Las grandes amistades

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Por Carocha, 9 de octubre de 2006


He sido numeraria durante diez años, Pedí la admisión con 17, hace ya más de veinte. El gran problema surgió cundo finalmente tuve que escuchar “charlas” - eran adscritas jovencísimas - y no alcanzaba a darles consejos que me parecían inadecuados, desviaciones de lo que, honestamente y con la cabeza de que dispongo, había entendido como el “espíritu del Opus Dei” - aunque sabía perfectamente que esos eran los consejos que las directoras esperaban que yo diese. Me parece una postura terriblemente deshonesta, y en que se provoca que la vida interior de cada persona se transforme en un sitio extraño y hostil, en el que se pasa a vivir con mucho miedo, una zona de guerra: eso era lo que yo estaba viviendo interiormente desde hace años y nunca podría hacerlo a otros. Nunca supe resolver esto, porque, sencillamente, no tiene solución: y finalmente lo entendí con vosotros, pasados tantos años...

Un día, sin más explicaciones, de golpe, me dijeron que dejara de atenderlas. Me fui sintiendo, poco a poco, sutilmente, marginada, pero pensaba que se trataba de una verdadera y desgarradora penitencia. Finalmente, me inventaron una enfermedad mental – uno más de aquellos casos de diagnósticos criminales de médicos de la Firma: nada de original. Menos mal que he consultado otros médicos reconocidamente competentes, que me hicieron todos los exámenes posibles y fueron tajantes en que el diagnóstico de la médica de la Firma era falso, un montaje delirante. Sin embargo, algo quedará siempre en el aire, la sombra de la sombra de una duda, como una reputación perdida, aunque injustamente.

Intentaron que me convenciera, además, de que mi problema era hereditario, que mis Padres insistían en una segunda opinión médica porque al menos uno de ellos, que identificaban gratuitamente, sin más problema, tenía la misma enfermedad. O sea, no hay como escapar. Ah, just one more thing before you go: “no pienses casarte, porque no imaginas lo que los hombres exigen que las mujeres hagan y seguro que te chocará” (Sic, grosero y tontoide. Lleva, sin embargo, a entender como piensan y, de pasaje, el nivel de detalle al que pueden llegar las charlas de los supernumerarios: como una redefinición del significado de la lealtad en el matrimonio, y del mismo matrimonio).


No os parece que, por la visión que tienen, en su pequeño mundo, de la vida, podrían ser autores de guiones de telenovelas que ellos mismos representan? Que la Firma es, en suma, una gigantesca e interminable telenovela, con sus villanos tortuosos, sus bien-intencionados y esforzados, pero pardillos y marginados, sus Barbies, sus Kens, el cura majo, el cura intratable, las mansiones. las mentiras, los engaños rebuscados, el repertorio completo? Pero es real - y criminal.

No me parece que haya buena gente en la Firma. O, si la hay, por el hecho de quedarse ahí, termina siendo cómplice de la “estructura de pecado” que ayuda a mantener. Me parece que los “buenos” – los que aparentemente saben escuchar, los simpáticos, educados, los de quien se dice “tiene un corazón como una catedral “ - heeeeelp! - son, en fin de cuentas, peligrosos, porque se prestan a asumir, conscientemente o no, la conveniente función de confundir. Y hay gente declaradamente mala, mal educada - envidiosa, rencorosa, vengativa, e incluso doctrinalmente frívola, en cargos de gobierno y fuera de ellos. Y los que entendemos las cosas como están escritas y las escuchamos y acabamos por amar con toda el alma, los pardillos que diría alguien de la web con inmensa gracia, (además, en português, suena graciosísimo) llevamos una eternidad hasta entender que aquello no puede ser, que Dios no puede querer lo que nos hace malignamente tristes en el alma, lo que nos roba a nosotros mismos, lo que no es propio de gente civilizada, que es lo mismo, desde otro punto de vista.

