El mundo secreto del Opus Dei/Los años de expansión
Los años de expansión
Era parte del programa diario de Escrivá de Balaguer reunirse cada tarde con los miembros de su Pía Unión en una sala del piso de la calle Diego de León y explicarles allí la enseñanza espiritual resumida en Camino. A principios de los años cuarenta había varias residencias del Opus esparcidas por toda España. Evidentemente, no había modo de poder estar en todas partes al mismo tiempo para instruir a sus neófitos en la forma que creía apropiada. Aunque para entonces ya había un pequeño número de sacerdotes asociados con el Opus a los que confiaba la formación de los miembros a quienes no podía ver personalmente con regularidad, algunos de esos clérigos, apunta Vázquez, eran para él una "corona de espinas". Su falta de comprensión del espíritu que quería inculcar le causaba más problemas que los que su ayuda resolvía. La única solución satisfactoria era que el Opus tuviese sus propios sacerdotes, concluyó.
Si a primera vista podía parecer una solución razonable, en el fondo delata una actitud clerical, fundamentalmente tradicional, hacia el papel del sacerdote en la Iglesia y que, desde luego, Escrivá compartía con la mayoría de los católicos de su tiempo. El mismo era sacerdote; el liderazgo y la guía espiritual de su organización debían estar en manos de sacerdotes. En teoría no había ninguna razón para que la Pía Unión no siguiera siendo dirigida únicamente por laicos, y guiada ritualmente por laicos. Organizaciones así estaban a empezando surgir en la Iglesia católica, pero para Escrivá era una innovación demasiado grande en el papel de los laicos, de cuya habilidad, en cualquier caso, desconfiaba: "Cuando un seglar se erige en maestro de moral, se equivoca frecuentemente: los seglares sólo pueden ser discípulos" (Camino 61). Decidió, pues, preparar a algunos miembros del Opus para ordenación, aunque en apariencia con considerables dudas al principio. "Amo de tal manera la condición laica de nuestra Obra, que siento hacerlos clérigos, con un verdadero dolor; y por otra parte, la necesidad del sacerdocio es tan clara, que tendrá que ser grato a Dios Nuestro Señor que lleguen al altar esos hijos míos". Para la Historia, los tres primeros fueron Alvaro del Portillo, José María Hernández de Garnica y José Luis Múzquiz. Los tres eran ingenieros civiles.
Comenzaron sus estudios en Madrid con un equipo de profesores especialmente seleccionado por Escrivá y con la aprobación del obispo de Madrid. "Tuvieron el mejor profesorado que pude encontrar -dijo más tarde Escrivá-, porque he tenido siempre el orgullo de la preparación científica de mis hijos como base de su actuación apostólica... Yo os doy las gracias, porque me habéis dado el orgullo santo -que no ofende a Dios- de poder decir que habéis tenido una preparación eclesiástica maravillosa". Escrivá decía estas palabras con ocasión del vigésimo quinto aniversario de las primeras ordenaciones. La capacidad de intuición alegada por el fundador en ésta y en la cita previa es típica, como también lo es la actitud posesiva tan notable que muestra hacia los miembros del Opus.
Sin embargo, antes de que tuvieran lugar las ordenaciones debió resolver un problema. La Iglesia exige que los aspirantes al sacerdocio sean ordenados para un "título": en otras palabras, tiene que haber alguien o alguna institución que les garantice los medios de vida. Normalmente tienen que pertenecer a una diócesis o a una congregación religiosa antes de que las autoridades eclesiásticas sancionen la administración del sacramento. La Pía Unión no servía; no era una institución adecuadamente constituida.
La solución se encontró el 14 de febrero de 1943. Aquella mañana, fiesta de san Valentín, Escrivá estaba celebrando la misa en una casa de la sección de mujeres para conmemorar la fundación de la misma trece años antes. Se le ocurrió entonces que debía crear otra sección dentro del Opus, para sacerdotes, que les proveyera del "título> para la ordenación. Y así nació la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz.
