Studia et documenta. El talante fanático de Escrivá

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Por Marcus Tank, 24.11.2006


1. Ha sido anunciada la próxima publicación de una revista del “Instituto Histórico San Josemaría Escrivá” titulada Studia et Documenta, en la que se difundirán estudios históricos y documentación sobre el fundador del Opus Dei. También se ha comentado la adquisición de un enorme edificio en Roma, perteneciente al Ministerio de Sanidad, frente a la sede central de la Prelatura, que albergará el archivo del fundador. Ambas cuestiones se encuentran relacionadas y concatenadas ciertamente con el ingente esfuerzo que la institución realiza para mantener limpia la controvertida imagen de su fundador.

Después de haber transcurrido tantos años, el Opus Dei y su fundador no han cesado de padecer lo que oficialmente llaman una “persecución”. Y es que por mucho tiempo que pase, a pesar de las aprobaciones canónicas de la Obra y de la aparente condescendencia de los Obispos, las críticas a la institución y al fundador no desaparecen sino que se multiplican por doquier. La razón no se encuentra en el lógico desconocimiento que se tiene sobre cualquier organización en sus momentos iniciales, pues esta etapa ya ha pasado hace décadas y, además, porque ya la propia institución se ha cuidado bien de inundar el mundo de propaganda. El hecho se debe a la real opacidad y al engaño que la caracterizan, en este momento ya verificado por muchos.

Mientras no se rectifiquen tantos yerros cometidos, tanto el fundador como el Opus Dei seguirán siendo controvertidos y, en amplios sectores de la sociedad, continuarán en entredicho. La “universalidad” que pretenden será cada vez más reducida a sus propios ambientes. Y, de hecho, la autoridad suprema de la Iglesia no cita nunca a Josemaría Escrivá entre los grandes santos del siglo XX.

Sin embargo, la organización de la Prelatura no repara en gastos ni esfuerzos para ensalzar sistemáticamente la figura de su fundador, aunque carezcan de base real las loas que a su persona se hacen. Hay una campaña nada espontánea de bautizar con su nombre calles y plazas, en todas partes del mundo. Se coloca una monumental estatua suya en el recinto Vaticano. Se promueven libros y biografías hagiográficas, cuentos para niños e incluso videojuegos. A toda persona que pueda loarle se le incita a escribir sus recuerdos “positivos” —sólo positivos— acerca del nuevo santo.


2. Pero hay más. Desde un punto de vista más doctrinal, también se lleva a cabo una campaña para “colocar” al personaje entre las mentes más preclaras del derecho —cf. reciente artículo de Doserra—, el ecumenismo, la literatura, la espiritualidad, la teología, y un largo etcétera. No existe actividad humana en el que no haya sido un verdadero adalid, ¡hasta en arquitectura destacaba! El Prelado actual encarga a personas concretas —por medio de sus Directores— que escriban por obediencia las aportaciones de San Josemaría en los distintos campos ya aludidos y en otros como la familia, la sociedad, el papel de la mujer, e incluso, ¡oh maravilla de prestidigitación intelectual!, en el mundo agrario. La tarea resulta a veces sumamente ardua pues, por ejemplo, ensalzar las virtudes ecuménicas de un “antiecumenista” visceral requiere un ejercicio enorme de imaginación.

En fin, lo que deseo poner en evidencia es algo más que una campaña puntual de prensa, o el hecho de fomentar que el Sr. Allen vaya por todo el mundo dando conferencias sobre lo que no conoce a fondo e, ingenuamente, comente sólo lo que interesa que comente. Nos encontramos ante una organizada y sistemática creación de imagen que nada tiene que ver con la realidad de las cosas, pues generalmente las distorsiona, si no las contradice.

¿A qué se debe este hecho? ¿Necesita el Opus Dei como tal esta imagen inventada para ejercer sus fines institucionales? ¿Realmente se trata de una finalidad espiritual de servicio a la Iglesia y a las almas en justicia y verdad? O, más bien, ¿no es acaso una evidencia más de los oscuros manejos de la institución, que merecidamente la hacen controvertida? ¿Por qué este esfuerzo de una organización de la Iglesia y qué relación tiene con su presunta misión religiosa?


3. Aparte lo dicho, existe una razón muy importante que añadir. Se trata del carácter marcadamente fanático del que hacen gala los sucesores del fundador. No sólo han protegido —al margen de la verdad “completa”— la figura histórica de su predecesor, sino que se empeñan en considerarlo la panacea universal de todos los bienes, el camino necesario de santidad para todos, casi el mediador único entre los hombres y Dios. Todo es ensalzar su figura, que se acuda a su ejemplo, que se lean sus escritos y se citen hasta el agotamiento en los medios de formación y en las prédicas. Luego se gozan, cuando esto se consigue.

Para el actual Prelado parece que el mundo empieza y termina en el fundador. Una visión tan estrecha y obsesiva escapa al cariño filial y se mueve en el terreno del auténtico fanatismo, sobre todo porque además se ha sustraído a la garantía de la verdad y de la fe. No es de extrañar que un hombre cuya vida ha sido el estar pendiente de los botones, las manchas, el descanso y la respiración de Escrivá, tenga una visión del mundo, de la historia y de la salvación universal, que no sobrepasa el canuto del fundador. Pero reducir la vida espiritual de sus afiliados y su vinculación con Cristo al estrecho margen de un hombre como los demás, me parece un flaco servicio a sus almas. En esto no sirve ser sólo de Pedro, ni sólo de Pablo... ni menos de Escrivá.



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