Cuestión fundamental: la vocación

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Por Jazz01, 06.02.2006


Capítulo I

Este “ tema “ de la Vocación, creo que hay que aclararlo, en este Foro de la Web, en este lugar de encuentro de tantos, en este lugar privilegiado y a la vez prestigiado por tantos y tantas, que de manera libre y honrada habéis querido hacer público tantísimas cosas del corazón, del afecto, de vuestra vida.

No desaprovechemos la oportunidad que se nos presenta, pues es un sitio , un lugar donde confluyen tantas experiencias, que nunca puede ser puesto por tanto, en tela de juicio por nadie sensato y cabal.

Os propongo este tema de la Vocación, pues al fin y a la postre, se trata de algo en lo que todos y todas podemos ponernos de acuerdo en esta Web, y que se encuentra al principio, en el origen, de nuestra relación con el Opus Dei.

Por favor vayamos al origen de las cosas, seré, seguro, un gran beneficiado – yo lo tengo claro -, pues me ayudaréis enormemente en muchos aspectos...

Nunca me había planteado, hasta salir de la Obra, que pediría ayuda y que necesitaría de otros para vivir y crecer como hombre - así lo digo -.

Es cierto que siempre me las he apañado muy bien, y siempre – casi siempre -, lo que he emprendido lo he conseguido llevar a buen puerto y no siendo menos cierto que mi paso por la Obra disparó esta actitud-; he de decir que la realidad me ha puesto en mi sitio.

No os pido por tanto, una ayuda sicológica, tan sólo que me ayudéis a buscar en el camino que emprendimos todos un día, que remontemos el río, a mí este ejercicio no me hace daño, pero entendiendo que a algunos sí, por lo que sólo los que queráis nos montamos en nuestra barca y cojamos nuestros remos, esto es: nuestra experiencia y vivencias y nuestra capacidad de análisis de las cosas, sea la que sea, toda vale.

Sólo contaros, para que en algo me podáis conocer, que “ pité “ con 16 años , como numerario, aunque luego resultó ser que mi vocación era de agregado – esto fue más o menos a los 4 / 5 meses , así que me hice o hicieron agregado.

Estuve 11 años dentro, y hoy tengo 34. Soy profesional libre, resido en España, en el Sur, (por cierto, libre y sin compromiso en mi horizonte, vamos... sin una “piedra”, como dice Satur - ), y a lo que me dedico no lo puedo decir - aunque es muy divertido, y me lo paso con mi trabajo como “ un enano “ -, pues rápidamente me descubriría la Gestapo o las Brigadas Estalinistas, y mi cabeza creo , me estimo, me barrunto, ... que tiene precio - enfin , entendedlo, alguna cautela, a las tanto estábamos acostumbrados, digo yo, que tendré que seguir manteniendo, para que nadie diga nada....-.

Sigo.

Entré muy honradamente, viví dentro muy honradamente con muchos límites y faltas que sigo teniendo, sigo siendo muy defectuoso – pero esto amigos míos lo he descubierto ahora -, y muy honradamente me marché.

Digo lo de honradamente, porque mis padres – los dos, a los cuales tanto y tanto agradezco -, así me lo hicieron ver y me lo siguen diciendo, y los padres casi siempre llevan razón y hay que escucharles.

Me marché y descubrí que había Vida, tras la “ muerte “ – muerte que me dictaminaron -; que había una Compañía, tras la “ soledad “ – soledad de la que me hablaron - “; y veo que tengo toda la Vida, para mí, para comprender, para buscar, para darme cuenta que todo se ha hecho para mí, y que una presencia de Otro que es más Grande que yo y que todos nosotros, me persigue para cautivarme, para enamorarme, para encontrase conmigo, para sorprenderme.

Bueno, pues tras estos datos, voy a entrar en materia.

Os iré pasando en la Web a modo de Capítulos, mi parecer sobre el tema de la Vocación. Lo haré así por motivos obvios de tiempo, y para dejar que el quiera intervenga, y así nos enriquezcamos todos.




¿ No es cierto que todos hemos tenido en mente esta palabra – vocación - como algo importante en algún momento de nuestras vidas ?.

¿ No es cierto de que a todos se nos ha hablado, predicado, aconsejado, susurrado hasta el extremo, que este tema es el más “importante “ ?.

¿ Acaso a todos no se nos dijo – en un principio – que “ teníamos vocación al Opus Dei “, ó “ vocación a buscar la santidad en medio del mundo”; estableciéndose de paso una identidad entre ambas expresiones.

¿ Acaso no se leía el Evangelio por la parte de la vocación de los primeros doce, estableciéndose otra identidad entre tal Vocación y la vocación al Opus Dei ?.

También, es cierto o no, que se nos proponía otro término, bastante acuñado como el de “fidelidad“, para hacerlo idéntico al de vocación.

Idénticamente podríamos decir, que la palabra “fidelidad“ se nos proponía como sinónimo de “felicidad“, ¿sí o no?

Es verdad o no, que siguiendo el ramal surgido ahora, al hablar de felicidad, se nos decía “que el Opus Dei es el mejor sitio para vivir y para morir “.

Igualmente, no se sumó a estas identidades, el término apostolado, como “vocación al apostolado“, expuesto como “algo inseparable de la vocación“; apostolado que luego se concretaba por sí sólo, como elemento autónomo, en áreas específicas de actuación, es decir : apostolado “con bachilleres“, con “gente de san Rafael“, con “universitarios“, con “jóvenes trabajadores“, con “padres/madres“, con “sacerdotes diocesanos“, con .....

Escuchamos o no , alguna vez expresiones como “al hijo mío que cumpla su plan de vida – las llamadas Normas de Piedad -, le aseguro la salvación“ .


Después de estas preguntas retóricas por mi parte y en la que todos y todas coincidiremos en afirmarlas con un SI, me gustaría para seguir avanzando un poco en este tema, dejar clara por así decir la Cadena o Serie que se nos proponía, para que se fijase y grabase tanto en nuestra mente como en nuestro corazón, y que después nuestra mente asimilara, para por último ser expresada, bien hacia nosotros mismos, bien hacia otros, esto es:

Vocación ( nuestra vocación es la misma que la de los apóstoles) - Fidelidad-Felicidad-Apostolado ( de nuevo nuestra vocación es la misma que la de los apóstoles -Salvación Eterna- Cumplimiento de las Normas

Nota: en lugar de guiones pon el signo = ( igual ), y fíjate a cuantas cosas equivalía esta palabra, y cuantas cosas se nos querían decir.

De momento sólo os dejo esta cadena de expresiones formulada, para quien le interese ( probablemente haya que pulirla un poco ), pero básicamente es muy correcta técnicamente, y podría y de hecho pasa seguro, el control de calidad, por parte de cualquiera que pertenezca al Opus Dei, sea cual fuere el puesto y lugar que tenga en la organización.

Si tenéis que aclararla, por favor hacedlo, nadie mejor que vosotros para hacer este trabajo. Estamos descifrando el Código Genético de la Organización, y si nos esforzamos – siempre utilizo este término amablemente -, seguro que nos aclaramos y aclaramos a otros, ( permitidme que interrogue a algunos que sobre todo habéis escrito del asunto : Jacinto Chozas, Antonio Esquivias, EBE, Carmen Charo, Ana Azanza, Roberto_2, Kaiser, ...seguro que injustamente me dejo a alguien..., pero son los que ahora me vienen a la cabeza, y a las horas que son ya no doy más de mí; también y permitídmelo, me gustaría que hubiera podido intervenir Antonio Ruiz Retegui – que sin duda, seguro lo hubiera hecho sugiriendo algo a algunos, y sobre todo con más perspectiva de las cosas, pues el ya conoce y tiene Todo - ).


