Fundación de la sección femenina: 1930

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Por Gervasio, 15.02.2012


Aniversario número 82. Eso de que basta que sean discretas suscitó muchas críticas. El autor de Camino se vio obligado a disculparse: Yo no he despreciado nunca a la mujer, hubiese sido despreciar a mi madre y a las vuestras y a la Madre de Dios. Yo tengo el concepto más alto de la mujer. Sé que podéis dar la vuelta a todas las criaturas que tenéis alrededor, si sois buenas cristianas y sois alegres, porque talento os lo ha dado muy grande Nuestro Señor. De modo que —se refiere a al punto 946— entiéndelo ahora de otra manera. La Oficina de Información del Opus Dei en Internet también proporciona abundantes razonamientos aclaratorios y exculpatorias. La culpa la tiene la posición social de la mujer en aquel entonces Me parece que eso es precisamente lo que se reprocha: que el fundador —y no sólo en este tema— se haya dejado llevar por las circunstancias del momento, instituyendo como inamovible y permanente cosas que no merecen serlo...

Por mi parte aventuro esta explicación. La redacción original bien pudiera haber sido: ellas no hace falta que sean sabias: basta que hagan croquetas. Sustituir “discretas” por “croquetas” conserva incluso la musicalidad de la frase y casi todas sus letras. Independientemente de que haya de leerse “discretas” o “croquetas” el sentido de la frase hay que situarlo en el contexto del papel que la mujer desempeña dentro del Opus Dei. Eso es lo importante. Vamos allá.

El punto 946 tiene alcance fundacional, en la medida en que sienta criterio en torno a quiénes pueden o no entregarse a Dios en el mundo. Desde 1947, me parece, se hizo posible que accediesen al Opus Dei varones sin estudios universitarios: los agregados. Las mujeres habían abierto brecha previamente. Para entregarse a Dios en el mundo, desde 1930, ya no hacía falta ser universitario, si se trataba de mujeres.

Según el citado texto de la Oficina de Información del Opus Dei, este punto hay que ponerlo en estrecha relación con el número 332, que le precede inmediatamente en el Cuaderno original donde los escribió. Fue, en efecto, escrito a renglón seguido de transcribir la frase del P. Sánchez, su confesor, que daría origen a ese punto («Al que pueda ser sabio no le perdonamos que no lo sea»). Habíamos escuchado al fundador decir que, en las conversaciones con su confesor y mentor espiritual, dejaba aparte lo relacionado con la Obra, pues el padre Sánchez sólo se ocupaba de su alma. Tal modo de proceder no parece haber resultado demasiado efectivo, habida cuenta de que el pensamiento del padre Sánchez aparece reflejado en varios puntos de Camino, incluidos los que como éste tienen alcance fundacional.

Llama la atención, en las relaciones de Escrivá con Sánchez, que éste lo trataba con menosprecio. El padre Sánchez lee los apuntes espirituales que Escrivá le facilita, esos apuntes ojeando los cuales vio el Opus Dei mientras escuchaba campanas; lo tranquiliza respecto a sus visiones; le dice que lo de que haya mujeres en su fundación está muy bien; le da hermosos consejos y criterios que se reflejan en Camino; pero a continuación se lo quita de encima. Le hacía esperar varias horas antes de recibirlo, hasta que Escrivá renunció a tener por mentor espiritual al padre Sánchez.

Comuniqué en cierta ocasión a un sacerdote del Opus Dei que un chico llevaba mucho rato esperándolo para ser atendido. El sacerdote, que no tenía ocupación alguna que le impidiese atenderlo espiritualmente, me dijo con inquina:

—Que continúe esperando.

Y así lo tenía aguardando un día tras otro, hasta que se cansó. Luego comprendí que se había formado en la escuela del padre Sánchez.

No me parece congruente alentar por un lado las visiones de extraordinaria trascendencia de un alma escogida y de otro lado mandar a paseo a esa alma escogida. Quizá no la considerase tan escogida o considerase que las visiones no eran demasiado cabales. Nosotros —incluido don Álvaro— nunca tuvimos acceso a esos apuntes íntimos de las fechas anteriores y posteriores al dos de octubre. El padre Sánchez sí lo tuvo. Tengo la impresión de que por Escrivá desfilaron ristra de mentores espirituales. Habría que contarlos. Gitana, siempre serás/ como la falsa monea,/ que de mano en mano va/ y ninguno de la quea, fue el destino de Escrivá hasta que encontró a don Álvaro. Eso sí que fue definitivo. Don Álvaro sí que creía en Escrivá y en sus visiones, locuciones, decisiones y opiniones. Lo mismo nos pasó a otros. Le prestamos crédito no porque hubiésemos leído sus apuntes espirituales, sino más bien porque no los habíamos leído.

