Cuando hipotequé mi vida a los 14,5 y me convertí en un problema para mí misma

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Pr NPS, 4/10/2023


Ya escribí mi primera entrada sobre la situación laboral que me encontré siendo numeraria auxiliar. Hoy os quiero relatar mi testimonio. Contarlo en este entorno creo que me va a servir como terapia o como algo similar a “quemar demonios”.

Fui numeraria auxiliar desde los 14 y medio hasta los 22 y medio; estuve 8 años. Dejé el opus dei hace 7 años (Deo gratias).

Conocí el opus dei cuando estaba en primero de la ESO, tenía familia de segundo grado del opus dei y mi familia era practicante, sin embargo, fuimos educados con un contexto social poco convencional. En secundaria empecé a ir a un colegio de Institució, de ahí derivé a un club y yo sola me planteé ser del opus dei porque sentí que era lo que Dios me pedía (tenía un espíritu bastante idealista y romántico). Pité a los 14 y medio de numeraria auxiliar (nax)…

He leído y escuchado muchos casos de personas que pitan bajo mucha coacción y manipulación. En mi caso no fue así. Yo pité porqué tenía una relación muy estrecha e íntima con Dios y estaba convencida que mi vocación era esta. En ningún momento me paré a pensar en si el opus dei me gustaba o si la vida de las nax era lo que yo realmente quería. Para mí lo único importante era que Dios me pedía que hiciera eso, y al ser él bueno lo que me pidiera también lo sería.

La gente de casa me parecía agradable, acogedora y simpática, no era difícil sentirse integrado y querido.

Echando la vista atrás me doy cuenta de que ya entonces había cosas que me chocaban. Por ejemplo, cuando pité empezaron a exigirme ir muy a menudo a atender y recibir formación en el club, cosa que en mi caso era más complicado porque vivía lejos y además a mis padres no les hacía mucha gracia todo el asunto. Un día la directora me preguntó si iba a ir los sábados al club y le dije que los sábados por la tarde no podría porqué tenía ensayo de una obra de teatro que hacíamos en el pueblo. Recuerdo su mirada atónita y su comentario crítico: “Ostras, ¿siempre hipotecas así el tiempo de los sábados?” Me quedé a cuadros porque no sabía que estaba implícito el ser nax con solo tener tiempo para el opus dei. A partir de este momento fui dejándome de comprometer con cosas que no fueran del club, y si lo hacía lo consultaba antes. Ese condicionamiento de la libertad y de las aspiraciones personales no me afectó mucho en aquel entonces, pero luego estos episodios fueron los que desencadenaron mi “crisis de vocación”.

Recuerdo otra anécdota de ese tiempo. Las convivencias de semana santa duraban hasta el domingo de Pascua, día que en mi familia teníamos que estar obligatoriamente en casa (“Per Pasqua i per Nadal cada ovella al seu corral”). Pues bien, había una convivencia a la que “sería adecuado” que asistiera, era en Andalucía y la fecha de regreso era el domingo de Pascua por la noche. Para que pudiera ir a la convivencia y además estar en Pascua con mi familia, las numerarias idearon un plan que consistía en volver el sábado santo de Andalucía a Catalunya en avión. Cuando estábamos de operación regreso a mi casa, yo debí hacer algo que implicaba poco compromiso o qué sé yo, el comentario que me soltó la numeraria que me acompañaba fue algo así como “hacemos el pino puente con las orejas para que puedas hacer estos planes o sea que esperamos de tu parte más esfuerzo”. Y yo me quedé desconcertada pues en ningún momento les pedí que hicieran nada por mí, lo habían hecho porque les dio la gana, ¿qué me echaban en cara exactamente?

Ya en aquél entonces un instinto oculto del subconsciente me decía que ser del opus dei no era una bendición. Cuando me comentaban que alguien había pitado, me alegraba por la persona, pero también me compadecía en secreto de ella por lo que le tocaría vivir.

Pasaron los años de colegio y tocó ir a estudiar a la universidad y al centro de estudios. Tenía ya unas cuantas cosas claras y grabadas a fuego gracias al proceso de (mal)formación:

  • Ésta es tu vocación y si eres infiel a ella vas a condenarte (directa hacia abajo, irte es la muerte).
  • Va a haber muchos momentos difíciles en tu vida, pero son pruebas que te pone Dios.
  • Tienes que obedecer ciegamente a los directores.
  • Hay que estar cerca de Dios y cumplir su voluntad (o sea, la voluntad del opus).
  • Antes va el opus dei que tu familia de verdad (no se tenía que decir “mi familia” sino “mi familia de sangre”. Tampoco “mi casa” sino “casa de mis padres”).
  • En la charla y en la confesión tienes que ser salvajemente sincero (violación de la conciencia bajo coacción y manipulación psicológica).
  • Las cosas íntimas y personales, es decir, las importantes, solo las puedes contar a las personas que ellos designan para ti.
  • Si haces cosas mal, por pequeñas que sean, el demonio va a entrar a través de ellas y vigila, porqué cualquier cosa puede suponer la perdición.

