El gran obstáculo para superar el dolor: la formación en la Obra

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Por Chispita, 18.VI.2007


A Spiderman que lee.


Una anotación previa. Durante mi estancia en la Prelatura del Opus Dei aprendí mucho y bueno. Buena doctrina en general. Pero llega un momento en que notas que has oído lo mismo diez mil millones de veces.

Las carencias de un proyecto formativo obsoleto e inhumano

Es que notas que siempre te dan las mismas ideas, trilladas ya y gastadas. Te das cuenta de la estrechez de fuentes de las que está extraída esa formación microdóxica, como creo que se apuntaba en la web el verano del 2006. Una vez que dejas la Obra, te das cuenta de la maravillosa riqueza de autores estupendos, enormemente ortodoxos y piadosos que hay en el mercado, que te enseñan tanto y te edifican tanto. Tengo que decir que en mi proceso de formación personal sigo teniendo en cuenta los escritos internos de la Obra (muchas gracias Agustina, por haberlos escaneado todos), pero también me he abierto a nuevas visiones, como las de Henry Nouwen y las de Anselm Grün que me están enriqueciendo mucho. Ellos dan sin dejar de estar concordes con la recta doctrina y la tradición de la Iglesia, ejemplos y enfoques altamente estimulantes y renovadores especialmente porque se acercan al hombre concreto con sus experiencias, dolores y sufrimientos. Naturalmente también hay que realizar una visión crítica de lo que estos autores dicen, y practicar una criba, pero la cosecha final es enormemente enriquecedora...

Digo esto porque la formación que te da el Opus Dei es al cabo del tiempo repetitiva y por tanto aburrida. La formación que la Obra empezó dando en los años 30 era muy atractiva. Eran enfoques nuevos a problemas viejos. Era impositiva y despersonalizada como ahora, pero era un enfoque nuevo y captaba la atención. Pero no se puede dar la formación como en los años 30 porque los problemas del hombre se han agudizado y han aparecido nuevos problemas, y porque Cristo mismo nos exige que lleguemos al corazón del hombre, como Él mismo hizo, pues Nuestro amadísimo Señor no se contentó con predicar, sino que quiso sanar el dolor, la tristeza, y la necesidad. Yo creo que el éxito de Cristo fue que sin dejar de ser Dios fue tremendamente humano. Y el problema de la subsecta que en el Opus Dei representan los directores, es que poco a poco han dejado de ser seres humanos. Han escondido su humanidad debajo de una carpeta farisaica de preceptos, normas, leyes y costumbres.

Pero vayamos a lo que nos importa. En los círculos y charlas, la gente no presta atención apenas. Ves miradas distantes y ensimismadas de gente que está allí, de acuerdo, por amor a Dios, (no se puede estar ahora por otra razón: eso es lo triste) pero que realmente están muy lejos de lo que allí se dice. El problema es que esa formación ya se conoce, y apenas tiene contacto con los problemas y conflictos reales de las personas. Es una formación estereotipada y aburrida que no mueve ni interesa porque gira en torno a los mismos clichés de siempre. El problema se agudiza cuando vas detectando la cantidad de disparates que una persona puede decir y el fanatismo con que algunos pueden decirlo, y la falta de apertura mental e intelectual que tienen sus charlas y meditaciones, mal preparadas, y con un aparato crítico muy escaso. Son muy escasos los puntos de vista y los enfoques originales y atractivos. Por eso cada vez cuesta mas acudir a los Cursos de Retiro, porque en ellos ya se sabe los guisos precocinados que se van a servir. Y lo mismo se podría decir de la atención espiritual personal. Se nota la nula preparación en sicología de los directores, y de ahí los abusos que provocan.

Y todo ello duele, sobre todo cuanto tienes que pagar 1200 euros por Curso Anual, para escuchar las mismas generalidades aburridas de siempre, y más en esta temporada veraniega en la que según la propaganda interna, “nuestra Madre guapa tanto se esfuerza en el tema de la formación”. Pues a mí me parece que se esfuerza poco. Es una estafa esa pobreza intelectual en enfoques que ni te ayudan a sanar tus heridas ni a mejorar personalmente. Eso es debido al ambiente cerrado que se respira desde un punto de vista intelectual. Hay un enorme miedo a incorporar autores de otros ambientes y mentalidades. Y al final te duermes de aburrimiento o charlas con Cristo de lo que a ti te preocupa haciendo caso omiso a las charlas fanáticas, y repetitivas del charlero de turno.

Otro problema es que es una formación anticuada, obsoleta, porque no tiene en cuenta a la persona. Porque no tiene en cuenta los problemas y el dolor de los oyentes. Es una formación rígida, exigente, angustiante, que obliga al individuo a pensar en un Dios exigente y agobiante. Se habla de Dios como Padre, pero más bien como un Padre providente que ayuda, pero no se habla de un Dios que perdona ni comprende. La formación del Opus Dei inculca la idea de un Dios que se enfada porque has retrasado la lectura del Evangelio o porque no has hecho corrección fraterna esa semana. Es una formación que te plantea metas que no puedes cumplir muchas veces, que continuamente te está pidiendo más cantidad y más calidad aunque sea a costa de tu derrumbe personal. Y es una formación que te lleva a no perdonarte a ti mismo y a ser juez severo e implacable de tu conducta. Por eso, la formación que da la Obra es rechazable: 1) porque te lleva a exigirte metas que no puedes cumplir: eso te desanima y te destruye, 2) porque no está centrada en la persona y en sus necesidades reales: no es humana. 3) porque repite siempre los mismos esquemas: es aburrida y repetitiva, cerrada a las corrientes teológicas ortodoxas y modernas, no ilusiona y no lleva a la persona a ganar ánimos en el seguimiento de Cristo.