Seguimos,

Pues bien, de esta llamada por mí “ Cadena “, proviene, deriva, emana, fluye, corre río abajo, todito todo el esquema organizativo del Opus Dei: Estatutos, Iter Jurídico, Vademecums, Glosas, Notas de Gobierno Interno, Publicaciones Internas, Expresiones o Declaraciones públicas del Opus Dei como entidad,Libros – cientos, tanto para uso interno de los miembros o para publicación general para el gran público -, Estudios Jurídicos, Tesis y Estudios problematicistas, Acercamientos Intelectuales a un aspecto u otro del Opus Dei, Conferencias, Debates, Ponencias, en fin .........

Ya vamos teniendo algo clarito:

Me dirijo ahora a todos y todas, los que nunca permanecieron o no estuvieron o no pertenecieron, “los que no tuvieron que”irse “, pero que se acercan a preguntarse algo sobre el Opus Dei, o desean saber algo, sobre todo “ qué es el Opus Dei “.

Para que puedan tener al menos un juicio del que partir. Para que tengan las cosas claras en su origen. Para que comprendan.

A fin de ayudar a estos inquietos buscadores un poco, decirles, algunas cosas:

  • que el ser buscadores es una muy digna actitud, no somos más que buscadores, buscadores de sentido, y eso nos hace hombres y libres
  • que observen: observen lo que hacen y dicen los miembros del Opus Dei y lo que hacen y dicen los que no lo somos. La observación nos lleva a la verdad de manera más sencilla, que el mucho, muchísimo razonar; y máxime en asuntos como este.
  • que existe el riesgo de intentar querer saber tantas cosas, y al mismo tiempo, de razonar en tantas direcciones, que ineludiblemente uno queda pegado a la tela de araña que uno mismo va tejiendo.
  • otra cosa más, como aviso a navegantes: si a veces te parece que el Opus Dei es sencillo, no lo creas, no caigas en esa trampa; tampoco en la contraria, a saber que es algo complicado. Si llegas a alguno de los dos extremos, insisto, no te lo creas pero vas bien, vas razonando bien, ya verás como llegas – llegamos a algo, a algún juicio -.
  • lo que te propongo es tan sólo una ayuda, con todo lo que te digo, si crees pretenciosa mi actitud, no sigas leyendo, y olvida todo, pero quiero decirte que solo pretendo ayudarte y también quiero ser ayudado.


Capítulo II

Me interesa que afrontemos, antes de entrar directamente en el aspecto Vocacional que, para evitar equívocos nos adentremos en la metodología de este trabajo.

Quisiera citar como punto de partida a Alexis Carrel (de su libro Reflexiones sobre el comportamiento de la vida, Milán 1953 pp 27 ss ): “con la agotadora comodidad de la vida moderna, el conjunto de las reglas que daban consistencia a la vida se ha disgregado; la mayor parte de las fatigas que imponía el mundo cósmico han desaparecido y con ellas también ha desaparecido el esfuerzo creativo de la personalidad... La frontera entre el bien y el mal se ha borrado, la división reina por todas partes... Poca observación y mucho razonamiento llevan al error. Mucha observación y poco razonamiento llevan a la verdad “

Hay que decir como me hacía notar un amigo que aquí Carrel usa el lenguaje propio de quien siempre se ha dedicado a un cierto tipo de estudio, podemos decir que científico (no olvidar que fue premio Nobel de Medicina ). Podríamos tomar, sin perjudicar lo que se ha citado, la expresión “dialéctica de una ideología“, por la expresión “razonamiento“, de hecho nuestra época, y a los hechos me remito es una época ideológica, en la que en vez de aprender de la realidad y todos sus datos, se intenta manipular la realidad para ajustarla a la coherencia de un esquema prefabricado por la inteligencia, y de este modo podríamos decir que “el triunfo de las ideologías consagra la ruina de la civilización“ ( Id., p. 34 )

La cita de Carrel nos sirve para introducir el título de la primera premisa que deseo quede clara: para una investigación seria sobre cualquier cosa se necesita realismo.

No obstante juzgo necesario citar a S. Agustín que una vez más con un juego de palabras, al que nos quiso dejar acostumbrados, nos dice “yo investigo para saber algo, no para pensarlo“ ( S. Agustín, Soliloquia I, III, 8 ).

Esta actitud me parece que es la opuesta a la que el Poder (también debe entenderse, cualquiera de sus formas “la Institucional“, en el sentido de Retegui y que se puede leer y abundar en esta Web: Antonio Ruiz Retegui, “Lo teologal y lo institucional“), nos presenta y propone.

En efecto si sabemos algo, podemos decir que lo pensamos; pero S. Agustín nos dice que lo contrario no es verdad. Pensar algo es realizar una construcción intelectual, ideal e imaginaria al respecto; pero con frecuencia otorgamos demasiado privilegio a este pensar y sin darnos cuenta –o bien llegando a justificar la actitud que estoy tratando de describir-, proyectamos sobre el hecho lo que pensamos de él. Por el contrario el hombre sano, quiere saber cómo son los hechos, y sólo entonces, puede también pensarlos.

Creo que debido sobre todo a la Formación que fuimos asimilando durante tiempo dentro de la Institución, se nos ha hecho siempre pensar demasiado, se nos han planteado problematicas filosóficas, morales, legales –Iter Jurídico incluido-, de conducta en relación a los amigos y la familia, y siempre se nos han ofrecido las respuestas adecuadas a cada una de ellas, y cuando digo esto no me dejo ninguna fuera, de manera que todo quedaba reglado y cerrado, en base a una experiencia y a un criterio que siempre venía de fuera, venía de otro; sólo se daban a conocer para que luego fueran cumplidas. El punto álgido se encuentra en la expresión de todos conocida y por otro lado moralmente temeraria “al hijo mío que cumpla las normas le aseguro la salvación eterna“, y cómo no, todos los corolarios que de ella derivan y que para cualquiera se plantean, pero nunca incluían el hacer mención –al menos es mi experiencia y desconozco la vuestra en este sentido- al amor, a la intención última y oculta, al fin de todos esos cumplimientos (para abundar en este aspecto me remito a la Encíclica de Benedicto XVI recientemente publicada )...

Tantas cosas, tantísimas, saturación abundante de cosas que hacer, que se nos repetían en innumerables Medios de Formación, incluida Tertulias y Cenas, que todas iban a confluir como río caudaloso, a que perseveráramos en nuestra vocación, en nuestra fidelidad igual a felicidad. Se nos contaban incluso las dificultades para este perseverar, y se contaban también y “recetaban“ los remedios; en este sentido se nos hablaba de que la Institución tenía “toda la farmacopea“ necesaria para posibles enfermedades a tal respecto y a tal otro... todo insisto siempre normativizado, es más normalizado, incluido el cómo tratar las “deserciones“, puesto que se admitía –faltaría más-, en un exceso de “realismo“ bien controlado que existían y existieron y existirán.

Voy a hacer una digresión: nunca he desertado de nada ni de nadie y no quiero ser incluido entre desertores. En ese saco no entro porque no lo deseo. Esta palabra nunca me ha gustado, pero he de reconocer que es magnífica para ser utilizada, como arma de control, pues sus significados son muchos y aplicables a muchas cosas.