Al día siguiente, Escrivá fue a ver a Alvaro del Portillo al Escorial, donde se preparaba para los exámenes. Le contó su decisión y su deseo de extender el Opus Dei tanto a Portugal como a Italia, para lo cual se necesitaba una organización bastante más poderosa que una Pía Unión. Pero si tenía que haber una sociedad sacerdotal, era el Vaticano quien debía aprobarla. Obediente, Alvaro partió para Roma a solicitar la ayuda papal. Esto sucedía, efectivamente, en plena Segunda Guerra Mundial. Durante el vuelo a Roma, Alvaro del Portillo presenció el bombardeo de un barco en el Mediterráneo. Por otra parte, la guerra se interfirió poco en el Opus, fuera del desembarco aliado en Sicilia, que, comenta Vázquez, "se interpuso en el camino de las negociaciones comenzado por el presidente general del Opus en 1943".
Para asombro de los italianos, concedida una audiencia por Pío XII, Alvaro se dirigió a ver al Papa con el uniforme de gala de ingeniero de caminos español. Después, volvió a Madrid. La Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz recibió aprobación el 11 de octubre de 1943, aunque la noticia no llegó a la capital española hasta la semana siguiente. Fue recibida con alegría. El 8 de diciembre el obispo de Madrid constituyó fornalmente la Sociedad Sacerdotal en su diócesis.
Por tanto, ahora había dos organizaciones bajo el mando le Escrivá de Balaguer. El Opus Dei, que como "Pía Unión> aún existía, y la "unión sacerdotal" llamada Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, creada junto a aquélla. Los problemas jurídicos que han acosado desde entonces al Opus han surgido de las dificultades de salir adelante con dos instituciones completamente distintas.
Las palabras con que se abre la Constitución de 1943 de la Sociedad Sacerdotal subrayan el problema: "La "Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz" es una sociedad preferente (praeferenter) sacerdotal, de gente que vive en común sin votos." Además de cualquier otra consideración que pueda hacerse sobre la pertenencia a este grupo, la exclusión mujeres, obviamente, un hecho aclarado por el párrafo 8 de la "Constitución", que declara que la sociedad está compuesta por dos secciones: una de sacerdotes (había, por supuesto, un solo sacerdote en el momento de su fundación, el propio Escrivá de Balaguer), y la otra de laicos que están en camino del sacerdocio preparándose para la ordenación. La ley de la Iglesia requiere que una asociación sacerdotal esté dirigida por sacerdotes. No se exige, sin embargo, que sólo puedan pertenecer a ella sacerdotes.
Era tarea especial de la Sociedad Sacerdotal cuidar del Opus Dei, el cual tenía sus propios estatutos, añadidos a los de la Sociedad Sacerdotal. Existían, sin embargo, acusadas similitudes: ambas tenían numerarios y supernumerarios, como se llamaban las dos clases, el equivalente, más o menos, a miembros de plena dedicación y a miembros a tiempo parcial. Mientras la Sociedad tenía " electi" ("elegidos"), con voz en el gobierno del Instituto, el Opus tenía "inscritos", con bastantes más obligaciones espirituales que los miembros menores. La Sociedad Sacerdotal tenía varias casas para los miembros que vivían en común. El Opus solamente debía tener una única residencia (articulo 11). Un precepto bastante extraño era que nadie que hubiese sido bautiza adulto podía ingresar en la Sociedad Sacerdotal. Tampoco podía ingresar nadie que no pudiese demostrar que, al menos en una rama de la familia, tenía antepasados católicos durante. tres generaciones. A excepción de este último precepto, el perfil del Opus y el de la Sociedad Sacerdotal preparado la Sagrada Congregación de Religiosos del Vaticano que se ocupaba de tales asuntos, se parecía mucho más a un esbozo de Constitución actualmente en vigor, y tampoco se diferenciaba acusadamente de ella, al menos para un observador extraño.
Curiosamente, no había nada en los estatutos que rigen la Sociedad Sacerdotal que apuntase a ningún requerimiento específico de secreto. El artículo 12 de los estatutos del Opus, por otra parte, era muy explícito: "Para que la humildad no sufra daño, 1°) no deberán publicarse ni periódicos ni libros como pertenecientes al Opus; 2°) los miembros no deben llevar ningún signo distintivo de pertenencia, 3) los miembros deben ser instados a no hablar del Opus a extraños."
