El oratorio del Padre
VIVIR PARA VER!
Descripción del ‘Oratorio del Padre’ en Villa Tevere
Hola a todos!!!
Me ha parecido muy interesante la descripción de la custodia de Aralar que hemos podido leer en la web hace unos días.
Se ha hablado mucho de la OBSESIÓN que tenía escrivá de rodearse de lujos, sin ir más lejos esta custodia se encuentra en Roma en la sede central y se sigue utilizando en las bendiciones de la Iglesia Prelaticia. Escrivá viajó a Pamplona en 1960 para no sé qué acto de la Universidad y para pasar un poco la mano por el lomo a la familia que había puesto la pasta y las joyas y, acto seguido, exigió que se la mandaran a él. La única solución que quedaba era sustituir la original por una copia, con piedras falsas... porque el padre se había encaprichado de la pieza. Y así hasta hoy: en Aralar se encuentra la copia y en Roma la original...
Dentro de la obra hay todo tipo de mitos acerca del sagrario del oratorio del padre, la famosísima y archiconocida Columba eucarística. El oratorio del padre (que en realidad se llama el de la Santísima Trinidad, en villa tevere, concebido para el uso exclusivo de Escrivá) se consagra en 1957 con un sagrario en forma de paloma de oro y platino, de tamaño natural, con las alas extendidas y una puerta en el pecho. Se encontraba colgado del baldaquino que cubre el altar.
En 1959 aparece en Roma OTRA PALOMA idéntica pero enriquecida con –atención- 4800 piedras preciosas. 3000 diamantes dispuestos en las alas y la cola y sujetos con garras de modo que la luz, al atravesar la superficie calada, arrancara todos los destellos de las piedras. Las 1800 piedras restantes son: esmeraldas, zafiros, rubíes, ónices, etc. La puerta de cristal de roca con el sello de la obra tallado. Se ve que a nuestro hombre la Columba de oro y platino de 1957 le pareció poco y encargó otra. La Columba de 1957 ahora está en el oratorio del vicario general.
El proceso para la elaboración de este capricho suntuario de Escrivá fue un rosario de problemas, pero el padre lo había pedido y hay que obedecer hasta en lo absurdo. Durante 2 años 1957-1959 un nutrido equipo de orfebres, engastadores, tallistas, lapidarios y escultores trabajaron en esta pieza, como tenía que ser perfecta se desechó fundir los metales preciosos con la técnica de la cera perdida, porque siempre quedan poros (microscópicos) y se optó por la técnica del cincelado (o sea tallar el oro y el platino). Este sagrario tan sorprendente se encuentra, desde 1959, colgado del baldaquino del oratorio por tres cadenas de oro. La teca que contiene al Santísimo es, evidentemente, de pequeño tamaño y está forrada de rubíes y diamantes con el sello de la obra.
Este oratorio unipersonal es, en general, de una riqueza estridente y disparatada, propia de un pueblerino que se ve de ‘nuevo rico’. Todas la pareces forradas de ónice de Circeo, columnas de mármoles valiosísimos (como el mármol africano), el suelo de cosmatesco con teselas de piedras semipreciosas como el lapislázuli, la malaquita, las ágatas, pórfidos y mármoles antiguos actualmente imposibles de encontrar y de precio elevadísimo. En las paredes laterales 4 relieves de mármol de Carrara, la puerta de bronce dorado enriquecida con esmaltes de colores y sobre ella la tribuna a la que se accede por el despacho privado de Escrivá. El retablo en mármol de Carrara y bronce dorado, el crucifijo, de gran tamaño, de marfil. La mesa de altar también de Carrara y cosmatesco, con incrustaciones de oro y plata, sobre ella, 6 candelabros antiguos de plata y 5 arquetas de oro con esmaltes y piedras preciosas. El baldaquino de pórfido rojo y bronce dorado. Una parte del techo (sobre el baldaquino) de mosaico de oro y piedras semipreciosas de colores, a modo bizantino, el resto del oratorio se cubre con una cúpula enriquecida con estrellas doradas y forrada de mármoles y jaspes escogidos. Las escenas del Via Crucis de esmalte y plata. 30 ángeles de Carrara revolotean por el oratorio dando testimonio del espeluznante gusto estético de Escrivá.
