Opus Dei. El rosario de la aurora

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Por Antonio Moya Somolinos, 28.09.2022



Para quienes no sepáis qué es, os lo explicaré. Es una costumbre de antaño. Por ejemplo, cuando yo era niño era la manera de empezar el mes de mayo, el mes de María. En mi colegio se organizaba un rosario de la aurora que consistía en que los mil quinientos niños alumnos íbamos al colegio a las seis y media de la madrugada, esto es, antes de la aurora, y todo el colegio formado en filas y en cursos, como si de un batallón se tratase, desfilábamos por las calles aledañas del colegio rezando y cantando al unísono el rosario, dirigido por megafonía por uno de los religiosos mientras los demás religiosos y profesores desfilaban también con sus respectivos cursos…

Como el colegio estaba próximo al parque del Oeste de Madrid, la procesión empezaba en el colegio y después de desfilar por varias calles, terminaba en ese parque con una misa al aire libre. Aquella manifestación de piedad se desarrollaba aquel día a la vez que la aurora. De ahí el nombre. Nuestros padres y bastante gente del barrio también se apuntaban espontáneamente a esa devoción, con lo que ahí nos juntábamos unas 5.000 personas “contando mujeres y niños”, parafraseando al evangelista.

Hay un dicho español que dice que cuando una cosa acaba mal, “acaba como el rosario de la aurora”. Esto quiere decir que cuando terminaba la misa en el parque del Oeste, cada cual se iba por su lado en completo desorden. El diccionario de la Real Academia dice: "Desbandarse descompuesta y tumultuariamente los asistentes a una reunión por falta de acuerdo", En ocasiones se amplia en la expresión: "Acabar a farolazos, como el rosario de la aurora".

En el Opus Dei parece como si fueran a terminar “como el rosario de la aurora”, esto es, en un completo caos institucional en donde, parafraseando otro refrán, “cada cual toma las de Villadiego”.

Quizá podrá parecer una contradicción mi colaboración anterior en el sentido de que vengo criticando desde siempre el hiper control que desde el Opus Dei se ha llevado a cabo sobre las personas y sus conciencias, y por otra parte ahora critique ese caos en el que se ven sumidos cuando quienes amamos la libertad preferimos ese “caos” en cualquier institución frente a la asfixia y la rigidez que, por ejemplo, siempre ha mostrado el Opus Dei.

Voy a explicar un poco esa aparente contradicción.

Todos sabemos que en el Opus Dei hay un fraude de jurisdicción respecto de los laicos, ya que estos, para empezar, no pertenecen a la prelatura, aunque ellos no lo sepan.

Es más, incluso en las ceremonias de la oblación o la fidelidad, de rodillas y ante dos testigos, el miembro se compromete “a permanecer bajo la jurisdicción del prelado”, lo cual es una falsedad, o mejor dicho, una verdad a medias, que es doble mentira. Porque efectivamente, los laicos se comprometen a permanecer bajo la jurisdicción del prelado, PERO SE OMITE en ese acto que la jurisdicción del prelado sobre los laicos SOLO se da en el fuero EXTERNO y solo en aquello que haga referencia AL FIN DE LA PRELATURA, es decir, al fin pastoral de esta.

La jurisdicción del prelado no puede exceder de la establecida en los estatutos. Quizá esta sea una razón por la que desde el Opus Dei NUNCA se mencionan los estatutos ni se fomenta su lectura y conocimiento en los medios de formación del Opus Dei, porque con esa restricción mental, “la jurisdicción del prelado”, sin especificar el ALCANCE de esta, lo que se consigue de hecho es que los laicos no sepan que el prelado no tiene sobre ellos apenas nada de jurisdicción y de que su ordinario es, en realidad, el obispo diocesano, del que muchos no saben ni el nombre.

En el Opus Dei se ha omitido sistemáticamente el conocimiento de los estatutos, que sí son norma jurídica, pero se ha sustituido esta por el catecismo del Opus Dei, QUE NO ES FIEL REFLEJO DE LOS ESTATUTOS, al recoger como supuestamente normativos asuntos que no son tales en los estatutos.

Y además se ha ido produciendo una maraña interminable de documentos supuestamente normativos, QUE NO LO SON (praxis, glosas, régulas, instrucciones, cuadernos, experiencias, vademécum, meditaciones, etc.) en los que se ha asfixiado espiritual y psicológicamente a los miembros hasta el paroxismo, logrando un abuso espiritual y de conciencia como pocos en la historia de la Iglesia bajo una apariencia de libertad.

