El Opus Dei de los años cincuenta
Por Alberto Moncada, 29.04.2009
El otro día me reencontré con otro exnumerario con el que coincidí a mediados de los años cincuenta. Ambos nos salimos en los sesenta. Os cuento.
Confirmando mi tesis de que el opus ha evolucionado mucho para sobrevivir, recordamos el modelo de numerario de entonces, un aspirante a intelectual, un universitario preparando cátedra, modelo que feneció por falta de libertad intelectual. También recordamos el horror de Escrivá por los colegios y lo pronto que se le pasó hasta convertirse, todavía vivo él, en la actividad principal del opus. Pero nuestro principal recuerdo fue la vida en las casas.
La España de los cincuenta era bastante pobretona y nuestras casas lo reflejaban. Las numerarias y las sirvientas hacían milagros para darnos de comer, muchas legumbres, mucha patata y recosían nuestras escasas ropas. La ducha fría era obligatoria porque no había caliente. La mayoría de nosotros estudiábamos o trabajábamos en la calle, la burocracia interna era mínima y eso nos daba una cierta secularidad, que hoy apenas existe.
Nadie pudo imaginar en nuestros tiempos las dimensiones actuales de la burocracia interna, de la clericalización, del corporativismo. “Es otro opus” concluía mi interlocutor, que es historiador. “Es el opus que se correspondía con aquella España”, contestaba yo. Lo único que no ha cambiado es la obsesión sexual. Por las mañanas, antes de misa, hacíamos cola para relatar nuestras “impurezas nocturnas” y lo mal que lo pasábamos cuando aquellas garridas sirvientas, la mayoría pueblerinas, nos servían la comida, con sus hermosas tetas cerca de nuestras cabezas. Y concluimos con una receta antropológica, fruto de nuestra experiencia varonil: “La mejor manera de evitar las tentaciones es caer en ellas”, es decir acostumbrarse a gestionar la sexualidad como algo natural. Lo contrario solo engendra enfermedades mentales. Y recordamos el nombre de dos numerarios de nuestra época, ya fallecidos, que tuvieron que ser internados por esa razón.