Programa de formación inicial (B-10), Roma, 1985/Apartado IV 11

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11. RESURRECCIÓN, ASCENSIÓN Y SEGUNDA VENIDA DE JESUCRISTO


Cristo descendió a los infiernos

  • Para comprender el significado de este artículo del Credo, hay que tener en cuenta que el término "infierno" en la Sagrada Escritura puede significar: 1º el infierno de los condenados; 2º el purgatorio; y 3º el "seno de Abraham" o lugar donde estaban retenidas las almas de los justos, que no podían entrar en el Cielo hasta que se cumpliera la Redención.
  • Con la expresión "Jesús descendió a los infiernos" confesamos que Jesús, después de su muerte, descendió al "seno de Abraham" para abrir las puertas del cielo a los justos que le habían precedido (cfr. Catecismo, 633 y 1026).
  • Cristo, con el descenso a los infiernos, mostró su dominio sobre el demonio y la muerte, liberando a las almas santas que estaban retenidas para llevarlas a la gloria eterna. De este modo, la Redención —que debía alcanzar a todos los hombres de todos los tiempos— se aplicó a los que habían precedido a Cristo (cfr. Catecismo, 634).

Jesucristo, al tercer día resucitó de entre los muertos

  • Al tercer día de su muerte, Jesús resucitó con el mismo Cuerpo que había sido sepultado. Su alma volvió a unirse a su cuerpo.
  • La Resurrección del Señor es una verdad de fe y fundamento de nuestra fe: "Si Cristo no resucitó, es vana nuestra fe" (I Cor 15,17).
  • La Resurrección, profetizada en el Antiguo Testamento y por el mismo Cristo (cfr. Catecismo, 652), es enseñada con toda certeza por los Apóstoles y atestiguada unánimemente por la S. Escritura y la Tradición; se contiene como artículo de fe en los Símbolos (cfr. Catecismo, 638).
  • Consta con plena certeza histórica que el Nuevo Testamento contiene fielmente la predicación de los Apóstoles desde el principio (cfr. Catecismo, 639); y todos predicaron la Resurrección de Cristo como verdad fundamental; es humanamente imposible que los Apóstoles se inventaran lo que enseñan o se engañaran a sí mismos y a los demás

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en ese hecho histórico (cfr. Catecismo, 640-644). "Ante estos testimonios es imposible interpretar la Resurrección de Cristo fuera del orden físico, y no reconocerlo como un hecho histórico" (Catecismo, 643).

  • La Resurrección es un hecho histórico que admite certeza moral, como cualquier otro hecho histórico, y que está probado con más garantías que la inmensa mayoría de los datos históricos que todos admitimos firmemente. Sin embargo, se percibe en el milagro una realidad misteriosa e inexplicable, que excede las fuerzas de la razón.
  • Para entender la verdad de la Resurrección en su integridad, tal como la enseña la Iglesia, vinculada a verdades estrictamente sobrenaturales, se requiere el don sobrenatural de la fe, sin la cual la inteligencia humana es incapaz de acceder al conocimiento de tales verdades.

c) La Resurrección de Cristo se diferencia de otras resurrecciones —como la de Lázaro, la del hijo de la viuda de Naím, etc.— en que (cfr. Catecismo, 645-646):

  • Cristo resucitó por su propio poder, es decir, por el poder infinito de su Divinidad.
  • Cristo resucitó para no morir jamás.
  • Cristo es el primogénito entre los muertos y todos resucitaremos por Él y en Él (cfr. Catecismo, 994).
  • Cristo resucitó ya con su Cuerpo glorioso al tercer día de su muerte (la resurrección gloriosa de los santos será al fin del mundo).

d) La Resurrección:

  • Ensalza a Cristo después de su humillación.
  • Confirma la verdad de su Divinidad: la Resurrección fue la prueba mayor que Él anunció de su propia Divinidad (cfr. Catecismo, 653).
  • Asegura la certeza de que hemos sido redimidos y la esperanza en nuestra propia resurrección: Cristo, es el "primogénito de entre los muertos" (Col 1,18), que nos abre el acceso a una nueva vida: ya desde ahora por la justificación de nuestra alma, que nos devuelve la gracia de Dios (cfr. Rom 4,25 y 6,4); y después por nuestra resurrección futura (cfr. I Cor 15,20-22; Catecismo, 654-655).

e) De la Resurrección de Nuestro Señor, debemos sacar para nosotros:

— Fe viva: "Enciende tu fe. —No es Cristo una figura que pasó. No es un recuerdo que se pierde en la historia.

¡Vive!: «Jesús Christus heri et hodie: ipse et in saecula!» —dice San Pablo— ¡Jesucristo ayer y hoy y siempre!"137.

— Deseo de limpiar nuestros pecados en el sacramento de la Penitencia, que nos hace resucitar a la vida sobrenatural —si la habíamos perdido por el pecado mortal— y recomenzar de nuevo: nunc coepi (Ps 76,11).

137 Camino, 584.


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— Deseo verdadero y profundo de que la gracia nos transforme, llevándonos a vivir vida sobrenatural, que es la vida de Cristo: buscando ser realmente santos de altar (cfr. Colos 3,1 y ss.).

