El holocausto absurdo del Opus Dei

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Por Espantalobos, 2.10.2006


Si personas dentro de la obra me preguntan si me ha “compensado” salir de ella y si tengo una vida buena lejos de ella, tendrán una respuesta cristalina: “!Si!!! y sal tu también cuanto antes, porque estás en un montaje sin sentido, pecaminoso y jurídicamente nada consolidado, semejante a una baraja de cartas que se va a desmoronar en cuanto le sople la Verdad. Sal antes de sucumbir. Escucha tu instinto de supervivencia y tu deseo de vivir con dignidad.”

Hay un fenómeno más que nefasto en la vida interna del Opus Dei: el holocausto absurdo de vidas inocentes. La aniquilación parcial y total de personas buenas que quisieron dar respuesta a la llamada de Dios que en su día percibieron en su interior y que pensaron que la obra sería el lugar adecuado para responder.

Con el paso del tiempo, sobre todo para los que no son propensos a la cultura de manada, al querer ejercer su libertad para materializar su amor a Dios, se encuentran estrellándose de continuo contra un muro de cemento gélido. Toda actuación natural, todo lo que es iniciativa propia, todo lo que es discurso inteligente e independiente y que no corresponde al 100% con el discurso "ortodoxo" de la prelatura, se corta por lo sano, para que la “doctrina oficial” del Opus Dei prevalezca en todas sus expresiones individuales hacia el exterior y en el interior. El que se toma la libertad de hacer las cosas a su guisa es, tarde o temprano, relegado a vivir un exilio demoledor.

Esto no solo pasa al numerario o agregado. No, pasa a innumerables sacerdotes numerarios. A estos, cuando se salen del guión establecido desde arriba, el primer paso para enderezarles es someterles a la amenaza de la forma más inconstitucional y deshonesta y sin que la Iglesia tenga jamás noticia de ello. Luego, si esto no funciona, se les aparta de encargos apostólicos y, finalmente, o son relegados al rincón más recóndito del mundo para que nadie se contagie de su forma de pensar o de actuar, se les invita a abandonar la prelatura o se les empastilla hasta tenerles en estado vegetativo.

Algunos sobreviven por milagro, por su forma de encarar el exilio interno o por tener una fibra de tanta calidad que aguantan vivir la subyugación de un régimen cruel y despótico. Otros sucumben, y ya son muchos, demasiados…demasiados… ¡por Dios! Se sacrifica literalmente la vida de innumerables personas buenísimas que, en cuanto intentan remediar los males inmensos que observan en el seno de la obra, pagan con el precio de ser desprestigiados, desconsiderados, amenazados, arrinconados, exiliados, machacados y aniquilados psicológicamente. Eso sí, a escondidas y lejos de la mirada pública.

Podríamos hablar de una clase de “leprosos” en el Opus Dei, conocidos como tal por la cúpula prelaticia y que son los disidentes internos. El método que utilizan los dirigentes de la obra, es “quitar de en medio” los elementos que resultan “incómodos”. Si para lograr aniquilarlos hay que atentar contra la virtud teologal de la caridad o la virtud cardinal de la justicia una y mil veces, no importa mientras se consiga mantener maquiavélicamente la expresión exterior del Opus Dei “pura e inmaculada”. Todo es lícito para no perder el control absoluto sobre la imagen de la obra.

Al sacerdote que logra abandonar la prelatura, se le difama con todo tipo de falsedades en honor a la verdad prelaticia ya tan conocida y tan contraria a lo que enseña el Catecismo de la Iglesia Católica: "2477 El respeto de la reputación de las personas prohíbe toda actitud y toda palabra susceptibles de causarles un daño injusto (cf CIC can. 220)."

Todo esto, hecho en nombre de Dios y por salvaguardar el "bien" de una prelatura altamente sectaria y jurídicamente periclitante, es un escándalo sin precedente y merece ser denunciado en toda su crudeza e injusticia. No hay nombre calificativo para procedimientos tan malignos y deshonestos y no hay perdón que sirve para limpiar el agravio enorme que esta mancha negra produce a la Iglesia Católica de hoy, porque estamos ante un fenómeno que es radicalmente opuesto a las enseñanzas de Cristo y que no debería existir en su forma actual.



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