Yo lo sobrellevaba todo (cosas que no me encajaban, macro oposición familiar, etc.) no por el opus dei ni por el padre, sino por Dios; para mí era el único nexo entre el opus dei y yo.

Había muchas cosas que veía y no me cuadraban o que eran muy contrarias a mi naturaleza, al fin y al cabo había recibido una educación cristiana pero también con un estilo de vida muy hippie. En todos los años que estuve, no me surgió nunca rezar con las publicaciones internas, menos aún con camino o forja; con lo único que realmente me sentía cómoda era rezando con poemas.

Me fui a estudiar a la Universidad de Navarra, pensé que así mis padres no me podrían presionar tanto.

Hice el centro de estudios. Esa época supuso bastante estrés: trabajar por el Colegio Mayor de numerarios, estudiar para la universidad, recibir la formación del opus dei y hacer todo el plan de vida.

Como consecuencia de esa presión se me manifestó una enfermedad que ya tenía de antes y nunca me habían diagnosticado. Tuve que empezar a tomar medicación, lo que me dejaba mareada y cansada. Esto fue a finales del segundo año del centro de estudios. Desde dirección pareció que no prestaban mucha atención a la situación y yo no me sentí cuidada ni comprendida por ellas. Tampoco sabía decir no, ni poner límite a encargos que me drenaban y empeoraban mi salud. Las nax teníamos que ser cuidadoras y no solicitantes de cuidados. Pienso que este problema de salud se sumó a otros descontentos existenciales que propiciaron mi crisis de vocación.

Al terminar el centro de estudios me mandaron a un centro que atendía un club de niñas y que estaba en un barrio apartado del centro de Pamplona. A partir de ahí empezaron para mis dos vidas paralelas. Por un lado, estaba la del centro, donde trabajaba algún día a la semana, dormía, hacía vida en familia, me (de)formaban y sometían la conciencia, y atendía el club. Por otro lado estaba la universidad, donde iba a clase, estudiaba, estaba con mis amigas e iba totalmente a mi aire. Me solía ir del centro después de desayunar y volvía por la tarde, por lo tanto, una parte importante del día estaba fuera de la influencia de opus dei y de los centros de control. Cómo mi labor apostólica era de niñas, no me comían la cabeza para que hiciera proselitismo con mis amigas de la universidad. De esa época, los buenos recuerdos que tengo son mayoritariamente de la universidad. Digo “mayoritariamente” porqué tengo también muy buenos recuerdos con gente de casa, me llevaba bien con casi todo el mundo, y, aunque no pudiera forjar amistades de verdad, me sentía muy cuidada por muchas y las recuerdo con muchísimo cariño.

Al terminar el centro de estudios, empecé a tener dudas de si Dios me pedía que fuera del opus dei. Emocionalmente intuía que cuando terminaran mis estudios en la universidad y me dedicara a trabajar en la administración, toda mi identidad se diluiría, que no habría sitio para mi verdadero Yo. Percibía que quedarme en el opus dei era una condena.

Estuve 3 años teniendo crisis de vocación (o aparición del instinto de huida). Desde la charla, el cura y la delegación, los dos primeros años de crisis me dijeron que tenía una vocación clarísima y me presionaron mucho psicológicamente. Pero yo sencillamente sentía que no sería feliz y que no quería seguir. Había bastante coordinación en lo que me decían ellos; ahora con lo que he leído en la web de los informes personales lo he entendido bien.

Me cuesta mucho verbalizar algo que ya no tengo presente y ya no siento, así que voy a poner un fragmento de un correo que le mandé a mi directora un año antes de irme, cuando recibí un mensaje suyo donde me decía algo así como: “no vaciles más, toma la determinación de seguir, si viste la vocación clara una vez pues adelante para siempre”. Parte de mi respuesta en el correo electrónico fue:

¿Cómo puedo no vacilar si no lo veo claro?
Para decidirme a no vacilar más tengo que estar determinada a no hacerlo, por tanto, tengo que tomar una decisión. Y no puedo decidir seguir, sencillamente no puedo porque ni lo veo meridiano, ni lo quiero para mí, ni me atrae, aunque lo admire de otras personas.
Si lo hago lo haré obligada por mí misma, por miedo a perderme, a no cumplir la voluntad de Dios. Podría hacerlo por amor a Dios, sin embargo, ¿cómo confiar en él si me ha pensado desde siempre para algo que no quiero y que no puedo? ¿Me ha hecho como soy verdad? Pues pienso: se ha equivocado o con mi naturaleza o con mi llamada. No, Dios no se equivoca, de acuerdo, entonces me ha puesto en la tierra para hacer su voluntad en contra de mi voluntad. Es decir, en contra de parte de mi voluntad, porque mi voluntad aún está en amarle, pero no en seguir, que además es algo que no tengo claro que me pida. Ya sé que no voy a tener más Seguridad de la llamada de la que puedo intuir, pero ¿cómo voy a seguir una intuición que a veces brilla más y a veces parece que se extingue y encima no la quiero?
En el semestre lo pensaré despacio, pero este tiempo me ha costado mucho recuperar la confianza en Dios, y ya ves, mira cómo hablo de Él, muy distinto de cuando Le conocí, le estaré ofendiendo, pero soy INCAPAZ de darle gracias, y menos por la vocación, ni tampoco por la vida, si es así, la vida no es ningún regalo, no lo digo por orgullo, sencillamente lo siento así. O a lo mejor merece la pena para gozar del amor de Dios en el cielo. ¿Pero para ir al cielo hay que saber ser feliz en la tierra verdad?
Al final estamos solos con Dios, lo demás es mutable, pasa, si sigo este planteamiento: son tres días, y si es una hora mucho mejor, entonces vivo entregada al OD, qué remedio, es el mal menor, qué pena que me lo haya pedido a mí. Me dijiste que este no podía ser el planteamiento. Bueno, pues para mí el: “no más vacilaciones” se traduce en esto.