Se entiende perfectamente que el Opus Dei llevara a los tribunales a Agustina López de los Mozos por publicar esos documentos en OpusLibros. A quien actúa perversamente le molesta la transparencia. El enfocar dicha demanda como una acción dentro del ámbito MERCANTIL de unos supuestos derechos de autor dice mucho de la hipocresía de tal reivindicación, como también dice mucho la sentencia de la jueza que la pronunció…

Sin embargo, pasados los años, HA LLEGADO EL MOMENTO DE LA TRANSPARENCIA. ¿No son una prelatura personal? Pues vamos a adecuar los estatutos de esa prelatura personal a lo que debe ser una prelatura personal.

Me imagino que el protonotario apostólico supernumerario Ocáriz estará ahora añorando aquellos tiempos en los que tenían otras formas jurídicas en las que cabían los laicos. Pero ahora eso es ya imposible, a no ser que renuncien a ser una prelatura personal, lo que llevaría consigo el tener que responder a tantos y tantos miembros que todavía viven sobre el por qué nos estuvieron dando el coñazo durante decenios para que “encomendáramos” algo que ahora se les atraganta.

Hay que seguir como prelatura personal, no hay más remedio. Pero eso supone realmente “refundar el Opus Dei”, o lo que es lo mismo, cruzarle la cara a san Josemaría y sus sucesores. Esto es lo que le ha tocado a Ocáriz, que realmente lo debe estar pasando bastante mal, aunque él mismo ha colaborado a ello desde su más tierna infancia. Están cocinando en su propia salsa.

Que vivimos los tiempos de la transparencia lo sabe Ocáriz desde hace muchos años. Lo empezó a vislumbrar cuando pasaban los meses y el Papa no le nombraba obispo. Lo empezó a ver clarísimamente al publicarse la carta Iuvenescit Ecclesia en junio de 2016. Y el Papa se lo ha ido recordando en años posteriores, porque me imagino que todos (salvo en el Opus Dei) sabemos que cuando Ocáriz iba a ver a Francisco anualmente al Vaticano, no se han dedicado a hablar de los peces de colores ni a organizar juegos florales.

Ocáriz sabe desde hace años que la refundación del Opus Dei era algo inevitable, y su “sorpresa” ante el motu proprio Ad Charisma Tuendum es un teatro que solo se lo han tragado los del Opus, que van por la vida con anteojeras.

El rollete del simposio para preparar el centenario y la carta de octubre de Ocariz del año pasado explicando a los del Opus Dei lo que son los distintos tipos de miembros son pasos, dentro de otros muchos, destinados a la difícil tarea de presidir y gobernar, dentro del mismo talego, a la vieja guardia opusina con las nuevas generaciones, que no durarían ni dos minutos en el Opus si este siguiera regulando la vida como lo ha hecho hasta hace pocas fechas.

Ocáriz cuenta con un elemento a favor. Los elementos de la vieja guardia al estilo de Juan Vera y otros como él, se van muriendo o van quedando gagás.

Pero cuenta con un elemento en contra. En cuanto a las nuevas generaciones, que se supone que deberían ser más abiertos, es un colectivo que no crece, por dos motivos.

Primero: porque desde hace 20 años más o menos han abandonado – hemos abandonado – masivamente el Opus Dei. Si en los años setenta el 50% de los numerarios que habían hecho el centro de estudios, no seguían adelante, en los últimos 20 años las salidas de numerarios y agregados con el centro de estudios hecho han aumentado hasta el 90%.

Segundo: porque en los últimos diez años, a lo anterior se suma que prácticamente no han pitado numerarios, y los que han pitado, la mayoría son niños de catorce años, pura incertidumbre.

Ya en el mandato de Echevarría se empezó a ver la debacle, pero en el mandato de Ocáriz esto es ya algo generalizado.

Intentar la convivencia entre la vieja guardia opusina y las nuevas generaciones es algo verdaderamente difícil. Los directores de las delegaciones no saben qué hacer para lograr unos centros en los que, no ya que haya un ambiente familiar, sino que al menos se pueda vivir o sobrevivir.

Quizá la única manera de vadear el temporal hasta que fallezcan los de la vieja guardia es el “laisez faire”, cuya versión confesional sería “el final del rosario de la aurora”, o lo que es lo mismo, que cada cual haga lo que le venga en gana hasta que se aclare todo esto un poco.