Insisto en que este derroche de medios (en una época en la que se nos pretende hacer creer que Escrivá no tenía dinero) era para USO EXCLUSIVO DE ESCRIVÁ y que mostraba orgulloso a las visitas, un detalle sintomático de la EGOLATRÍA de Escrivá: sus escudos heráldicos se encuentran por todas partes, por ejemplo en las casullas que utilizaba para celebrar misa y hasta en el cáliz y la patena. En el centro del oratorio un único sillón forrado de terciopelo de seda rojo con un cojín de damasco de oro, el reclinatorio de bronce dorado. Y un detalle escalofriante: un escabel para colocar los pies también de bronce. Todos los ornamentos hechos especialmente para él de seda natural (muchas veces procedente de oriente) cuando no antiguos, cargados de hilo de oro, perlas y piedras preciosas, el cíngulo de hilo de oro, los vasos sagrados de oro, con gemas impresionantes, camafeos de ágata y esmaltes, la jarra y la jofaina del lavabo de oro, el mantel del altar también de hilo de oro, etc.
Es imposible que este despilfarro irracional no pueda delatar a la personalidad enferma que lo concibió. TODO LO QUE HE DESCRITO, LO HE VISTO.
Descripción del "Oratorio de Pentecostés", gobierno central del Opus Dei, Villa Tevere
Después de haber descrito el disparatado oratorio privado que escrivá se construyó en la sede central del opus dei (1 de marzo, 2006) voy a "atacar" otro de los iconos de la institución: el oratorio de Pentecostés, el oratorio del Consejo General.
Pero antes, un preámbulo para entrar en materia. La obra está gobernada por varones, exclusivamente. Si a alguien le quedaba alguna duda de que en el opus dei la mujer es tratada de inferior, aquí tendrá la prueba de lo contrario. Veamos: en la web oficial de la prelatura nos ofrecen un precioso gráfico explicativo sobre el modo en que funciona el gobierno central.
Según ese gráfico, dos organismos colaboran con el prelado en la labor de gobierno: el Consejo General (varones) y la Asesoría Central (mujeres). El problema que tiene este gráfico es que ha sido compuesto por una persona del opus dei... y –lo que es peor- una persona del opus dei bajo las ordenes del gobierno de la prelatura. Una persona del opus dei no puede decir la verdad porque entonces tendrá que reconocer que su vida es mentira, de aquí se desprenden los atroces problemas de conciencia por los que todos hemos pasado. El gobierno del opus dei es algo muy distinto y mucho peor: la quinta esencia de la falsedad. La dictadura de la mentira obsesiva...
El gráfico del que venimos hablando nos sitúa a los dos organismos al mismo nivel pero su función y características son muy distintas. Es verdad que el nombre de los organismos es diferente, el Consejo tiene –supuestamente- poder de decisión. La Asesoría no tiene por qué tenerlo. También debemos cuestionarnos por qué el organismo que decide tiene que ser de varones y el asesor de mujeres y no puede ser a la inversa.
Si leemos el texto que acompaña al gráfico la cosa se vuelve mucho más extraña, nos topamos con lo siguiente: “En el gobierno del Opus Dei, el prelado cuenta con la colaboración de un consejo de mujeres, la Asesoría Central, y otro de hombres, el Consejo General. Ambos tienen su sede en Roma”. Utiliza el mismo término ‘Consejo’ para los dos organismos. A todas luces es evidente que se nos pretende convencer de que el “consejo de mujeres” y el “otro de hombres” están al mismo nivel, que tienen la misma potestad e importancia, incluso mencionan en primer lugar el organismo formado por mujeres como si fuese el que merece una consideración mayor.
La realidad: las decisiones son tomadas exclusivamente por el prelado y –como mucho- puede delegar alguna decisión en dos o tres sacerdotes de su confianza. El Consejo General trata los temas y hasta vota... pero solamente se hace lo que el Consejo decide “colegialmente” cuando coincide con lo que el prelado desea, y si no, la cosa vuelve a ‘estudiarse’ hasta que se ‘decida’ lo que los 2 ó 3 caciques de turno han decidido previamente. El organismo de mujeres no interviene de ninguna manera, el Consejo General se limita a comunicar a la Asesoría lo que ha decidido y –sobre esto- la Asesoría Central puede hacer sugerencias que no obligan a nada al Consejo. O sea el Consejo General puede dar carpetazo a una cuestión y no volver a tratarla diga lo que diga la Asesoría. El trabajo de la Asesoría se reduce a aplicar a la sección de mujeres las directrices marcadas por el Consejo General para toda la obra.