En mi escrito anterior dirigido tanto a miembros como a ex miembros de la Prelatura del Opus Dei, me refería a la necesidad que tenemos de no hurgar en nuestras propias heridas, y utilizar la Oración Mental como el gran medio para superar nuestro pasado. Todos tenemos heridas. Todos sufrimos. Y no se puede despachar el sufrimiento con el tema de que “hay que llevar la cruz de Cristo” o “ofrece esa humillación y no pienses en ti mismo”. Porque tú te quedas con el dolor.

El problema es que como se han quedado con el corazón duro, como el de los fariseos, les importa un pimiento el dolor de los hermanos, y si lo comentan es en cuanto este dolor puede afectar a la perseverancia institucional. Como han perdido el sentido y la sensibilidad y han perdido la agilidad para amar, sustituyéndola por una burocracia espiritual, ya no tienen ilusión ni por curar ni por ayudar. Se han esclerotizado en el gran nervio de la Obra: los medios de formación. Pero eso no solo se arregla ampliando el plan de lecturas por orden de una Comisión. El problema está en una estructura burocratizada que ha secado los corazones de los que forman.

Poner a Dios en lugar del superyo

Anselm Grün ha meditado mucho sobre el problema del dolor y su superación basándose en la sociología transpersonal de C. Joung... En Si aceptar perdonarte, perdonarás, (Madrid, Narcea, 2005), aborda desde luego este problema desde la perspectiva del perdón. Subraya que es preciso ante todo que cualquier persona diga sí a lo que es, y que se acepte a sí misma como es. Tenemos que aceptarnos a nosotros mismos, con nuestras cualidades y puntos fuertes, lo mismo que con nuestras debilidades y flaquezas, con “nuestros temores, sensibilidad, inclinaciones depresivas, con mi incapacidad para asumir compromisos y con la mediocridad de mi fortaleza. Tengo que mirar y reconocer con amor mis lagunas y deficiencias, todo lo que contradice radicalmente mi autoconcepto y propia imagen subjetiva, mis impaciencias, angustias y complejos de inferioridad” (AP. Cit., p. 44.).

Bien. Esta idea es enormemente interesante. En el Opus Dei no la practican. Y al final el resultado es devastador, porque se forja en el individuo la idea de que en él o ella ciertas cosas sencillamente no existen. Y en todo caso, lo que hay que hacer es ponerlas debajo de la alfombra del alma.

“Es necesario reconocer que en nuestro interior existen amor y odio, que a pesar de todos los esfuerzos religiosos y morales, quedan vivos en nosotros instintos criminales, sentimientos sádicos y masoquistas, agresividad, ira, celotipias, estados depresivos, angustia y timidez. Además del hambre de espíritu coexisten zonas ateas que no tienen que ver nada con la devoción” (Ibíd.., p. 45.).

Esto tiene que ver con la humildad. Pero la humildad de que se habla en la Obra es depresivizante: no eres nada, eres un carro de basura, olvidando que por ser hijos de Dios y redimidos tenemos una dignidad altísima. Y luego lo que se insiste es en la humildad del instrumento que se somete y obedece ciegamente. Pero no se enseña el auto perdón y la autocompasión que sanan. Y el resultado, vuelvo a decirlo, es devastador.

Como la formación del Opus Dei está atrasada, no se enseña a los miembros a ver todo, lo que se tiene, lo que se padece, la propia historia con sus éxitos y sus fracasos, como un don de Dios. Y tampoco se enseña a aceptarse, y a aceptar los defectos personales. Y ahí va, amigos de Opuslibros, el cuarto defecto tremendo de la formación que da la Obra: esa formación es rechazable en tanto que crea en nosotros un superyo inmisericorde. Nos juzgamos. Nos repasamos y manoseamos. ¡Queremos ser perfectos! ¡Queremos ser como tal o cual director! Nos inventamos y nos aplicamos unas metas que de ningún modo puede querer Dios para con nosotros, que nos hacen perder la paz y centrarnos en nosotros mismos, distrayéndonos de pensar en El y por El en los demás. Tenemos que poner a Dios en lugar de ese superyo.: “Creer que El nos acepta con todo lo que llevamos dentro, creer que por su parte ya hace tiempo que ha perdonado, lavado y transformado todo lo que es objeto de nuestras autoacusaciones. La fe en el amor perdonador de Dios tiene que ser capaz de hacernos apartar la mirada de nuestras culpas y dirigirla a su misericordia. Ante la mirada compasiva del Señor podemos ponernos en paz y aceptarnos porque hemos sido pacificados y aceptados por Él”.

Que la Paz y el Amor de Nuestro Señor irrumpan en nuestros corazones para que en ellos reine la libertad y la paz de los Hijos de Dios, liberados por Cristo mismo de los engaños de las sectas.



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