Nunca se nos hablaba de nuestro yo, de nuestra persona, de nuestros deseos –si no era para ordenarlos- “por el bien de nuestra alma y de la s almas“, al fin Institucional. El yo quedaba eclipsado, opacado. Se utilizaban y utilizan respuestas “hechas“ como: “que solo Él se luzca“, “ser alfombra donde pisen blando los demás“, “ocultarse y desaparecer “, “ no tengo – tenemos - , más fin que el corporativo“, “obediens udque ad mortem, mortem autem crucis“, que por otro lado son ciertas y verdaderas, pero no cuando se usan indiscriminadamente y ante cualquier situación.

Vuelvo a insistir, nuestro yo, no existía, hasta tal punto de que después de los años que sean, todos tenemos una gran dificultad para determinar qué es La Institución, si no es para decir que es una Institución dentro de otra Institución, y que sus fines como su propio catecismo indica son “espirituales y apostólicos“.




Me atrevo, si me permitís a contaros algo, y de paso hago mi escrito menos pesado: siempre me pareció una barbaridad, de una ampulosidad increíble el que tuviéramos un catecismo –otro al ya existente, y que había dado tantos santos-, me pareció raro y lo comenté precisamente en un Curso Anual o Convivencia delante de 6 personas en una de las clases en el que se leía un punto y luego se repetía para grabarlo en nuestra memoria. Pues bien yo esa tarde estaba que me dormía y sólo pensaba en tomarme un cafelito en un bar fantástico, en el que por cierto había siempre unas niñas guapísimas –esto también tiene que ver con la belleza de las cosas-, al lado del Colegio Mayor donde estábamos. En los días anteriores había visto como la gente joven acudía a ese sitio a echar un cigarrito y charlar y me moría de ganas, sobre todo por el sueño, pero también por el solecito calentito en la cara y los pies sobre una silla –si alguien sobre todo los que nos observan creen que ya han dado con mi “infidelidad“: ¡agua!. Lo de las niñas, que siempre son guapas todas, no fue mi problema, ¡así, que querido fisgón, sigue buscando!.

Pues bien al comentarlo, un cura Don B., que estaba a mi lado me dijo que decir eso era una falta de unidad muy grave y que ese catecismo lo debía leer puesto de rodillas, y como no era el caso y el cura, tan sólo era uno más que hacía su Curso Anual –me comentó que ya hablaría con el Director, pero que de momento, me marchara de la habitación. Se trataba de ejemplarizar al resto, ya que en ese momento me consideró perdido.

La verdad que como me impresionó su respuesta impetuosa, le dije que entonces me iría a tomar un café y me dijo que era lo mejor, así que me sentí autorizado a tomarme mi soñado cafelito y ¡qué rico que estaba!. Lo de hablar con el Director se produjo y en fin... os lo imagináis ¡pero me tomé mi café!.

Me dijo el Director que así, con comentarios como ese que faltaban a la unidad, “nunca podría llegar a impartir medios de formación a nadie“, pero me conformé con la disyuntiva de que entonces me tomaría cafelitos sin que nadie me vigilara. Y deciros que lo del café es de familia, costumbre que sigo manteniendo, por cierto y a la que quedáis invitados todos.

Me sigue pareciendo hoy que Jesús tiene más que ver con el café y nuestra felicidad, que con la letra de un catecismo, que Jesús tiene que ver más con la belleza en definitiva, que con la norma, lo jurídico; con el buen vino y los amigos, que con el vinagre.... ¡qué curioso ahora que lo pienso, a nuestro pobre Jesús le rociaron de vinagre cuando lo que pedía era agua fresca para tanto dolor!; Jesús, cómo eres, siempre me sorprendes en cada esquina, en todo has querido ser tan igual a nosotros.... ahora te entiendo Amigo, querías ser el buen Jesús hasta para aquel pobre que sin entender, -y tú lo sabías- te hizo tanto daño en tu cuerpo al rociarte de vinagre, qué manera más humana de estar al lado de quien te hacía sufrir y decirle que eras hombre como él, uno de nosotros, y que eras Dios; un escándalo, que salvaría la vida de ese soldado amigo nuestro.

Recuerdo una historia de cómo te acercaste –me decía mi amigo Rafa, mi buen amigo que pusiste a mi lado– a otro hombre, en este caso un nazi, un alto comandante. Cuentan que cuando estaba frente al pelotón de fusilamiento –era responsable no sé de cuantísimos crímenes-, pidió que no le taparan la cara. En ese momento miró la pared sobre la que apoyaba su espalda y vio una pequeña flor en una grieta, le impresionó y sintió que alguien le decía “ves la belleza, por ese pensamiento te salvarás“. No sé si será cierto, pero sí que ilustra, lo que eres.




Me permito enmarcar de esta manera, el asunto sobre la Vocación, ya que a mi juicio, está claro que antes de ninguna consideración sobre el asunto, que tendríamos que hablar del hecho religioso, saber cómo es, de qué se trata. Ya que es ese “hecho religioso “ el que puede dar consistencia al término Vocación.

Si existe una definición cristiana de la existencia es la indicada por el término Vocación. El significado profundo de este término solo puede percibirse en el ámbito de la tradición religiosa judeo-cristiana, es decir en una tradición religiosa que se desarrolla completamente dentro del diálogo con Dios. Dios al revelarse afecta completamente a la vida del hombre y le proporciona el significado exacto de su relación con Él, con los demás y consigo mismo.

Ello implica por tanto dar por descontado que Dios por así decir “entra“ en la historia de cada hombre, “entra“ por tanto en la Historia de la Humanidad completa.

Si ello es así, al menos podríamos decir que así lo percibimos, sería sensato adentrarnos en por qué así lo percibimos, qué indicios tenemos, qué experiencia, pues ello nos llevaría el sentido profundo de lo que entendemos por sentido religioso, y a explicar el por qué un día entendimos que “teníamos una vocación“ o nos dijeron “que teníamos vocación“. – esta última sería la “versión Institucional “-.




Tenemos una dificultad los que hemos estado dentro –de la “Institución“ durante el tiempo que sea-, y es el descuido que tenemos, tal vez sin percatarnos, sobre el propio yo. Me explico.

Tal vez sea debido a una “Formación Institucional muy reiterativa y parcial“ en cuanto a la Voluntad, sentido del Bonum, y a la ordenación al “bien de las almas” que hemos recibido durante años dentro de la Institución. Esto queda creo, que bien explicado, dentro esta Web en el escrito “Informe de A. G. Numerario, 1995“, en el se dice: “Es indudable -en mi opinión- que ntr. P. cultivó preferentemente el bonum, pero manteniendo un cierto equilibrio (también tenía un buen sentido estético, aunque ciertamente el aspecto científico-filosófico era el menos cultivado en él). En la obra como institución, se sigue cultivando el bonum, pero, por desgracia, rompiendo excesivamente el equilibrio. Es decir, el "bien de las almas" predomina unilateralmente sobre la verdad o lo cultural estético. No quiero decir que no haya que hacer el bien, sino que se determina lo que es bueno o no, al margen de la realidad, de la verdad teórica, y sobre todo, práctica. Por eso, se argumenta diciendo que tal vez algo sea verdad, pero conviene ocultarlo, no interesa que todos lo conozcan, etc. En una palabra, se prefiere el interés a la verdad; la conveniencia, a la justicia.

