Trabajar para el Opus Dei

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Por Gervasio, 13/01/2023


Hay que dejar claro de una vez por todas —me parece a mí— si eso que llamamos Opus Dei consiste en que cada uno busca, con iniciativa y responsabilidad propias, la santidad en el ejercicio de actividades profesionales y sociales de carácter secular, o consiste simplemente en apoyar y respaldar las iniciativas de un protonotario apostólico supernumerario, al que se llama el padre.

José María €scrivá pidió no sé bien si a Antonio Fontán o a Florentino Pérez Embid —o a entrambos— que pusiesen en marcha una revista gráfica, que se llamó La Actualidad Española, y que duró de 1952 a 1979…

A Ismael Sánchez Bella le pidió que comenzase la puesta en marcha de la Universidad de Navarra y así lo hizo. El propio Ismael narraba que, tras comprobar el poco o nulo entusiasmo y receptividad que las autoridades y prohombres de Navarra mostraron ante tal proyecto, se lo comunicó a €scrivá por si considerase conveniente renunciar a la idea de poner allí una Universidad. Le contestó:

—Mira, Ismael. Nunca nos han regalado nada. Las cosas hay que pelearlas. Sigue adelante.

Ante esa respuesta don Ismael reaccionó así:

—Una vez reasegurado en que esa era la voluntad de Dios, seguí adelante con toda paz.

Más o menos lo mismo pasó con otros. Heliodoro Dols —o quizá se escriba Dolç— fue el arquitecto principal del santuario de Torreciudad. El Padre le encargó tal tarea y a ella se puso con todo ahínco y docilidad.

En otra ocasión, según leí en OpusLibros, el Padre se encaprichó con un biombo que había visto en Sevilla en casa de no sé quién. El propietario o la propietaria del biombo no quiso regalárselo —la muy “tacaña”—, por lo que hubo que hacer una copia del biombo para satisfacer su deseo, por no decir capricho.

Tal como se ha desarrollado, el Opus Dei se presenta como un conjunto de actividades propiciadas por $anjosemaría, compuesta de colegios de segunda enseñanza, universidades, un santuario en Torreciudad, casas de retiros espirituales, clubs para niños, etc. Los laicos han sido y son muy, pero que muy, necesarios para el Opus Dei, aunque la cúpula organizativa ha de recaer siempre sobre sacerdotes. El Opus Dei necesita muchos más laicos que sacerdotes: un 96 o 98 por ciento de laicos, suele calcularse. ¿Para qué se necesitan tantos laicos? No para que tengan iniciativa propia, sino para que secunden las iniciativas de sus jefecillos y jefes. Ahí están como muestra expresiva las llamadas “intenciones mensuales”, una especie de consignas mensuales cuyo contenido a veces ni se entiende, pero que se supone que hay que poner en práctica.

La Universidad de Navarra no existiría, ni el actual Padre continuaría siendo su gran canciller, sin la actuación de los laicos del Opus Dei. Tampoco se hubiese creado la Actualidad Española, ni Tajamar, ni el santuario Torreciudad, ni tantas otras “labores”. Las iniciativas partían de una única fuente —el Fundador— que abominaba de lo que él llamaba apóstoles de pata libre: personas que tenían iniciativas apostólicas propias. Tenía el tipo de mente propio de un empresario joven. Así lo dictaminó, como un elogio por supuesto, un médico o médicos de la clínica universitaria de Navarra. Él tomaba las iniciativas y decisiones y los demás, a obedecerlas y cumplirlas. Así se entiende lo que vino después. Sus sucesores y colaboradores más cercanos no estaban entrenados para tomar iniciativa alguna, sino sólo para secundarlas.

