Desorientación sobre cuestiones sexuales

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Por G.L., 23-7-2003


He leído en mails de los últimos tiempos la poca orientación o más bien la desorientación que en la obra se nos ha dado sobre cuestiones sexuales. Y digo desorientación porque con el paso del tiempo he podido comprobar los "conflictos" que se crean en personas sanas y que quieren vivir su sexualidad con naturalidad.

Recuerdo una convivencia a la que asistí junto con otras numerarias que nos dedicaríamos a la formación de supernumerarias. En ese entonces yo estaba en el centro de estudios. Se nos habló de varios temas: cómo llevar las charlas y orientar a mujeres casadas. Pobres señoras que estarían en manos de numerarias que apenas teníamos 22 años!!!!

Recuerdo que llegó el momento de tratar el tema de la sexualidad y se nos explicó que leeríamos unos documentos internos que nos aclararían "criterios" para esta formación. Se nos advirtió que por "la delicadeza del tema" no haríamos comentarios y que si algo quedaba sin comprender, lo consultáramos después en forma personal con nuestra directora. La mayoría de las explicaciones estaban en latín.

Yo había estudiado esta lengua en el colegio y también el la facultad, por lo que muchas frases me resultaban claras pero otras no tanto.

La verdad es que no sé qué habrán comprendido las demás, porque el nivel de latín que estudiábamos dentro, sólo alcanzaba para entender las oraciones que rezábamos habitualmente (y esto para quienes tenían intención de comprender). Obviamente no pregunté nada, ni en ese momento ni después.

Siempre me pareció exagerada la anécdota de Escrivá tirando la llave del piso que le habían facilitado para que se escondiera durante la guerra. Todo porque había allí una empleada joven. Nunca comprendí por qué se lo daba como ejemplo de pureza. Más bien lo contrario: cómo un sacerdote tan plantado como él se iba a "lanzar" sobre una empleada porque estuvieran a solas?. ¿Dónde estaba la voluntad que en grado heróico decía vivir?

Recuerdo también haberme encontrado después de varios años de salir, con algunas chicas que habían estudiado en colegios de la Obra. Les llevó años poder vivir con naturalidad muestras de afecto con sus novios. Todo lo vivían con mucha culpa.

Un capítulo aparte era el uso de trajes de baño. En una oportunidad asistía a un curso anual (este tema merecería un capítulo aparte) que no tenía piscina, por lo tanto concurríamos a una playa para bañarnos en el mar. Se nos explicó que iríamos a algún lugar alejado para no coincidir con mucha gente (¡cristianos corrientes en medio del mundo!...)

Debíamos usar algo encima para no exponer el cuerpo a la vista de las demás (obviamente, no cuando entrábamos al agua). Imagino el espectáculo que debíamos dar un grupo de personas jóvenes y otras no tanto, con una suerte de túnicas al mejor estilo griego.

Una de esas veces coincidimos (oh, casualidad) con otro grupo de jóvenes (todos ellos numerarios, según advertimos después) que estaban en el mismo plan que nosotros. Ellos tuvieron que levantar campamento porque había llegado la sección femenina.

También nos sugirieron que nos agrupáramos de a pocas para no llamar la atención. Y vaya si la llamábamos todas sentaditas, leyendo algún libro (debieron pensar que eramos las asociadas de alguna biblioteca itinerante).

El respeto por el cuerpo se entendía de un modo muy particular. Había que mortificarlo, ocultarlo y si era posible quitarle todo atractivo.

Con el paso del tiempo fui notando que comíamos alimentos que engordaban mucho y eso se traslucía en nuestro aspecto. Mujeres que habían entrado a la obra con muy buen aspecto, adquirían un aire de "matronas romanas". Claro está que el paseo semanal y la excursión mensual no bastaban para que el físico se ejercitara lo adecuado. Siempre estaba el recurso de encontrar alguna amiga con la que hacer apostolado y salir a jugar un poco de tennis, porque tampoco recuerdo haber ido a patinar o esquiar (demasiada frivolidad).

Capítulo aparte merecen los cortes de pelo. Nadie iba a una peluquería para cortarselo. Era una falta de pobreza. En el centro de estudios había una de nosotras que había adquirido bastante destreza con las tijeras y cada tanto "abría su peluquería El Rulo Loco" y varias pasaban por allí. También había otras que se animaban con las cabezas de las demás. Una vez, una quedó en un estado tan lamentable, que su madre supernumeraria la mandó de inmediato a su peluquera para que le arreglara semejante desastre. Se le permitió dado la situación de su madre, de otro modo hubiera tenido que esperar a que le creciera la cabellera.

También había quien ejercía de peinadora oficial. Algunas de las que estaban en el centro de estudios (en cargos directivos) pasaban a peinar a otras de la asesoría regional, que no eran muy diestras en manejar su propria cabeza (¿sería una señal y una no supo verlo en su momento?).


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