Hasta entonces la fundación de Escrivá era una organización incardinada en la diócesis. Hacia 1946 la Sociedad Sacerdotal tenía unos doce sacerdotes, unos 250 numerarios y no menos de 400 "oblatos", que vivían vidas similares a las de los numerarios, pero no residían en casas del Opus. El Opus Dei subordinado tenía alrededor de 350 miembros. Su espiritualidad simple, práctica, bastante masculina, obviamente ejercía un atractivo sobre la devota España de Franco en su determinación de revitalizar la vida religiosa del país. Había casas de una u otra clase en Madrid, Valencia, Barcelona, Zaragoza, Valladolid, Sevilla, Bilbao, Granada y Santiago de Compostela. El año anterior, Escrivá había visitado tres veces Portugal con la esperanza de extender su obra a aquella parte de la península Ibérica. Ya había miembros de otros países, algunos de ellos de Italia. Era el momento, sentía el fundador, de subir un poco más en la jerarquía de las organizaciones eclesiásticas para pasar de ser un instituto diocesano a ser uno con estatuto sin restricciones en la Iglesia católica.
El leal Alvaro del Portillo fue de nuevo enviado a Roma en busca de la aprobación pontificia para un nuevo estatuto para el Opus Dei. Pero aquello era algo que la curia de Roma no estaba dispuesta a conceder, a tan sólo tres años de haberse erigido el Opus como instituto diocesano. Alvaro encontró el camino más arduo de lo que esperaba y pidió ayuda a Escrivá. El fundador dejó Madrid el 23 de junio de 1945 en compañía de un miembro del Opus que hablaba italiano, José Orlandis, y se dirigió en coche a Barcelona, deteniéndose en los santuarios marianos del camino. Desde Barcelona tomó un barco hasta Génova y luego siguió en coche a Roma.
Raimundo Pániker recuerda la vuelta de Roma de Escrivá. "Hijos míos -les dijo-, he perdido mi inocencia". Según Pánniker, fue a Roma como un sacerdote sincero, honesto, sencillo..., en otras palabras, ingenuo. Allí vio cómo se gobernaba a la Iglesia, la intriga y la práctica de prebendas dentro de la corte papal. Si los cardenales y monseñores podían comportarse de aquel modo, razonó, y era perfectamente correcto, él, por tanto, también podía, desde luego sólo para promover el reino de Dios. En interés del reino, las reglas ordinarias de moralidad podían ser, si no burladas, al menos esquivadas. Roma había ejercido sobre Escrivá de Balaguer una fascinación inmensa. A finales de agosto estaba de regreso en Madrid. Dos meses después estaba de nuevo en la capital italiana, y Roma iba a ser su principal lugar de residencia para el resto de su vida.
Mientras tanto, la misión en el Vaticano no había tenido demasiado éxito. Alvaro del Portillo tuvo que contentarse con. la aprobación de la curia de una serie de privilegios espirituales. Éstos eran para el Opus Dei bastante más importes de lo que podían parecer a primera vista. Era típico de una institución religiosa que a sus miembros se les concediera el privilegio de recibir, o se les autonizara a dispensar a los sacerdotes miembros, "indulgencias" o bendiciones de una u otra clase. Era una cuestión de orgullo. Listas de tales privilegios disponibles para los miembros de tales instituciones y para los que estuvieran bajo su guía espiritual. Jugaban un papel bastante mayor en la devoción católica de los años cuarenta y cincuenta que el que juegan hoy en día. Para el Opus Dei, el que le fueran concedidos sus propios privilegios era una buena señal.
Alvaro reunió una considerable cantidad de estos privilegios. Son de lectura interesante, porque indican la devoción con la que se esperaba que vivieran los miembros del Opus. El día en que un neófito entraba, se le concedía indulgencia plenaria, que es la que promete la remisión sin purgatorio de toda pena debida por los pecados ya perdonados, al igual que cada paso hacia delante dado en la escala de calidad de miembro. Se podía obtener otra indulgencia plenaria para quienes besaran la madera de una cruz en una capilla del Opus el día de la fiesta de la Invención de la Santa Cruz (el 3 de mayo), y otras menores por el mismo acto realizado en otras ocasiones. No hay duda de que el Opus Dei daba, y sigue dando, gran importancia a esta arcana muestra de la tradición católica.
Con estas concesiones tuvo que contentarse el Opus por el momento. Pero había cosas mayores en camino. El 2 de febrero de 1947, una "Constitución Apostólica" emitida por la curia romana y conocida, como es costumbre, por sus primeras palabras como "Provida Mater Ecclesia", estableció una nueva estructura jurídica en la Iglesia católica: los Institutos Seculares.