Me parece que los abusos – de poder, de confianza, en nosotros y en la Iglesia – perpetrados por la Firma de modo institucional, se basan en primerísimo lugar en una ausencia completa de buenas maneras interiores, verdaderas; que no hace falta siquiera, en un primer momento, buscar argumentos de ningún otro tipo – y mucho menos “sobrenatural.” Ese es, además, un abuso omnipresente en el razonamiento del fundador y de sus sucesores y que hiere de muerte todo el edificio de la “nueva” y “buena” teología que reclaman como suya: hacer uso de razones “sobrenaturales” donde las naturales bastarían si fueran rectas, confundir intencionalmente los planos de raciocinio para situarse en una posición de dispensadores de la verdad y de la gracia: clericalismo en estado puro. Olvidan lo básico, lo que aprendemos en la Catequesis, de niños: Dios lo ve todo.

Lo que hay - y no siempre - es un barniz de mera urbanidad que muchas veces incluso choca a la gente porque es superficial y se revela inapropiado, hasta viscoso en ocasiones. “Betice” lo define, pero no sé como traducirle. Y es una pena :)))))

Inmediatamente por debajo, mal tapadas, están las “santas” coacción, osadía, intransigencia, desverguenza – todo muy inquietante y de remojo en una salsa repelente de pillería, de “chica-espertice”. A quien, en su perfecta razón, se le ocurre describir así el modo de actuación de los miembros de una institución de la Iglesia? Y más. siendo ese el mismo fundador? Suena antes a gremio de carteristas. Es de miedo, y es, sobretodo, de gente mala y mal educada. No es acceptable en ningún ámbito de la vida lo que resulta en hacer daño a gente honrada, y en el ámbito de la conciencia por mayoría de razón.


He estado releyendo este verano algunas cosas de Somerset Maugham. En una de ellas, “The vagrant mood”, (London, Mandarin, 1993, p.3), he leído esto, que me parece acertadísimo: “ I was accustomed to family prayers and I noticed that some of the prayers Augustus read sounded strangely in my ears. Then I discovered that he had neatly inked out many lines in the Prayer Book he read from. I asked him why. “I´ve crossed out all the passages in glorification of God,” he said. “God is certainly a gentleman, and no gentleman cares to be praised to his face. It is tactless, impertinent and vulgar. I think that all that fulsome adulation must be highly offensive to him.” At the time this notion seemed odd to me and even comic, but since then I have come to think that there was some sense in it.” Yo también, y no me parece que sea cómico.

Me parece que hay como una histeria en la piedad que nos inculcan dentro, y es, una vez más, en primer lugar, resultado de incivilidad. Bajo formulas, contenidos y, sobretodo, resultados de vida impuestos, “aconsejados imperativamente”, vivimos en un ambiente que no es de familia ni de milicia, ni de nada, sino de cruda y ruidosa empresa comercial volcada en la obligatoriedad de crecer exteriormente - “Expandirse o ser comidos” (probablemente suena mejor en latín y en dorado) - y en que no hace sentido considerar y respetar los ritmos, los modos y el perfil ascético irrepetible de cada persona. El resultado no puede ser gran cosa, como lo sabe cualquier profesor, de cualquier grado, de cualquier materia.

Creo que el cáncer de que padece la Firma se resolvería si dentro pasaran a respetar la sacralidad de cada persona. (Parece tan evidente que incluso suena a palissada.). Pero, si pasaran a respetar cada persona, no creo que alcanzaran a mantener la tienda abierta, de tal modo los abusos institucionales al nivel más básico se confunden con la “originalidad” del “camino de santidad” que proponen. El actual vicario de Portugal afirmaba calma y articuladamente, hace poco, en un canal privado de televisión, a propósito de la supuesta facilidad que todos tuvimos en salir de la Firma, que para nada le servirían las personas que no quieren quedarse: amantísimo pastor! (dirán sus ovejas) Qué caridad esclarecida, qué finura de alma! Qué sofisticada formación!