Santificarse en el propio trabajo no es la finalidad específica y distintiva del Opus Dei. No. Su rasgo distintivo consiste en que los a él afiliados trabajan para los jefes del Opus Dei. Los que no dan esperanza de afiliarse, no interesan. Ayudar a alguien simplemente a ser mejor cristiano, no les interesa. Lo que les interesa es reclutar gente que trabaje para la institución. Buscan alocadamente nuevas afiliaciones. El banderín de enganche de santificarse en el ejercicio de la propia profesión acaba en eso, en trabajar para el Opus Dei. Se les ve el plumero. El caso más llamativo y descarado es el de las empleadas del hogar. El Opus Dei sólo está interesado en que se “santifiquen” en esa profesión las que trabajan para el Opus Dei. Las demás importa poco o nada que se “santifiquen” o dejen de santificarse en su trabajo. No se permite que una numeraria auxiliar trabaje para una casa particular. ¿Por qué va a santificarse para otros? Debe “santificarse” sólo para nosotros. Tal es el modo de entender la “santificación en el trabajo”.

Las actividades de los miembros del Opus Dei, quedan según este esquema mental divididas en dos categorías: aquellas en las que mandan los vicarios del Opus Dei y aquellas en las que estos no mandan. En las primeras —según el decir de Sánchez Bella—, queda claro en qué consiste “la voluntad de Dios”; en las segundas, no se sabe bien. Esa sería la “gran ventaja” de pertenecer al Opus Dei: saber cuál es la que llaman “voluntad de Dios”, como si no se pudiese cumplir la voluntad de Dios sin unos vicarios que la concreten y te la den a conocer.

Cuando alguien se hace del Opus Dei, desde entonces “la voluntad de Dios” —según el sentir de Sánchez Bella— debe buscarla y encontrarla en lo que manden el Padre y sus vicarios, que lo representan y en cuyo nombre actúan en Comisiones y Delegaciones. Son sus vicarios. Esa es la gran diferencia que media entre quien es del Opus Dei y quien no lo es. Estos últimos no están obligados a seguir las directrices y órdenes de unos ensotanados vicarios. Alcanzar la santidad a través de la santificación del trabajo y de los compromisos familiares y sociales —como dice el motu proprio Ad charisma tuendum— está al alcance de cualquiera sin necesidad de pertenecer al Opus Dei, ni de seguir las instrucciones de unos “vicarios” del Opus Dei. Ahí están, por ejemplo, las órdenes terceras.

¿Cabe que un laico de la prelatura ejerza su profesión, sin seguir en su trabajo los mandatos de los superiores del Opus Dei? Si gana dinero con su trabajo en una empresa privada o estatal y después lo entrega a la Obra, sí que cabe. Los superiores del Opus Dei lo que pretenden en estos casos es que el afiliado al Opus Dei gane cuanto más dinero mejor y que se dedique a la empresa de la que es asalariado el menor tiempo posible, para dedicar el resto de su tiempo al Opus Dei y sus “labores”.

No es que los de Opus Dei sean mejores profesionales o profesionales más cristianos que el resto de sus colegas. Son del montón. Pero no destacan por su servicio al bien común, a la humanidad, a la patria o al prójimo. Más bien lo contrario: tienen que barrer para casa, para la Obra, a la que deben dar preferencia en todo y sobre todo lo demás. Incluso tienen prohibido ser donantes de sangre, porque esto en nada beneficia al Opus Dei. Esa es su característica distintiva. Santificar el trabajo profesional se hace consistir en estar puesto al servicio de la prelatura y no en que esté cristianamente realizado, lo que significaría orientarlo hacia un bien que no es exclusivamente el Opus Dei y de sus “apostolados”.

Nos encontramos ante unas “voluntades de Dios” muy acomodaticias. Una cosa es poner en práctica en el trabajo los mandamientos de la ley de Dios, las virtudes cristianas teologales y morales —especialmente la caridad y la justicia— junto con las obras de misericordia —eso sí que es cumplir la voluntad de Dios— y otra cosa distinta es obedecer al vicario del protonotario supernumerario, también llamado consiliario. Establecer una Universidad en Navarra no puede considerarse voluntad de Dios, sino de €scrivá. Quizá hubiese sido más provechoso instalarla en Madrid o simplemente no instalarla. Acertado o no, no fue voluntad de Dios, sino de €scrivá. Lo mismo sucedió con prohibir a la revista de moda femenina Telva, cuando en ella mandaban los vicarios del Opus Dei, promover o favorecer que las mujeres usasen pantalones, moda que por aquel entonces comenzaba a prosperar. La voluntad de Dios no es en modo alguno la voluntad de los superiores del Opus Dei, por muy sobrenatural que se considere el origen del Opus Dei y por muy santo que se tenga a $anjosemaría. Ni $anjosemaría ni el propio Papa, vicario de Cristo, pueden subrogarse en el papel de Dios.