Las características distintivas de un Instituto Secular son muy adecuadas a la forma de vida que el Opus promovía entre sus miembros. Ninguno lleva vestido, o hábito especial; ninguno hace los votos en público, aunque puedan hacerlos en privado. En los Institutos Seculares aquéllos no cambian su profesión ni ocupación por ser miembros, ni cambian tampoco su estatuto eclesiástico: los laicos siguen siendo laicos, los sacerdotes no dejan de ser clérigos.
Esta nueva forma de organización fue ansiosamente recibida por el Opus como la solución que habían estado buscando. Tan ansiosamente, de hecho, que la Sagrada Congregación de Religiosos hizo apresuradamente un decreto declarándolo el primer Instituto Secular: éstas eran exactamente las palabras con las que comenzaba el decreto, y por tanto, por las que es conocido: "Primum Institutum Saeculare. Estaba fechado exactamente tres semanas después del "Provida Mater Ecclesia", el 24 de febrero de 1947. El que el "Provida Mater Ecclesia" pareciese cuadrar tan bien con el Opus, no sorprendió. A través de su creciente compromiso con la curia papal, Alvaro había participado en dar a luz la nueva estructura. La "Constitución" fue recibida con agrado por los miembros del Opus, que dieron la sensación de que tomaban posesión de la misma un poco como han intentado, con considerable éxito, monopolizar sus últimos estatutos; aún son el único ejemplo de lo que se conoce como una "prelatura personal". En 1948 Escrivá dio una conferencia alabando a los Institutos Seculares. En aquella fecha el fundador y sus seguidores estaban deseosos de que el Opus fuera reconocido no sólo como Instituto Secular, sino como el primero de ellos, según derecho. El "según derecho" es importante, porque desde luego había organizaciones más antiguas que el Opus que, o nunca fueron consideradas como tales, o lo fueron más tarde.
Bastante curioso es que, en un artículo bibliográfico publicado en 1981, el recopilador, Mateo-Seco, omitiera toda mención de la conferencia de Escrivá, que ya había sido publicada. Sin embargo, cuatro años más tarde, en su contribución a "Monseñor Josemaría Escrivá de Balaguer y el Opus Dei, reparó la omisión, con una nota a pie de página y, como él admite, fuera de lugar. El pasaje que cita del propio artículo de Escrivá no menciona al "Provida Mater Ecclesia", el tema sobre el que estaba escribiendo. En su lugar cita un apartado que remarca aquellos elementos de la vida del Opus que, finalmente, Escrivá decidió que no cuadraban con el modelo de un Instituto Secular.
La cita de Mateo-Seco es, por tanto, tendenciosa. Pero llama la atención sobre los problemas a los que el Opus Dei debería enfrentarse y que lo llevaron al punto donde se quedó, asistiendo a reuniones de representantes de Institutos Seculares, y rechazando luego el estatuto por completo. Parece que no sin razón. Porque el "Provida Mater Ecclesia" pone a los Institutos Seculares bajo el control de la Sagrada Congregación de Religiosos y hay una tendencia definida a hacerlos parecer cada vez más a las congregaciones religiosas. Escrivá de Balaguer se oponía a tal asimilación.
Dos meses después del reconocimiento del Opus como Instituto Secular, Escrivá fue elevado al rango de "Prelado Doméstico del Papa", lo que le dio derecho al título de monseñor, y a llevar púrpura como parte de su hábito sacerdotal.
"Procuró siempre tener y usar la ropa que era necesaria -escribe Bernal-. Hubo una época en que llevó solideo para compensar la edad que no tenía... Después, para subrayar la secularidad del Opus Dei, se puso algunas veces la sotana ribeteada de rojo y los demás distintivos propios de su condición de Prelado Doméstico. Años más tarde confesó que eso le resultaba mucho más duro que varios cilicios"(*). (*)Un cilicio es el brazalete con púas llevado en ocasiones por miembros del Opus en el brazo o en la pierna como una forma de penitencia.