Estos modos están descritos en el magnífico [[Tras el umbral|libro de Carmen Tapia]: “Esta forma de gobernar "a dedo" está basada en el número 320 de las Constituciones del Opus Dei donde dice claramente: "El Padre tiene potestad sobre todas las regiones, los centros y cada uno de los miembros y los bienes del Instituto, la cual ha de ejercer con arreglo a estas Constituciones." Nunca presencié en la Asesoría Central caso alguno en que alguien estuviera en desacuerdo con el Padre y me pregunto qué hubiera ocurrido si alguien hubiera dicho que no a alguna sugerencia o indicación suya. Las reuniones de la Asesoría Central, como insisto, eran "una democracia dirigida": se sensibilizaba a la gente, antes de tener lugar la reunión, sobre aquellos asuntos que monseñor Escrivá indicaba de una determinada manera.
Había votaciones, por supuesto, en este gobierno, pero principalmente cuando se trataba de la incorporación a perpetuidad de alguna asociada, tanto numeraria como auxiliar. Y en muy pocas cosas más. Estaba claro que en ninguna reunión de la Asesoría jamás se oía una voz disonante de la del Fundador. De más está decir que una objeción hubiera sido falta de ‘unidad’.”
Aquí la esquizofrenia de la obra se manifiesta en la dualidad: colegialidad/unidad, todo el oratorio de Pentecostés es un manifiesto a favor de la unidad en detrimento de la colegialidad. ‘Unidad’ entendida como adhesión ciega y fanática a las disposiciones de escrivá y sus sucesores. Lo de la ‘colegialidad’ es otra artimaña para cultivar una imagen distinta de la real y más conveniente para la obra. Del mismo modo que echando un vistazo al oratorio privado de escrivá podemos llegar a la diáfana conclusión de que el fundador no estaba bien de la cabeza, echando un vistazo al oratorio del Consejo percibimos –por el modo en que está planteado- quién es el que manda en el opus dei.
Este oratorio se consagra en 1957 y se encuentra en Villa Vechia, el más importante de los 8 edificios que integran Villa Tevere, la sede central del opus dei. En este mismo año llega a Roma el sagrario que constituirá la pieza central del oratorio, después de 2 años de trabajo en Talleres de Arte Granda (Madrid) siguiendo -como siempre y en todo- las indicaciones de escrivá. El sagrario tiene forma de templete renacentista de planta circular, su materia prima es plata maciza sobredorada. Es muy similar al templete de Bramante en San Pietro in Montorio, Roma. Tres escalones, un cuerpo de columnas y una cúpula. En este sagrario las columnas son de amatista, entre ellas las representaciones en altorrelieve de los 4 patronos de la obra en plata y esmalte. Una gran puerta con 10 relieves de marfil, en el centro un esmalte y toda la superficie restante cubierta de piedras preciosas. El friso donde rematan las columnas es de malaquita y sostiene a 8 figuras exentas de marfil de ángeles sentados sosteniendo panes y peces. La cúpula está realizada con escamas de lapislázuli, con medallones de pórfido y ónice. Sobre la puerta hay un frontón que alberga el sello de la obra custodiado por otros dos ángeles de marfil. Bajo el frontón una cartela con las palabras ‘CONSVMATI IN VNVM’. Todo rematado por una cruz de oro y rubíes. El sagrario dispone de otras dos cruces de remate intercambiables, una de ellas de platino, diamantes y perlas y otra de oro y platino forrada con esmeraldas, rubíes, diamantes y rosas de Francia. Todo el sagrario se eleva sobre una peana de ónice de Circeo. El conjunto mide unos 80 cm de altura. Por expreso deseo de escrivá se añadió otra cartela en la parte posterior del sagrario, con las palabras: “Ut omnes unum sint sicut tu pater in me et ego in te, ut sint unum sicut et nos unum sumus”. En el caso que nos ocupa que todos en la obra sean como el padre (escrivá), como escrivá es Dios. El interior se cubre con representaciones de ángeles: 2 de oro repujado y 2 en esmalte, en la pared del fondo un crismón realizado enteramente en rubíes, el interior de la cúpula esta enriquecido con un artesonado de oro y piedras semipreciosas.
