De las actividades con los pobres y el desvío de donaciones en Perú

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Por Nicanor, 9.04.2012


Cuenta la historia que Pablo VI solicita al Opus Dei algún encargo de dirigido netamente a los indigentes. Es así que San Josemaría –dicen sus biografías oficiales – solicitó al Papa tres de las peores alternativas y él elegiría la peor. De las tres que se le propusieron estaba Yauyos. Nos situamos a inicios de los 60.

Escrivá designó para este encargo a su hijo Ignacio Orbegozo, ya ordenado sacerdote, para ser el Prelado territorial de tan vasta zona territorial e iría acompañado de otros sacerdotes agregados.

Por su parte, los numerarios tendrían que iniciar una base de operaciones en zona poblada, una ciudad: Cañete, la puerta hacia Yauyos. Así empezó radio ERPA y la construcción de la residencia de Valle Grande. Posteriormente, de clases agrícolas dirigidas por radio pasaron a un sistema pedagógico de alternancia con los hijos de los campesinos que pudieran pagar parte de sus estudios. Se inicia el Instituto Rural Valle Grande...

Por su parte, las mujeres iniciaron el Instituto Condoray, para la educación de jóvenes campesinas en tareas del hogar.

Para financiar ambas instituciones se acudió a la ayuda financiera del Grupo Brescia y de Cooperación Internacional, sobretodo la de España por la afinidad que ya tenía con negociaciones emprendidas por otros numerarios en España para financiar este tipo de proyectos.

Como toda obra corporativa del Opus Dei, se dirá que la participación de la misma es únicamente en asegurar la formación espiritual. Sin embargo, el Opus venía preñado con la utilización de sus labores y miembros para el proselitismo. Como diría Escrivá: “Si de aquí no salen vocaciones, ¿Para qué sirve?”.

Entre los campesinos poco se podía hacer. Sí lograron el “pitaje” de supernumerarios en lo que iba del trato de “amistad y confidencia” (Ref. Camino. Escrivá de Balaguer) y ningún agregado, aspecto que llama poderosamente la atención porque la vocación de agregados pudo haber sido más fecunda en un medio social bajo, bajo-pobre del Valle. La traba principal eran las distancias y la profunda vida familiar que mantienen las familias campesinas. Otro factor era que se pudieran aprovechar de la vocación como estatus para alcanzar otros objetivos. Bien se sabe que de la Obra nadie se debe aprovechar sino todo lo contrario.

Mientras los numerarios de Valle Grande iban "pariendo" supernumerarios, las numerarias "parían" numerarias auxiliares ¡Qué tierra más fecunda para capturar este tipo de vocaciones! Empleadas domésticas para las casas de numerarios en las distintas ciudades del país. Así pues, arrancaban del seno de sus familias a niñas de 13 a 15 años para internarlas en Condoray, modificar sus patrones de vivencia y conducta (civilizarlas) y hacerlas “pitar”, arrojándolas a lugares distantes donde nunca más volverían a saber o ver a sus familias. Recuerdo que una numeraria dedicada a estas labores de adoctrinamiento me contaba situaciones tan terribles como las niñas llorando por ver a través de las ventanas montañas y cerros, otras sintiéndose desnudas vistiendo prendas azules de domésticas mientras entregaban sus “polleras” para ser echadas a la basura y otras que dormían acurrucadas en un rincón, desorientadas por el proceso de inculturación.

Todo esto sucedía bajo la lupa de las recaudaciones de empresas y sociedades de cooperación internacional en el marco de la responsabilidad social. Se armaban los expedientes con las fotos conmovedoras de la pobreza campesina y el contraste con traje de sastre en las clases que se dictaban en los Institutos.

Cabe resaltar que, el fondo recaudado por las donaciones primero pasaba por los Centros Culturales de la ciudad de Lima. Perú tenía un PBI equivalente a lo que la Universidad de Harvard recaudaba al año. Pero, ¿por qué las donaciones en ropa y víveres primero pasaban por el filtro de los Centros Culturales? Porque se sostenía que los pobres del Valle de Yauyos no apreciarían tanto la calidad de esos productos tanto como lo harían las numerarias y numerarios de los Centros. Así pues, latas de conserva, chocolates, bebidas, camisas, zapatos y pantalones eran distribuidos dentro de las “casas” del Opus antes de ir a su verdadero destino. Aún recuerdo el día que nos llamaron para probarnos pantalones que habían llegado de Canadá pero ninguno me calzó; también, la confidencia de otro numerario diciéndome que lo que almorzábamos había venido de los Estados Unidos. Se aprendió tanto con la negociación de proyectos ante la comunidad extranjera que pronto pudo negociarse la ampliación de centros culturales, tal es el caso de lo que se presentó como implementación de una sala multiusos para un centro cultural de numerarias. Tal construcción – desde su concepción - sería empleada como Oratorio del mismo, una amplísima sala con bóvedas en ladrillo, muy bonita por cierto.

Así pues, llama poderosamente la atención el sentido de Responsabilidad Social que llevan las asociaciones de socios del Opus Dei derivando las donaciones y fondos para otros usos. Todo se justificaría con la “santa pobreza” de los hijos e hijas de Escrivá, quienes debían practicarlo más que el propio Francisco de Asís. Este pensamiento equívoco justificaba todo, absolutamente todo.

Tan equívoco es el concepto de pobreza y responsabilidad social que se practica en el Opus Dei que hasta lo instituido por Escrivá como norma a practicar mensualmente, las llamadas “visitas a los pobres de la Virgen” tenía que ser mentalizado por el numerario que visitaba centros hospitalarios o de beneficencia como medio para el proselitismo y no una ayuda al prójimo (Ref. Charlas de Formación Inicial. Escrivá). Peor aún cuando llegó instructiva desde Roma en no visitar centros para mendigos atendidos por religiosos puesto que éstos ya reciben la caridad a través de otro carisma. No vaya a suceder que la persona o personas que nos acompañaban a las “visitas de los pobres de la Virgen” terminasen por prestar más atención a la vida religiosa y su carisma dedicado a la caridad con el prójimo.

Para culminar vienen las llamadas “Convivencias de Trabajo”, usualmente realizadas en Piura, Abancay, Yauyos, Cañete… todas ellas zonas donde se asegurase atención espiritual por sacerdotes de la Prelatura en la que se invitaba a participar grupos extranjeros de españoles, irlandeses, ingleses, suizos, alemanes, entre otros. Todos los numerarios que les acompañaban y los “autóctonos” que éramos invitados teníamos la clara instructiva de conmover a los asistentes en la virtud de la generosidad para así plantearles la vocación al Opus. De otro modo, nos explicaban los numerarios extranjeros, la vida en Europa (antes de la crisis) era tan cómoda que todo lo que sonara “entrega” no llamaba la atención. Solo así, mediante el choque directo con la pobreza, la generosidad y el desprendimiento de los campesinos donde se desarrollaba la “acción social” podían moverle a la “entrega” a Dios en “su Obra”. Efectivamente, varios no tardaban en solicitar – o por lo menos planteárselo - su “admisión” al Opus en estas conmovedoras y deslumbrantes “actividades sociales con los más necesitados”.




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