Este aspecto, que padecemos, y al que es difícil sustraerse, nos lleva a comenzar nuestros análisis con un sesgo importante que al la larga nos lleva a conclusiones muy erróneas sobre qué somos, qué hacemos, qué debemos hacer. Diríamos que nos hace descuidarnos como hombres y mujeres.

Indudablemente esto se ve “ayudado“ y por tanto acrecienta los efectos, por la tan particular “Formación Interna“ en aspectos tales como: la Obediencia, Sentido de la Filiación, Autonomía Personal, Dirección Espiritual con el sacerdote / Charla Personal, Pobreza, Criterios Internos....

No abundaré sobre ello ya que en esta Web ha sido objeto de escritos muy bien realizados tanto de personas que han conocido bien de cerca y desde puestos Institucionales altos estos asuntos, como de personas de distintos niveles organizativos (Consejos Locales, Celadores, Clubs Juveniles, Centros de Universitarios, Labores Personales, Obras Corporativas... ); y las descripciones de hechos y las conclusiones siempre son coincidentes.

Como os decía antes de esta digresión, todo esto lo que perjudica es nuestro yo, nuestra manera de ser hombres y mujeres.

Podríamos decir por tanto que para el camino del hombre el mayor obstáculo es el descuido del yo –“yo“ entendido como persona, descuido de nuestra persona-.

En lo contrario, por tanto, de este descuido, es decir, en el interés por el propio yo, consiste el primer paso para caminar de un modo verdaderamente humano.

Cada uno de nosotros, si reflexiona, puede advertir cuáles son los factores más habituales que contribuyen a formar en él, en su inteligencia, en su imaginación y su sentimiento, una imagen de sí mismo como hombre, como mujer

Tales factores representan el sentido que tenemos de nosotros mismos y de los demás, porque los otros se nos asemejan y nos dan la medida de los elementos que consideramos esenciales de lo humano.

Pero llegar a encontrar lo que constituye la imagen del hombre, no es un punto más de cualquier argumentación, es el punto al que convergen todas las energías de nuestra sensibilidad, de nuestra afectividad y de nuestra inteligencia, en espera se su pleno alcance.

Me apresuro a decir que para el hombre real el Señor lo es todo, y para nosotros que tenemos la experiencia “vivida dentro“, también lo fue –al menos para todos los que “estuvimos dentro“-, que lo siga siendo ahora, tampoco importa ahora de momento; miraremos al final de nuestra reflexión en este trabajo y obtendremos ideas claras al respecto –aunque me apresuro de nuevo a decir, para dejar clara mi experiencia, que para mí sigue siendo todo-.




La Biblia introduce al hombre en la Historia de la Creación de la siguiente manera: “Después dijo Dios: ‘Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra’” ( Gn 1,26). La narración bíblica nos hace afrontar directamente esta característica de nuestra naturaleza: que lleva inscrita en ella a Dios como destino suyo.

Por tanto, si el destino intrínseco de nuestra naturaleza es el Señor, entonces el Señor lo es todo.

La Biblia nos vuelve a mostrar este aspecto, aunque de manera fugaz en la secuencia de la expresión: “Oyeron luego el ruido de los pasos de Yahvé Dios que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa...” (Gn 3,8). Digamos que el autor bíblico quiere dar una idea de la familiaridad esencial de Dios con el hombre, de la costumbre de la presencia divina que caracterizaba al hombre.

Que el Señor es todo, no es por un esfuerzo de nuestro sentimiento, porque “sintamos“ que es todo, no por un esfuerzo de nuestra voluntad, porque “decidamos“ – y me permitís insistir aquí en la Formación Institucional en la Voluntad-, no por una actitud moralizante, porque “deba“ –me permito de nuevo insistir en es Formación Institucional en el Deber y en lo “Bueno para las almas“-; sino que es todo por Naturaleza.

Y el hecho de que el Señor sea todo por naturaleza no ha surgido tampoco como fruto del conocimiento, no es el resultado de una reflexión filosófica. Que el Señor es el Señor porque nos constituye, y determina por consiguiente la vida, es algo que se ha hecho evidente en el marco de la intervención suya en la historia, por medio de su desvelamiento histórico. Dios ha desvelado al hombre el rostro de su destino desvelándose Él mismo –como al soldado que le roció de vinagre, como al Comandante nazi, a los que aludía antes, como a nosotros-, nos ha dado a conocer el nombre del destino humano mediante su presencia, -como a madre Teresa, lo cual se cuenta bien en la película que recientemente se ha estrenado-, en este caso hay que estar atentos E.B.E, Joseantonio, Kaiser, Cmcs, Roberto_2, y otros, a cómo en principio emprende un camino, luego parece que su sensibilidad y la presencia de un Misterio Bueno en las cosas la lleva por otro lado, y no es un problema de vocaciones enfrentadas, de elecciones distintas.

Él es el destino del hombre, nuestro destino, el “unum“ capaz de hacer humana la vida del hombre. Lo cual significa, queridos amigos míos, que tenemos por delante nuestra una larga tarea de redimensionamiento de nuestro orgullo –tal vez sea por la “caída original“, que por el contrario, -y puede ser por las propias sobre nuestro destino personal o por las ideas que hemos “institucionalizado“,- y que constituyen nuestra fisonomía, tratan siempre de afirmarnos a nosotros mismos como totalidad autónoma.

Dios para definirse a sí mismo de forma concreta, se ha manifestado como Dueño de la Historia. La Biblia nos da una vez más las referencia primordiales de esta manifestación, sobre todo cuando nos transmite el suceso de la Vocación de Abraham:

“Yavhé dijo a Abraham: “ Vete de tu tierra
y de tu patria,
y de la casa de tu padre,
a la tierra que yo e mostraré.....( Gn 12,1-4 )

Me permitís por favor, que aunque veo clara la alusión, para tantos y tantas os podría traducir con todo mi respeto, tanto al Texto Sagrado, como a vosotros y también a mí; de la siguiente manera:

Vete de casa,
Y de tu centro, y de tu ciudad,
Y de tu país, y de tu tierra,
A la tierra, y a la casa que Yo te mostraré....

Salta a la vista que el proyecto más realista sobre la vida de Abraham no era el suyo propio, ni siquiera el que “otros decían que era“, sino el de Otro. Y esto si se acepta en su manifestación inicial, se debe verificar después con el tiempo (La madre Teresa lo verificó )

Así Abraham experimentará la familiaridad –de nuevo haceros ver que el término familiaridad engloba a toda la persona-, de ahí que Dios con nosotros, es familia, afecto, sensibilidad y sentido de las cosas, belleza, términos todos que tienen que ver con la persona, con la predilección –vocación de las personas-.

Otra referencia importante está en la figura de Moisés. En la vida de Moisés se plantea el siguiente hecho fundamental para el hombre: Dios, del que todo deriva, permanecería en la vaguedad y no llegaría a determinar la vida, si el mismo no hubiese entrado en ella como su Hacedor, un Hacedor determinante que le da significado, densidad y valor. ( Cap 3 y 4 Éxodo )

Moisés, imagino que desde que escuchó la Voz que salía de la zarza ardiendo, en aquella intimidad grandiosa, dramática, misteriosa, quedó dominado por ella. Si alguien se le hubiese acercado y le hubiese preguntado a Moisés ¿ ú quién eres, qué eres?, solamente podemos imaginar su respuesta, que seguro habría descartado cualquier definición que afirmase que su consistencia se la debía a sí mismo, había dicho tal vez “estoy en las manos de Dios“, o “soy esta presencia“....