El oratorio, de planta rectangular, tiene el presbiterio elevado en un extremo y la sede de escrivá en el opuesto. En los lados largos del rectángulo se encuentra la sillería corrida pegada al muro, de modo que la disposición de los asientos es como la de un coro, en forma de “U”. Todas las paredes están cubiertas de vidrieras de vivos colores, la luz que las atraviesa no procede de ningún vano en el muro sino que es artificial, o sea que se trata de vidrieras simuladas (idea feliz de algún arquitecto de escrivá y que se repite obsesivamente en toda Villa Tevere).
“Me viste celebrar la Santa Misa sobre un altar desnudo -mesa y ara-, sin retablo. El Crucifijo, grande. Los candeleros recios, con hachones de cera, que se escalonan: más altos, junto a la cruz. Frontal del color del día. Casulla amplia. Severo de líneas, ancha la copa y rico el cáliz. Ausente la luz eléctrica, que no echamos en falta. -Y te costó trabajo salir del oratorio: se estaba bien allí. ¿Ves cómo lleva a Dios, cómo acerca a Dios el rigor de la liturgia?” (punto 543 de Camino). Pues aquí toda la iluminación es eléctrica, artificial y simulada, artificiosa... como el propio opus dei.
El presbiterio se encuentra en uno de los lados cortos del rectángulo, su pavimento, al igual que la escalinata que lo eleva, está realizado en granito rojo de Asuán. La mesa de altar es de mármoles antiguos, la sostienen dos grandes mensulones y, por la parte delantera, 4 ángeles de bronce dorado, dos a cada lado. Entre las dos parejas de ángeles hay una imponente urna de una sola pieza de lapislázuli, con dos cabezas de león que sostienen aldabas y, en el centro, el sello de la obra dentro de una corona de laurel, todo en bronce dorado. 6 candelabros cuajados de decoración de bronce dorado. El retablo es una gran vidriera articulada con columnillas de mármol africano y flanqueada por dos parejas de columnas de gran tamaño de mármol Rosso Collemandina enriquecidas con una exuberante ornamentación de bronce dorado. La puerta que comunica el presbiterio con la sacristía es de ébano con apliques y ornamentación de bronce dorado.
El suelo del oratorio es de grandes placas recortadas de mármoles antiguos dispuestos según dibujos geométricos, con una estrella en el centro de mármol amarillo de Numidia. Entre las vidrieras de las paredes laterales, pilastras corintias. Los asientos de la sillería son de mármol que en la parte de la silla se cubren con diversas maderas nobles (como la caoba). En las ‘misericordias’ de los asientos está tallada la ‘Historia del borrico’. Los reclinatorios de alabastros con ornamentaciones vegetales de bronce dorado. El techo es plano con artesonado de estuco y oro, todo chorrea de oro, guirnaldas, decoraciones frutales, etc.
La pared opuesta a la del presbiterio (el otro lado corto del rectángulo) presenta dos puertas, sobre ellas, dos relieves simétricos de ángeles de Carrara. Uno lleva una certela con la palabra “Pax”, el otro “In Aeternum”. Entre las puertas, la sede de escrivá y de sus dos custodes, uno a su derecha y otro a su izquierda. El lugar que escrivá se hizo construir, presidiendo el oratorio de Pentecostés, se parece más al magnifico trono de un emperador bizantino que al asiento principal de una sillería. Se trata de tres sitiales elevados, el más alto es –obviamente- el reservado al fundador, realizados en mármol de Carrara con incrustaciones de mármoles antiguos y piedras semipreciosas, albergados por un gran ábside (símbolo de honor desde la antigüedad) que se cubre con una bóveda de cuarto de cañón forrada de mosaicos de oro y vidrio coloreado representando ángeles. El muro está articulado con pequeñas pilastras y 7 vidrieras lo adornan. En este sitial se sentaba escrivá cuando hacía sus apariciones vestido con la sotana morada de Prelado Doméstico de Su Santidad, con toda la pompa y dignidad necesarias para recordar a sus ‘generales’ que es él quien manda y quien está revestido de la autoridad divina.