Hice una vez un largo viaje con un amigo arquitecto al que oí decir, observando un determinado tipo de casas en un pueblo de un país lejano: “Se ve perfectamente que esto no ha salido de la cabeza de nadie!” Esto es, aquellas casas no habían sido diseñadas por ningún arquitecto, sus magníficas proporciones y el ambiente que creaban venían de otro origen, de una tradición pacífica de siglos, y su adecuación a la vida de sus habitantes era perfecta e intachable: eran como las mismas personas que las habitaban, traducidas en arquitectura. La Firma, por el contrario, nos llegó por la “visión” de su fundador ( inacceptablemente datada, exclusiva y dependiente de la interpretación auténtica del vidente - el preciso opuesto de la luminosa perspectiva cristiana de las cosas) y eso se nota mucho, de muchas maneras distintas, en la inadecuación a la vida del Hombre que busca a Dios. Por eso, la historia de la Firma – historia teológica, jurídica, social – se configura como una sucesión de soluciones de continuidad, en que el arreglo de un problema aquí crea un nuevo, más grave e inesperado allá, como una venganza de la naturaleza, que tiene un sentido de humor muy peculiar.

Lo más gritante lo constituyen sin sombra de duda las violaciones directas de los derechos humanos, y eso tiene un aspecto muy prosaico: gran parte de lo que pasa en la Firma conforma visiblemente casos de policía, que, dada la extensión, la gravedad y el carácter elusivo de muchos de los delitos, deberían ser procesados judicialmente por profesionales de primera línea (no soy uno lool), de esos que saben perfectamente procurar y encontrar pruebas donde ellas viven y se reproducen, es decir, antes que los delitos sean cometidos - porque lo serán, fatalmente: el “espíritu” es inmutable.

La Firma es salvaje, y no se sabe como tratarla. Es burda, en que confunde lo más elemental, lo que no debería nunca ser confundido, lo que se excluye: la vida ascética, (a la que llaman “entrega”, como en una relación mercantil), con la alienación de la conciencia.

Dios es muy civilizado. Está muy lejos de toda esta histeria, confusión y violentación.

Tiene toda la razón Dionisio cuando repetidamente aconseja los que se quieren ir a ... huir. Yo lo hice, cuando me comenzaron a enredar con pretensas legalidades y plazos y plumas y signatura y tamaño de los párrafos... Les hice llegar una carta con dos líneas, diciendo lo que pretendía yo, no ellos – para eso deben de servir las cartas - y fue hasta divertido, como una escena de película policial. (No, no es divertido, es terrible – pero muy animado... planearlo fue una emoción y llevarlo a cabo ni os cuento – algo para recordar en las noches de Invierno, con los hijos mayores, que adooooran estas andanzas de su madre, muy educativas, por otra parte...). Pasados algunos años, mi Madre me confesó que temió que yo no llegara a superar todo aquello. Le debo mucho: como escribió Mies van der Rohe - antes de otros - a propósito de la manera como veía su profesión, Dios está en los detalles: en el zumo de naranja que mi Madre me traía en aquella tremenda época al despertar, por ejemplo.

Nada, nada se compara al momento preciso en que pensé por primera vez: “Ahora, estoy por mi cuenta!” Perfecta borrachera! Es como comprender todo un poco mejor – y casi no se aguanta ese poco mejor, y se entra por fin en el silencio. Dios paga con “tías imponentes”, no tengo motivo para dudar, pero también, indiscutiblemente, con momentos imponentes. Loool

Qué bien se está fuera! Y más, con una familia numerosa y super-maja, y un marido encantador y con un irresistible sentido de humor, - es decir, un marido imponente, loooool - al que conocí en circunstancias increíblemente románticas – fue como una Introducción al Curso de Reconstrucción intensiva, avasalladora e inesperada, y ... justo horas después del momento aquel. Difícil de creer, si no lo hubiera vivido yo. Enteramente envidiable, hasta por mi misma :))))))

Después, hubo muchas y serias dificultades, es verdad. Unas se solucionaron, otras no. Pero todas tienen razón de ser.



Una cosa, de Ruy Cinatti, (1915-1986). poeta português, agrónomo, apasionado por Timor, donde estuvo viviendo muchos años:

Metabolismo
Cantei como alguém que assobia
E vai distraidamente
Deitando passo
A passo contas à vida.

Assim nasceram os meus versos.
Como quem anunciado apressa
O passo,
Deitando contas à vida.
(De O Livro do Nómada Meu Amigo, 1958)

- Qué bien, verdad?


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