Las cosas no han cambiado nada

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Por Natalia, 30.11.2007


Querida Morgana, te escribo para decirte que lo siento mucho, pero estás muy equivocada. Las cosas no han cambiado nada.

En 1995, con 14 años y medio y 8 días, pité de numeraria. Técnicamente de adscrita, pero en realidad, hacía vida de numeraria total. La idea de pitar empezó a rondarme la cabeza seis meses antes de esa fecha, quiero decir, que el opus Dei tuvo en seis meses tiempo suficiente de informarme de las concretas obligaciones que estaba asumiendo, pero cuando yo pité, no tenía ni idea de que me estaba comprometiendo a:

  • Contar una vez a la semana a la persona de turno toda mi intimidad
  • No pisar el cine, teatro, y demás espectáculos públicos
  • Entregar todo mi dinero a la Obra.
  • No poder aceptar regalos
  • Utilizar Cilicio y disciplinas
  • No merendar los Sábados
  • Dormir sobre una tabla
  • No utilizar almohada una vez a la semana.
  • No poder quedar con mis amigas si no es para hablar de Dios.
  • Dejar a mi familia de sangre en un segundo plana, excepto para pedir dinero, que entonces vuelven a estar en primer plano.
  • Hacer testamento a favor del Opus Dei.
  • Cumplir con un excesivo plan de Vida.
  • Ducharme con agua fría.
  • No hablar desde después de la tertulia hasta la comunión del día siguiente.

Por supuesto, se me comunicó expresamente la prohibición de decirle a mi madre lo que había hecho. Hay que decir que mi madre es Supernumeraria desde hace más de 30 años, y que se personó expresamente en el centro a hablar con mi directora antes de que yo pitará para comunicar que yo era menor de edad, y que no daba su consentimiento para que yo solicitara la admisión como numeraria. Por supuesto, se lo pasaron por el forro.Yo pité y me obligaron a ocultarlo en casa.

Por cierto, lo que dices de que estas cosas no pasan ahora es mentira.

Tengo una hermana de 15 años, que iba a un club de bachilleres. Pues como no, cuando se acercó a los 14:30 le empezaron a dar el coñazo. Mi madre acudió a hablar con la directora a comunicar que no daba consentimiento para que su hija menor de edad pitara, y dio razones de peso. Amenazó con acudir a la delegación en caso de que siguieran hablando a mi hermana de vocación. Evidentemente no hicieron caso, y no solo siguieron insistiendo a mi hermana para que pitara, sino que le dijeron a ella que no comunicara nada a mi madre, porque mi madre había ido a hablar con la directora para exigir el cese del acoso. Menos mal que la pequeña se lo contó todo a mi madre.

Con todo estó, mi madre, con toda la buena fé, pensó que no era un problema institucional, si no que la pobre directora, no era mas que una niñata que desde los 14 y medio había cerrado su vista a todo aquello que no fuera el Opus Dei. Consideró que la pobre mujer no daba más de sí porque no conocía otra forma de hacer las cosas. Así que autorizó a mi hermana a ir a otro centro, este ya de universitarias, donde las numerarias eran mas mayores. Pero la historia se ha repetido, así que mi hermana ya no va a ningún centro.

Mi madre no se niega a que se haga numeraria, sino que se niega a que lo haga antes de tener uso de razón y una personalidad formada y consolidada. Lo mismo que se hubiera negado si yo hubiera querido casarme con 17 años.

Yo, por mi parte, hago lo que puedo, y le he explicado a mi hermana en que consiste el pitar. Por lo menos, que si pita, sea sabiendo lo que hace. La pobre se quedó a cuadros cuando le explique el listado de compromisos arriba reseñado. ¿Qué si pito tengo que hacer eso? Si tiene que pitar y sufrir que lo haga, pero que no sufra por una mala información, o por una ocultación de la verdad.

Hace siete meses contraje matrimonio y he comprobado en mis propias carnes, como la Iglesia se ha esforzado en comprobar que yo era plenamente consciente del compromiso que suponía mi decisión. Además de la elaboración de un expediente eclesiástico, en el que se ha comprobado mi capacidad y juicio para adquirir un compromiso, resulta, que se me exigió recibir un cursillo prematrimonial donde tanto a mi marido como a mí se nos informó de lo que supone el matrimonio. Nadie nos pinto la vida de rosa, se nos informó de las crisis, problemas, etc con los que nos íbamos a encontrar. Que ese amor pasional que sentimos en uno por el otro desaparece con los años, dando paso a un amor maduro y al cariño, que con la llegada de los niños veríamos reducido el tiempo para dedicarnos el uno al otro, que las tentaciones iban a seguir ahí, tres días en los que la Iglesia se aseguró de que conocíamos las implicaciones de nuestra decisión.

¿Por qué nadie me informó de nada cuando pité? ¿Por qué solo me dijeron que iba a ser muy feliz y que pasaba a formar parte de una élite? Porque nadie me habló del cansancio, de las renuncias y sacrificios de mi nueva vida?

¿Te parecería responsable que la Iglesia hiciera lo mismo con las parejas de novios? ¿sabes la cantidad de matrimonios que se han tenido que anular porque las parejas no fueron lo suficientemente maduras para asumir el compromiso?

Morgana, no digas que las cosas están cambiando, porque no es así. Los centros cada vez se llenan más de directores de 20 y 22 años, que no tienen ni idea de lo que es la vida, y que están haciendo muchísimo daño.


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