Cartas a un numerario en apuros (I)

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Por Segundo, 08.02.2006


Querido Santiago:

Me comentas que estás pasando un periodo difícil. Te sientes oprimido por los múltiples mensajes, contradicciones, al paso que la dirección espiritual interna lejos no te ayuda a resolver los problemas.

El insomnio ha carcomido el orden habitual de tu vida. La distorsión del sueño te lleva dormir fuera de los horarios pautados de tu centro. Por momentos, la angustia se instala de manera dolorosa.

El trabajo te resulta particularmente agotador pese a que me consta que manejas tu profesión con habilidad. El stress se ha amplificado. El desánimo, la falta de ganas y de proyectos están presentes en tu vida. La soledad la experimentas de un modo vivo pese a que me señalas que nada tiene que ver con tu vida de oración. Has captado la falta de amor que te rodea; la artificiosidad de una fraternidad que más que amor es control. Esto no es nada nuevo para ti; llevas veintidós años en la Obra; simplemente que la edad de la inocencia se terminó; eres mucho más sensible.

Ya sabes que no soy psicólogo, apenas un abogado que cuenta con una especialidad, pero también conoces que he pasado por esa angustia que termina en depresión. Es cierto que mi final fue el alejamiento de la institución, decisión que considero la más acertada de mi vida, pero no te apures a sacar conclusiones; la cuestión – hasta donde entiendo – no es irte o quedarte sino más bien afrontar lo que me parece es el primer tema: el episodio depresivo.

Sé que te voy a perturbar, pero el punto de partida es reconocer que estás viviendo una etapa depresiva. Se trata de un proceso doloroso de modo que no te angusties demasiado si buscas en el whisky una especie de anestésico. Es eso un anestésico que no resolverá la cuestión de fondo.

No dudo comentarte que de esos episodios no se sale en forma insular. Es necesaria la terapia acompañada, según los casos, por la farmacología.

Los directores que he conocido carecen de conocimientos mínimos de psicología; la mayoría piensa que la depresión es algo endógeno; viene dada por alguna sustancia que falta en tu organismo de modo que la solución es estrictamente farmacológica. Ignoran, no quieren ver o miran para otro lado, en que la mayoría de los episodios depresivos tiene como causa el sistema de la Obra; el pésimo trato que se da a las personas ahogándoles la libertad y sometiéndoles a un régimen de vida que es esquizofrénico.

Te recomendarán algunos psiquiatras más menos o menos oficiales. Huye de esos especimenes en especial si son numerarios o agregados ya que rinden cuentan a los directores con grave menoscabo de la debida reserva profesional. Experimenté personalmente esos médicos y terminé repleto de fármacos, atontado, con exceso de peso y la angustia intacta. Hoy, transcurrido solo un año desde que dejé la institución, dejé la totalidad de los medicamentos; sí; como lo oyes: todos.

En la elección del profesional debes ser extraordinariamente libre; de ese modo darás continuidad a la terapia que necesitas. En mi caso, fue una experimentada psicóloga que con el acompañamiento de un médico internista me sacaron del pozo en el que estaba sumergido.

Como siempre los directores se resistirán cuando lo comentes, si te mantienes firme, también como siempre, lo aceptarán. Está en juego tu salud la que debes recuperar plenamente de modo que el buscar un buen profesional es clave.

No tengas miedo a perder la fe; si es buen profesional, te ayudará en lo suyo y no necesitará perturbar tus convicciones de fondo.

¿Recuerdas que fuiste tú el que me aconsejó ver Matrix? Te fascinó Matrix. Hacías una lectura filosófica, tu carrera frustrada, al punto que me convenciste que la viera en el cine. No es mi tipo de pelis pero en esos momentos el cine era para mí un verdadero refugio. Tuviste el extraordinario gesto de acompañarme y luego nos fuimos a tomar varias cervezas. No te agradeceré nunca la amistad que me demostraste en aquellos días. Los directores del Opus Dei, desde su Prelado, son parecidos a los funcionarios de Matrix; lo que sale de su reducido mundo implica una alteración morbosa de la realidad que debe ser reducida y reconducida a los canales ortodoxos.

Un terapeuta ajeno a la institución, significa alguien no controlado, y un numerario atendido por ese profesional implica alguien totalmente fuera de control.

En la Obra la imagen de impecabilidad, de institución perfecta, se cuida de modo casi histérico pero bueno eso no viene al caso.

Una consecuencia de tu decisión es que quedarás fuera de los círculos de la burocracia, te considerarán un poco especial pero me consta que esto no te preocupa demasiado.

Convivir internamente con el episodio depresivo es difícil; hay una especie de “yo social” que hace que siempre hay que estar bien, no te preocupes demasiado por esta cuestión. Haz tu vida tal como te venga en gana. Sé firme en cuestiones como ir o no al curso anual; si no tienes ni ganas ni ánimo simplemente no vayas más cuando en esos ambientes se puede recibir una verdadera sobredosis de criterios, virtuosismo.

Si realmente hay alguien de tu centro o de la Obra que quiere que ayudarte de verdad lo reconocerás por la libertad con la que te deja actuar; en la medida en que propicie tu libertad me atrevo a decirte que ese no se interesa realmente en ti.

Hay un libro que en su momento me ayudó “El día en que Nietzsche lloró” de Irving Yalom; pienso que puede orientarte en ciertos aspectos de la psicología humana. Si te decides a leerlo luego lo comentamos.

Un abrazo gigantesco;

Segundo


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