En cambio para nosotros la imagen del hombre, de un hombre o de una mujer, constituida por la presencia de Otro, por la Compañía de Otro, es como un cuento de hadas. Cuando uno se levanta por la mañana, cuando se presentan las dificultades y desilusiones o las ansiedades, la imagen de Otro que acompaña y Custodia, es como una fábula. Le negamos a Dios su incidencia y el simple “pensar en la filiación divina como “receta institucional“ nos parece, que no vence, y es cierto no vence porque son recetas, porque es un esfuerzo, titánico por otra parte, para al fin y al cabo, caer en una gran pretensión, a saber el pensar que acercándonos a Dios nos irá mejor.

Esto, digo es una gran pretensión, pero lo “institucionalizado“ sugiere este camino: jaculatorias, ofrecimientos de obras, partes del rosario, santo y seña... y esto no sirve, más bien no sirve si se explica así, como se explica; puesto que tenemos una enorme incapacidad como hombres –como Moisés– para acercarnos a la Divinidad. Es por esto que el camino que salva realmente, es el camino de una Presencia que nos sale al encuentro, que nos propone un camino; de un Dios que sale a nuestro encuentro, como a Moisés, como a Abraham. De un Dios que nos propone y no se impone: la presencia y Compañía de Dios es una fábula o es la verdad e la vida.

Hay una última referencia bíblica que me gustaría señalar, se trata de la historia de todo un pueblo. Dios se reveló en esta Historia como “Compañía“ que determina incluso el sentido del camino (de la Vocación ).

Allí fue realmente el Señor de la vida, de una vida que se encamina hacia un fin, y por ello es historia.

“Escucha Israel: Yavhé es nuestro Dios sólo Yavhé. Amarás a Yavhé tu Dios con tu corazón y con toda tu alma y con toda fuerza. Queden grabadas en tu corazón estas palabras que yo te mando hoy. Se las repetirás a tus hijos, se las dirás tanto si estás en casa como si vas de viaje, cuando te acuestes y cuando te levantes; las atarás a tu mano como una señal, como un recordatorio ante tus ojos; las escribirás en las jambas de tu casa y en tus puertas“ ( Dt 6, 4-9 )

Os hablo, de este término “Compañía“, porque es vital. Podemos traducir compañía, por un pueblo, el que sea, por una comunidad, la que sea, por una familia, la que sea.

Es claro que la idea de pueblo, es buena para Dios. Se elige un pueblo. Por qué entonces tantos “criterios institucionales”, sobre la autonomía personal, sobre la libertad individual, sobre la salvación propia. Indudablemente que la salvación es personal e intransferible, que la autonomía personal es principal, ya que atañe a la libertad, pero desgajar todo esto de una Compañía, y de un pueblo que por excelencia es su Iglesia es destructivo y nocivo.

Recuerdo el sucedido que Jacinto Choza refiere en esta Web, contando su conversación con L. Polo “entonces te has pasado con Juan Pablo II y no estás con nosotros“. Me impresionó Jacinto de tal manera esto, que no lo olvidaré nunca. Jacinto Choza tiene bien explicado, en esta Web, aunque podría dar más detalles, de cómo se fracturó su idea de la Institución, respecto a lo que escuchaba dentro y lo que veía fuera. Y ¡ojo! que el término fuera no describe las “tinieblas exteriores”, ni el lugar del “llanto y rechinar de dientes“ sino a su Iglesia, a la Iglesia de Juan Pablo II, a la Iglesia de un tal teólogo al que “no se puede leer” –desconozco el número exacto en el índice para sus libros que dice llamarse a modo de don nadie como Ratzinger, hoy más conocido como Benedicto XVI, o de otros don nadies, hoy actuales cardenales, algunos vivos y otros ya difuntos.

Por otro lado el término Pueblo, implica a personas, implica las relaciones entre las mismas, la profundización en dichas relaciones comunes, implica por tanto un lugar, el afecto, la sensibilidad para con todos, de dónde entonces los “criterios institucionales“ sobre: amistades particulares, trato especial con mujeres –además en tono despectivo- , de dónde además la falta de referencias en esos criterios a la idea de Pueblo de Dios que tanto el Concilio Vaticano II apoyó.

Si la Institución no es más “que una partecica de la Iglesia“, de dónde el intento de no entablar diálogo con otros Movimientos, de dónde el no participar en la Convocatoria que realizó Juan Pablo II a todos los Movimientos hace unos años; de dónde el “criterio“ que yo personalmente escuché de no dejar entrar en los Centros a personas de los Jesuitas o de los Legionarios e Cristo, y de asegurarse de no dar datos a estas mismas personas sobre aspectos de funcionamientos internos, siendo personas del mismo Pueblo de Dios. Acaso consideran que Dios se equivocaba en el Deuteronomio cuando hablaba como he citado, y por tanto los “Guardianes de las Esencias Patrias“ deben reinterpretar todo.

No, Dios es el que era, y lo seguirá siendo. Nosotros como hombres deseamos un sentido de todo, deseamos conocer la verdad, deseamos conocer los factores de las cosas. Tenemos un hambre de infinito, que tal vez se despierta más vivo cuando nos van bien las cosas, que cuando nos van mal, ya que cuando nos van mal todavía podemos esperar algo, otra cosa, que cumpla nuestro deseo; en cambio cuando todo nos va bien, por qué ese sentimiento de no cumplimiento. Por qué cuando seguíamos todos los “criterios y normas institucionales“ el deseo se presentaba más vivo, escocía más en nuestra entrañas.

Como me contaba una amiga, después de muchos años de esfuerzo consigue organizar una magnífica exposición, en Barcelona. Éxito rotundo. Éxito de ventas, de crítica, de entrevistas a los medios, de repercusión mediática, ..... y al término –después de 3 días-, toda la noche llorando, me llama a las tantas de la madrugada, me cuenta que está sin dormir y llorando.: “me falta algo, no sé....., me falta algo, esto no es lo que yo quería, esto no es mi felicidad....”. No sé cómo, pero le dije a esas horas de la madrugada: ahora empiezas a vivir; esa pregunta es el comienzo; tu yo te reclama.

Y es que como os decía lo más importante es el yo. El mayor obstáculo para nuestro camino como hombres es el descuido del yo. En lo contrario de este descuido, es decir en el interés por el propio yo, consiste el primer paso para caminar de un modo verdaderamente humano. Los factores que componen el sujeto humano no se aprenden con “criterios“, no se captan en abstracto, no son algo preconcebido, porque se “nos comunican a través de una praxis por unos directores que ya lo saben y cumplen“ y se les obedece por tanto sin más, por el “bien de nuestra alma y el bien de las almas“. No amigos. El yo entra en acción cuando el sujeto está comprometido con la realidad.

Mi sujeto está en el centro, en la raíz de todos mis actos (la libertad ). La acción es la dinámica mediante la que yo entro en relación con cualquier persona o cosa (como ahora cuando os escribo, como los encuentros en esta Web). Si descuido mi yo, es imposible que sean mías las relaciones con la vida (con vosotros, con los amigos, con mi familia, con la Iglesia...), es imposible que la misma vida sea mía (y ésta se me ha dado para mí, me ha sido dada por Alguien, que entró en la Historia, y esto es un hecho que hay que acusar.).