El sucesor de Escnivá, Alvaro del Portillo, también tiene el título de monseñor, pero como cabeza de la Prelatura recientemente instituida, luce un anillo de obispo y una cruz sobre el pecho como un obispo, cosa que no es. Bastante curiosamente para una Constitución formal, el documento aprobado en 1950 hizo especial mención a que "títulos de honor tales como los normalmente otorgados por autoridades civiles o eclesiásticas a los clérigos o a los laicos, no están prohibidos a los miembros del Opus Dei", aunque estaba prohibido intrigar por ellos (párrafo 14,5). A los sacerdotes del Opus que llegaban a superiores también se les permitía llevar alguna señal que indicara su rango (párrafo 14.6), una concesión a la que el nuevo prelado obviamente le da mucha importancia.
El nuevo estatuto del Opus requería que su sede estuviera en Roma. A comienzos de 1947 no tenía residencia fija en la ciudad. El problema se le planteó a una duquesa italiana, Virginia Sforza Cesarini. Ella conocía un edificio en el Viale Bruno Buozzi, en otro tiempo Embajada de Hungría en la Santa Sede, que el propietario deseaba vender. Fue adquirido en julio y Escrivá lo llamó "Villa Tevere". Se llevaron a cabo amplias mejoras para hacer del edificio una mansión elegante e imponente, en nada semejante a otras sedes de institutos religiosos en Roma. El trabajo de restauración no estuvo completo hasta principios de 1960.
Sin duda, el Opus ya estaba establecido en Italia. Fuera de Italia y, desde luego, fuera de España, tenía centros, además, en Portugal (desde 1945) y en Inglaterra (desde 1946). En el año de su aprobación como Instituto Secular se extendió a Francia y a Irlanda. Dos años más tarde también estaba en México y en Estados Unidos. En 1950 se estableció en Chile.
Había comenzado también a expandirse de otras formas. En cuanto le fue dada la aprobación como Instituto Secular, Escrivá decidió que el Opus debía tener miembros casados. Vázquez de Prada cita largos pasajes del fundador alabando el matrimonio, pero una actitud claramente distinta puede encontrarse en Camino. Incluso la máxima 28 dice
y el "Angelicum", que temen perder su clientela en favor del Opus. Como comentaba un administrador de una de las más antiguas Universidades pontificias, está siendo cada vez más difícil reclutar gente de todo el mundo; muchas monjas y seminaristas prefieren estudiar en el lugar en el que finalmente tendrán que trabajar. La última cosa que Roma necesita es otra facultad eclesiástica.
A pesar de la oposición, se abrió en una casa de al lado de la Iglesia de San Jerónimo. En esta casa, a finales del siglo XVI, vivió sus últimos días san Felipe Neri. Neri había fundado una sociedad de sacerdotes seculares, la Congregación del Oratorio, y los padres del Oratorio consideraban el edificio como su casa matriz. No eran propietarios, pero la custodiaban y estaban al servicio de la iglesia adjunta. Se habían dado pasos, incluso durante el pontificado de Pablo VI, para sacarlos y entregar los edificios al Opus. En su relato de lo sucedido, la publicación del Oratorio no nombra al Opus, llamándolo simplemente "otra entidad muy poderosa que actuaba a través de canales dudosos, pero efectivos". Los padres del Oratorio fueron a los tribunales y perdieron cuando la causa fue vista ante un oficial que pertenecía a esa "poderosa entidad". Ünicamente la intervención personal de Pablo VI evitó que fueran desalojados.
Después de la muerte de Pablo VI en agosto de 1978, el Vicariado de Roma (el cuerpo que se ocupa de la diócesis de Roma en nombre del Papa, que es técnicamente, por supuesto, el obispo de Roma), nombró un sacerdote del Opus para la iglesia de San Jerónimo. Entonces comenzaron a darse los pasos legales para quitarles a los padres del Oratorio la casa de al lado y entregársela al Opus Dei, ante la aflicción de los hijos de san Felipe. Su interior fue destruido y reconstruido para alojar al centro de estudios del Opus.
Las Universidades, sin embargo, eran y son como tales una parte muy pequeña del apostolado del Opus. Mucho más característico es el establecimiento de residencias universitarias, tanto para hombres como para mujeres. "Netherhall House", en Hampstead, Londres, es una de ellas para hombres. Está situada en una de las zonas más agradables, y especialmente más caras, de Londres.