Con el esquema mental antes mencionado, la santificación del trabajo y de los compromisos familiares y sociales, la voluntad de Dios queda convertida en obedecer y complacer a unos superiores, ya la “voluntad de Dios” se la haga consistir en proporcionar un biombo, ya en fundar una revista, ya una Universidad. Con ese esquema mental se olvida el mensaje evangélico. Ese es el no “pequeño” inconveniente. Se sustituye la voluntad de Dios por iniciativas e inventos humanos quizá bienintencionados. De el Opus Dei viene a cumplir la voluntad de Dios y el Cielo está empeñado en que se realice se pasa a “la voluntad de Dios consiste en poner una Universidad en Navarra”; Universidad respecto a la cual, por lo demás, no tengo la más mínima animadversión sino todo lo contrario; pero no hay constancia en absoluto de que Dios haya pedido que se ponga una Universidad en Navarra.

A Eduardo Ortiz de Landázuri, que trabajó eficazmente en la clínica de la Universidad de Navarra para sacarla adelante, pretenden proclamarlo santo por ese hecho. Si hubiese trabajado para otra clínica, ya no habría que considerarlo santo. La santificación del trabajo ordinario se acaba identificando con trabajar para el Opus Dei. Para Helidoro Dolç y para Jesús Gazapo, qué fácil les resultaba conocer “la voluntad de Dios” en el ejercicio de su profesión de arquitecto. Tenían por jefe directo al Fundador, que era voluntad de Dios en estado puro. ¿Es que Miguel Fisac sólo se santificó cuando hizo La Estila y Monterols; pero no posteriormente? El estilo de gobierno del Opus Dei adolece de “divinización” del mando.

En el Opus Dei, especialmente los numerarios, saben muy bien a qué hora deben levantarse por la mañana, a qué hora se deben acostar, a qué hora deben rezar esta oración o aquella otra, etc, etc. Todo eso es considerado también voluntad de Dios; una voluntad de Dios que está minuciosamente regulada y da lugar al Dios tiquis-miquis, por lo que cuantos más permisos se pidan, cuantas más consultas se evacúen, mejor se conoce y cumple “la voluntad de Dios”. Al que cumple las normas de piedad prescritas —unas dos horas y pico diarias— el fundador le promete el cielo. Tal es el feliz y falaz planteamiento.

Los que trabajan en empresas privadas o en el sector público, siempre andan con dificultades para cumplir la “voluntad de Dios”. Que si no puedo ir al curso anual en esas fechas, que si no puedo hacer completos los diez minutos de acción de gracias después de misa, porque llego tarde al trabajo. En cambio, los vicarios del Opus Dei y sus colaboradores en Comisiones y Delegaciones ¡qué bien cumplen las normas de piedad! Hacen los diez minutos de acción de gracias completos, después de la misa y eso un día y otro, heroicamente. Desvivirse por cumplir lo que les indican desde Roma es su trabajo profesional. Tienen por profesión no sólo cumplir esa voluntad de Dios sino también crearla ellos mismos con nuevas notas, reuniones e indicaciones para la ejecución de lo mandado. ¡Qué cosa más sublime que tener por profesión concretar y hacer cumplir la voluntad de Dios! Me estoy divirtiendo demasiado.

Retomemos el hilo del comienzo. Habrá que dejar claro en los nuevos estatutos si la santidad en el trabajo que el Opus Dei predica, consiste primordialmente en trabajar para los gobernantes del Opus como cooperador orgánico. No es de extrañar que poner la propia actividad profesional a las órdenes y servicio de los superiores del Opus Dei tenga poco atractivo como vocación de por vida. El fundador entusiasmó a los primeros con un “soñad y os quedareis cortos”; y vieron como el Opus Dei y sus actividades se extendían por las cinco partes del mundo. Hoy día parece que más bien mengua. En cualquier caso, se echaría en falta una mente de empresario joven en los equipos directivos, si se opta por una mera cooperación orgánica.



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