Eufemismo del Opus Dei para no hablar de esclavitud

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Por Mediterráneo, 17.03.2023

Definición de Eufemismo: La manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante. (RAE)


A raíz de la intervención de algunas de las ex 43 numerarias auxiliares en el Congreso de Argentina, quería hacer un par de comentarios a un artículo aparecido en el nº13 de la publicación Studia et Documenta, Rivista dell’Istituto Storico San Josemaria Escriva de Balaguer, Roma 2019, donde se habla de los inicios del ICIED, el Instituto de Capacitación Integral en Estudios Domésticos, en Buenos Aires.

Me creerá el lector si le digo que no hay párrafo en el artículo que no dé para varios posts. Me he centrado en aquellos que más claman al cielo…

La institución llegó a Rosario en marzo de 1950 y en abril de 1966, la sección femenina tomó posesión de la finca La Chacra, en una provincia cercana a Buenos Aires. Tras casi diez años de estancia en el país, las primeras mujeres del Opus Dei, que ya contaban con un buen conocimiento de la realidad argentina, individuaron, como necesidad urgente, la tarea de devolver a los trabajos domésticos su propia dignidad y, para ello, la de cualificar adecuadamente a las personas dedicadas a estas tareas. A las primeras mujeres de la institución les traía sin cuidado la realidad del país y no podía preocuparles menos la dignidad del trabajo doméstico. La necesidad urgente que individuaron era la necesidad de un medio para obtener numerarias auxiliares rápida, segura y eficazmente, y qué mejor medio que una escuela de hogar. Pudieron haber creado una facultad de Bellas Artes, una escuela de Traducción e Interpretación, un instituto del deporte o un colegio de enfermería, pero eso no hubiera proporcionado numerarias auxiliares.

El fundador del Opus Dei deseaba una mejora de las condiciones socio-laborales en que se desarrollaban, en algunos países, las tareas domésticas, y vislumbraba la proyección social que se derivaría de la dignificación de esta tarea, tanto para la entera sociedad como para la expansión universal del Opus Dei. Las últimas cinco palabras de este párrafo son las únicas que son ciertas. Era imprescindible, para el desarrollo universal de la institución, contar con las tareas domésticas aseguradas a todos los niveles, porque de otra manera los varones no hubieran estado atendidos como reyes y se corría el riesgo de que abandonaran la institución. El resto (desear la mejora de condiciones, dignificar las tareas, etc) es vestir de seda a la mona.

En los años 1967-1968 las Escuelas de Hogar y Cultura ya consolidadas eran tres: una en Rosario −llamada Beldar−; otra en Buenos Aires −Larbel−; y otra en Bella Vista, la que funcionaba en la sede de La Chacra. El gobierno las subsidiaba en tanto que se inscribían dentro del plan de alfabetización de adultos lanzado en el país; a este se acogieron, además de muchas otras personas, numerosas empleadas del hogar, la mayoría de las cuales por esas fechas eran aún analfabetas. En las Escuelas de Hogar y Cultura las alumnas destinaban sus horas libres a perfeccionarse humana, cultural y profesionalmente en un horario escolar que abarcaba cuatro días a la semana, con un promedio de 2:30 horas diarias. No es cierto. En cuanto se matriculaban en la escuela, las alumnas pasaban a trabajar más de doce horas diarias y el horario escolar dependía del servicio en el que estaban. Había semanas en las que no estudiaban ni una sola hora.