Miguel Fisac opina al respecto: Los conocimientos sobre los que estaba fundada toda la estructura espiritual del Opus Dei se basan en la percepción, no aclarada nunca, del Sr. Escrivá, de que un día y en un lugar determinado, Dios le había dado a conocer la labor que tenía que realizar: la santificación del trabajo ordinario, poner a Jesucristo en la cúspide de las actividades humanas, etc., etc. Esto se lo oí referir al Sr. Escrivá muchas veces. Una de ellas cuando él y yo pasábamos por la acera de delante del convento de los P.P. Paules de la calle de García de Paredes, en donde él había tenido esta experiencia. Consideraba de la máxima trascendencia sobrenatural el fenómeno, pero no se aclaraba ni tampoco daba ninguna clase de detalles. Yo supongo que esta cuestión tiene que haber sido analizada por especialistas y debería darse a conocer a los fieles sin seguir dejándolo como un misterio, pues es la clave de la fundación del Opus Dei.

Escrivá sólo logró la aceptación de sus visiones por parte de gente joven. Era una aceptación acrítica, pero con buenos resultados proselitistas. Muchos jóvenes aspirábamos a encontrar un ideal católico novedoso, atrayente y ambicioso. Muchos acabamos haciéndonos del Opus Dei. Me viene a la mente el fundador comentando a propósito de no recuerdo qué reliquia de muy dudosa autenticidad:

— Lo importante es lo que los fieles, el pueblo, saquen de esa veneración. Lo importante es que los lleva al amor de Dios.

Se nos mencionaba que Pablo VI le dijo algo así como: “Usted ha sido una de las personas que más gracias extraordinarias ha recibido de Dios”. Y va él y se lo cree. O por lo menos procuraban hacernos creer que Pablo VI se lo dijo tan convencido. También nos engañaron con lo del “cariñoso quirógrafo” —en realidad recriminatorio— de Pablo VI. Y es que Escrivá iba por el mundo en plan “soy portador, indigno y humilde, de gracias extraordinarias que cambiarán el destino de la Iglesia y de la Humanidad”. ¿Qué otra cosa le podría decir Pablo VI al recibirlo? Si se recibe a una señora que se las da de caritativa, habrá que saludarla diciendo: “Cuán hermosa y desinteresada labor hace usted”. Y si va por la vida en plan presidenta de la fundación Chinchín, habrá que interesarse y elogiar la fundación Chinchín.

Me estoy divirtiendo demasiado. Estábamos en el papel de la mujer dentro del Opus Dei. En los estatutos de 1941 (Régimen, Art. 3) se establece que las numerarias se dedican o bien a los apostolados propios del espíritu del Opus Dei; o bien se dedican exclusivamente al servicio doméstico. La contraposición tiene perendengues. Presupone que lo del servicio doméstico ni es apostolado, ni es propio del espíritu del Opus Dei.

Mons. Echevarría el 17 de mayo pasado ha hecho un llamamiento a que muchas numerarias en vez de dedicarse a los “apostolados propios del espíritu del Opus Dei” —esa es la terminología del art. 3 de los estatutos de 1941— se dediquen al servicio doméstico: Todos hemos de rezar para que muchas mujeres —Numerarias y Numerarias Auxiliares — se dediquen en la Obra a esta profesión, tan llena de dignidad y tan trascendente para la sociedad, para la familia. Pero no llama a que, como cualquier otra profesional —como pudiera hacer una catedrática de Universidad—, las numerarias salgan por la mañana a la calle a prestar servicio doméstico en casas particulares —para lavar ropa, cuidar niños, cocinar y limpiar el polvo— y regresen por la tarde con su salario y su alegría de haber dejado la semilla del evangelio en aquella casa. Que se dediquen en la Obra a esta profesión tan llena de dignidad significa ejercerla en centros de la Obra.