Los miembros del Opus llegaron por primera vez a Inglaterra en 1946 para ampliar sus estudios. En 1948 se habían establecido en un piso en Rutland Court, Knightsbridge, una zona particularmente elegante de la ciudad, y habían comenzado a tomar contacto con estudiantes universitarios y a darles guía espiritual. Al principio tuvieron poco éxito, al menos, según los criterios del Opus. Vázquez de Prada señala que en 1950 sólo un inglés, llamado Michael Richards, había solicitado su ingreso. Ante tan escaso número de candidatos, este hecho fue claramente un acontecimiento inesperado. La situación era muy distinta en Irlanda. Los irlandeses reclutados se utilizaban para reforzar la escasez de candidatos en Inglaterra. Seguía habiendo apenas una media docena de miembros ingleses cuando Escrivá decidió abrir una residencia universitaria en Londres.
Se había obtenido el permiso del cardenal arzobispo de Westminster para abrir un centro. Se encontró rápidamente un hotel en Netherhall Gardens y fue prontamente adquirido. Se puso en funcionamiento a mediados de 1952, y fueron llevados miembros de la sección de mujeres para cuidar de los menesteres domésticos. Dos años más tarde se redactó una escritura formal de "trust" con Michael Richards y Juan Antonio Galarraga como administradores. Se declaraba que el propósito del "trust" era el progreso de la fe católica.
Otras residencias se fundaron más tarde, tanto en Londres como en otras partes, como "Greygarth" en Manchester y, en 1958, "Grandpont" en Oxford. El relato que Vázquez hace de este último acontecimiento es cuidadoso. También tiene buen cuidado de resaltar el papel jugado por la autoridad eclesiástica, en la forma de un obispo auxiliar de Westminster, el obis po Craven, y del administrador de la Catedral de Westminster monseñor Gordon Wheeler, quien más tarde sería obispo de Leeds. (Estos sucedía exactamente tres años antes de mi llegada a Oxford como estudiante. La historia de Grandpont fue mi primera presentación al Opus Dei; incluso tuve un amigo que vivió allí durante un corto tiempo).
Era natural que el Opus, con su fuerte concentración en el apostolado universitario, hubiese deseado establecer un centro en Oxford. Su tentación natural era abrir una residencia para estudiantes como lo había hecho en Londres. Pero estuvo mal aconsejado y carecía de conocimientos suficientes sobre el sistema de Oxford. Los "colleges" de la Universidad son precisamente residencias universitarias, o así comenzaron. El deseo del Opus de abrir una residencia parecía en aquel momento ser equivalente a abrir un "college". Las autoridades universitarias no lo tolerarían. Además, la zona universitaria de la ciudad de Oxford está en la diócesis de Birmingham, cuyo formidable arzobispo (a la sazón un licenciado de Cambridge) era George Patrick Dwyer, un inglés puro con poco tiempo para los remilgos hispánicos del Opus. Después de la confusión sobre la apertura de una residencia, los prohibió en su territorio. Afortunadamente para el Opus, salió al mercado una casa, "Grandpont", al otro lado del río, todavía en Oxford, pero en la diócesis, mucho más condescendiente, de Portsmouth. Fue adquirida y se abrió como una especie de casa de huéspedes para atender a estudiantes posgraduados de la Universidad. Ha resultado ser un campo excelente para reclutar candidatos para el Opus Dei.
Aunque parezca quizás extraño, Escrivá parece haber estado especialmente encariñado con Inglaterra. Vázquez calcula que, dejando aparte Italia y España, pasó más tiempo en el Reino Unido que en ningún otro país del mundo. Fue a Londres por primera vez en 1958, y después, cada verano hasta 1962, huyendo del calor de Roma o de Madrid, ocupaba una casa al norte de Hampstead Heath o en West Heath Road. Fue porque anhelaba promocionar el Opus Dei en el mundo "anglosajón", pero también porque veía a Inglaterra, y especialmente a Londres, como una encrucijada, un lugar desde el que la organización podía llegar a gente de las distintas partes del mundo, o como un lugar por el que podrían llegar al Opus. A nivel personal, parece haber quedado especialmente impresionado por las dos antiguas ciudades universitarias de Oxford y Cambridge, por las viejas iglesias, en las que rezaba el rosario, se arrodillaba ante los altares mayores y pronunciaba jaculatorias, completamente indiferente a la sensibilidad protestante. Quizá no sea sorprendente; probablemente, nunca había estado expuesto a una cultura no católica, y con toda seguridad no durante mucho tiempo.
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