No hay nada más fascinante como el descubrimiento de las dimensiones reales que tiene nuestro yo.

Y nada tan conmovedor como que Dios se haya hecho hombre, para prestarnos la ayuda definitiva (no los criterios), para acompañarnos con discreción, ternura y poder, para que busquemos nuestro propio rostro.

Y ello implica el tiempo, y lugares por los que vamos pasando. Pasando acusando datos, haciéndonos más conscientes más hombres Esta es nuestra llamada (Vocación ), a ir al origen, al “unum“. Y tenemos la suerte, que ese “unum“ se nos ha revelado, se nos ha hecho hombre, nos ha sucedido, igual que los primeros apóstoles, igualito. Nos ha sucedido ya.

Él es el destino del hombre, nuestro destino, el “unum“ capaz de hacer humana la vida del hombre.

Capitulo III

El problema de la “elección” de la vocación puede ciertamente entenderse como un aspecto de la vocación misma, pero en la práctica lo implica todo, puesto que, por ejemplo, afecta también a quien tiene ahora treinta años y está ya casado, o a quien tiene 42 años y lleva 15 como sacerdote o monja, o a quien tiene 62, está viudo/a y se le presenta un nuevo amor a la vista, o a quien nunca se ha enamorado, o a quien emprendió un determinado camino y con el paso de los años ve que su ilusión en ese camino decae, o se siente engañado o maltratado.

Para la elección de la vocación, por tanto, el criterio no puede ser más que éste: en qué forma puedo yo – hemos tratado anteriormente en otro escrito de la importancia del “Yo”-, con todo lo que soy espiritual e intelectualmente, con mi temperamento, mi educación y mi cuerpo, servir mejor al reino de Dios.

Aquí, en esta afirmación se expresa el sentido del propio “yo“ al que me he referido en el capitulo anterior.

En este punto no resultará inútil una pregunta: al hablar de lo que uno debería hacer, del criterio para elegir la compañía para la vida, el criterio para elegir la carrera, el trabajo o la profesión, el quedarse aquí o el marcharse, el entrar, permanecer o salir de una “Institución”, hacer esto o lo otro, ¿acaso hemos escuchado una sola vez a alguien decir que el criterio último para dicha elección era tener presente la relación entre la propia persona y el reino de Dios, es decir, el bien del mundo, el bien cristiano en el mundo, el bien de la Iglesia, el bien de la comunidad cristiana?.

Cuando os hago y me hago esta pregunta entiendo que no vale como respuesta lo que escuchamos un día de: Ideales nobles, el ser de corazón grande, de renunciar a algo (hombre, o mujer, o carrera profesional...), el dar la vuelta al mundo como “un calcetín” para Cristo y demás...). Y no valen, porque todas estas expresiones atañen siempre a la generosidad personal. Por tanto estas respuestas colocan al hombre en una posición yo diría que errónea y también pretenciosa y disparatada, a saber, el pensar que podemos hacer algo por Dios a base de renuncias y bajo el paraguas de grandes promesas maravillosas de amor al mundo y a las almas frutos de nuestro esfuerzo...

Por eso digo que estos “esfuerzos“ fuerzan las situaciones, desde el origen, lo cual lleva como sabemos a resultados inapropiados.

Se ha hablado mucho en esta Web de estos “esfuerzos“ que fuerzan. Sabemos “cómo fuerzan” desde “dentro“ – desde lo “institucional” -para otorgar vocaciones, para “conseguir vocaciones”: 500 de este tipo, 200 de tantos, cuarto y mitad de tales; después -tal vez cada 19 de Marzo-, se pesan los Resultados y vuelta a la carga.

Sabemos del sinfín de “videntes“ que nos dibujaron con todo lujo de detalles nuestro porvenir.... Podemos leer innumerables testimonios –yo diría que todos llevamos este denominador común-. Este si que es nuestro “común denominador“. En el fondo un reduccionismo, pero ¡caramba, con qué resultados!.

Por eso no es de extrañar que una propuesta como ésta suponga una dificultad, y que con frecuencia se considere como algo abstracto, y que además comporte un tiempo, unos lugares, unas personas y todo ello debido al análisis y a la experiencia de lo que uno va entendiendo y va verificando.

Nunca se nos habló de esta dificultad, de discernimiento, antes bien se nos habló de las dificultades “en la perseverancia“, lo cual daba por supuesto todo lo anterior, es más soslayaba todo lo anterior. De ahí que hasta las “recetas” y la “farmacopea” que se aplicaba, para tales casos de “dificultades en el camino” no mostrara “buenos resultados” para los de dentro, y sí dejara grandes dudas para nosotros, que nos sorprendía su falta de eficacia, y... su inutilidad, lo cual conllevaba en sí mismo la sospecha sobre tales remedios y por tanto las sospecha sobre el camino emprendido. Esto que parece sencillo de explicar unos tardan más en darse cuenta y otros menos, pero al final todos se dan cuenta y ... ahí estamos cada uno de nosotros.

Cada uno de nosotros sabe por experiencia, por lo menos de forma embrionaria, que la vida cristiana es profundamente orgánica, implica una lógica extrema, tanto que descuartizarla para vivirla a trozos se convierte en una empresa imposible.

Y es que la vida dentro de la Institución, sus medios “de formación“, las relaciones que se entablan en su interior... descuartizan al hombre, nos descuartizó. Seccionó la conciencia por un lado, y lo social por otro (ver en esta Web testimonios como el de Mª del Carmen Tapia, en su libro “Tras el umbral“ )




Abordar este asunto de la Vocación significa también reflexionar sobre la felicidad, es decir, sobre la fuerza y la calidad del gusto por las cosas o sobre la intensidad de la vida en este mundo, porque si todas las cosas están orientadas a Dios (Dios es Todo, como en mi anterior escrito desarrollé brevemente ) y están en función del misterio del reino de Dios, ellas viven y se realizan en la medida en la que cumplen plenamente su papel. Por ello, este es el problema de la realización de nosotros mismos (el sentido del “yo“)

Vocación como elección del estado de vida

La concreción de la respuesta al interrogante planteado puede producirse en distintos niveles. El primero es el de la elección del estado. En este caso la posición que el hombre puede estar llamado a asumir es doble:

  1. la posición normal, natural, de ponerse delante de Dios a través de la mediación de otra persona: la mujer o el hombre (estas elecciones no pueden estar a nuestra merced. Son elecciones que deben coincidir con la adhesión a la voluntad de Dios que uno reconoce en la otra persona, porque el puesto asignado a cada uno de nosotros no se elige de forma autónoma; la elección es siempre una “adhesión”, aunque es la persona quien la lleva a cabo). Esta sería a mi juicio la posición normal. En el fondo sigue la gran ley que une al hombre con Dios a través de la realidad mundana. En el ámbito cristiano la realidad de este estado es fundamental, porque a él se confía la posibilidad misma de que el reino de Dios se extienda en el mundo
  2. existe un segundo estado: el de la virginidad, que constituye también una función fundamental, y que se nos presentará todavía más claramente si recuperamos el motivo último y exhaustivo por el que la persona se ofrece a Dios; este motivo es la imitación de Cristo.

La imitación de Cristo es la ley de todos los cristianos, sin embargo, en la elección de un estado de este tipo esta imitación alcanza su vértice, porque es la imitación del estado de Cristo en su plenitud.