Los estatutos de 1982 establecen que, además de las obligaciones comunes a todos, las numerarias tienen a su cargo la administración doméstico-familiar de los centros de la prelatura, viviendo en un lugar completamente separado. (n. 8 § 2). La responsabilidad de que en los centros de varones se coma bien no recae sobre los numerarios, sino sobre las numerarias.

Es la mejor dirección espiritual, solía decir el fundador.

La Administración también nos protege de la gula. Los directores han de prohibir que los demás tengan alimentos en sus cuartos. Si los envían o los regalan a alguno, deben mandarse a la despensa: cuando el Señor haga que tengamos la Administración llevada por la Sección femenina será mucho más fácil vivir estos detalles de buen espíritu. (Cfr. Instrucción para los directores, n.98).

A mi entender, es fuera de los centros de la Obra —trabajando en el seno de una familia— donde las empleadas del hogar pueden desempeñar el apostolado que les es propio. Una criada puede influir mucho en una casa. De hecho influyen mucho, aparte de prestar un servicio útil. Tuve una niñera que influyó mucho y bien en mí y en mis hermanos. En cambio, poco apostolado pueden desempeñar en un centro del Opus Dei, especialmente si el centro es de varones. Se limitan a limpiar habitaciones, cocinar, abrir la puerta, etc., siempre en silencio. Resultan útiles sin duda; pero no pueden hacer apostolado. Hacen el mismo apostolado que la lavadora o el aspirador. Como dice la Epístola a los Romanos, la fe entra por los oídos, fides ex auditu (X, 17). Y ellas tienen que estar calladitas. Del servicio doméstico en el Opus Dei se busca la utilidad; no que santifiquen a los demás con una labor de apostolado. En la Obra es usual enfatizar y recalcar todo aquello que, por no acomodarse a la realidad, necesita ser repetido una y mil veces: no somos religiosos; somos libérrimos; de cien almas nos interesan cien; etc. En esa línea, el servicio doméstico de las numerarias es calificado de apostolado de apostolados.

Viví una temporada en una casa preparada para que en ella pudiera instalarse una Administración llevada por la Sección Femenina, con su telefonillo, su puerta de comunicación, su independencia total y demás detalles. Pero como la Sección de mujeres no tenía personal, se instaló allí una buena señora, que con ayuda de otras que ella misma iba eligiendo llevaba la casa satisfactoriamente. Yo creo que la experiencia le hizo bien espiritualmente. Llegó a pedir la posibilidad de asistir ella también a misa y aprendió a dar importancia a los ornamentos y vasos sagrados.

A las numerarias dedicadas al servicio doméstico se las instrumentaliza. Me refiero a que no se busca de ellas que ejerciten el apostolado propio de su profesión, sino que sean útiles lavando, cocinando y pasando el aspirador. Lo propio sucede con el resto de profesiones. A un profesor no se le pide que eduque a niños o a jóvenes lo mejor que pueda porque se lo merecen, sino que consiga vocaciones. De un ingeniero o de un banquero se pretende que aporten dinero a la caja; nada de mejorar la profesión. De un ginecólogo se espera que diga que la píldora anticonceptiva es perjudicial para la salud. Se toma por santificar la profesión instrumentalizarla. Si acaso se estimula el trabajo profesional bien hecho, pero no como medio de ayuda a los demás, sino como “anzuelo” de pescador de hombres (Cfr. Camino, n. 372). De las personas y de las profesiones que desempeñan se busca solo la utilidad propia. En suma, se las instrumentaliza. Son especialmente instrumentalizadas, a modo de ver, las mujeres. Se nota hasta en los testimonios de Opuslibros.