La Ascensión del Señor: "Subió a los Cielos y está sentado a la diestra de Dios Padre Todopoderoso"

  • Cristo, a los cuarenta días de su Resurrección, subió por su propio poder a los Cielos (cfr. Act 1,9-10).
  • La Ascensión es la completa glorificación de la Santísima Humanidad de Cristo, por medio de la cual, como instrumento unido a la Divinidad, Dios obró nuestra Redención. En la Ascensión se contiene el cumplimiento y la perfección del misterio de la Encamación (cfr. Catecismo, 661).
  • En este artículo del Credo confesamos que Cristo "está sentado a la derecha del Padre": "Por derecha del Padre entendemos la gloria y el honor de la divinidad, donde el que existía como Hijo de Dios antes de todos los siglos, como Dios y consubstancial al Padre, está sentado corporalmente después de que se encarnó y de que su carnefue glorificada"138.
  • La Ascensión nos ha procurado grandes bienes:
  • La venida del Espíritu Santo, enviado por el Padre y el Hijo (cfr. loann 16,7).
  • Cristo está ahora en el Cielo como Abogado nuestro delante del Padre. "En el Cielo, Cristo ejerce permanentemente su sacerdocio" (Catecismo, 662; cfr. Heb 7,25).
  • Jesucristo nos ha preparado un lugar en el Cielo (cfr. Ef 2,6). Hemos de vivir con la mirada puesta en la gloria del Cielo: quae sursum sunt, quaerite (Colos 3,1); recordando que no tenemos aquí ciudad permanente (Heb 13,14), y poniendo todo el empeño en santificar las realidades humanas. Hemos de ser contemplativos en medio del mundo: como afirmaba nuestro Fundador, "hemos de estar en el Cielo y en la tierra, siempre. No entre el Cielo y la tierra, porque somos del mundo. ¡En el mundo y en el Paraíso a la vez!"139.
  • La Ascensión nos impulsa a vivir de fe, pues el mismo Cristo que ha subido al Cielo se ha quedado realmente presente en la Eucaristía. También confirma nuestra esperanza, pues dijo a los Apóstoles que subía al Cielo para prepararnos allí un lugar, una morada (cfr. loann 14,1-2). Y enciende nuestro amor, porque ha subido al Cielo para enviarnos al Espíritu Santo (cfr. loann 16,7) y con su fuerza podemos realizar la labor apostólica que nos ha encomendado: llevarle a todas las almas (cfr. 28,19) y ponerle en la cumbre de todas las actividades humanas (cfr. loann 12,32), para que su Reino sea una realidad (cfr. I Cor 15,25).

138 SAN JUAN DAMASCENO, De fide ortodoxa, 4,2: PG 94,1104; cfr. Catecismo, 663.

139 De nuestro Padre, Meditación, 27-III-1975.

"En el Cielo y en la tierra, endiosados; pero sabiendo que somos del mundo y que somos tierra, con la fragilidad propia de lo que es tierra: un cacharro de barro que el Señor ha querido aprovechar para su servicio. Y cuando se ha roto, hemos acudido a las famosas tafias, como el hijo pródigo: he pecado contra el cielo y contra Ti..." (ibidem).


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e) Después de la Ascensión del Señor y de la venida del Espíritu Santo en Pentecostés, la Santísima Virgen María fue llevada en cuerpo y alma a los cielos. Convenía que la Madre de Dios, que había llevado a Dios en su seno, no sufriera la corrupción del sepulcro, a imitación de su Hijo140. La Iglesia celebra la fiesta de la Asunción de la Virgen el día 15 de agosto. "La Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos" (Catecismo, 966).

La segunda venida del Señor: "Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos"

  • Cristo Señor es Rey del universo, pero todavía no le están sometidas todas las cosas de este mundo (cfr. Heb 2,7; I Cor 15,28). El triunfo del Reino de Cristo tendrá lugar al final de los tiempos, cuando el Señor volverá visiblemente al mundo, con "gran poder y majestad" (cfr. Le 21,27). Antes de esta segunda venida o parusía de Nuestro Señor, habrá un último asalto del diablo con grandes calamidades y otras señales (cfr. Mt 24,20-30; Catecismo, 674-675). Cristo no ha revelado el tiempo de su segunda venida (cfr. Act l, 7).
  • El Señor vendrá como Juez Supremo para juzgar a vivos y muertos: es el juicio universal, en el que se "revelará la disposición secreta de los corazones y dará a cada uno según sus obras y según la aceptación o rechazo de la gracia" (Catecismo, 682; cfr. Mt 25,31-46).
  • Es conveniente el juicio universal:
  • Para la gloria de Dios, de modo que todos le tributen alabanza por su justicia y providencia.
  • Para gloria de Jesucristo, que —después de ser injustamente condenado— ha sido constituido, por su Pasión, Muerte y Resurrección, en Juez de vivos y muertos.
  • Para la gloria de los santos que recibirán, públicamente, el premio merecido por el bien que hicieron. De este modo se restablecerá la justicia ya que en esta vida, muchas veces los que obran mal son alabados y los que obran bien son despreciados u olvidados.

d) La justicia del Juez va unida a su misericordia.

  • Cristo aparecerá lleno no sólo de justicia, sino de sabiduría, de poder, y de infinita misericordia.
  • El Juicio final "es una llamada a la conversión mientras Dios da a los hombres todavía «el tiempo favorable, el tiempo de salvación» (II Cor 6,2). Inspira el santo temor de Dios. Compromete con la justicia del Reino de Dios. Anuncia la «bienaventurada esperanza» (Tit 2,13) de la vuelta del Señor que «vendrá para ser glorificado en sus santos y admirado en todos los que hayan creído» (II Tess 1,10)" (Catecismo, 1041).

140 PÍO XII, Const. Munificentissimus Deus, (15-VIII-50): DS 3903.


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Bibliografía básica:

Catecismo de la Iglesia Católica, 638-679; 1038-1041.

Lecturas recomendadas:

Homilía "La Ascensión del Señor a los Cielos", en Es Cristo que pasa, nn. 117-126.

Cuadernos 8, (En el camino del Amor): "Contemplativos en medio del mundo", pp. 41-52.