El estado de Cristo en su plenitud era una relación con el Padre que, desde cierto punto de vista, como persona, no estaba mediada por nada.

Podremos comprender todavía mejor si observamos en qué consiste verdaderamente la virginidad de Cristo (al igual que el estado matrimonial). Es una forma de relacionarse con el Ser; es una forma de poseer el Ser, de poseer la realidad.

He hablado de poseer el Ser, por tanto de poseer lo real, que es donde habita el Ser. Ante esta afirmación y de manera contraria, cuántas mentiras, cuántas falsas excusas, cuántos dilemas estúpidos de conciencia tuvimos que soportar. Cuántas cautelas, a modo de ejemplo:

“somos cristianos como los demás”, pero no vamos donde van los demás; sois libres – “libérrimos”-, pero lo debes consultar todo hasta cuando deseas escribir a un amigo; la Institución es una “ partecica de la Iglesia”, pero no participamos con la Iglesia; queremos “servir al Papa“, pero se critica a tal o cual Papa o tal o cual actitud de tal Papa; “quered a vuestros padres“, pero esconded vuestras deliberaciones interiores y decisiones sobre la pertenencia a la Institución; “sois fieles corrientes“, pero no participad de las Misas públicas, ni confesar con sacerdotes cualesquiera; “tenemos el mayor respeto por la conciencia”, pero los secretos de tu conciencia los conocerá todo el Consejo Local, “hablad confiadamente con los directores“, y todo lo que cuentas se pondrá en tela de juicio; cualquier “infidelidad tiene un principio de impureza“ y dale que te pego con el asunto de la Pureza “que tiene un “sexto o séptimo lugar“;...

La forma con la que Cristo poseía toda la realidad preanunciaba el modo en que el hombre poseería todas las cosas en la escatología.

La relación hombre-mujer por tanto no es solo un problema importante o interesante, sino que es un problema radical para comprender todo el juego de la posición del hombre ante Dios y ante las cosas.

Jesucristo, con su virginidad, no era un mutilado. El concepto de renuncia, aunque implique la reverberación psicológica que la existencia genera en ese caso, desde el punto de vista del valor, desde el punto de vista ontológico no supone una renuncia a algo, sino el adentrarse en una posesión más profunda y final de la experiencia afectiva y de todas las cosas. La virginidad de Cristo era una forma más profunda de poseer a la mujer, una forma más profunda de poseer las cosas. Esto alcanzó su cumplimiento, por así decir, en el hecho de la resurrección, mediante la cual Cristo poseyó todas las cosas como nosotros las poseeremos al final del mundo.

En este sentido, la virginidad, en el ámbito de la comunidad cristiana, es la situación paradigmática, ejemplificadora, ideal, a la que deben remitirse todos. Si un hombre y una mujer casados no tienen como ideal la virginidad (poseer todo con una distancia: es decir querer al otro –hombre o mujer-, pero dejándole libre para que llegue a ser lo que deba ser y no lo que el otro quiera que sea –el respeto verdadero-) no se aman. Pero para un hombre y una mujer casados vivir la virginidad no significa renunciar a acostarse juntos, sino vivir una dimensión profunda de la relación, que identifica la relación física con la función a la que Dios les llama.

Imaginaos a un hombre que quiera de verdad a su mujer. Imaginad que su mujer estuviera enferma durante algunos meses: yo creo que el sacrificio físico de la relación, desde el punto de vista de la experiencia práctica, proporciona al hombre consciente una profundización de la relación y de la unidad con su mujer que le hace sentirse libre frente a sí mismo y, al mismo tiempo, hace surgir en él una comprensión profunda de su mujer, una veneración del misterio de su mujer por lo cual aflora con un significado verdadero la palabra “adoración”. Por tanto, la virginidad representa en la vida de la Iglesia la función suprema, y esto es tan verdadero que la historia de la Iglesia ha identificado el testimonio supremo de Cristo de dos maneras: la virginidad y el martirio.

Es necesario prestar atención porque este es el punto más importante. Y justamente de la claridad con la que nos situamos ante el problema de nuestro estado de vida deriva toda la agilidad y la libertad que hacen falta para plantear la vida como cristianos.

Lo que hemos vivido en los años anteriores de nuestra historia, antes de pertenecer, durante nuestra pertenencia a dicha Institución y después, tras nuestra salida, por los motivos que fueren y lo que hacemos ahora, es todavía un juego; un juego justo, porque a través del juego el hombre se educa, pero la consistencia y la densidad de la vida cristiana se producirá en nuestro nivel adulto, es decir, en el nivel definitivo: forma parte esencial de este nivel definitivo la posición que asumiremos ante nuestro destino, ante Dios. Nada vale tanto la pena tratar de obtener con la oración y con cierto reclamo mutuo como asumir una posición exacta ante este problema.

Ese nivel definitivo, lo alcanzaremos cuando esa Presencia Buena , el “Unum“ disponga, lo alcanzaremos de la manera más adecuada a nuestra persona y más beneficiosa para nosotros.

Por tanto, ¿cuál de los dos caminos? ¿El primero o el segundo? La elección entre un camino u otro no puede ser una “creación” nuestra, sino un “reconocimiento”.

Nota: cuando hablo de “Reconocimiento“, hablo de la Fe, de una Fe real, como la de los primeros doce, ¿no es acaso la Fe el reconocimiento de una Presencia?, que además se produce por algo imprevisto que ha entrado en nuestras vidas y que reconocemos como verdadero, como correspondiente con nuestro temperamento y con nuestra manera de ser hombres, en el sentido de la entrada de Otro que nos abraza y nos quiere como somos. Que nos abre a toda la realidad y a todos los factores de la misma. Acaso esto no es hablar de verdadero enamoramiento.

Debemos reconocer algo para lo que hemos sido destinados. No debe ser una decisión nuestra en cuanto a que nuestra voluntad elabore una cierta posición, sino en cuanto a que nuestra libertad se adhiera a la indicación que nos marca el camino. (el de una Presencia buena que nos guía).

Para ver qué camino tomar hace falta una obediencia; una obediencia que no necesariamente debe pretender recibir una indicación en sueños, como san José, sino una obediencia que se realiza a través de una atención al conjunto de los indicios que Dios jamás deja que falten.

Estos indicios pueden resumirse en tres puntos:

  1. el conjunto de las inclinaciones naturales.
  2. el conjunto de los indicios dictados por situaciones inevitables. Por ejemplo, uno que se enamora de una mujer casada: que ella esté casada es una condición inevitable.
    Otra condición inevitable es, por ejemplo, la historia de una relación afectiva. Si uno ha empezado a tener una relación a los catorce años y, al llegar a los veinte se da cuenta de que su afecto disminuye, se plantea el dilema entre la menguada fascinación por la otra persona y la atracción nebulosa y misteriosa de... lo que sea, y entonces decide dedicarse a Dios. Esta decisión no puede ser valorada por él como si no tuviese a las espaldas seis años de relación afectiva. No es que un cambio similar no pueda producirse, pero es un dato ineliminable que debe entrar en el conjunto de los factores a considerar para llegar a un juicio.
  3. la necesidad social, la necesidad del mundo, de la comunidad cristiana. Desde este punto de vista puede darse una época o una situación en la que la urgencia de una entrega total a Dios sea más fuerte que en otro tiempo; como también puede darse un tiempo en el que la relación y la confrontación con la realidad mundana se produzcan en una vida de comunidad cristiana, dentro de la cual se considere más prudente estar... apoyado que estar... solo.