Y en este trono es donde tuvo lugar uno de los estrafalarios y bochornosos numeritos, tan propios de escrivá, de esos que desafían los límites del ridículo. Luis Carandell lo narra en su libro: “Personalidades del séquito de don Juan de Borbón han contado en Madrid que cuando, no hace muchos años, el conde de Barcelona visitó a don Josemaría Escrivá de Balaguer en su residencia romana, el fundador le acompañó, como suele hacerlo con los visitantes ilustres, a recorrer la casa. Cuando entró la comitiva en la espléndida basílica construida en el recinto con todo el lujo que la Obra sabe poner en sus cosas, sucedió algo que, según dicen, dejó mudo de asombro al hijo de don Alfonso XIII. Don Josemaría Escrivá de Balaguer se acercó al coro de madera noble tallada y, sentándose en el sillón que le está reservado, y que aparece algo más adelantado que los demás, empezó a explicar a don Juan de Borbón que él se sentaba todos los días allí y hablaba con Dios de esta manera:
-Señor, Josemaría ha hecho mucho por la Iglesia. Y hará todavía mucho más...”
(Sin comentarios)
Queda claro cómo se dirige el opus dei, quién manda y quién obedece, el modo en que se organiza el gobierno se materializa en el planteamiento del oratorio.
Pero, en el gobierno de la prelatura también intervienen mujeres (por lo menos de cara a la galería) ¿dónde está su espacio?
Si miramos al altar de frente, a nuestra derecha en el muro lateral del presbiterio llamará nuestra atención una solidísima reja de hierro forjado y acristalada. Si miramos entre los barrotes ¿qué veremos? Nada. La visión nos la impide un espeso y pesado cortinón de terciopelo granate. Detrás de este cortinón se encuentra un espacio rectangular, sobrio y angosto: el seudo-oratorio de la Asesoría Central. Todo el lujo del oratorio de los varones se torna aquí fría sobriedad. Al fondo: una imagen de la Virgen con el Niño en altorrelieve, de Carrara, con los escalones de su pedestal cubiertos con rosas de plata dorada que fueron pedidas desde Roma a todas las regiones de la obra. Flanqueando la imagen dos pequeñas ventanas geminadas con vidrieras, también de luz artificial, que constituyen el único medio por el que se ilumina la estancia. A derecha e izquierda dos filas de asientos en madera de nogal con los reclinatorios lisos también de madera. Los ricos mármoles, alabastros y ónices del oratorio de varones están ausentes en el de mujeres, aquí las paredes se cubren con pintura en tonos azules y grises definiendo formas geométricas. La cubierta está decorada con discretos casetones pintados con colores planos y fríos, nada que ver con escandaloso techo del oratorio de varones cubierto de oro. Desde este espacio las mujeres de la Asesoría asisten a la misa del padre, bizqueando con la esperanza de captar alguna imagen del altar a través de los pocos centímetros que se descorren de la cortina.
Así que las mujeres están en el lugar que –según escrivá- les corresponde: supeditadas al varón, también y por supuesto, a la hora de gobernar la obra. La solución de la estancia tras la reja es idéntica a la que puede verse en el espacio reservado a las monjas en las iglesias de los conventos.
Esta es la manera de regir los destinos del opus dei y la manera de escenificarlos, de crear un espacio donde escrivá pudiera dejar claro quien era él con respecto a los suyos y el lugar que ocupan las mujeres en el opus dei.
El oratorio de San José y la fabulosa historia de San Severino, Villa Tevere. Sobre sacrilegios y obsesiones.
El oratorio de san José es de los que podríamos llamar ‘oratorios inútiles’, género muy representado en la Sede Central del opus dei. Se trata de oratorios pequeños, sin sagrario y donde nadie nunca va sino a curiosear. Su único sentido es materializar algún capricho del fundador o algún ‘ajuste de cuentas’ espiritual con el Reino de los Cielos. Por ejemplo: un buen día dijo el fundador al Sto. Cura de Ars, en plan de colegas, “si me concedes lo que te pido, te hago un oratorio” y -¡pasen y vean!- tenemos el oratorio del Sto. Cura de Ars: un escultura exenta de Carrara, sentado, sosteniendo un libro y con mirada “atenta y paternal”, altar de alabastro con incrustaciones imitando una urna funeraria antigua sostenida por cuatro patas de león de bronce dorado.
La obsesión por las reliquias le vino a escrivá muy pronto, en los años 40, cuando ‘convenció’ al Arzobispo de Burgos para que le diera un Lignum Crucis, además es una buena excusa para encargar fantásticas piezas de orfebrería.