Afortunadamente nunca me sentí instrumentalizado por mis padres. Si me dieron estudios, cuidaron mi salud y procuraron mi bienestar fue en razón de mí mismo y no para que estuviese en condiciones de servir a la Iglesia como ella quiere ser servida. Pero también hay padres que instrumentalizan a sus hijos, en beneficio propio o ajeno; los explotan. Lo usual es que los padres biológicos no instrumentalicen a sus hijos, sino que actúen gratis et amore. No puede decirse lo mismo de muchos “padres” no biológicos: el padrecito zar, el jefe de la empresa tal, que es un padre para sus empleados, etc. En ese etcétera tiene adecuada cabida el Padre. No me refiero al talante más o menos paternalista de Escrivá, de Portillo o de Echevarría. Me refiero a la propia institución de “el padre”, en el Opus Dei. Es institucionalmente, por razón de su oficio, el encargado de explotar e instrumentalizar; instrumentalización que se identifica con santidad. Ser buenos instrumentos es ser santos. Como ello resulta tan patente —el dinero que ganas me lo das y yo no te doy ninguna explicación sobre su uso: sé pobre— hay que sublimar la instrumentalización de las personas, identificándola con la santidad. La instrumentalización es una faceta de la espiritualidad del Opus Dei que no me gusta ni un pelo. El propio fundador se proclamaba instrumento de Dios. Dios se valía de él, instrumento inepto y sordo, para hacer su Obra. Pero más bien era lo contrario. Escrivá se valía de Dios —invocando intervenciones divinas habidas en su humilde y santa vida— para hacer prácticamente todo lo que se proponía, ocurría o antojaba. Quizá tranquilizase su conciencia juzgando que sólo se proponía hacer “cosas buenas”.

Dios no necesita instrumentos. Instrumentos los necesita el hombre. Incluso hay quien, para distinguir al hombre de los homínidos, lo caracteriza por usar instrumentos complejos: lenguaje muy preciso, en vez de gruñidos; piedras labradas y luego metales. Y posteriormente inventa el automóvil —mejor un Ferrari— y el teléfono móvil y un sinfín de instrumentos más, desde los musicales hasta el llamado instrumental quirúrgico. En la sociedad actual está prohibido en cambio usar de las personas a modo de instrumentos. La esclavitud ha ido siendo progresivamente abolida sobre todo a lo largo del siglo XIX. No forma parte de los caminos de santidad, sino que es típica de las sectas.

Dios no nos necesita como instrumentos. Es más, no nos necesita en absoluto —somos nosotros los necesitados—, lo cual no quiere decir que no se pueda recrear y se recree en nosotros, del mismo modo que a un padre nada le soluciona un niño de tres meses; pero se recrea en él. Lo ayuda y lo trata con mimo y se complace en que crezca y sea buena persona. Se atribuye a la Virgen ser mediadora de todas las gracias; no instrumento de todas las gracias. Dios no la instrumentalizó. Ni las actividades temporales, ni las diversas profesiones, ni las personas que las desempeñan tienen que ser instrumentalizadas en bien de la Iglesia o de sus institutos seculares o prelaturas.

Y luego están las supernumerarias, las señoras casadas. De ellas se procura que tengan muchos hijos para que se hagan del Opus Dei y les paguen el centro de estudios. Sus hogares han de ser las escuelas apostólicas del Opus Dei. En ese caso la lectura del punto 946 de Camino podría ser: ellas no es necesario que sean sabias: basta que sean coquetas, por aquello de que “la mujer compuesta saca al hombre de otra puerta”. Pero moderadamente, por aquello de “ni tan fea que espante, ni tan bonita que encante”. Los dos refranes eran muy repetidos por Escrivá a propósito de las supernumerarias.

La labor con gente joven —llamada labor obra de san Rafael— en el caso de los varones va dirigida a los jóvenes estudiantes universitarios o alumnos de Escuelas Superiores. (Régimen, n. 12). Entre las mujeres, la obra de San Rafael trabaja con el fin inmediato de formar buenas madres de familia cristianas Y desarrolla su labor en el campo, mediante granjas, etc.; y en la ciudad, con hogares, residencias, etc (Régimen, Art. 13).

En congruencia con lo anterior, en el gobierno de la Obra las mujeres tienen una participación reducidísima. Debe de ser porque están en el campo, ocupándose de las granjas y no les da tiempo a todo. En la elección presidente general también llamado prelado, o bien padre (Cfr. Estatutos 1982, n. 132 § 1) y en general en el gobierno de la Obra la participación de las mujeres es muy modesta.

Con frecuencia se reprocha a los colaboradores de Opuslibros que sólo resaltamos los aspectos negativos del Opus Dei y que nunca decimos algo positivo. Por ser hoy día 14 de febrero diré algo positivo. En el Opus Dei tomé las mejores croquetas que haya paladeado nunca: pequeñas, crujientes, con la bechamel muy cocida —muy, muy cocida—, calientes, presentadas sobre paño de lino, sin que las croquetas lo manchasen con su aceite. Se deshacían en la boca medio crujientes, medio cremosas. Una maravilla.




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