En 1978 − con ocasión del cincuentenario de la fundación del Opus Dei, varias publicaciones dieron noticia del ICIED; una de ellas señalaba que este tipo de iniciativas ≪es aún novedad en nuestro país. No solo por la originalidad de su Plan de estudios y por el sector social al que va dirigido, sino sobre todo por la seriedad profesional con que está encarada esta tarea educativa, ensamblada con el ambiente sano y alegre del internado, en un clima sereno de amable convivencia y de libertad responsable. No existió la llamada “amable convivencia”, lector. Las alumnas estaban constantemente vigiladas por las numerarias de la institución, que controlaban todos los aspectos de sus vidas: con quién hablaban, con quién tenían más amistad, si se confesaban, si eran piadosas, si eran ordenadas, si eran limpias, si “iban por libre”, si tenían rasgos de carácter que dificultarían, en su momento, que se convirtieran en numerarias auxiliares. Tampoco existió la “libertad responsable”. Las alumnas no eran libres para decir que no querían pedir la admisión en la institución, no eran libres para decir “quiero ir a trabajar a otro sitio”, no eran libres para decir “no quiero ir al círculo”, no eran libres para decir “quiero ir a visitar a mis padres y hablar con ellos”. Nunca lo fueron.

Hoy, por lo general, las adolescentes saben de todo un poco, menos la insustituible tarea que algún día deberán ejercer con o sin colaboradores: ser ama de casa. Me faltan las palabras. ¿Ser ama de casa es la insustituible tarea que espera a cualquier adolescente? Pero, ¿en qué planeta vivimos?

Resulta interesante la referencia que se hace al final respecto a la expresión ”Para servir, servir”, aludiendo a la concepción del servicio que distingue al Instituto −y que es deudora del mensaje del fundador del Opus Dei−, la que ”no entraña la idea de un servilismo injusto, sino que cobra su real dignidad porque quiere decir ayudar, cooperar con el otro, y, para hacerlo, hay que capacitarse”. ¿No es un servilismo injusto trabajar de enero a diciembre, de lunes a domingo, de las 06:30 a las 23:00, sin ver ni un céntimo y sin cotizar una sola hora, hasta no hace tanto tiempo? ¿Ayudar? ¿Desde cuándo llevar una residencia con un nivel de exigencia altísimo y sin ver un céntimo es ayudar? ¿Cooperar con el otro? O sea, ¿“yo te atiendo, y te sirvo, y así coopero contigo”?

En efecto, después de haber creado un Plan de estudios, novedoso en el país, que armonizaba una específica capacitación profesional en el área de Servicios con la formación integral de las personas, y de haber hecho una tenaz promoción en muy diversos lugares −sobre todo del interior del país−, el ICIED inició su andadura en marzo de 1973. No fue promoción, fue captación en toda regla. Y si se llevó a cabo en el interior del país fue porque esas eran las zonas más deprimidas, donde costaba menos convencer a las familias con el espejismo de un futuro mejor para su hija, espejismo que en el gran Buenos Aires, o en el centro de cualquier ciudad importante, con acceso a la información, con más posibilidades educativas y culturales, era más difícil de mantener. Tampoco existió la formación integral: existió la formación religiosa “a machaca martillo”, y las “prácticas”, donde las alumnas aprendían, a base de realizarlas, todas las tareas a las que se enfrentarían después, siendo ya numerarias auxiliares. La cultura general que se impartía era rudimentaria y la alfabetización, muy básica. Fomentar la lectura, la instrucción, no eran conceptos que existieran.

[...] por eso, las candidatas debían poseer aptitudes para el estudio y el trabajo, y tener buena salud, condiciones necesarias para superar sin grandes dificultades las lógicas exigencias que los sucesivos cursos académicos supondrían para ellas. La buena salud no era para cumplir con los estudios, (¿qué buena salud puede requerir un horario escolar que, en teoría, es de cuatro días/semana, 2h30/día?) sino para cumplir con el trabajo extenuante que la “vocación” de numeraria auxiliar exige. La aptitud para el estudio no importaba, la aptitud para el trabajo sí. Una razón más para ir a captar niñas a las zonas más deprimidas, donde el trabajo duro podía ser habitual.

Sabrá el lector disculpar una digresión, al final de este post: la Real Academia de la Lengua define “eufemismo” como “la manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante”. Todo el artículo de Studia et Documenta, todo él, de la primera letra a la última, es un eufemismo.



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