Durante los años 50 y 60 siempre que se empezaba la labor de la obra en algún lugar los numerarios iban a pedir reliquias al obispo y así poder incrementar la colección personal del fundador, cuantas más, mejor, no importan los medios ni se escatima en gastos. José Luis Soria, numerario, (Maestro de buen humor, José Luis Soria, Madrid: Rialp, 1993) cuenta que durante algún tiempo tuvo el encargo de clasificar las reliquias que iban llegando a villa tevere. Como prueba del humor sobrenatural del fundador, que une lo humano y lo divino sin solución de continuidad, relata que en una ocasión escrivá le dijo: “examina bien lo que te he dejado porque no tengo ninguna devoción a las costillas de gato” frase de tal hondura espiritual que sobrecoge, digna de ser recogida en la agenda y llevada a la oración. Cosa que Soria hizo de inmediato...
Es evidente que “nuestro Padre, cuando tuvo que explicar en el Vaticano lo que es la Obra, sólo pudo recurrir a la comparación con los primeros cristianos porque el Opus Dei resultaba novedoso por su incomparable fidelidad al Evangelio. Con el tiempo muchos obispos regalaron a la Obra reliquias de santos de primera hora, como prueba de que comprendían perfectamente el Espíritu de Casa”.
El prelado echevarría se refirió hace poco a las reliquias de san Severino en una tertulia que tuvo lugar en villa tevere. Dijo: “un eclesiástico de la Congregación del Clero, que tenía muchísimo cariño a la Obra, estuvo insistiendo al Cardenal de Nápoles para que regalara a nuestro Padre las reliquias de san Severino, soldado del ejército imperial romano que murió mártir en los primeros siglos. (...) Durante mucho tiempo estuvo enterrado en una catacumba de la Urbe hasta que bajo el pontificado del Papa Gregorio XVI, sus sagrados restos se trasladaron a la ciudad del Vesubio. Con el paso del tiempo, sin embargo, la devoción al mártir se había ido extinguiendo y sus reliquias terminaron prácticamente abandonadas y arrumbadas en alguna Iglesia. Cuando las pidieron para la obra, en 1957, el Cardenal Mimmi accedió porque sabía que con el traslado a Villa Tevere san Severino iba a ser venerado en muchos sitios del mundo. (...) Cuando el Arzobispo otorgó su autorización, nuestro Fundador encargó a don José Luis y a don Giorgio que fueran en coche a recoger los sagrados restos del mártir y la authentica. El relicario consistía en una imagen de cera del mártir, cubierta con el uniforme de soldado. No se encontraban en buen estado y fue preciso restaurarlas, se arreglaron lo mejor posible y con la misma ropa que tenía, la imagen y las reliquias se pusieron en el oratorio de san José”.
El oratorio es rectangular, con tres pinturas de Manuel Caballero, numerario, que representan escenas de la vida familiar de san José, en un estilo renacentista bastante turbio, profusamente enmarcadas con mármoles antiguos, una de ellas hace de retablo. El altar alberga una urna de cristal enrejada donde se encuentra la escultura de cera policromada, de tamaño natural, realizada en el más minucioso y naturalista barroco napolitano del siglo XVIII.
