Influir en la moda

Por Anna María Calzada, 7.03.2007


Cuando leí en el escrito de EscriBa que “en el séptimo Congreso de la Prelatura de 2002, verbigracia, se decidió encomendar a la Sección de mujeres la tarea de influir especialmente en el mundo de la moda”, los recuerdos me desfilaron uno tras otro en la cabeza. Quizá sea conveniente que los ponga por escrito.

Una aclaración previa: voy a dar las fechas de memoria, por lo cual pueden ser no completamente exactas; lo que sí es exacto es el periodo en el que sucedieron los hechos.

Debió de ser hacia 1958 cuando empezó a publicarse la revista Ama; dependía (o era patrocinada) por la Comisaría de Abastecimientos y Consumo, al frente de la cual estaba un supernumerario. Una revista de formato reducido –más o menos como el ABC-, impresa sobre papel de mediana calidad y en sus primeros años en blanco y negro; estaba dirigida a las “amas de casas” de clase media más bien baja y tenía secciones de administración del hogar, economía doméstica, decoración, cocina, reportajes de actualidad y… moda. “Hijas mías, trabajareis en los medios de comunicación”, había dicho Escrivá, y ahora aquel deseo se materializaba en esta revista; el propio Escrivá eligió a las personas que habían de ocuparse de esta tarea apostólica: las numerarias Pilar Salcedo y Mirufa Zuloaga. Josefina Figueras (creo que era agregada) era la jefe de redacción. La revista tuvo un éxito impresionante: era barata y, sobre todo, era moderna y actual. Hablaba en un lenguaje sencillo y directo, tocaba temas interesantes y nada tenía que ver con las publicaciones ñoñas y desfasadas de la Sección Femenina de Falange. Pilar y Mirufa trabajaban a un ritmo trepidante, iban a buscar la noticia, viajaban a donde fuera, sus reportajes eran de rabiosa actualidad. Se convirtieron en un paradigma para las numerarias más jóvenes que entonces empezábamos la carrera de Periodismo. Cuando venían a los cursos anuales a contar anécdotas de sus viajes o de sus entrevistas, salíamos como si nos hubieran puesto una inyección de adrenalina: sí, esto era lo nuestro, “poner a Cristo en la cumbre de todas las actividades humanas”. En aquel momento el tema de la moda no tenía excesivos problemas; se trataba de no sacar escotes demasiados generosos ni traseros demasiado marcados.

Unos años después, creo que en 1964, se dio otro paso adelante: se trataba ahora de sacar una revista de alta calidad, dirigida a las clases pudientes; se llamaría Telva, creo que algo así como mujer en asturiano. No recuerdo cómo ni dónde, pero se que vi varios proyectos de portada: un perfil de mujer de largas pestañas y un moño muy historiado. Para decirlo lisa y llanamente, había que hacer un Elle en español: se copiaron el formato, las secciones, la tipografía… Buen papel y a todo color. Todas vivimos la salida de Telva como algo muy nuestro, como el cumplimiento de aquella promesa de Escrivá: “Hijas mías, influireis en el mundo de la moda”. Desde arriba, por supuesto: Telva estaba en nuestros centros, y era la revista estrella de todas las supernumerarias y cooperadoras. La directora era Pilar Salcedo, que escribía en cada número un editorial que era como una charla a un grupo de supernumerarias. Pilar era una gran periodista, y supongo que lo sigue siendo: sabía comunicar, sacaba partido del detalle, tenía un gran sentido del humor.

Fueron aquellos –mediados de los 60 y comienzos de los 70- años de euforia, de avance imparable, de conquista de objetivos: Teníamos “La Actualidad Española”, que competía codo con codo con “La Gaceta ilustrada”; “Mundo cristiano”, dirigido por Jesús Urteaga; “Ama”, con Mirufa; “Telva” con Pilar; se preparó el proyecto de una revista dirigida a la gente del campo, “Trilla”, que al parecer no prosperó… un sacerdote, Angel García Dorronsoro, seducía a la audiencia nocturna de Televisión Española con una breve charla justo antes de que salieran “las banderas” que señalaban el final de la transmisión. El órdago final fue la compra de la cabecera de “El Alcázar”, un periódico de escasa difusión que se convertiría en “Nuevo Diario” y el cambio de propiedad del diario madrileño “Madrid”, que pasó a ser dirigido por Antonio Fontán. En Barcelona, Sebastián Auger, un supernumerario, creaba el Grupo Mundo, con un diario y varias revistas (en una de ellas, “Meridiano”, trabajaban Concha Fagoaga y Isabel de Armas, ambas numerarias y, aparte de este detalle, excelentes periodistas).

Bueno, me he ido por los cerro de Úbeda; vuelvo a centrarme en las revistas femeninas. Había que influir en la moda… vale, ningún problema hasta que Escrivá radicalizó sus ideas: primero, nada de pantalones; los pantalones masculinizaban a la mujer, o sea que faldas y sólo faldas en nuestras publicaciones. Lo malo era que las supernumerarias –y sobre todo las hijas de las supernumerarias- llevaban pantalones como si tal cosa, y ya no digamos el resto de nuestras lectoras: sabíamos que era una batalla perdida, y además perdida absurdamente. El golpe final, la debacle, fue cuando a una tal Mary Quant le dio por inventar la minifalda, y su idea caló entre la gente: las faldas se acortaron y las rodillas –y algo más- quedaron al descubierto. Escrivá reaccionó ante este hecho de una manera violenta y totalitaria: nada de minifaldas (si no recuerdo mal, en dos de sus últimas “campanadas” hablaba del tema, no sé si ahora estos párrafos habrán sido suprimidos). ¿Qué hacer en nuestras revistas? Aguantar el tipo, of course, pero ¿hasta cuándo? Nuestra influencia en la moda no era ni tan intensa ni tan extensa como hubiéramos deseado, y además, aquella imposición, unida a la de los pantalones, más bien nos provocaba urticaria: muchas numerarias aprovecharon la ocasión para acortar sus faldas, eso sí, dentro de un orden (unos dedos por encima de la rodilla). Yo fui una de ellas, y recuerdo cuando una directora de mi delegación me conminó a dejar mis faldas a “cuatro dedos por debajo de la rodilla”: ni las monjas de mi colegio se habían atrevido a tanto.

Aquí se acabó nuestra influencia en la moda y, de paso, para muchas, su trabajo en el periodismo: Pilar Salcedo fue relevada de la dirección de Telva y tiempo después dejó el Opus, Paola Arnaldo dejó La Actualidad Española e idem, Concha Fagoaga y después Isabel de Armas dejaron Meridiano e idem, Petra María Secanella también lió el petate…

¿Quién queda de mi generación? ¿De aquellas personas a las que nos convocaban a convivencias de aop [Apostolado de la Opinión Pública]? Periodistas de verdad, vocacionales, sólo Pilar Urbano y Rosa Echeverría. Covadonga O’Shea ya no está en Telva y Guadalupe Ferchen nunca ejerció el periodismo; supongo que las dos están en tareas internas.

Y ahora el actual prelado invita de nuevo a las numerarias a “influir en el mundo de la moda”. Lo reconozco, a pesar de los años, he sentido en mi corazón un aleteo de tristeza.

(Dedicado a todas mis “hermanas” que un día fueron periodistas)



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