegio, para lo cual fuimos primero a San Sebastián, luego a París, Estrasburgo y volvimos por Lourdes y finalmente Torreciudad, en Barbastro. Todo el tiempo fui acompañado o escoltado, más bien, por un alumno que después he sabido que llegó a ser subdirector del colegio. Sus intentos, ya en el autobús camino de San Sebastián, de que me confesara con el sacerdote de la obra fueron constantes. No lo consiguió, porque siempre le respondía que para mí la confesión es algo muy personal que siempre hacía con un sacerdote amigo y no veía por qué tenía que hacerlo con el director espiritual. Llegué a hartarme un poco y con buenas palabras le dije que éramos amigos pero que ni era de la obra ni pretendía hacerme. Con lo cual al volver del viaje dejó de hablarme. Y eludió todo contacto conmigo desde entonces. La verdad es que lo sentí un poco entonces porque apreciaba su compañía, pero debió ver que su labor de apostolado daría más fruto con otro. Le respeto, si bien considero que la amistad que decía profesarme no era verdadera. Y a raíz de aquello, dejé de visitar el colegio y de tener contacto con el Opus.

Sé que este testimonio no aporta ningún dato especialmente relevante sobre el modo de proceder de la obra, pero me sirve de introducción a las reflexiones que me hago tras haber conocido a esta gente del colegio, reflexiones que en ningún caso pretendo elevar a categoría, pues se reducen a la experiencia que he contado:

Parto del lugar donde se encontraba instalado el colegio. Ya he dicho que estaba en la Avenida de La Palmera de Sevilla, el lugar más lujoso de la ciudad y donde una casa puede valer varios millones de euros. El interior, decorado con mucho gusto. Y según tengo entendido, una cuota bastante alta para los alojados. Y cuando visitamos en París la sede de la obra y a su director en Francia, monseñor Romero -sevillano como yo- me quedé impresionado por el lujo del palacete en que se encuentra instalado: mármoles, piano de cola...A lo que voy es que para mí una visión de los Evangelios que haga a los ricos –y digo ricos en sentido económico para que no haya dudas- sentirse cómodos dentro de la Iglesia parte de una deformación conceptual grave. Pobres podemos ser todos los hombres en virtudes, pero la pobreza en el Nuevo Testamento no se emplea únicamente en ese sentido, ni mucho menos. Al contrario, más bien se refiere sobre todo a la riqueza material, que abunda en los centros del Opus que yo he conocido. Y el miembro de la Obra puede ser muy desprendido con los bienes materiales que le rodean, que pueden no pertenecerle a él personalmente, pero pienso que ese es un dato muy menor. Por eso entiendo que su modo de vivir el mensaje de Cristo está interesadamente equivocado. Y digo interesadamente porque hoy a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia en esto no caben ingenuidades. Tal y como yo lo veo, se trata de agrupación religiosa para fieles acomodaticios, con una conciencia poco exigente en el aspecto socioeconómico y sin ganas de querer transformar la realidad. Defender la santidad de la vida diaria a mi juicio es rebajar enormemente el listón de la santidad, cuando la historia de la Iglesia nos muestra que los santos verdaderos se han caracterizado por ir contracorriente, por despojarse de las riquezas, por no encajar en el sistema, por luchar contra el orden establecido, que por definición es injusto.



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