La historieta del misterioso eclesiástico de la Congregación del Clero, que tenía muchísimo cariño a la obra, y del incondicional Cardenal de Nápoles, que –por cierto- no tenía ni idea de algo llamado opus dei, no se la cree ni el propio Echevarría. La historia real es bastante rocambolesca y bastante típica del talante de escrivá y de la obra. Me la contó entre carcajadas, un sacerdote numerario que tuvo que ver con la operación secuestro de san Saverino. Efectivamente en 1957 los numerarios de Nápoles se dirigen al Cardenal Mimmi, Arzobispo de la ciudad, buscando realizar un deseo de escrivá: conseguir las reliquias completas de un seglar de los primeros siglos del Cristianismo. El Cardenal les dio largas con elegancia pero los “hijos del Padre” se movieron y localizaron a san Severino en “la ciudad del Vesubio”. Cuando explicaron su propósito al sacerdote de la iglesia donde estaban las reliquias, éste puso el grito en el cielo y –con él- todos los del pueblo, que no estaban dispuestos a que unos jetas, de la noche a la mañana, se llevaran a su santo. Todos los intentos de los numerarios para convencer / engañar a los habitantes de “la ciudad del Vesubio” resultaron infructuosos y optaron por otro método algo menos ortodoxo. Un día salen de villa tevere un par de coches camino de Nápoles, cargados con un montón de estudiantes del Colegio Romano (los más fornidos), dirigidos por “don José Luis y a don Giorgio”. Llega la noche y entran en tropel en la iglesia y arrancan de la capilla “los sagrados restos del mártir y la authentica” (la imagen de cera). O sea que cometen un ¿sacrilegio en toda regla?... con nocturnidad y alevosía. El padre lo había dicho y hay que obedecer. Así que, de la noche a la mañana –literalmente- este santo varón fue raptado con la consiguiente, lógica y legítima consternación de todos los fieles que habían venerado sus reliquias expuestas al culto público desde el siglo IV. No estoy capacitado para imaginar la cara que se le quedó al Cardenal Mimmi cuando supo de todo esto, ni la explicación que le dieron (si es que se enteró y le dijeron algo). “No se encontraban en buen estado y fue preciso restaurarlas, se arreglaron lo mejor posible...” su mal estado de conservación no se debía precisamente a que las reliquias de san Severino estuvieran “abandonadas y arrumbadas en alguna Iglesia” sino a la violencia que hubo que emplear para arrancarlas del lugar en el que se encontraban, por la noche, a escondidas y con el tiempo justo.
En la obra nadie conocía que este santo estuviera en villa tevere, supongo que antes era menester ser discretos porque no conviene ir diciendo por ahí que tenemos en la Sede Central del opus dei los restos de un mártir que robamos de una iglesia. Ahora, que ha pasado tiempo, ya se puede ofrecer una versión completamente falsa de la historia (como se hace siempre en la obra) porque no hay testigos que puedan resultar incómodos.
La historia oficial sigue así: Escrivá “a quienes se encargaban de colocarlas, les insistía con frecuencia en el cuidado con el que debía realizar aquella tarea y les urgía a sobrenaturalizarlo repitiéndoles frases como: Cum Sanctis sanctus eris! y Sancta sanctae tractanda! A petición de nuestro Padre la Santa Sede concedió la facultad de celebrar en todos los Centros del Opus Dei la Misa votiva de San Severino Mártir, el primer día del mes de noviembre en que la liturgia lo permitiese. Al comunicarlo a las Regiones, el 16 de octubre de 1958, nuestro Fundador insistió en que en todos los sitios se aprovechara esa nueva manifestación de afecto de la Sede Apostólica para reforzar más la unión con el Corazón de la Obra. A partir de entonces, lo hacemos así, procurando que nuestro pensamiento y nuestro querer se dirijan con especial intensidad a Roma: damos gracias a Dios por la maravillosa unidad de la Obra y le rogamos que la haga crecer cada día más, convencidos de que consummati in unum, teniendo un solo corazón y una sola alma, lograremos del Señor tantas cosas buenas necesarias, de modo que le sirvamos en todo el mundo y seamos eficaces y santos”.
Escrivá es también lo suficientemente cínico para “insistir con frecuencia en el cuidado con el que debía realizar aquella tarea”; es imposible pensar que no estuviera al corriente de la gloriosa gestión que habían llevado a cabo sus hijos. “Les urgía a sobrenaturalizarlo repitiéndoles frases como: Cum Sanctis sanctus eris! y Sancta sanctae tractanda!”. Estas consideraciones sobrenaturales que, supuestamente, hacía escrivá a los suyos cuando manipulaban reliquias no parece coincidir con lo que cuenta Soria de que cuando el fundador vio un pisapapeles en forma de cuerno, preguntó “y esto, ¿qué es?, ¿una reliquia de san Cornelio?”, ¡esto sí que es sobrenaturalizar las cosas y lucir un humor que ni san Juan Bosco! Aunque con un cierto tufillo (mejor dicho, con un tufo insoportable) a lo chabacano y a los desafortunados modales tan propios del fundador del opus dei. La historia se redondea con que “a petición de nuestro Padre la Santa Sede concedió la facultad de celebrar en todos los Centros del Opus Dei la Misa votiva de San Severino Mártir (...) esa nueva manifestación de afecto de la Sede Apostólica para reforzar más la unión con el Corazón de la Obra”.