Al principio la oposición de las directoras fue tan fuerte que, varias veces, debido a sus argumentos, pensaba que en realidad era una prueba de Dios, y que mis dudas eran del demonio y que, por lo tanto, tenía que decidirme a vencer a la tentación y continuar. Era tal la influencia que tenían sobre mí que no sabía dónde terminaba lo que me decía Dios, lo que mi Yo recto quería, o lo que mi Yo pecador quería. Ellos se meten en tu conciencia hasta el fondo de tal modo que es imposible aclararse, y son ellos los que te aclaran las cosas según lo que les interesa; en mi caso les interesaba que continuara.

En uno de los últimos semestres un sacerdote me dijo que si me iba de Casa mi familia lloraría, la Virgen y el niño Jesús también llorarían. ¿Cómo le puedes decir eso a una persona que está intentando ver con claridad sin quedarte con cargo de conciencia? La carga emocional y de culpabilidad con la que yo quedaba era abrumadora.

Al pasar los años, lo he pensado varias veces, yo era una vocación ideal de auxiliar: era amable, me daba cuenta de las cosas y de las necesidades de los demás, me mostraba obediente y servicial y además tenía estudios humanísticos que podría usar para reforzar los argumentos que validaban el opus dei y la administración. Por eso les costó tanto dejarme ir.

Yo no podía irme sin su bendición porque pensaba, “si haces esto, condena eterna. Nunca tendrás paz”. Hasta que ellas no me dijeran “sí, puedes irte”, ni por asomo pensaba largarme.

Tuve una cosa a mi favor: aún no había hecho la fidelidad, por lo tanto, su: “ir alargando las cosas” tenía una fecha de vencimiento. Así pues, unos meses antes de los 23 años, me dijeron que a ellas les parecía bien que yo obrara según lo que creyera que Dios me pedía. Y así, con su bendición y beneplácito me largué en paz, con la conciencia muy tranquila y quitándome un gran peso de todo mi Ser.

Recuerdo que me dijeron: “si cuando te has ido y estás en tu casa te das cuenta de que te has equivocado, puedes volver…” Cómo les dolió la perdida. También me plantearon si preferiría ser agregada o supernumeraria, les dije un no rotundo. Tenía alergia a cualquier cosa que requiriera compromiso con la institución o con casi cualquier cosa.

A partir de ahí tuve que reconstruirme. Aunque en el momento no me di cuenta, salí muy dañada y herida. Poco a poco fui dejando de rezar, de ir a misa y de tener obligaciones religiosas, que yo tenía asociadas al condicionamiento y al trauma que me supuso el opus. He ido aprendiendo a ser libre.

Supongo que parte de la tragedia de mi caso es que mi relación y mi creencia en Dios salieron totalmente perjudicados, porque él era el único nexo entre yo y el opus dei, por lo tanto, todo lo mal que lo pasé lo atribuí a Dios, y terminé teniendo resentimiento y rechazo a algo por lo que había sufrido tanto. Hasta hace un año, no he empezado a hacer el proceso de decir: el problema no era Dios o la idea de Dios, sino del opus dei.

Pero, aunque yo pueda formular de este modo las ideas, emocionalmente las cosas son distintas, por esto he perdido mi fe, y no me sabe mal porque estoy más tranquila y he aprendido vivir más feliz sin sentirme culpable constantemente por todo. Sin embargo, a la vez siento que al morir la fe también murió una parte de mí misma que antes de ser intoxicada por el opus dei era importante y valiosa. No sé si nunca la recuperaré.

Algún día haré otra entrada sobre mi caso después de haber salido, y cómo ha sido mi proceso de desintoxicación porque creo que para todos o casi todos es algo lento y costoso y se sufre mucho; a lo mejor puede ayudar a alguien. También quiero decir que, si a alguien le apetece ponerse en contacto por lo que sea, yo estaré encantada.

Para mi leer esta página con cada una de las entradas es curativo, reparador y siento que valida y da crédito al sufrimiento pasado. También ayuda a dejar de culpabilizarse uno mismo y a buscar los verdaderos culpables (la institución).

Y, por último: dejo constancia de que no tengo resentimiento contra las gentes que me trataron y con las que viví en el opus dei, pues mayoritariamente eran grandes personas y a día de hoy aún las recuerdo con cariño. Son tan víctimas como lo era yo.