El juicio debe brotar del conjunto de estos factores considerados en su totalidad.

Los que no hayan abordado todavía este problema deben sentir el deber de recuperar inmediatamente estos criterios; y los que tengan a sus espaldas factores insuprimibles, también ellos, aunque de otro modo, deben recuperar los mismos criterios. Este criterio es válido por tanto en cualquier caso.

Por último, viene bien recordar que la vocación no es una fórmula matemática, ni un proyecto que elaboro en mi cabeza. La vocación coincide siempre con una posibilidad, y debe ser una posibilidad concreta para mí, tal y como soy. Al igual que en el día a día responder a la vocación que se renueva momento por momento coincide siempre con la “lectura” de una posibilidad que se nos ofrece.




Estimo que con lo anterior –mis últimos escritos- os he dejado algunas ideas que mi experiencia me dicta que son verdaderas. Sólo deseo, ayudarme y ayudar a discernir algo sobre este punto crucial; es por este punto por el que un día tomamos una decisión.

Esa decisión fue tomada, es una cuestión de las ineliminables. Qué hubo tras esa decisión es importante, pero qué hay y habrá tras esta cuestión es más apasionante.

Todos y todas, al menos los que escribís, mostráis una enorme inteligencia, una enorme capacidad de análisis, una gran capacidad de querer, de pasión, un anhelo tremendo por entender, por comprender.

Por todo lo anterior amigos, lo que trato de comunicar son varias cosas, respecto a lo que al menos yo viví dentro, y lo que deduzco de lo que vivísteis vosotros:

  • No creo que exista una vocación al Opus Dei, tal y como desde la propia Institución se nos presentó y que llega hasta hoy. Al menos como ideal de vida que nos fue explicitado, no al principio, sino con el tiempo.
  • En cuanto al ideal que al menos a mí se me presentó en los albores de mi contacto con la Obra, os puedo decir que tampoco hoy me quedo casi con nada, es decir, no me quedo con lo de Buscar a Dios a través de mi trabajo; ni con lo de ser Generoso con Dios para entregarme en la Obra; ni con lo luchar por llevar a Cristo a la cúspide de todas las actividades humanas; ni con lo introducirnos en el torrente circulatorio de la sociedad; ni con lo de dar la vuelta al mundo como un calcetín; ni con lo de ser santos canonizables, o de altar; ni con lo de borrar la señal viscosa y sucia que sembraron los sembradores impuros del odio.... No!. No me puedo quedar con nada de esto. Y no me quedo porque todo lo que he descrito tiene que ver con el esfuerzo personal, con la capacidad personal de lucha, es decir tiene que ver con un punto de arranque que no es ni verdad, ni lógico, y no porque os lo diga, sino porque al menos mi experiencia y la de muchos así lo muestra. Pero además, y por otra parte, para el hombre que quiera llegar o alcanzar a Dios, por unos medios o por otros tal tarea es desproporcionada. Es más tal tarea no es cristiana. ¿O acaso la Religión cristiana no es la única –y tal vez de ahí su verdad-, en la que es Dios el que sale en busca del hombre y no al contrario?. Pero de todo esto, me he dado cuenta después, durante mi paso por la Institución y tras mi salida.
  • Es cierto que con las anteriores frases que he citado, puedo estar de acuerdo, si el origen de las mismas nacen de la profunda conmoción que uno siente tras ser abrazado por Cristo, por su palabra más secreta, por la palabra, que es a la vez su arma más potente para con el Hombre, que es su Misericordia.
  • Todo lo que, se nos hablaba de “generosidades“ es mejor dejarlo en el borde del camino. No vale. No es una actitud justa de partida.
  • Pensar que con mi esfuerzo puedo alcanzar a Dios, es una temeridad, una pretensión y una absurdez, es dar la vuelta a la pregunta, responderla de manera muy sencilla y cómoda.
  • Por qué tras cuántos o cuáles años dentro, cuando salimos, pensamos y qué es exactamente la “Institución“.
  • Fijaos que de los testimonios que aquí se presentan unos hablan de que se “rompen” otros de que “se sumían en depresión“; otros de que no “los querían“; otros “que les recomendaron irse“; otros “que no podían con el cumplimiento de un determinado estatus de vida“; otros “que descubrían que la verdad iba por otro lado“; otros de “decepciones o desamores“; en fin... fijémonos como el “Yo“ –entendido como brevemente lo he desarrollado en mis escritos anteriores- reclama su sitio. Ese Yo es nuestra autoconciencia, que como hombres y mujeres bien hechos –por Dios-, reclama su justo sitio. Por esto nuestra inteligencia despierta y nos marchamos.
  • Existe, si, una Vocación al “Unum“, a reconocerle como Presencia buena en nuestras vidas.
  • El modo y manera de concretarse esa vocación al “Unum“ –Dios, a Jesús-, será algo que se desvele dentro de una experiencia de trato con Él, dentro de una Comunidad –Su Pueblo, la Iglesia– y dentro del tiempo –el tiempo que a cada uno y cada una se nos conceda-.
  • Las expresiones siguientes que pueden ser como resúmenes de una actitud atractiva hasta límites inimaginables como:
    • “Amar al Mundo apasionadamente”
    • “Poner a Cristo en la cumbre de todas las actividades humanas“
    • “Ser sembradores de paz y de alegría“
    • “Vivir la libertad de los hijos de Dios“
y muchas más, me las quedo todas, las quiero todas, las deseo, por la certeza que conllevan, partiendo desde esta otra perspectiva.

Y las quiero y las deseo, en la medida que quiero y deseo al Único que es más grande que todos, con el cual la vida –mi vida-, se llena de plenitud, aunque me esté muriendo, aunque esté con una parálisis total, aunque me vayan a fusilar.

Esas frases ingeniosas, brotan de Él, proceden de Él, el talento que encierran es Su talento.

Es el que me sostiene, el que me hace ver la Belleza de todo, el que me abre a toda la realidad, con el que considero todos los factores de la realidad; Aquel que me cautiva, que se me hace presente donde menos lo espero con su palabra secreta, la más secreta: Misericordia. Ante el que me siento en la mejor actitud, la más real que es la de “mendigo“ de su Bondad.

Cómo luego tenga forma esta relación, esto es, casado, o soltero o sacerdote o... lo que sea no me toca entenderlo de momento, lo entenderé en el momento más adecuado para mí.

También puede concretarse en lo “paradójico”, es decir en caminos emprendidos y no acabados, en caminos imaginados y no acabados de plasmar en la realidad, en caminos que se nos propusieron y que no se transitaron, en caminos con mil esquinas contradictorias, entre selvas y bosques... y no por ser “paradójicos“ dejan de ser reales y por tanto verdad.

No quiero entrar, si alguno se pregunta el por qué, en el juicio moral, que me pueda merecer la actitud de Directores, y de Fundadores de ninguna cosa siento que no es mi lugar este, y tal vez sea porque ese lugar y esos juicios corresponden a Dios –nosotros nos podemos hacer la pregunta y como en cierta manera somos como dioses– por participación-, y debido a nuestra original caída, que es real y existe palpablemente, podemos caer de manera sencilla en la pretensión de juzgar, y de equivocarnos.

Dejo a mi Dios esta tarea, y reconozco su Misericordia conmigo el primero y con todos.

Espero, que todo esto sirva.



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