En la obra, el engaño se ha utilizado y se utiliza también en esto y se ha recurrido al delito cuando ha sido necesario. Nos cuenta Pilar Urbano, numeraria,: “Los sobrinos de san Pío X le irán regalando, porque saben que las estima, diversas prendas de la indumentaria del santo y de su mobiliario doméstico. Entre ellas, un sobrio reclinatorio que Escrivá usará para rezar arrodillado sobre él, y un solideo de moaré bianco sporco. Cuando recibió el solideo, el 6 de enero de 1971, antes de buscarle un adecuado emplazamiento, lo besó y se lo colocó, dejándolo unos instantes sobre su cabeza:'
-Me da devoción ponérmelo... y le pido a san Pío X que me dé fortaleza: la fortaleza de roca, que me hace falta”.
Da vergüenza la manera en que se manipula sin pudor la realidad de los hechos. Tras el Concilio Vaticano II brotó en la cabeza del fundador –como si de un hongo se tratara- una irresistible e incontenible devoción a san Pío X, tal vez porque se dio cuenta de que la “Iglesia se dirige al abismo”. ¿Qué pasó entonces?, pues que los eficaces “hijos del Padre” comenzaron a maquinar el modo de conseguir reliquias. Los restos de este santo Papa se encuentran en la Basílica de San Pedro del Vaticano, la cosa estaba difícil. Pero siempre se puede recurrir a desvalijar a dos ancianos que guardaban en casa –como un tesoro- muchos objetos de san Pío X. Los dos ancianos vieron como –también de la noche a la mañana- unos nuevos ‘amigos’ les invitaban y les regalaban hasta conseguir expoliar las cosas más valiosas que tenían. El solideo que arrancaba de escrivá verdaderos exabruptos de piedad (¿de vanidad?) y el reclinatorio de madera, que está en el oratorio privado de escrivá a la izquierda del sitial. Otras muchas cosas, como la cama metálica que José Sarto (el futuro Pío X) utilizó mientras fue Obispo de Mantua y que se encuentra ahora en el dormitorio del padre (que –por cierto- tiene las paredes forradas de seda) en la Casa del Fiume, la casa del padre, en Cavabianca. “La cama es mala y barata, se ve que cuando la encargó no tenía muchos cuartos”, así se refería el fundador a su nueva reliquia, con una devoción fruto de su insuperable veneración por san Pío X. Se llevaron todo lo que pudieron sacar: la ropa que José Sarto empleó a lo largo de su vida, hasta el faldón de su bautismo y obras de arte como varias pinturas antiguas y valiosas de la Virgen Bambina, devoción (esta sí, autentica) muy del gusto de san Pío X.
Otro ejemplo de esta dinámica de conseguirlo todo sin escrúpulos sería el modo en que obtuvieron reliquias de santo Tomás Moro. Ya conté que en el oratorio de escrivá hay cinco arquetas sobre el altar, contienen reliquias de los cinco intercesores oficiales de la obra: Nicolás de Bari, Tomás Moro, Pío X, Catalina de Siena y el Cura de Ars. Sería interesante saber el modo en que consiguieron la reliquia ex indumentis que corresponde a san Nicolás de Bari, un santo tan lejano en el tiempo y del que tan poco sabemos, y como mintieron para conseguir las demás. En los años 60, cuando escrivá encargó esas cinco riquísimas arquetas para su oratorio todavía no tenía las reliquias, a sus hijos ingleses les azuzaba para que consiguieran algo de Tomás Moro. “Hasta que me la consigáis voy a poner dentro del cofrecillo, que tengo encima del altar, un saquito de tierra donde ponga: mis hijos ingleses todavía no me han conseguido la reliquia”. De este modo tan paternal presionaba escrivá a los numerarios ingleses que, dicho sea de paso, estaban asfixiados por mil problemas en un país donde la labor nunca ha ido bien. A otros ancianos ingleses les salieron un montón de nuevos ‘amigos’ hasta que les desvalijaron todo lo que tenían de Moro.
Escrivá es un personaje sorprendente, también en su "devoción" a los santos, ¿no?
He utilizado para hacer este escrito:
La Crónica de diciembre de 2004, donde se narra la versión oficial del modo en que obtuvieron las reliquias de san Severino y que recoge la tertulia de echavarria del 21-XI-2004 en villa tevere.
El libro Maestro de buen humor, José Luis Soria, Madrid: Rialp, 1993. Y El hombre de Villa Tevere, Pilar Urbano, Barcelona: Plaza y Janés, 1996.