Desde luego, si Ocáriz sabe más o menos el punto de llegada y este no es otro que una DESREGULACIÓN, habida cuenta de la soberbia institucional del Opus Dei, en donde nunca aceptarán que se han equivocado, y menos todavía que san Josemaría o el beatillo Álvaro o su sucesor Echevarría se equivocaron, lo único que les cabe es una DESREGULACIÓN DE HECHO, aunque sea contraria a la de derecho o a la del pseudoderecho que ha imperado en el Opus Dei desde tiempo inmemorial y que ellos han defendido y practicado intensamente.

A nadie se le oculta que hoy día sería impensable que se ejerciera un control sobre la correspondencia, o que los numerarios acudan juntitos al Corte Inglés a comprase calzoncillos o a ir juntos al médico, o que a los “directores mayores”, o sea, de la delegación se les dé el tratamiento de “don Fulano” y se les trate de usted, o a que los libros de espiritualidad deban comprarse obligatoriamente en la cadena de librerías Troa, o a que haya que consultar las lecturas que uno hace antes de leer determinados libros contenidos en el “índice” de san Josemaría, que él levantó cuando san Juan XXIII lo retiró (entre otras cosas porque Ratzinger era el máximo de prohibición, un “6”, y por tanto, la lectura de sus libros estaba supeditada al permiso expreso del “Padre”).

Todavía quedan asignaturas pendientes que sin duda veremos en esta espiral de desregulación de hecho: Los numerarios ya no entregarán el sueldo (bastantes ya no lo entregan) ni consultarán “gastos extraordinarios”. Muchos ya no los consultan. Las numerarias podrán ir a la playa sin permiso y más de una en bikini (entre otras cosas porque a quien más le gusta el cuerpo de una mujer es a ella misma). El cilicio y las disciplinas están pasando a la historia. Cercano está el día en el que desde la cabeza de la prelatura se dirá claramente que cada cual se busque el director espiritual que quiera sin que tenga por qué ser del Opus Dei. Lo de que los numerarios vivan en centros es otro asunto que pasará a la historia. Los centros actuales podrán reconvertirse en residencias abiertas en las que haya un régimen claro y transparente, unas normas de convivencia escritas y unos precios de los distintos servicios. La distinción entre los distintos tipos de miembros puede que caiga también.

Para que todas estas cosas pasen (y muchas más) es obvio que hay que ir “preparando el terreno”, que no es otro que mirar para otro lado. Por eso ahora en el Opus Dei existe la figura del “director pasota”, al que le importa todo un pimiento. Se puede decir que ahora en el Opus Dei cabe todo. Quizá lo único que constituye una línea roja, más que nada por motivos de supervivencia, es intentar que no se produzcan más escándalos, que bastantes hay con los que actualmente están encima de la mesa, y sobre todo de la mesa del Vaticano.

No pasa nada porque un numerario o numeraria se echen de vez en cuando un polvo, PERO QUE NO SE SEPA. Eso es lo fundamental. Se podrá cometer un desfalco económico, pero que no se sepa. Se podrá ser un inmoral en materia profesional, pero que no se sepa. Lo importante es ir tirando mientras se va muriendo la vieja guardia, y luego ya veremos.

El Opus Dei es como una araña que está presa en su propia telaraña. La única manera de salir de ella es que la telaraña se vaya disolviendo en la eternidad. Eso que desean al Papa – que se muera – es parte de la solución del Opus Dei. Quizá pudo haber sido mejor para ellos una intervención pontificia en su momento. Pero las cosas han venido así y la única solución es que poco a poco – imperceptiblemente – haya un cambio generacional que lleve al olvido los años pasados.

Mientras tanto, quizá lo mejor es ese final del rosario de la aurora en el que están metidos. Siempre he sostenido que no hay peor ley que la que no se cumple. Hubiera sido mejor que no se promulgara. Siempre es mejor terminar las cosas bien que por derribo, pues en ese proceso de derribo se producen, no cambios normativos transparentes, sino MUTACIONES de hecho que son verdaderas derrotas de la legalidad y de la seriedad para sumirse en una anacronía y en una autarquía de la que, en el futuro, tampoco se derivarán cosas buenas, pues se habrá creado un precedente de confusión y desengaño.

Al Opus Dei se le está haciendo difícil llegar al centenario. Ellos, que creían que habían llegado con cien años de adelanto, quizá podrían tener que conformarse con solo cien años de existencia.



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